NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED
Una noche, la que va del 1 al 2 de agosto de 1218, hallándose San Pedro Nolasco en oración, se le apareció la Santísima Virgen rodeada de ángeles y radiante de gloria, y no sólo le animó en sus intentos, sino que le declaró la histórica revelación de su misión mercedaria, y tal revelación fue la siguiente:
"Que la obra
de redimir cautivos, a la cual él se dedicaba, era muy agradable a Dios, y para
perseverar en ella y engrandecerla y perpetuarla le transmitía el mandato de
fundación de una Orden religiosa, cuyos miembros imitaran a su Hijo, Jesucristo,
redimiendo a los cristianos cautivos de infieles, dándose a sí en prenda, si
fuera menester, para completar la obra de libertad
encomendada."
Desapareció la Santísima Virgen y quedó Nolasco arrobado en la fruición de la
gloria de Dios, que se había acercado a él con la embajada de María. Si grande
era su gozo, mayor era su humildad, creyéndose indigno de aquella celestial
visita.
Disputan los autores si la visión de la Santísima Virgen fue material y
corpórea, en que los sentidos percibiesen y distinguiesen con claridad, o bien
fue visión interna o espiritual, como un rayo de luz fulgente venido de
Dios.
Dentro de las tradiciones mercedarias se repite más la palabra descensión que la
de visión. Y el papa Pío VI, el 2 de agosto de 1794, permitió usar el término
descensión en el introito y en el prefacio de la Misa que celebra la Orden el 24
de septiembre y todos los sábados del año en honor de la Excelsa Reina de los
Cielos y Madre de la Orden Mercedaria.
Con esta aparición, Nuestra Señora vino a dar realidad a las ardientes
aspiraciones de San Pedro Nolasco, que no eran otras que la redención y
salvación de los cautivos. Ese hecho maravilloso fijó para siempre el rumbo de
su vida, selló con carácter específico su santidad y lo confirmó en el ejercicio
de la caridad, que más tarde lo convertiría en héroe de esta
virtud.
Diez días más tarde San Pedro Nolasco se decidió a cumplir el mandato divino,
alentado y apoyado por el rey Don Jaime el Conquistador y por el consejero real
San Raimundo de Peñafort. A tal efecto, el día 10 de agosto de 1218, fiesta de
San Lorenzo, ante el altar de Santa Eulalia de la Iglesia catedral de Barcelona,
el Obispo de la misma, Don Berenguer de Palóu, vistió canónicamente el hábito
blanco al Santo y algunos de los jóvenes que con él trabajaban y quedó fundada
la Orden de la Merced.
La
Virgen sonrió desde el Cielo, alegrado su corazón de Madre y de Corredentora con
esta fundación mercedaria. Vio realizado su Fiat creador.
Desde entonces, Nuestra Señora quedó constituida en Madre especial de los nuevos
frailes y de sus hermanos los cautivos y reinaría poderosa para siempre en el
corazón de cuantos la invocan con el título de la Merced.