Los justos sufrirán mucho; sus oraciones, su penitencia y sus lágrimas ascenderán hasta el Cielo, y todo el pueblo de Dios pedirá perdón y misericordia, y buscará mi ayuda y mi interseción. Entonces Jesucristo, por un acto de Su justicia y de Su gran misericordia por los justos, ordenará a sus ángeles que den muerte a todos sus enemigos. De pronto, los perseguidores de la Iglesia de Jesucristo y todos los hombres entregados al pecado perecerán y la tierra se hará como un desierto.
Entonces se hará la paz, la reconciliación de Dios con los hombres; Jesucristo será servido, adorado y glorificado; en todas partes florecerá la caridad. Los nuevos reyes serán el brazo derecho de la Santa Iglesia, que será fuerte, humilde, piadosa, pobre, solícita e imitadora de las virtudes de Jesucristo. El Evangelio será predicado en todas partes y los hombres harán grandes progresos en la fé, porque habrá unidad entre los obreros de Jesucristo y porque los hombres vivirán en el temor de Dios.
Esta paz entre los hombres no será muy larga; veinticinco años de abundantes cosechas les harán olvidar que los pecados de los hombres son la causa de todas las penas que caen sobre la tierra. Un precursor del Anticristo, con sus tropas de varias naciones, combatirá contra el verdadero Cristo, el único Salvador del mundo; derramará mucha sangre y querrá destruir el culto de Dios para hacerse contemplar como un Dios. La tierra será azotada por toda clase de plagas (aparte de la peste y el hambre, que serán generales); habrá guerras, hasta la definitiva, que será hecha entonces por los 10 reyes del anticristo, los cuales tendrán un mismo propósito y serán los únicos que gobernarán el mundo.
Antes de que esto ocurra, habrá una especie de falsa paz en el mundo; la gente no pensará más que en diversiones; los malvados se entregarán a toda suerte de pecados; pero los hijos de la Santa Iglesia, los hijos de la fe, mis verdaderos imitadores, crecerán en el amor de Dios y en las virtudes que me son más queridas. ¡Dichosas las almas humildes conducidas por el Espíritu Santo! Yo combatiré con ellas hasta que lleguen a la plenitud de la Edad.
La naturaleza clama venganza contra los hombres, y se estremece de espanto a la espera de lo que debe ocurrir en la tierra asolada de crímenes. Temblad, tierra, y vosotros, que hacéis profesión de servir a Jesucristo y que por dentro os adoráis a vosotros mismos; temblad, pues el Señor va a entregaros en manos de su enemigo; porque los lugares santos están bajo la corrupción; muchos conventos ya no son la casa de Dios, sino establos de Asmodeo y de los suyos.
Será durante este tiempo cuando nacerá el Anticristo, de una religiosa hebrea, de una falsa virgen que tendrá comunicación con la vieja serpiente, el maestro de la impureza; su padre será obispo. Al nacer, vomitará blasfemias, tendrá dientes; en una palabra, será el diablo encarnado; proferirá gritos espantosos, hará prodigios, no se alimentará mas que de impurezas. Tendrá hermanos que, aunque sin ser demonios encarnados como él, serán hijos del mal; a los doce años se harán destacar por sus brillantes victorias que les serán reportadas; pronto, serán llevados a la cabeza de los ejércitos, asistidos por legiones del infierno.
Las estaciones serán cambiadas, la tierra no producirá mas que malos frutos, los astros perderán sus movimientos regulares, la luna no reflejará mas que una débil luz roja; el agua y el fuego darán al globo terráqueo movimientos convulsivos y horribles terremotos que harán engullir montañas, valles, etc... Roma perderá la fe y se convertirá en la sede del Anticristo.
Los demonios del aire junto con el Anticristo harán grandes prodigios sobre la tierra y en los aires, y los hombres se pervertirán más y más. Dios cuidará de sus fieles servidores y de los hombres de buena voluntad; el Evangelio será predicado por todas partes; todos los pueblos y todas las naciones tendrán conocimiento de la Verdad.
Yo dirijo una llamada urgente a la tierra; llamo a los verdaderos discípulos del Dios vivo y reinante en los Cielos; llamo a los verdaderos imitadores de Cristo hecho hombre, el único y verdadero Salvador de los hombres; llamo a mis hijos, mis verdaderos devotos, a los que se han dado a Mí para que Yo los lleve a mi divino Hijo, a los que llevo, por así decir, en mis brazos, a los que han vivido de acuerdo con Mi Espíritu.
En fin, llamo a los apóstoles de los últimos tiempos, a los fieles discípulos de Jesucristo, a los que han vivido con desprecio del mundo y de sí mismos, en la pobreza y en la humildad, en el desdén y en el silencio, en la oración y en la mortificación, en la castidad y en la unión con Dios, en el sufrimiento y desconocidos del mundo. Es tiempo ya que ellos salgan y vengan a iluminar la tierra; id y mostraos como mis amados hijos; yo estoy con vosotros y en vosotros, siempre la fe sea la luz que os ilumine los días de infortunio. Que vuestro celo os haga como hambrientos de la gloria y el honor de Jesucristo. Combatid, hijos de la luz, vosotros, los pocos que pueden ver, porque he aquí el tiempo de los tiempos, el fin de los fines.
La Iglesia será eclipsada, el mundo estará consternado. Pero ahí estarán Enoc y Elías llenos del Espíritu Santo; ellos predicarán con la fuerza de Dios, y los hombres de buena voluntad creerán en Dios, y muchas almas serán consoladas; ellos harán grandes progresos por la virtud del Espíritu Santo y condenarán los errores diabólicos del anticristo.
¡Desdichados los habitantes de la Tierra! Habrá guerras sangrientas y hambrunas, pestes y enfermedades contagiosas; habrá lluvias de un granizo espantoso de animales; truenos que sacudirán las ciudades; terremotos que sepultarán países; se escucharán voces en los aires; los hombres golpearán sus cabezas contra las murallas; invocarán la muerte y ésta, por su parte, será su tormento; la sangre correrá por todas partes. (1)
¿Quién podrá vencer si Dios no abrevia el tiempo de la prueba? Dios terminará por acceder ante la sangre, las lágrimas y las súplicas de los justos; Enoc y Elías serán condenados a muerte; Roma pagana desaparecerá; el fuego del Cielo caerá y consumirá tres ciudades; todo el universo será presa del terror, y muchos se dejarán seducir porque no habrán adorado al verdadero Cristo que vive entre ellos. Este es el momento; el sol se oscurece; solamente la fe subsistirá.
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Ha llegado la hora; el abismo se abre. He aquí el rey de los reyes de las tinieblas. He aquí la bestia con sus vasallos, diciéndose el salvador del mundo. Se remontará soberbio por los aires para llegar al cielo; será ahogado por el aliento de San Miguel Arcángel. Se precipitará y la tierra, que habrá estado 3 días en continuas convulciones, abrirá su seno en llamas; será sumido para siempre, con los suyos, en los abismos eternos del infierno. Entonces, el agua y el fuego purificarán a la Tierra y consumirán todas las obras del orgullo del hombre, y todo será renovado: Dios será servido y glorificado.
FIN del MENSAJE
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