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“Todavía recuerdo, como si fuese hoy, las palabras que escuché  decir a un cardenal italiano, entonces muy poderoso en la Curia Romana,  al otro día de la elección de Benedicto XVI. «Dos-tres años, durará  sólo dos-tres años…». Lo hacía acompañando las palabras con un gesto de  las manos, como para minimizar… Joseph Ratzinger, de setenta y ocho  años, el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe recién  elegido sucesor de Juan Pablo II, debía ser un Papa de transición, pasar  velozmente, pero sobre todo debía pasar sin dejar demasiada huella tras  de sí… Ciertamente, una referencia a la duración del pontificado la  hizo el mismo Ratzinger, en la Sixtina. Dijo que elegía el nombre de  Benedicto por lo que había significado la figura del gran santo patrono  de Europa, pero también porque el último Papa que había tomado este  nombre, Benedicto XV, no había tenido un pontificado muy largo y había  trabajado por la paz. Pero un pontificado no largo, a causa de la edad  ya avanzada, no significar pasar sin dejar huella. También el de Juan  XXIII debía ser – y, desde el punto de vista meramente cronológico, lo  ha sido – un pontificado de transición. Pero cuánto ha cambiado la  historia de la Iglesia… Lo he vuelto a pensar muchas veces: visto que no  ha pasado tan velozmente como alguno esperaba, y visto que su  pontificado está destinado a dejar un signo, se han multiplicado los  ataques contra Benedicto XVI. Ataques de todo tipo. Una vez se dice que  el Papa se ha expresado mal, otra vez se habla de error de comunicación,  otra de un problema de coordinación entre las oficinas curiales, en  otra ocasión de insuficiencia de ciertos colaboradores, otra del  concordante intento por parte de fuerzas adversas a la Iglesia con la  intención de desacreditarla. ¿Quiere saber mi impresión? Aunque en  realidad el Santo Padre no está solo, aunque en torno a él hay personas  fieles que tratan de ayudarlo, en muchas ocasiones es dejado  objetivamente solo. No hay un equipo que prevenga la aparición de  ciertos problemas, que reflexione sobre cómo responder de modo eficaz.  Que trate de transmitir, de expandir su auténtico mensaje, a menudo  distorsionado. De este modo, ésta es la pregunta que se ha vuelto más  frecuente: ¿cuándo la próxima crisis? Me sorprende también el hecho de  que a veces estas crisis llegan después de decisiones importantes… Me  estoy preguntando, por ejemplo, qué ocurrirá ahora que Benedicto XVI ha  proclamado valientemente las virtudes heroicas de Pío XII junto a las de  Juan Pablo II”.
Cuando  esta confidencia fue hecha a uno de nosotros, en vísperas de la Navidad  del 2009, por un autorizado purpurado que trabaja desde hace muchos  años en los sagrados palacios, el gran escándalo de los abusos de  menores perpetrados por el clero católico aún no había explotado en toda  su alcance. Estaba, sí, el gravísimo caso irlandés. Pero nada hacía  predecir todavía que, como por contagio, la situación objetivamente  peculiar de Irlanda – que ha mostrado la incapacidad de varios obispos  de gobernar sus diócesis y de afrontar los casos de abusos de menores  teniendo presente la necesidad de asistir en primer lugar a las  víctimas, evitando que las violencias pudieran repetirse – terminaría  por replicarse, por lo menos mediáticamente, en otras países. Y ha  involucrado a Alemania, Austria, Suiza y, de nuevo, en las polémicas, a  los Estados Unidos, donde el problema ya había surgido y de manera  bastante devastadora al comienzo de este milenio.
Sólo recorriendo las reseñas de prensa  internacionales, es necesario admitir la existencia de un ataque contra  el Papa Ratzinger. Un ataque demostrado por el prejuicio negativo pronto  a desencadenarse sobre cualquier cosa que el Pontífice diga o haga.  Pronto a enfatizar ciertos particulares, pronto a crear “casos”  internacionales. Este ataque concéntrico tiene origen fuera, pero con  frecuencia también dentro de la Iglesia. Y es (inconscientemente)  ayudado por la reacción a veces escasa de quien en torno al Papa podría  hacer más para prevenir las crisis o para gestionarlas de modo eficaz.  Es lamentablemente (en forma inconsciente) ayudado por la falta de una  dirección y de una estrategia comunicativa, como se ha visto en el curso  de lo que en las próximas páginas hemos definido “la semana negra”, con  los incidentes representados por la homilía del Viernes Santo 2010  pronunciada por el padre Raniero Cantalamesssa, por las palabras del  cardenal Angelo Sodano el día de Pascua, por las declaraciones del  Secretario de Estado Tarcisio Bertone lanzadas durante su largo viaje  pastoral a Chile. 
Este  libro no tiene intención de presentar una tesis preconcebida. No busca  acreditar de partida la hipótesis del complot ideado por alguna “cúpula”  o “spectre”, ni tampoco la del “complot mediático”, convertido a  menudo en el cómodo salvoconducto detrás del cual algunos colaboradores  del Pontífice se atrincheran para justificar demoras e ineficiencias.  Sin embargo, es innegable que Ratzinger ha estado y está bajo ataque.  Las críticas y las polémicas suscitadas por el discurso de Ratisbona; el  clamoroso caso de la dimisión del neo-arzobispo de Varsovia Wielgus a  causa de su antigua colaboración con los servicios secretos del régimen  comunista polaco; las polémicas por la publicación del Motu proprio Summorum  Pontificum; el caso del levantamiento de la excomunión a los  obispos lefebvristas, que coincidió con la transmisión en video de la  entrevista negacionista de las cámaras de gas concedida por uno de ellos  a la televisión suiza; la crisis diplomática por las palabras papales  sobre el preservativo durante el primer día del viaje a África; la  propagación del escándalo de los abusos de menores, que todavía no  parece aplacarse. De tormenta en tormenta, de polémica en polémica, el  efecto ha sido el de “anestesiar” el mensaje de Benedicto XVI,  encerrándolo en el cliché del Papa retrógrado, debilitando su  alcance. Y sobre todo olvidando impulsos y aperturas demostrados por  Ratzinger en estos primeros cinco años de pontificado sobre grandes  temas como la pobreza, el cuidado de la creación, la globalización.
Pero este ataque nunca ha  tenido una única dirección. Ha tenido, más bien, una ausencia de  dirección. Aunque no se puede excluir que en varias ocasiones, también  en el curso de la crisis por los escándalos de la pedofilia en el clero,  se ha verificado una alianza entre diversos ambientes a los cuales  puede resultar cómodo reducir al silencio la voz de la Iglesia,  disminuyendo su autoridad moral y su ser fenómeno popular, tal vez con  la secreta esperanza de que, en el giro de una década, termine contando  en el escenario internacional como cualquier secta.
Hemos buscado documentar lo que ha  ocurrido, hemos hecho hablar a los protagonistas y a los observadores  más calificados, hemos recogido documentos y testimonios inéditos que  ayudan a reconstruir lo ocurrido en los sagrados palacios y, más en  general, en la Iglesia, durante las crisis de estos primeros cinco años  de pontificado. Un pontificado que se ha abierto, después del  cónclave-relámpago que ha durado un día, con las palabras pronunciadas  por el Papa Ratzinger en el día de la Misa inaugural, el 24 de abril de  2005: “Rogad por mí, para que, no huya, por miedo, ante los lobos.”.  Casi presintiendo que le esperaría un insidioso camino de obstáculos.
Paolo Rodari
Andrea Tornielli
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Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

 inundado por um mistério de luz que é Deus   e N´Ele vi e ouvi -A ponta da lança como chama que se desprende, toca o eixo da terra, – Ela estremece: montanhas, cidades, vilas e aldeias com os seus moradores são sepultados. - O mar, os rios e as nuvens saem dos seus limites, transbordam, inundam e arrastam consigo num redemoinho, moradias e gente em número que não se pode contar , é a purificação do mundo pelo pecado em que se mergulha. - O ódio, a ambição provocam a guerra destruidora!  - Depois senti no palpitar acelerado do coração e no meu espírito o eco duma voz suave que dizia: – No tempo, uma só Fé, um só Batismo, uma só Igreja, Santa, Católica, Apostólica: - Na eternidade, o Céu!
inundado por um mistério de luz que é Deus   e N´Ele vi e ouvi -A ponta da lança como chama que se desprende, toca o eixo da terra, – Ela estremece: montanhas, cidades, vilas e aldeias com os seus moradores são sepultados. - O mar, os rios e as nuvens saem dos seus limites, transbordam, inundam e arrastam consigo num redemoinho, moradias e gente em número que não se pode contar , é a purificação do mundo pelo pecado em que se mergulha. - O ódio, a ambição provocam a guerra destruidora!  - Depois senti no palpitar acelerado do coração e no meu espírito o eco duma voz suave que dizia: – No tempo, uma só Fé, um só Batismo, uma só Igreja, Santa, Católica, Apostólica: - Na eternidade, o Céu!