segunda-feira, 24 de setembro de 2012

HOY ES LA FESTA DE NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED

NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED




Una noche, la que va del 1 al 2 de agosto de 1218, hallándose San Pedro Nolasco en oración, se le apareció la Santísima Virgen rodeada de ángeles y radiante de gloria, y no sólo le animó en sus intentos, sino que le declaró la histórica revelación de su misión mercedaria, y tal revelación fue la siguiente:

"Que la obra de redimir cautivos, a la cual él se dedicaba, era muy agradable a Dios, y para perseverar en ella y engrandecerla y perpetuarla le transmitía el mandato de fundación de una Orden religiosa, cuyos miembros imitaran a su Hijo, Jesucristo, redimiendo a los cristianos cautivos de infieles, dándose a sí en prenda, si fuera menester, para completar la obra de libertad encomendada."


Desapareció la Santísima Virgen y quedó Nolasco arrobado en la fruición de la gloria de Dios, que se había acercado a él con la embajada de María. Si grande era su gozo, mayor era su humildad, creyéndose indigno de aquella celestial visita.

Disputan los autores si la visión de la Santísima Virgen fue material y corpórea, en que los sentidos percibiesen y distinguiesen con claridad, o bien fue visión interna o espiritual, como un rayo de luz fulgente venido de Dios.

Dentro de las tradiciones mercedarias se repite más la palabra descensión que la de visión. Y el papa Pío VI, el 2 de agosto de 1794, permitió usar el término descensión en el introito y en el prefacio de la Misa que celebra la Orden el 24 de septiembre y todos los sábados del año en honor de la Excelsa Reina de los Cielos y Madre de la Orden Mercedaria.

Con esta aparición, Nuestra Señora vino a dar realidad a las ardientes aspiraciones de San Pedro Nolasco, que no eran otras que la redención y salvación de los cautivos. Ese hecho maravilloso fijó para siempre el rumbo de su vida, selló con carácter específico su santidad y lo confirmó en el ejercicio de la caridad, que más tarde lo convertiría en héroe de esta virtud.

Diez días más tarde San Pedro Nolasco se decidió a cumplir el mandato divino, alentado y apoyado por el rey Don Jaime el Conquistador y por el consejero real San Raimundo de Peñafort. A tal efecto, el día 10 de agosto de 1218, fiesta de San Lorenzo, ante el altar de Santa Eulalia de la Iglesia catedral de Barcelona, el Obispo de la misma, Don Berenguer de Palóu, vistió canónicamente el hábito blanco al Santo y algunos de los jóvenes que con él trabajaban y quedó fundada la Orden de la Merced.

La Virgen sonrió desde el Cielo, alegrado su corazón de Madre y de Corredentora con esta fundación mercedaria. Vio realizado su Fiat creador. Desde entonces, Nuestra Señora quedó constituida en Madre especial de los nuevos frailes y de sus hermanos los cautivos y reinaría poderosa para siempre en el corazón de cuantos la invocan con el título de la Merced.