terça-feira, 1 de março de 2016

Del amor que Dios nos tiene

Del amor que Dios nos tiene

Posted by: Nycticorax
Creación 03 de Adán (03)
Creación de Adán
Dice Santo Tomás que así como ninguna cosa hay con que más se encienda un fuego que con otro fuego, así ninguna hay con que más se encienda un amor que con otro amor. Y por eso, así como los beneficios recibidos mueven al amor del bienhechor, así, y mucho más, el amor, que es la causa de ellos. Trataremos aquí particularmente de tres grandes indicios y obras de este divino amor, que son las obras de la creaciónglorificación y redención.

Pues, comenzando por la primera, como el hombre sea obra de las manos de Dios, hecha a su imagen y semejanza, y la más principal obra de cuantas en este mundo visible formó, ¿cómo no ha de amar lo que Él mismo con esta dignidad y preeminencia tan grande formó? Porque es cosa tan natural amar las personas a las obras de sus manos, que hasta un árbol que hayamos plantado de nuestra mano, le tenemos un particular amor. Y cuando al cabo de tiempo lo vemos florido o cargado de fruto entre otros muchos árboles, nos alegramos más con ver aquél que todos los otros, porque a los otros los miramos como a extraños, más a éste como a cosa nuestra.
Y como ésta sea una natural condición y propiedad de la naturaleza humana, la cual fue por Ti, Señor, creada, necesariamente hemos de poner en Ti esta perfección. Porque no puede haber perfección en la creatura que no esté mucho más excelentemente en el Creador. Pues según esto, si Tú, Señor, amas a todo lo que creaste como a cosa que salió de tus manos, ¿cuánto más amarás al hombre, para quien todo lo creaste? Y si así amas a lo que formaste, de cualquier forma que lo hiciste, ¿cuánto más al que creaste a tu imagen y semejanza?

Esta es una de las principales razones que alegaba el profeta Isaías al Señor para pedir misericordia, cuando decía: 
“Míranos, Señor, con ojos de piedad, pues somos obra de tus manos” (Is 64, 8).
Y por esto mismo tenía David por cierta la misericordia de este Señor, cuando decía: 
“Extenderás, Señor, tu diestra a la obra de tus manos” (Sal 79, 16). Y por esto mismo se maravillaba el santo Job de cómo este Señor permitía que el demonio le atormentase tan crudamente, siendo él obra de sus manos. Y así prosigue él esta razón diciendo: “Tus manos, Señor, me hicieron y formaron, ¿pues cómo me sueltas de ellas, para que venga a despeñarme? Acuérdate, te ruego, Señor, que Tú me hiciste como quien de un poco de barro hace un vaso, o cuaja un poco de leche. Tú mismo me vestiste de pieles y de carne, y me organizaste con huesos y nervios, y me diste vida y misericordia. Pues, siendo esto así, ¿cómo, Señor, desamparas lo que Tú mismo formaste?” (Job 10, 8). Todo esto decía el santo varón, presuponiendo el amor que el Señor tenía a lo que Él mismo había formado, como a obra de sus manos.

Cataratas 01 (01)
Mas hay aquí otra consideración en gran manera dulce y de gran suavidad, que es ver cómo, oh Dios nuestro, en tanto grado amaste y apreciaste este hombre, que todo este tan grande y admirable mundo que vemos con los ojos, creaste para él. Y que esto sea una gran verdad, se prueba por esta evidente razón. Porque claro está que no creaste este mundo visible para los ángeles, que son puros espíritus, y así no tienen necesidad ni de lugares corporales en que estén, ni de cosas corporales con que se sustenten. Mucho menos lo creaste para Ti, pues de nada tienes necesidad sino de solo Tú, pues ab aeterno estuviste sin mundo, tan glorioso y bienaventurado como ahora lo estás. Pues decir que lo creaste para las bestias, sería grande bestialidad, pues las bestias ni conocen al Hacedor, ni pueden tomar parte para agradecer el beneficio, ni menos ser merecedoras de que tan gran fábrica criase aquel potentísimo y sapientísimo Hacedor para brutos animales.
Por donde claramente se sigue que todo este tan grande teatro, poblado de tantas cosas, esclarecido con tantas lumbreras, hermoseado con tanta variedad de cosas, cercado de tan grandes y tan resplandecientes cielos, gobernado con tan ciertas y maravillosas leyes, fue creado sólo para servicio, mantenimiento y uso del hombre, y para que le fuese un espejo en que mirase al Creador y un libro natural en que leyese y conociese su sabiduría, su omnipotencia, su providencia y su bondad.

Pues ¿no será grande argumento del amor de Dios, y de la estima en que tuvo al hombre, haber creado para solo él una tan grande casa, tan grandes cielos, tan grande tierra, tan grande mar y tanta provisión de cosas innumerables para solo su cuerpo, que es la menor y más baja parte el hombre? Si es grande muestra del amor que un padre tiene a un hijo proveerle de gran casa y familia cuando le da estado de vida, ¿cuánto amor mostró aquel Eterno Padre al hombre cuando de tal casa le proveyó, dándole por palacio el mundo, y por familia todas las creaturas, y el mar y la tierra para provisión de su mesa, y las estrellas del cielo por criados de antorcha que esclareciesen la noche y el día, de las cuales hay algunas que, como dicen los matemáticos, son cien veces mayores que toda la tierra? Pues, según esto, ¿qué tan grandes serán los cielos, donde caben tantas estrellas? Y ¿qué tan grande será el mundo, que de tales cielos está cercado?
Pues ¿quién no conoce por aquí la liberalidad y amor de tal dador, y quién puede caber en sí de placer, considerando la estima en que este Señor le tuvo cuando tal casa le preparó, y quién no conoce por aquí la grandeza de su dignidad, viéndose por Dios hecho rey y señor de todo el mundo, y viendo cuán grande amor le mostró quien le dio este tan grande principado?


Sagrada Familia 06 (15)
Descanso en la huida a Egipto
Mas tu infinito saber y tu infinita bondad y caridad halló una añadidura a ésta dádiva, de hacernos partícipes de tu gloria, que fue poner el precio con que la mereciésemos y comprásemos, que fue la sangre de Tu unigénito Hijo.
La cual dádiva es tan grande, que así como la gloria que por ella se nos da, que es el mismo Dios, no puede ser mayor, así tampoco el precio con que se compra. Sumo es lo uno, y sumo lo otro, y así ni lo uno ni lo otro puede crecer ni ser más de lo que es. Pues si las dádivas y beneficios son las verdaderas muestras y testimonios del amor, ¿qué mayor dádiva nos pudieras dar que ésta?
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Del amor que Dios nos tiene (III)


Cielo de noche 01 (01)
Este argumento y testimonio de tu amor, Señor, no para aquí; sino que pasa aún más adelante. Porque aun más claramente nos descubre esto la infinidad de cosas que Tú creaste, no sólo para provisión y mantenimiento del hombre, sino también para su recreación y regalo. Porque en aquéllas te muestras muy grande, Señor, para con tus criados, proveyéndolos abundantemente de todo lo necesario para el uso de la vida; mas en éstas muestras amor de padre a hijos, e hijos chiquitos y tiernamente amados, a los cuales suelen los padres proveer de cosas alegres para su gusto y recreación.
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Santa Teresa de Jesús 07 (33)
A todos estos argumentos y obras de tu amor añado, Señor, otra, que es ser Tú el mismo amor. Testigo de esto es tu evangelista, que dice: “Dios es amor, y por eso el que ama a Dios, está en Dios, y Dios con él” (I Jn 4, 16).
¡Oh cosa verdaderamente dulce y maravillosa tener un tal Dios, que Él todo sea amor, y que su misma naturaleza sea amor! Si es cosa hermosa ver el sol en su hermosura, ¿qué será ver un Dios todo encendido y todo hecho un fuego de amor? ¿Qué ha de hacer este fuego sino abrasar y quemar?
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Jesus 15 (22)
A todos estos argumentos del divino amor se añade otro tan poderoso y tan grande, que ninguna lengua humana basta para explicarlo; que es la institución del Santísimo Sacramento, que el Señor ordenó para estar en nuestra compañía, y morar en nuestras almas, y hacernos una cosa consigo.
Leer más...Fuente: Fray Luis de Granada O.P., Obra Selecta