quinta-feira, 18 de novembro de 2021

Padre Anibal Reys : O sea, vamos buscando el amor de Dios, no buscamos otro amor, no buscamos otro amor, buscamos sólo el amor de Dios.

       italiano

1-Para nosotros el fin primordial, el elemento substancial es la contemplación de los misterios de Cristo, primeramente el de su Eucaristía y los misterios de su Santísima Madre y, desde esta contemplación iluminar la vida de nuestros hermanos los hombres

2-Para nosotros, es...la dimensión del misterio de Cristo que nosotros estamos llamados a vivir y a contemplar, es el de la eucaristía, es decir, el Cristo hecho pan, el pan hecho Jesucristo por nuestra salvación.  

 

  3-Nuestra meta es Dios. Ciertamente, Dios...Dios está en nuestra alma, por la gracia santificante, en la inhabitación trinitaria, Dios está en nuestra alma. Ahora bien, ese Dios está en nuestra alma pero nosotros caminamos hacia él, hacia el encuentro definitivo, hacia el encuentro cara a cara, a verle tal cual es, hacia esa patria que nosotros conocemos y desconocemos.

4- Hemos venido aquí para cumplir una peregrinación y esa peregrinación terrena termina con la muerte...cuando nosotros seamos introducidos en las moradas celestiales.

5-El peregrino, pues, reconoce en su peregrinar que está lejos de Dios, o sea, que aún no le ve cara a cara...no ha llegado al sitio. Por consiguiente, nosotros reconocemos que aunque le llevamos en el corazón, caminamos hacia la patria eterna, caminamos hacia el cielo. No le tenemos en una posesión plena, en una posesión exhaustiva.

6-Por eso nosotros vamos orientándonos cada vez más hacia él, vamos teniendo cada vez más deseos de él, vamos buscándole cada vez más a él. Él es nuestra meta, por consiguiente, nosotros no podemos en este camino hacer otra cosa sino orientarnos decididamente a encontrarlo.

 7-O sea, vamos buscando el amor de Dios, no buscamos otro amor, no buscamos otro amor, buscamos sólo el amor de Dios. Y no deseamos otro amor, sólo el amor de Dios. Y no entregamos nuestro corazón a nadie, sino se lo entregamos sólo a Dios, “ soli Deo”, sólo Dios. Vamos buscando su amor...ese amor que se derramar al fin de esa peregrinación, plenamente en nuestras almas. Ese amor que nos va a abismar en la contemplación del Dios Uno y Trino, ese amor que va a plenificar nuestras ansias, nuestros deseos. Vamos buscando en nuestro peregrinar su amor y vamos viendo todo como quien va de paso.

8- ¿Tú vas de paso?, pues, sigue el camino...sigue el camino, no te detengas, no te puedes detener, porque tienes una meta y esa meta es el cielo. Es como el que va subiendo la montaña...va subiendo la montaña...realmente ese...no importa lo alto, no se preocupa...sino que sigue a contemplarse cara a cara con él. Y a Dios no le podemos hacer esperar, en la punta de la cúspide está él.

 9- Nosotros somos amigos, vamos subiendo el monte, vamos con las manos unidas subiendo al monte. Ahora , si realmente tú a la mitad del camino, no quieres seguir subiendo, no puedo esperar contigo, te tengo que dejar. Somos amigos en tanto en cuanto vamos vocacionado hacia una meta, somos amigos en tanto en cuanto vamos hacia Dios, en cuanto nos ayudamos a encontrarnos cara a cara con Dios, en cuanto somos fuerza y empuje para que el otro encuentre el misterio divino en sus manos y en su corazón.

10-Pero si en este caminar tú me quieres detener, tú me quieres tirar hacia abajo, tú quieres que no llegue, yo te dejo a mitad de montaña. Porque te doy la mano en tanto que él me da fuerza, desde él para amarte y dirigirte hacia el monte. Por eso nunca consientan una amistad que sea pecaminosa, una amistad que nos detenga, que nos obstruya nuestro camino hacia Dios, sea quien sea, así sea nuestra madre, nuestro padre, nuestros hermanos.

11-No consentir nunca que nadie...que nadie sea más fuerte que las manos de Dios en nuestras vidas. Que nuestra vida religiosa sea una ascención...una ascención al monte, al encuentro con el Dios, tres veces santo. Nadie puede detenerte, avanza agiloso, como loco, como enamorado...nadie te detenga en ese tu caminar hacia Dios.

12-Sigue.... “viven solamente del ansia ardiente de Dios”. Hasta ahí...viven solamente del ansia ardiente de Dios.  El ansia es un deseo vehemente, un deseo quemante, un deseo incontrolable, un deseo de enamorado es el ansia, un deseo más fuerte que la vida...porque decimos: “el ansia...” Porque los deseos pueden ser más o menos fuertes o más o menos apagados...el ansia.

13-Y fijénse que todavía se coloca un adjetivo más fuerte ahí, ansia...ardiente, ansia ardiente, es decir, un fuego con ansia ardiente, que me tiene mal, que destruye mi egoísmo y mis pasiones y me hace vivir esperando solo el amado, sólo el amado, desear sólo al amado, un ansia ardiente...ardor que produce el fuego, fuego que produce el Espíritu en nuestras almas.

14-Viven del ansia ardiente de Dios, o sea, pues por consiguiente, lo demás para tí es insustancial y sin sentido. Insustancial...accidental, sin sentido, porque tú vives en ese fuego que te devora, en esa hoguera de la cual eres víctima de tus llamas, vives sólo para Dios. Y por ese Dios lo dejas todo, lo consideras todo estiércol y basura al conocimiento y al amor de Jesucristo.  

15- Vivimos sólo del ansia ardiente de Dios. Cómo conocerle más para entonces cómo amarle más. Cómo amarle más para entonces cómo poder quemarnos más por él...sin quejas, sin quejas, sin estilencias, con la sencillez de la paloma, con la sencillez de la paloma, que se deja colocar el nido, que tiene su nido en las manos de Dios, en el regazo de Dios...ahí sólo para él.

16- Cuando nosotros no vivimos así, del ansia ardiente de Dios, pues, vivimos del ansia ardiente de nuestras pasiones. Todos tenemos nuestras pasiones en nuestro interior, producto del pecado original...todos. Solamente la que no ha tenido pasiones desordenadas ha sido la Virgen y por supuesto, Jesucristo, que es el Dios hecho Hombre.

 17-Pero todos los santos han tenido sus pasiones. Ahora han vivido del ansia ardiente de Dios y esta ansia es capaz de quemar...de destruir esas pasiones. Ese fuego interior es capaz de aniquilar todo aquello que no sea Dios. Sabemos cuando un alma vive del ansia ardiente de Dios...lo demás le es tan insustancial que todo lo que es de él le llena, le goza, le plenifica.

18-Nosotros vivimos del ansia ardiente de Dios, queremos vivir de esa ansia...verle. “Véante mis ojos”, queremos morir diciendo eso, vivir diciendo eso, “veánte mis ojos, pues eres luz de ellos y sólo para tí quiero tenellos”. “Oh, cristalina fuente si en esos tus semblantes plateados formastes de repente los ojos que en mis entrañas llevo dibujados.” Ver a Jesucristo...ver a Jesucristo, mirar a Jesucristo, tener a Jesucristo, en lo íntimo de nuestra alma.

19-No ansiar otra cosa sino él. Vivimos del ansia ardiente de Dios, del ansia ardiente de Dios. Sólo así sinceramente, nosotros podremos cultivar las virtudes, lo que es la vida religiosa, la castidad, la pobreza, la obediencia. El alma que realmente...el alma que realmente no cultiva esta ansia que es de Dios...cultiva sus pasiones.

20-Sigue... teniendo en la cruz de su Señor y en su Eucaristía, junto a su Madre, el tesoro más preciado de sus vidas.” O sea, la cruz de Cristo, la eucaristía de Cristo, la Virgen son nuestros tesoros...son nuestros tesoros, nuestros tesoros más apreciados. La cruz del Señor...gozarnos cuando tenemos una cruz porque con esa cruz, sólo con esa cruz es que podemos salvar al mundo. Demos gracias a Dios cuando tenemos una cruz porque sólo con esa cruz podemos salvar al mundo. Cuando no hay cruz, entonces somos ¿qué?...inútiles ante Dios, incapaces ante Dios. Santa Teresa del Niño Jesús, el día que le iba un poquito mejor, se preocupaba... “No sé...no veo cruces hoy...” Y así todos los santos...Santa María Soledad, todos los santos.

21-De una manera u otra han expresado su tristeza cuando el día les ha ido demasiado bien. “No hay cruz hoy, entonces...” “En las penas y las dificultades, en las cruces”, dice nuestro fundador, “anunciaremos siempre tu amor.” O sea, que nuestro tesoro es la cruz, nuestro tesoro es la cruz, y tenemos deseos de la cruz del Señor.

22- Ciertamente, no, ninguna exageración, ¿verdad?, que aparezcan como un masoquismo, que nosotros buscamos el sufrimiento por el sufrimiento, no. Buscamos el padecer con Cristo, para con Cristo salvar al mundo.  

 23- Una vida normal, sencilla, natural, pero buscando la cruz del Señor porque si no te crucificas con él no podrás llegar a ser... El Padre Fundador decía que solamente se puede vivir el sacerdocio a nivel de “ inscriptio”...a nivel de cruz. Por consiguiente, si nosotros no tenemos posibilidad y capacidad para la cruz de Jesucristo no podemos ser siquiera...ni siquiera cristianos y menos sacerdotes y religiosos.

24-O sea, crucificarte con él, crucificarte con él y gozarte que tus pasiones estén crucificadas con él...gozarte que tus pasiones estén crucificadas con él. Esa cruz no la lleves en vano, que sea un símbolo de una realidad interior. Que esta cruz que llevamos al frente no sea un adorno sino que realmente sea la expresión de una vida crucificada con el Señor.

25-Una cruz larga y ancha y morir en ella con ansias infinitas. Ansiar, soñar, pensar, vivir en la cruz de Cristo... “Estoy crucificado con Cristo y el mundo está crucificado para mí”, dice San Pablo. O sea, que tú experimentes la crucifición.

26-El que actúa y se guía por el pecado busca siempre atenuar los sacrificios, atenúa los sacrificios, hacer una vida lo más cómoda posible. Ahora eso les garantizo, entre más vida cómoda, más pasiones, más pecados y menos gracia y presencia de Dios...una vida infecunda, estéril...esterilísima...una vida estéril.

27-Ahora una vida escondida en la cruz del Señor, haciendo todos los días penitencia, haciendo todos los días sacrificios, ayunando frecuentemente, con el permiso de nuestros superiores, mortificándonos en cosas que nos agradan, ciertamente, alcanzarán muchísimo.

 28-O sea, que con una vida sacrificada conseguimos la conversión de las almas, una vida cómoda ni conseguimos convertirnos a nosotros mismos y los primeros que tenemos que convertirnos somos nosotros cada día. Cada día tenemos que convertirnos, cada día tenemos que subir al leño de la cruz, cada día tenemos que vencernos en algo para entonces poder hacer fecunda la vida de los demás, para entonces, poder hacer fecunda la vida nuestra, para entonces poder salvar las almas. Por eso la cruz no debe faltar en tu pecho y en tu corazón. Debe ser el signo de tu entrega y de tu amor, debe ser tu tesoro más preciado. “Me glorío”, dice San Pablo, “me glorío en la cruz de Cristo...me glorío en la cruz de Cristo.” Algunos dan la impresión de que han desconocido la cruz de Cristo. En este peregrinar debe ser nuestro tesoro; y si nosotros queremos hacer un peregrinar así...o caemos, ciertamente...