Cardenal Alfredo Ottavianni
BREVE EXAMEN CRITICO
DEL NOVUS ORDO MISSÆ
III
1º: La Misa es un Sacrificio verdadero y visible -y no una Representación simbólica- "'por el cual se representa aquel sacrificio
cruento que hubo de realizarse una sola vez en la Cruz ( ...) y se aplica su fuerza salvadora para la remisión de los pecados que
diariamente cometemos" (DB 938) .
2º: Jesucristo Nuestro Señor, "declarándose a Si mismo Sacerdote constituido para la eternidad según el orden de Melquisedec (Ps.
109, 4), ofreció a Dios Padre su cuerpo y su sangre bajo las especies de pan y de vino y bajo los símbolos de esas mismas cosas los dio
a sus Apóstoles (a quienes entonces constituía sacerdotes del Nuevo Testamento) para que los tomaran, y a ellos mismos y a sus
sucesores en el sacerdocio les mandó que los ofrecieran por medio de estas palabras: "Haced esto en conmemoración mía" (Lc 22, 19;
ICor 11,24), como siempre lo entendió y enseñó la Iglesia Católica" (DB ibid.) .El celebrante, el oferente, el sacrificador es el
sacerdote, para eso consagrado, pero no el pueblo de Dios, la asamblea. "Si alguien dijere que con aquellas palabras: "Haced esto en
conmemoración mía" (Lc 22,19; 1 Cor 11,24), Cristo no instituyó sacerdotes a los Apóstoles o que no los ordenó, para que ellos y los
otros sacerdotes ofrecieran su cuerpo y sangre, sea anatema" (Canon 2; DB 949).
3º: El Sacrificio de la Misa es un verdadero sacrificio propiciatorio, y no "una mera conmemoración del sacrificio realizado en la
cruz".
"Si alguien dijere que el Sacrificio de la Misa es sólo de alabanza y de acción de gracias o una mera conmemoración del sacrificio
realizado en la cruz, pero no propiciatorio; o que sólo aprovecha al que lo recibe y que no debe ser ofrecido por los vivos y difuntos,
por los pecados, penas, satisfacciones y otras necesidades, sea anatema" (Canon 3; DB 950).
Recuérdense además. el cano: 6: "Si alguien dijere que el Canon de la Misa contiene errores, y que por lo tanto debe ser. abrogado,
.sea anatema" (DB 953) ; y el canon 8: "SI alguien dijere que las Misas en las cuales sólo el sacerdote comulga sacramentalmente, son
ilícitas y que por lo tanto deben ser abrogadas, sea anatema (DB 955).
5 Apenas es necesario advertir que si se negase un solo dogma definido, ipso facto se derrumbarían todos los dogmas, porque se
hundiría entonces el principio mismo de la infalibilidad del Magisterio Apostólico, incluso el supremo y solemne, sea del Romano
Pontífice, sea del Concilio Ecuménico.
6 Se debería añadir también la Ascensión, si alguien quisiera retomar aquella oración "Unde et Memores". En este texto, sin embargo,
no se expresaba una cierta agrupación equivalente de vocablos, sino una clara y sutil distinción: "...de tan bienaventurada Pasión,
como también de la Resurrección de entre los muertos y también de la gloriosa Ascensión al cielo". La Pasión se conmemoraba por
sí.misma y por la fuerza de la misma Misa; la Resurrección y Ascensión se presentaban añadidas, por la conexión de la fe.
Vayamos ahora a los fines de la Misa.
1) FIN ÚLTIMO. El fin último del sacrificio de la Misa es la alabanza que debe tributarse a la
Santísima Trinidad, según la explícita intención de Jesucristo en el mismo misterio de su Encarnación: "Al
entrar al mundo dice: 'No quisiste hostia ni ofrenda: en cambio a mí me preparaste un cuerpo' " (Heb. 10, 5; cfr.
Ps. 39, 7-9).
Por cierto, este fin buscado ha desaparecido completamente en el Novus Ordo: desapareció ciertamente del
Ofertorio, pues la plegaria "Recibe, oh Trinidad Santa" ha sido eliminada; desapareció de la conclusión de la
Misa, ya no se dirá más "Seate agradable, oh Trinidad Santa"; también fue suprimida del Prefacio, ya que el
Prefacio de la Santísima Trinidad, que hasta ahora se recitaba oportunísimamente todos los domingos, ahora en
el Novus Ordo sólo se dirá en la fiesta de la Santísima Trinidad, y por lo tanto solamente una vez al año.
2) FIN ORDINARIO. El fin ordinario del Sacrificio es el propiciatorio. En cambio, en el Novus Ordo,
este fin se aparta de su verdadera senda, pues ya no se pone más el acento en la remisión de los pecados, sea de
los vivos, sea de los difuntos, sino en la nutrición y santificación de los presentes (nº 54). Por cierto, Cristo
instituyó el sacramento de la Eucaristía en la última Cena y se puso a Sí mismo en estado de víctima para
unirnos a Él, a ese estado victimal; pero este fin antecede a la misma manducación y tiene un pleno valor
redentor antecedente, que se deriva de la inmolación cruenta de Cristo; de allí que el pueblo asistente a Misa no
esté obligado de suyo a recibir la comunión sacramental7.
3) FIN INMANENTE. Cualquiera sea la naturaleza del sacrificio, pertenece a la esencia de la finalidad
de la Misa el que sea agradable a Dios, aceptable y aceptado por Él. Por lo tanto, en la condición de los hombres
que estaban inficionados por la mancha original, ningún sacrificio hubiera sido aceptable a Dios; el único
sacrificio aceptado ahora con derecho por Dios es el Sacrificio de Cristo. Por el contrario, en el Novus Ordo la
naturaleza misma de la oblación es deformada en un mero intercambio de dones entre Dios y el hombre: el
hombre ofrece el pan que Dios transmuta en "pan de vida"; el hombre lleva el vino que Dios transmuta en
"bebida espiritual": "Bendito eres, Señor Dios del universo, porque de tu largueza recibimos el pan (o: el vino)
que te ofrecemos, fruto de la tierra (o: de la vid) y de la obra de las manos de los hombres, del cual se hará para
nosotros el pan de vida (o: la bebida espiritual)"8.
Superfluo es advertir cuán totalmente vagas e indefinidas son estas dos fórmulas "pan de vida" y "bebida
espiritual", que, de por sí, pueden significar cualquier cosa. Hallamos aquí el mismo equívoco capital que
examinamos en la definición de la Misa: allí Cristo se hace presente entre los suyos únicamente de un modo
espiritual; aquí se dan el pan y el vino, que son cambiados "espiritualmente" (¡pero no substancialmente!)9.
Igualmente, en la preparación de las ofrendas se descubre idéntico juego de equívocos, pues se suprimen
las dos maravillosas plegarias de la antigua Misa. La oración: "Oh, Dios, que admirablemente formaste la
7 De igual modo se cambia la fuerza de la significación también en los tres nuevos "Cánones", en los que sorpresivamente se eliminan
por completo el peculiar "Memento" de los muertos y la mención de los sufrimientos de las almas de los fieles difuntos [en el
purgatorio. N. del T.] por las cuales siempre y universalmente se aplicaba el Sacrificio satisfactorio.
8 Véase la encíclica MYSTERIUM FIDEI, donde Pablo VI condena no sólo los errores del simbolismo sino también las nuevas teorías
inventadas de la "transsignificación" y de la "transfinalización": "...o que tanto insisten. ..en el valor del signo. ..como si el
simbolismo, que nadie niega existe con toda certeza en la Santísima Eucaristía, expresase y agotase toda la medida de la presencia de
Cristo en este Sacramento... o que hablan sobre el misterio de la transubstanciación sin hacer mención alguna de la admirable
conversión de toda la sustancia del pan en el cuerpo y de toda la sustancia del vino en la sangre de Cristo, según se expresa el Concilio
de Trento, de tal manera que consista sólo en las que llaman "transsignificación" y "transfinalización" (A.A.S., LVll, 1965, p. 775).
9 En la encíclica "MYSTERIUM FIDEI" profusa y extensamente se refuta y condena la introducción de modos nuevos de hablar o
locuciones que, aunque aparezcan en textos de los Santos Padres y de los Concilios y en documentos del Sagrado Magisterio, se los
emplea en un sentido común y unívoco, sin subordinarlos a la doctrina sustancial, de la cual, pues, no pueden separarse (por ejemplo,
"alimento espiritual", "comida espiritual", "bebida espiritual", etc.) .Pablo VI previene : "Guardada la integridad de la Fe, conviene
también que se observe un apropiado modo de hablar, no sea que al usar nosotros palabras impropias, surjan falsas opiniones, ¡lo que
no suceda!, sobre la Fe en cosas altísimas". Cita a SAN AGUSTÍN: "Pero nosotros conviene que hablemos según una regla cierta,
para que la licencia en las palabras no genere una opinión impía incluso de las cosas que por ellas se significan" (La Ciudad de Dios,
X, 23, PL 41, 300). Y continúa diciendo: "Por lo tanto, la regla de hablar, que la Iglesia introdujo en una larga elaboración de siglos y
no sin la protección del Espíritu Santo, y que luego confirmó con la autoridad de los Concilios y que más de una vez fue contraseña y
estandarte de la Fe ortodoxa, debe ser conservada santamente y nadie presuma cambiarla por capricho o con el pretexto de una ciencia
nueva… De igual modo, no debe tolerarse que cualquiera pretenda derogar por propia voluntad las fórmulas con las cuales el Concilio
de Trento propuso para creerlo el Misterio Eucarístico" (A.A.S., LVII, 1965, p. 758).
dignidad de la naturaleza humana y que más admirablemente aún la reformaste" recordaba a la vez la primitiva
condición de inocencia del hombre y su presente condición de restauración, en la que fue redimido por la
Sangre de Cristo. Era, por lo tanto, una verdadera, sabia y rápida recapitulación de toda la Economía del
Sacrificio, desde Adán hasta la historia presente. En la otra plegaria, la oblación propiciatoria del cáliz para que
subiera "con olor de suavidad" a la vista de la Divina Majestad, cuya clemencia se imploraba, repetía con suma
sabiduría esta Economía de la salvación. Mientras que suprimida esta continua elevación hacia Dios por medio
de la plegaria eucarística, no queda ya ninguna distinción entre sacrificio divino y humano.
Eliminado el eje cardinal, se inventan vacilantes estructuras; echados a pique los verdaderos fines de la
Misa, se mendigan fines ficticios. De aquí que aparecen los gestos que en la nueva Misa deberían expresar la
unión entre el sacerdote y los fieles, o entre los mismos fieles; aparecen las oblaciones por los pobres y por la
Iglesia que ocupan el lugar de la Hostia que debe ser inmolada. Todo esto pronto caerá en el ridículo, hasta que
el sentido primigenio de la oblación de la Única Hostia caiga poco a poco completamente en el olvido; así
también las reuniones que se hacen para celebrar la inmolación de la Hostia se convertirán en conventículos de
filántropos y en banquetes de beneficencia.