NOTA DE LA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE
Sobre la banalización de la sexualidad
A propósito de algunas lecturas de “Luz del mundo”
Con  ocasión de la publicación del libro-entrevista de Benedicto XVI, Luz  del mundo, se han difundido diversas interpretaciones incorrectas, que  han creado confusión sobre la postura de la Iglesia Católica acerca de  algunas cuestiones de moral sexual.
El  pensamiento del Papa se ha instrumentalizado frecuentemente con fines e  intereses ajenos al sentido de sus palabras, que resulta evidente si se  leen por entero los capítulos en donde se trata de la sexualidad  humana.
El  interés del Santo Padre es claro: reencontrar la grandeza del plan de  Dios sobre la sexualidad, evitando su banalización, hoy tan extendida.
Algunas  interpretaciones han presentado las palabras del Papa como afirmaciones  contrarias a la tradición moral de la Iglesia, hipótesis que algunos  han acogido como un cambio positivo y otros han recibido con  preocupación, como si se tratara de una ruptura con la doctrina sobre la  anticoncepción y la actitud de la Iglesia en la lucha contra el sida.
En  realidad, las palabras del Papa, que se refieren de modo particular a  un comportamiento gravemente desordenado como el de la prostitución, no  modifican ni la doctrina moral ni la praxis pastoral de la Iglesia. Como  se desprende de la lectura del texto en cuestión, el Santo Padre no  habla de la moral conyugal, ni tampoco de la norma moral sobre la  anticoncepción.
Dicha  norma, tradicional en la Iglesia, fue reafirmada con términos muy  precisos por Pablo VI en el n. 14 de la encíclica Humanae vitae, cuando  escribió que «queda además excluida toda acción que, o en previsión del  acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus  consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio, hacer  imposible la procreación».
Pensar  que de las palabras de Benedicto XVI se pueda deducir que en algunos  casos es legítimo recurrir al uso del preservativo para evitar embarazos  no deseados es totalmente arbitrario y no responde ni a sus palabras ni  a su pensamiento.
En  este sentido, el Papa propone en cambio caminos que sean humana y  éticamente viables, que los pastores han de potenciar «más y mejor», es  decir, caminos que respeten plenamente el nexo inseparable del  significado unitivo y procreador de cada acto conyugal, mediante el  eventual recurso a métodos de regulación natural de la fertilidad con  vistas a la procreación responsable.
En  cuanto al texto en cuestión, el Santo Padre se refería al caso  completamente diferente de la prostitución, comportamiento que la  doctrina cristiana ha considerado siempre gravemente inmoral.
Con  relación a la prostitución, la recomendación de toda la tradición  cristiana –y no sólo de ella– se puede resumir en las palabras de san  Pablo: «Huid de la fornicación». Por tanto, hay que luchar contra la  prostitución; y las organizaciones asistenciales de la Iglesia, de la  sociedad civil y del Estado han de trabajar para librar a las personas  que están involucradas en ella.
En  este sentido, es necesario poner de relieve que la situación que en  muchas áreas del mundo se ha creado por la actual difusión del sida, ha  hecho que el problema de la prostitución sea aún más dramático.
Quien  es consciente de estar infectado con el VIH y que por tanto puede  contagiar a otros, además del pecado grave contra el sexto mandamiento  comete uno contra el quinto, porque conscientemente pone en serio  peligro la vida de otra persona, con repercusiones también para la salud  pública.
A  este respecto, el Santo Padre afirma claramente que los profilácticos  no son «una solución real y moral» del problema del sida, y también que  la «mera fijación en el preservativo significa una banalización de la  sexualidad», porque no se quiere afrontar el extravío humano que está en  el origen de la transmisión de la pandemia. Por otra parte, es  innegable que quien recurre al profiláctico para disminuir el peligro  para la vida de otra persona, intenta reducir el mal vinculado a su  conducta errónea.
En  este sentido, el Santo Padre pone de relieve que recurrir al  profiláctico con «la intención de reducir el peligro de contagio, es un  primer paso en el camino hacia una sexualidad vivida en forma diferente,  hacia una sexualidad más humana». Se trata de una observación  completamente compatible con la otra afirmación del Santo Padre: «Ésta  no es la auténtica modalidad para abordar el mal de la infección con el  VIH».
Algunos  han interpretado las palabras de Benedicto XVI valiéndose de la teoría  del llamado “mal menor”. Esta teoría, sin embargo, es susceptible de  interpretaciones desviadas de tipo proporcionalista. No es lícito querer  una acción que es mala por su objeto, aunque se trate de un mal menor.  El Santo Padre no ha dicho, como alguno ha sostenido, que la  prostitución con el recurso al profiláctico pueda ser una opción lícita  en cuanto mal menor.
La  Iglesia enseña que la prostitución es inmoral y hay que luchar contra  ella. Sin embargo, si alguien, practicando la prostitución y estando  además infectado por el VIH, se esfuerza por disminuir el peligro de  contagio, a través incluso del uso del profiláctico, esto puede  constituir un primer paso en el respeto de la vida de los demás, si bien  el mal de la prostitución siga conservando toda su gravedad. Dichas  apreciaciones concuerdan con lo que la tradición teológico moral ha  sostenido también en el pasado.
En  conclusión, los miembros y las instituciones de la Iglesia Católica  deben saber que en la lucha contra el Sida hay que estar cerca de las  personas, curando a los enfermos y formando a todos para que puedan  vivir la abstinencia antes del matrimonio y la fidelidad dentro del  pacto conyugal.
En  este sentido, hay que denunciar también aquellos comportamientos que  banalizan la sexualidad, porque, como dice el Papa, representan  precisamente la peligrosa razón por la que muchos ya no ven en la  sexualidad una expresión de su amor.
«Por  eso la lucha contra la banalización de la sexualidad forma parte de la  lucha para que la sexualidad sea valorada positivamente y pueda  desplegar su acción positiva en la totalidad de la condición humana».

 inundado por um mistério de luz que é Deus   e N´Ele vi e ouvi -A ponta da lança como chama que se desprende, toca o eixo da terra, – Ela estremece: montanhas, cidades, vilas e aldeias com os seus moradores são sepultados. - O mar, os rios e as nuvens saem dos seus limites, transbordam, inundam e arrastam consigo num redemoinho, moradias e gente em número que não se pode contar , é a purificação do mundo pelo pecado em que se mergulha. - O ódio, a ambição provocam a guerra destruidora!  - Depois senti no palpitar acelerado do coração e no meu espírito o eco duma voz suave que dizia: – No tempo, uma só Fé, um só Batismo, uma só Igreja, Santa, Católica, Apostólica: - Na eternidade, o Céu!
inundado por um mistério de luz que é Deus   e N´Ele vi e ouvi -A ponta da lança como chama que se desprende, toca o eixo da terra, – Ela estremece: montanhas, cidades, vilas e aldeias com os seus moradores são sepultados. - O mar, os rios e as nuvens saem dos seus limites, transbordam, inundam e arrastam consigo num redemoinho, moradias e gente em número que não se pode contar , é a purificação do mundo pelo pecado em que se mergulha. - O ódio, a ambição provocam a guerra destruidora!  - Depois senti no palpitar acelerado do coração e no meu espírito o eco duma voz suave que dizia: – No tempo, uma só Fé, um só Batismo, uma só Igreja, Santa, Católica, Apostólica: - Na eternidade, o Céu! 