- E senti o espírito inundado por um mistério de luz que é Deus e N´Ele vi e ouvi -A ponta da lança como chama que se desprende, toca o eixo da terra, – Ela estremece: montanhas, cidades, vilas e aldeias com os seus moradores são sepultados. - O mar, os rios e as nuvens saem dos seus limites, transbordam, inundam e arrastam consigo num redemoinho, moradias e gente em número que não se pode contar , é a purificação do mundo pelo pecado em que se mergulha. - O ódio, a ambição provocam a guerra destruidora! - Depois senti no palpitar acelerado do coração e no meu espírito o eco duma voz suave que dizia: – No tempo, uma só Fé, um só Batismo, uma só Igreja, Santa, Católica, Apostólica: - Na eternidade, o Céu! (escreve a irmã Lúcia a 3 de janeiro de 1944, em "O Meu Caminho," I, p. 158 – 160 – Carmelo de Coimbra)
domingo, 1 de fevereiro de 2009
JORNADA DE ADORAÇÃO E ORAÇÃO PELO PAPA E SANTIFICAÇÃO DOS SACERDOTES EM PONTEVEDRA PROMOVIDA PELA FRATERNIDADE DE CRISTO SACERDOTE E MARIA REINA
*Homilía de Don Manuel Folgar
El sacerdote como representante de la Iglesia y mediador entre Dios y los hombres acaba de dirigir a Dios la oración colecta propia de este domingo. Dios conoce nuestra fragilidad y sabe que no podemos resistir entre tantos peligros que nos acechan. Por ello acudimos a Él que es bondadoso y rico en misericordia, y le pedimos confiadamente que nos conceda fortaleza para vencer los males que podrían poner en peligro nuestra salvación eterna.
Dios conoce nuestra fragilidad. Sabe que estamos hechos de barro, porque Él es nuestro Creador y Redentor. Dios lo sabe, pero también nosotros hemos de reconocerlo humildemente y recordarlo permanentemente para vivir vigilantes y estar apertrechados contra los enemigos de nuestra salvación.
Esta conciencia de nuestra debilidad y el permanente recuerdo de nuestra fragilidad habrá de comprometernos a vivir y ejercitar la virtud de la santa prudencia que consiste en emplear todos los medios que tenemos a nuestro alcance para vivir en gracia de Dios, en íntima comunión y amistad con Él. Al mismo tiempo la virtud de la prudencia nos moverá a rechazar y alejarnos de todo aquello que pudiese llevarnos al pecado y a la enemistad con Dios.
No debemos conformarnos con mínimos, por el contrario, hemos de aspirar a la santidad con todas nuestras fuerzas, haciendo el firme propósito de llevar una vida cristiana lo más perfecta posible, luchando por desterrar en nosotros no sólo el pecado mortal, sino también el pecado venial. Este objetivo se hace más fácil de alcanzar si en nuestra vida espiritual entramos por la vía del amor.
Al estar imbuídos de la certeza de que somos verdaderamente hijos muy amados de Dios, y al desear firmemente corresponder a las olas de amor y de ternura que el Señor derrama sobre nosotros, ese mismo deseo de amarle nos irá haciendo más delicados y más cuidadosos en nuestra relaciones con Él y con el prójimo.
Para defendernos ante los peligros y enemigos de nuestra salvación el Señor nos exhorta a vivir vigilantes y a ser perseverantes en la oración. Esta actitud de vigilancia ha de ser también fruto del amor. El que ama vigila y no se abandona. El que ama no se despreocupa ni se desentiende, antes bien, vive en la tensión dulce de procurar complacer en todo al amado. De igual modo podemos decir que el que ama de verdad a Dios le busca permanenteente en la oración y en el diálogo amoroso con Él.
Los males que nos acechan vienen del espíritu del mundo con todas sus provocaciones que pretenden lograr desviar nuestro amor hacia las critauras con olvido y desprecio del Creador.
Los males vienen del Maligno que nos asalta con multitud de tentaciones. Y los males surgen también en nuestro corazón cuando las bajas pasiones y los instintos se revelan en nosotros queriendo dejar de sujetarse a la razón y a la ley de Dios.
El Señor nos ofrece su auxilio y su gracia para que todas las tempestades que se levantan contra nosotros sean calmadas. Aunque parezca que Jesús va dormido en la barca de nuestro corazón y de nuestra vida, sin embargo Él vela y no se descuida de nosotros.
Acudamos confiadamente a Nuestra Madre, vencedora de todas las batallas y dispensadora de todas las gracias. Pongamos en Ella nuestra confianza y venceremos en todas nuestras luchas, saliendo airosos de todas las tempestades. Amén.
FONTE: FRATERNIDAD DE CRISTO SACERDOTE E MARIA REINA