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ROMA, viernes 15 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- El rito o tradición bizantina es la mayoritaria en el oriente cristiano, y a él pertenecen unos 300 millones de personas, en su inmensa mayoría de obediencia ortodoxa.
Históricamente están vinculadas al antiguo Imperio bizantino, y por tanto al Patriarcado de Constantinopla, aunque a lo largo de los siglos, se han ido constituyendo iglesias autocéfalas en los distintos países, destacando en número de fieles el Patriarcado de Moscú.
Sería muy largo y ajeno al propósito de esta serie de artículos profundizar en las causas que llevaron al Gran Cisma de 1054, y que actualmente están siendo objeto de discusión en el Comité de Diálogo Ecuménico entre Católicos y Ortodoxos.
Lo que subrayan todos los expertos es que el acto formal del cisma, la excomunión entre el papa y Miguel Cerulario, fue la culminación de un largo camino de distanciamiento entre Oriente y Occidente, no sólo en cuestiones canónicas y disciplinares, sino también litúrgicas, culturales e históricas.
En cualquier caso, ya desde el primer momento hubo intentos de reconstruir la unidad perdida, sin éxito. Después, Occidente viviría otro doloroso Cisma, el de Lutero, que volcaría su atención lejos de la cuestión oriental durante siglos.
De las tensiones entre ambas Iglesias y de las vicisitudes de los siglos, fueron surgiendo trece Iglesias católicas de rito bizantino, especialmente en Europa Oriental, también conocidas como “uniatas”, que explicaremos a continuación.
La liturgia bizantina o griega, la mayoritaria y más seguida de todos los ritos orientales, es llamada también Divina Liturgia, de una gran belleza visual, pues de ella participan también los iconos, la música, los ornamentos sagrados y la propia arquitectura, de forma que el fiel está “dentro” de la liturgia.
Procede de la liturgia que se celebraba en Antioquía, llamada “de Santiago”, y que fue reformada por san Basilio y san Juan Crisóstomo (siglos IV y V). Una de las importantes diferencias con el rito latino es el calendario festivo, el juliano, que va 14 días por detrás del gregoriano occidental.
La Sagrada Escritura está constantemente presente en la liturgia, mucho más que en Occidente. Se practica el ayuno más estrictamente, especialmente durante la Gran Cuaresma. Tienen una grandísima veneración a la Virgen María, bajo el título de Theotokos.
En cuestión de disciplina eclesiástica, los sacerdotes pueden ser hombres casados (aunque no pueden contraer matrimonio después de su ordenación, sólo antes). La lengua litúrgica utilizada es el griego o el eslavo antiguo, dependiendo de la influencia rusa o griega.
Otra característica importante de la Iglesia bizantina es la importancia del monaquismo, de las horas litúrgicas, y de la devoción particular, a través de la llamada “oración del corazón”.
Iglesia católica albanesa
La Iglesia bizantina de Albania pertenecía al patriarcado de Roma, a diferencia de las demás, que dependían de Constantinopla. En el año 731, en medio de las luchas iconoclastas, el emperador bizantino León III conquistó Albania y anexionó su Iglesia a Constantinopla, con lo que también participó en la ruptura de 1054.
Después, Albania cayó bajo el dominio musulmán, con lo que la Iglesia pasó a ser minoritaria. Entre 1895 y 1900, varios grupos de ortodoxos se hicieron católicos y solicitaron un obispo de su propio rito, lo que les fue concedido por Pío XII en 1939, en forma de Administración Apostólica.
Con la persecución comunista, y especialmente desde 1967, con la proclamación de Albania como Estado oficialmente ateo, la Iglesia católica albanesa pasó a la total clandestinidad hasta la caída del régimen. Hoy son 1.500 fieles, agrupados en una sola parroquia y dependen directamente de la Congregación para las Iglesias Orientales.
Iglesia greco-católica bielorrusa
Esta Iglesia católica data de la unión de Brest (1596), cuando los obispos ortodoxos de la provincia de Kiev decidieron en grupo volver a la comunión con Roma. De esta unión surgieron las Iglesias greco católicas de Bielorrusia y Ucrania.
Tras la invasión de Bielorrusia en el siglo XVIII por los rusos, muchos católicos se unieron, unos voluntariamente y otros de forma forzosa, a la Iglesia ortodoxa rusa. Aunque en 1905 se reconoció libertad de culto, muchos católicos optaron por pasar al rito latino, y la Iglesia bizantina católica quedó reducida a unos 30.000 fieles.
Bajo la dominación comunista, los greco-católicos fueron de nuevo unidos por la fuerza a la Iglesia ortodoxa, hasta 1991. Los que lograron salir del país establecieron comunidades en la diáspora, que aún hoy existen.
Esta Iglesia actualmente cuenta con unos 5.500 fieles, agrupados en unas veinte parroquias. Depende directamente de la Congregación para las Iglesias Orientales.
Iglesia greco-católica bulgara
La Iglesia ortodoxa búlgara ha estado tradicionalmente unida al Patriarcado de Constantinopla, a pesar de su independencia inicial. A lo largo de su historia, la reacción contra la helenización se confundió con los sentimientos nacionales, lo que afectó también a las relaciones con Roma.
A mitad del siglo XIX, el archimandrita Sokolsky pidió la unión con Roma, y fue consagrado como primer obispo católico bizantino, aunque el movimiento pro-Roma se disolvió tras conseguir de Constantinopla el reconocimiento de la independencia eclesiástica.
La pequeña comunidad greco-católica búlgara está formada hoy por unos 22.000 fieles, agrupados en el Exarcado de Sofía. La mayor parte de los católicos búlgaros siguen el rito latino.
Iglesia de los greco-católicos de ex Yugoslavia
También llamada Iglesia católica bizantina de la eparquía de Križevci, agrupa a los fieles católicos bizantinos de Bosnia, Croacia y Eslovelia (eparquía de Križevci), y el exarcado apostólico de Serbia y Montenegro.
Esta Iglesia se constituyó a lo largo de los siglos XVIII y XIX mayoritariamente con población emigrada desde Galitzia tras su conquista por parte de Rusia, así como de católicos rutenos procedentes de Transcarpatia y Eslovaquia. Actualmente son unos 53.000 fieles.
Iglesia greco-católica húngara
También tiene su origen en la emigración de católicos rutenos de rito bizantino. Lo más característico de esta Iglesia es que, debido a que un importante grupo protestante, en el siglo XVIII, se unió a ella adoptando el rito bizantino, se introdujo el uso del húngaro en la liturgia, en lugar del griego, aunque sin autorización.
En el año 1900, un grupo de greco-católicos húngaros peregrinaron a Roma para el Año Santo, y aprovecharon para pedir al papa León XIII que autorizara su situación y les proporcionara un obispo propio. En 1912, el papa Pío X erigió para ellos la Eparquía de Hajdúdorog. Actualmente son 302.000 fieles.
Iglesia bizantina eslovaca
En 1646, un importante grupo de jerarcas ortodoxos rutenos tomó la decisión de unirse de nuevo a Roma, en la llamada Unión de Uzhhorod, similar a la que habían protagonizado los ucranianos en Brest casi un siglo antes.
La Iglesia greco-católica eslovaca estuvo unida a la Iglesia rutena durante varios siglos. Durante la segunda Guerra Mundial, y tras la invasión comunista, el nuevo gobierno obligó a los greco-católicos a abandonar a Roma y unirse al Patriarcado de Moscú. El obispo greco-católico de Prešov, monseñor Gojdič, fue encarcelado y ejecutado.
Tras la caída del comunismo y la división del país, el papa Juan Pablo II creó el exarcado de Košice. El 30 de enero de 2008 el Papa Benedicto XVI elevó a la Iglesia a la categoría de metropolitana sui iuris, al mismo tiempo que elevaba Košice al rango de eparquía. Hoy cuenta con 258.000 fieles.
[Continúa...]
Iglesias orientales: La Iglesia de tradición bizantina (II)
Ecumenismo y cisma, persecución y martirio
ROMA, viernes 15 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- [Continúa] El rito o tradición bizantina es la mayoritaria en el oriente cristiano, y a él pertenecen unos 300 millones de personas, en su inmensa mayoría de obediencia ortodoxa. Los greco-católicos son 8,5 millones de fieles.
Iglesia greco-melquita
La Iglesia greco-católica melquita tiene su origen en Antioquía durante el Concilio de Calcedonia (451), proveniente de la palabra melek, con la que se identificaba a los que aceptaron Calcedonia (ver el artículo sobre la Iglesia antioquena, Zenit 12 de octubre). Los melquitas, originariamente de rito antioqueno, pasaron a la tradición bizantina.
Tras la conquista de Siria por los musulmanes, estos cristianos fueron gradualmente aceptando influencias culturales árabes, entre ellas, el idioma. Esta Iglesia siguió al Patriarcado de Constantinopla en el cisma de 1054.
Sin embargo, gracias a la predicación de misioneros dominicos (siglo XIV) y sobre todo jesuitas (siglo XVI), se fue creando paulatinamente entre los melquitas una simpatía hacia Roma, que fraguó con la elección de Cirilo VI, que fue excomulgado por el Patriarca de Constantinopla y confirmado por el papa Benedicto XIII, en 1724.
El cabeza de la Iglesia melquita, Gregorio III Laham, lleva el título de Patriarca católico greco-melquita de Antioquía y Todo el Oriente, Alejandría y Jerusalén. Cuenta con casi 1,2 millones de fieles, y tiene su sede en Damasco, se extiende por todo Oriente Medio y tiene una comunidad significativa en Estados Unidos.
Según el experto Pier Giorgio Gianazza, esta Iglesia es la más “árabe” de todas las Iglesias católicas orientales, y está empeñada en un importante diálogo ecuménico con el Patriarcado ortodoxo de Antioquía. Cuenta con varias instituciones asistenciales y educativas. Es muy activa también en el diálogo con los musulmanes.
Iglesia católica griega
Unos ochocientos años después del cisma de 1054, en 1856, empezó a formarse una pequeña comunidad de griegos católicos, fundamentalmente en Constantinopla, a raíz de la predicación de un sacerdote griego de rito latino.
El papa Pío X erigió en 1911 un ordinariato para estos católicos bizantinos, que llegaron a tener incluso su propio seminario. Sin embargo, con la derrota del Imperio otomano tras la primera Guerra Mundial, muchos de ellos emigraron a Atenas, y los que no, sufrieron persecución.
Esta comunidad católica de rito bizantino es hoy muy pequeña, unos 2.500 miembros, y se divide en dos exarcados, el de Atenas, cuyo jerarca es Dimitrios Salachas, y el de Constantinopla, que prácticamente ha desaparecido en número de fieles.
Iglesia rumana bizantina
La Iglesia católica rumana fue también producto de la emigración, especialmente de católicos alemanes y rutenos, a Transilvania, que entonces era territorio húngaro y mayoritariamente ortodoxo.
Tras el cisma de Lutero, se extendió el protestantismo calvinista en Rumanía, lo que llevó en 1697 al obispo ortodoxo de Transilvania en Alba Julia, Teofil Seremi, a plantearse la unión con Roma, en 1700. Sin embargo, una buena parte de los rumanos permanecieron ortodoxos.
Aunque al principio los católicos bizantinos dependían de la Iglesia húngara de rito latino, el papa Pío X creó una eparquía propia, Hajdúdorog en 1912. Durante el régimen comunista, esta Iglesia fue suprimida y sus fieles, obligados a unirse a los ortodoxos.
La clandestinidad duró hasta la revolución contra Ceaucescu de 1989.
Actualmente esta Iglesia cuenta con unos 550.000 fieles. Para diferenciarse de los ortodoxos, los greco-católicos rumanos utilizan el rumano en la liturgia. Su actual cabeza es el archieparca mayor Lucian Mureşan.
Iglesia rutena
Esta Iglesia está vinculada históricamente a Rutenia, cuyo territorio comprendía la actual Ucrania, Bielorrusia y una parte de la Rusia europea.
Como hemos visto al hablar de la Iglesia bizantina eslovaca, una parte de la Iglesia rutena participó en la llamada Unión de Uzhhorod. Hubo después otras dos uniones, en 1664 y 1713, tras lo cual prácticamente casi todos los rutenos pasaron a la obediencia de Roma.
Para los rutenos en concreto, el papa Clemente XIV creó la eparquía de Mukachevo (1778). Tras la primera guerra mundial, y con la disolución del Imperio austrohúngaro, Rutenia fue dividida entre Checoslovaquia, Ucrania y Bielorrusia.
La Iglesia rutena actual se encuentra en territorio de Ucrania. Durante el dominio comunista, también esta Iglesia fue forzada a pasar a la ortodoxa, y en muchos lugares, sus fieles fueron directamente deportados a la Unión Soviética. Otros muchos lograron emigrar a Estados Unidos.
Actualmente cuenta con unos 533.000 miembros, reunidos en torno a la Eparquía de Mukachevo.
Iglesia greco-católica ucraniana
Se trata de la Iglesia más numerosa de todas, con 5,5 millones de fieles. También es la más dispersa, pues sus fieles se encuentran repartidos, por la emigración, en más de 40 países distintos.
Su territorio está más o menos relacionado con la antigua rus de Kiev. Tras el cisma de 1054, la Iglesia vivió momentos difíciles, pasando con los siglos a acercarse paulatinamente a Polonia. El patriarca de Kiev asistió al Concilio de Florencia en 1440 y acordó volver a la obediencia de Roma. Esto fue interpretado por los rusos como signo de enemistad.
Los greco-católicos ucranianos acudieron en varias ocasiones a Roma para pedir protección, frente al expansionismo ruso por un lado y la influencia latinizadora de los polacos por otro. En 1596, como ya hemos visto, toda la jerarquía eclesiástica ucraniana pasó a Roma en el Sínodo de Brest.
Con la dominación rusa, los greco-católicos sufrieron una persecución sistemática, hasta el punto de que sólo sobrevivieron en el este de Ucrania, bajo dominio austrohúngaro (Galitzia). A finales del siglo XIX, prácticamente habían desaparecido.
En Galitzia, después de la segunda guerra mundial, los comunistas persiguieron aún con más saña a los greco católicos, encarcelando a toda su jerarquía, encabezada por el cardenal Slipyj. Tras la caída del Muro, ha habido en Ucrania una “resurrección” de los católicos. El papa Juan Pablo II visitó el país en 2001.
Iglesia italo-albanesa
Esta Iglesia procede de la inmigración, especialmente en Calabria y Tarento durante el siglo XV, a causa de la presión musulmana. Algunos de los inmigrantes eran ya bizantinos católicos, y otros se unieron a Roma después de su llegada a Italia.
En 1595, el papa Clemente VIII reconoció la presencia de estos fieles y dio instrucciones para que fuesen atendidos en sus necesidades, y en 1742, otro papa, Benedicto XIV, les dio un primer código canónico. En 1919 se fundó la eparquía de Lungro, y en 1937 la eparquía de Piana degli Albanesi.
Actualmente agrupa a unos 67.000 fieles. Allí está también el único monasterio italiano de rito bizantino, Santa Maria di Grottaferrata, que tiene más de mil años de antigüedad.
Iglesia rusa
La Iglesia greco-católica rusa surgió en 1905 de un cisma de la Iglesia ortodoxa rusa, alrededor del poeta Vladimir Sergeyevich Soloviev, quien afirmaba que se podía ser fiel ortodoxo y estar unido a Roma. Un seguidor suyo, el sacerdote Nicolás Tolstoi, se hizo católico y organizó una pequeña comunidad en Moscú.
A pesar de las persecuciones, primero por el régimen zarista y luego la brutal represión comunista, siguió existiendo un exarcado apostólico en la clandestinidad, y se creó otro para los católicos refugiados en China, con sede en Shangai.
Actualmente existe un “renacimiento” de esta comunidad, aunque aún no tiene formalmente un jerarca propio. Cuenta con unos 3.800 fieles y su liturgia no tiene diferencias con la ortodoxa rusa.
Por Inma Álvarez