Domingo, 30 ene (RV).- Como cada domingo, Benedicto XVI ha dirigido la oración mariana del Ángelus desde la ventana del palacio apostólico para los miles de fieles romanos y peregrinos presentes en la Plaza de San Pedro. En su alocución previa a la plegaria mariana el Santo Padre ha reflexionado sobre los textos que la liturgia de hoy propone en este IV Domingo del Tiempo Ordinario:
El Evangelio presenta el primer gran discurso que el Señor dirige a la gente, sobre las dulces colinas junto al Lago de Galilea. “Al ver al gentío – escribe san Mateo-, Jesús subió a la montaña: se sentó y se acercaron sus discípulos. Se puso a hablar enseñándoles” (Mt 5,1-2). Jesús, nuevo Moisés, “toma sitio sobre la “cátedra” de la montaña” (Jesús de Nazaret, Milán 2007, p. 88) y proclama “bienaventurados” a los pobres de espíritu, a los sufridos, a los misericordiosos, a cuantos tienen hambre y sed de justicia, a los limpios de corazón, a los perseguidos (CFR Mt 5,3-10).
Tras este relato, Benedicto XVI ha manifestado que no se trata de una ideología, sino de una enseñanza que viene de lo alto y que toca la condición humana, precisamente aquella que el Señor, encarnándose, ha querido asumir, para salvarla. Por ello, “el Sermón de la montaña está dirigido a todo el mundo, en el presente y en el futuro ... y puede ser comprendido y vivido solamente siguiendo a Jesús, caminando con Él” (Gesú di Nazaret, p.92).
Las Bienaventuranzas son un nuevo programa de vida, para liberarnos de los falsos valores del mundo y abrirse a los verdaderos bienes, presentes y futuros. Cuando, en efecto, Dios consuela, sacia el hambre de justicia, seca las lágrimas de los afligidos, significa que, además de recompensar a cada uno de manera sensible, abre el Reino de los Cielos. “Las Bienaventuranzas son la transposición de la cruz y de la resurrección en la existencia de los discípulos” (ibid., p.97). Reflejan la vida del Hijo que se deja perseguir, despreciar hasta la condena a muerte, para que a los hombres les sea dada la salvación.
Benedicto XVI, tras aludir a las palabras pronunciadas por el eremita Pedro de Damasco respecto a las Bienaventuranzas, ha subrayado que el Evangelio de la Bienaventuranzas se comenta con la historia de la misma de la Iglesia, la historia de la santidad cristiana, porque –como escribe san Pablo- “lo necio para el mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios; aquello que es bajo y despreciable para el mundo, aquello que no cuenta , Dios lo ha elegido para anular a lo que cuenta” (1Cor 1,27-28). Por esto la Iglesia no teme a la pobreza, al desprecio, a la persecución en una sociedad muchas veces atraída por el bienestar material y por el poder del mundo.
Y tras citar a San Agustín que nos recuerda que, “no agrada sufrir estos males, pero soportarlos por el nombre de Jesús, no solamente con ánimo sereno, sino también con alegría”, Benedicto XVI ha pedido a los fieles presentes en la Plaza de san Pedro a invocar a la Virgen María, la Bienaventurada por excelencia, pidiendo la fuerza de buscar al Señor(cfr Sof 2,3) y de seguirle siempre con alegría, sobre el camino de las Bienaventuranzas.
Tras el rezo del Ángelus el Papa ha recordado que este domingo se celebra la “Jornada mundial de los enfermos de lepra”, promovida en los años 50 del pasado siglo por Raoul Follereau y reconocida oficialmente por la ONU. La lepra, aunque está en fase de regresión, por desgracia afecta a muchas personas en condiciones de grave miseria. A todos los enfermos –les ha dicho el Benedicto XVI- asegura una especial oración, que extiende a cuantos asisten y, de formas diversas, se empeñan para derrotar el morbo de Hansen. Benedcito XVI ha saludado en particular a la Asociación Italiana Amigos de Raoul Follereau, que cumple 50 años de actividad.
También el Papa ha tenido palabras de recuerdo para los Países de Extremo Oriente que, en los próximos días celebrarán con alegría, especialmente en la intimidad de las familias, el inicio del año nuevo lunar. A todos aquellos grandes pueblos deseo de corazón serenidad y prosperidad. De la misma manera y recordando que también hoy se recuerda la “Jornada internacional de intercesión por la paz en Tierra Santa”, Benedicto XVI se ha asociado al Patriarca Latino de Jerusalén y al Custodio de Tierra Santa invitando a todos a rezar al Señor para que haga converger las mentes y los corazones en concretos proyectos de paz.
En la Plaza de san Pedro se encontraban además los muchachos y muchachas de la Acción Católica de la Diócesis de Roma, guiados por el cardenal Vicario Agostino Vallini, con motivo de la “Caravana de la Paz”. Unos niños han acompañado al Papa desde el apartamento y uno de ellos ha dirigido un mensaje de parte de todos los niños de Roma en el que, entre otras cosas, ha manifestado al Papa que estarán todos, en la Plaza de San Pedro para la beatificación del Venerable Siervo de Dios, Juan Pablo II el próximo primero de mayo. Después de haber saludado en varias lenguas, Benedicto XVI ha liberado dos palomas como símbolo de la paz.
Saludando en francés el Pontífice ha animado a los jóvenes francófonos a participar en la próxima Jornada Mundial de la Juventud que tendrá lugar en Madrid el mes de agosto. Y este ha sido el saludo en español:
Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española presentes en esta oración mariana, en particular a los fieles de diversas parroquias de las diócesis de Valencia, Cádiz y Jerez de la Frontera. El anuncio de las Bienaventuranzas, que hoy nos presenta la liturgia, es una clara propuesta del Señor para vivir en comunión con Él y alcanzar la auténtica felicidad. Quien acoge con radicalidad este programa de vida, encuentra la fuerza necesaria para colaborar en la edificación del Reino de Dios y ser instrumento de salvación. Feliz domingo.