Domingo, 26 dic (RV).- El Santo Padre participó hoy en un almuerzo que él mismo ofreció a las personas asistidas por las diversas comunidades romanas de las Misioneras de la Caridad, con ocasión del 100° aniversario del nacimiento de la beata Madre Teresa de Calcuta y como una de las iniciativas promovidas por el mismo Obispo de Roma en este tiempo navideño.
El almuerzo comenzó a la una de la tarde en el atrio del Aula Pablo VI de la Ciudad del Vaticano. Entre los comensales se encontraban 350 huéspedes de los diversos Centros de Acogida, junto a unas 180 religiosas y religiosos – entre Misioneras de la Caridad, Hermanos Contemplativos y Sacerdotes Misioneros de la gran Familia fundada por la “Madre de los pobres”.
Asimismo participaron en este almuerzo Sor Prema, Superiora general de las Misioneras, Fray Sebastián, Cofundador y Superior general de los Hermanos y Fray Brian, Superior General de los Sacerdotes y Postulador de la Causa de Canonización de la Beata Madre Teresa de Calcuta.
Sor Prema dijo al Santo Padre que este era para ellos un “momento de fiesta particularmente bello. Y en nombre de las demás hermanas, del Padre Sebastián y de los Hermanos Contemplativos; del Padre Brian y de los sacerdotes Misioneros de la Caridad le manifestó sus mejores deseos y parabienes de Navidad.
“Estar aquí hoy –dijo la Superiora general-, en el corazón de la Iglesia, con todos nuestros huéspedes y con Usted, Santidad, nos llena el corazón de tanta alegría”. Y recordó que hace dos semanas, hablando de la Beata Madre Teresa de Calcuta, el Papa dijo que ha dado tanta luz a las personas. Por esta razón, la madre Prema añadió textualmente: “Nosotras le pedimos una Bendición particular, a fin de que también podamos convertirnos en luz para todos aquellos que aún viven en la oscuridad”. Y le agradeció de todo corazón por la expresión transparente del Amor de Dios en el mundo de hoy; a la vez que le manifestó el amor que todos tienen por el Sucesor de Pedro, asegurándole sus oraciones diarias por el Papa y por todas sus intensiones.
Tras las palabras de bienvenida al Papa de la Superiora general de las Misioneras de la Caridad de la Madre Teresa de Calcuta, uno de los huéspedes dijo al Santo Padre: “Es una gran alegría para nosotros poder compartir este momento de fiesta con Usted. En nombre de todos los amigos aquí presentes le agradezco de corazón su acogida. Nos sentimos verdaderamente acogidos por su abrazo de Padre. ¡Le aseguro nuestras oraciones y le deseo Feliz Navidad!”.
El Papa por su parte, dirigiéndose a estos “queridos amigos”, les dijo que se sentía muy contento de estar hoy con ellos. Después de agradecer el saludo de la Reverenda Madre General de las Misioneras de la Caridad, a los Sacerdotes, a las Religiosas, a los Hermanos contemplativos y a todos los presentes, Benedicto XVI afirmó textualmente:
“La luz de la Navidad del Señor llena nuestros corazones de la alegría y de la paz anunciada por los Ángeles a los pastores de Belén: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace” (Lc 2, 14). El Niño que vemos en la gruta es Dios mismo que se ha hecho hombre, para mostrarnos cuánto nos quiere, cuánto nos ama: Dios se ha hecho uno de nosotros, para estar cerca de cada uno, para vencer el mal, para liberarnos del pecado, para darnos esperanza, para decirnos que jamás estamos solos. Nosotros siempre podemos dirigirnos a Él, sin temor, llamándolo Padre, seguros de que en cada momento, en cada situación de la vida, incluso en las más difíciles, Él no se olvida de nosotros. Debemos decir con más frecuencia: Sí, Dios se ocupa precisamente de mí, me quiere, Jesús ha nacido también para mí; siempre debo tener confianza en Él”.
Además, dirigiéndose a estos “queridos hermanos y hermanas”, el Papa les pidió que dejen que la luz del Niño Jesús, del Hijo de Dios hecho hombre, ilumine nuestra vida para transformarla en luz, tal como lo vemos de modo especial en la vida de los santos. Y recordó el testimonio de la beata Teresa de Calcuta, a la que definió “un reflejo de la luz del amor de Dios”. También les dijo que celebrar 100 años de su nacimiento es motivo de gratitud y de reflexión para un renovado y gozoso empeño al servicio del Señor y de los hermanos, especialmente de los más necesitados.
Porque como dijo Benedicto XVI, el Señor quería “ser necesitado”. Mientras a las queridas religiosas, así como a los queridos Sacerdotes, Hermanos, y amigos del personal, les recordó que “la caridad es la fuerza que cambia el mundo, porque Dios es amor. También destacó que la beata Teresa de Calcuta vivió la caridad hacia todos sin distinción, pero con una preferencia por los más pobres y abandonados. Lo que representa un signo luminoso de la paternidad y de la bondad de Dios.
El Pontífice prosiguió diciendo que la madre Teresa supo reconocer en cada uno el rostro de Cristo, que ella amaba con todo su ser, dado que al Cristo que adoraba y recibía en la Eucaristía seguía encontrándolo por las calles de la ciudad, hasta llegar a ser “imagen” viva de Jesús que derrama sobre las heridas del hombre la gracia del amor misericordioso. Y añadió que a quien se pregunta por qué la Madre Teresa se hizo tan famosa, la respuesta es sencilla: porque vivió de moso humilde y escondido, por amor y en el amor de Dios. También destacó que ella misma afirmaba que su premio más grande era amar a Jesús y servirlo en los pobres. Su figura pequeña, con las manos juntas o mientras acariciaba a un enfermo, a un leproso, a un moribundo, o a un niño, es signo visible de una existencia trasformada por Dios. En la noche del dolor humano hizo resplandecer la luz del Amor divino y ayudó a tantos corazones a encontrar esa paz que sólo Dios puede dar.
Benedicto XVi invitó a los presentes a dar gracias al Señor porque en la beata Teresa de Calcuta todos hemos visto cómo nuestra existencia puede cambiar cuando se encuentra a Jesús; puede llegar a ser para los demás un reflejo de la luz de Dios. Y recordó que a tantos hombres y mujeres, en situación de miseria y de sufrimiento, ella les dio el consuelo y la certidumbre de que Dios no abandona a nadie, ¡jamás! Porque como dijo el Papa, su misión continúa a través de cuantos, aquí como en otras partes del mundo, viven su carisma de ser misioneros y misioneras de la Caridad.
“Nuestra gratitud es grande, queridas Hermanas y Hermanos, por vuestra presencia humilde, discreta, escondida a los ojos de los hombres, pero extraordinaria y preciosa para el corazón de Dios. Al hombre con frecuencia en busca de felicidades ilusorias, vuestro testimonio de vida les dice donde se encuentra la verdadera alegría: en el compartir, donar, y amar con la misma gratuidad de Dios que rompe la lógica del egoísmo humano”.
Y concluyó afirmando textualmente:
“¡Queridos amigos! Sabed que el Papa os quiere, os lleva en el corazón, os acoge a todos en un abrazo paterno y reza por vosotros ¡Felicidades! Y gracias por haber querido compartir la alegría de estos días de fiesta. Invoco la materna protección de la Santa Familia de Nazaret que hoy celebramos y os bendigo a todos y a todos vuestros seres queridos”.
Al respecto cabe destacar que en Roma, la Familia Misionera de la Caridad anima una decena de estructuras de acogida, además de desarrollar su apostolado a domicilio en las familias, hospitales y cárceles. El principal lugar de referencia es el complejo de San Gregorio en el Celio, puesto a disposición del ayuntamiento de la capital italiana en 1975. En esta “Casa Madre” romana se ofrece comida y alojamiento a unos setenta hombres sin morada fija, así como a ancianos, personas abandonadas o con graves problemas mentales. Y todo esto con un espíritu de acogida que provee a la atención de las necesidades materiales, afectivas y espirituales de cada una de estas personas, ayudándolas a reconquistar el sentido de su propia dignidad y la conciencia de ser amadas por Dios.
Con la ayuda de una serie de colaboradores, las religiosas de la Madre Teresa de Calcuta se prodigan para resolver las dificultades de sus hermanos marginados, empeñándose en diversos ámbitos, como la búsqueda de un trabajo, la resolución de los trámites necesarios para la obtención de pensiones, o la solicitud de subsidios de asistencia sanitaria. La atención de esta Comunidad no se limita a los huéspedes internos, sino que se extiende también a las familias que padecen diversas con necesidades, así como a los náyades, o a personas solas, mediante un servicio de distribución semanal de ropa y alimentos.
Otro aspecto importante de la multiforme actividad de San Gregorio es la celebración de encuentros y cursos de formación para familias procedentes de toda Italia que desean emprender los trámites para la adopción internacional, según el espíritu de la Madre Teresa y a la luz de su amor preferencial por la infancia abandonada. Precisamente en este Convento solía residir la Beata Madre cuando se encontraba de visita en Roma, razón por la cual fue surgiendo una gran afluencia de grupos parroquiales, jóvenes y estudiantes deseos de estar en el lugar de trabajo y de oración donde se conserva la memoria de la Madre que se consideraba un “lápiz de Dios”.
Recordamos asimismo que las estructuras encomendadas a la Congregación comprenden el dormitorio de Via Rattazzi, cerca de la Estación romana de trenes “Termini” -donde se hospedan cada noche unos cuarenta hombres italianos y extranjeros sin techo, emigrantes, personas alcoholizadas, o que solicitan asilo político, y ex detenidos-; la casa de Primavalle, puesta a disposición por parte de la Santa Sede en 1980 –donde se acogen a jóvenes madres, embarazas, a puérperas con sus niños en los primeros meses de vida-; y la Casa “Don de María”, que se encuentra dentro de la Ciudad del Vaticano –donde se acogen diariamente a unas 60 mujeres, jóvenes y ancianas, afectadas por patologías físicas y mentales o víctimas del alcoholismo. La actividad de la Casa “Don de María” del Vaticano prevé además, el ofrecimiento de la cena a unos 60 hombres, así como la distribución de indumentos y la entrega de alimentos a las familias necesitadas.
Por otra parte, diversas madres con sus hijos son hospedados en la Casa de Tor Bella Monaca, de propiedad de la diócesis de Roma, que por la tarde abre sus puertas a los niños de las familias pobres de la zona para permanecer después de la escuela y realizar actividades recreativas. En cambio, en la Casa “Don del amor”, puesta a disposición por la asociación ANLAIDS, se acogen y asisten cada día una docena de jóvenes afectadas por el sida; mientras quienes se encuentran en el estadio final de la enfermedad son acompañadas por las religiosas hasta el término de su existencia y al encuentro con Dios.
La obra de las Misioneras de la Caridad también está dirigida a las familias y a los lugares de sufrimiento, en particular a los hospitales y a las cárceles; mientras a la formación de las religiosas encargadas de esta forma de apostolado ha sido reservada de moso especial la Casa situada en Vía Casilina, abierta en 1980.
Por su parte, las Religiosas Contemplativas de la Comunidad de Acilia ofrecen un espacio de silencio y de oración a cuantos llaman a su puerta y prestan su ayuda a las familias necesitadas y a los ancianos de esa zona. Mientras diversos grupos de religiosas visitan diariamente numerosos barrios de la periferia de Roma para desarrollar un servicio de asistencia a unas 1.400 familias y de cercanía humana y espiritual a los ancianos y a los enfermos, a los que distribuyen el Sacramento de la Eucaristía.
Recordamos también la actividad de los Sacerdotes Misioneros de la Caridad, empeñados en la acogida de hombres sin techo en la casa de Vícolo Tor Fiscale, cuyo apostolado se extiende también a las familias, a los detenidos en la cárcel de Rebibbia y a los enfermos ingresados en diversas estructuras sanitarias de la ciudad. Mientras a los Hermanos Contemplativos Misioneros de la Caridad se les ha encomendado un dormitorio en el que se alojan cada noche unos 70 hombres sin techo. Además, estos Hermanos también desarrollan su obra de asistencia en la cárcel de Rebibbia y sostienen a las familias necesitadas y a cuantos viven en la calle en las inmediaciones de las estaciones ferroviarias.
DE:radio vaticano