BREVE EXAMEN
CRÍTICO
DEL NUEVO
ORDO MISSAE
Cardenal Alfredo Ottaviani
III
Tratemos ahora sobre los FINES DE LA MISA: a saber, su fin último, su fin próximo y su fin
inmanente.
1. Fin último.
El fin último de la Misa consiste en que es un Sacrificio de alabanza a la Santísima Trinidad –
conforme a la intención primordial de la Encarnación, declarada por el propio Cristo: «Al entrar en este
mundo, dice: ―Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo‖» (Sal. 40, 7-9; Heb., 10, 5).
El nuevo Ordo Missae hace desaparecer este fin último y esencial:
en primer lugar del Ofertorio, en el que ya no figura la oración Suscipe Sancta Trinitas (o Suscipe
Sancte Pater);
en segundo lugar, de la conclusión de la Misa, que ya no contiene el Placeat tibi Sancta Trinitas;
en tercer lugar, del Prefacio, pues ahora sólo se rezará una vez al año el Prefacio de la Santísima
Trinidad.
6 Si la intención era recuperar el Unde et memores, se habría tenido que añadir también la Ascensión. Pero el Unde et memores
no mezcla realidades de naturaleza diferente, sino que distingue con fineza: «...acordándonos... de la dichosa Pasión de tu mismo
Hijo y Señor nuestro Jesucristo, así como de su resurrección del sepulcro, y también de su gloriosa Ascensión a los cielos».
6
2. Fin próximo.
El fin próximo de la Misa consiste en que es un sacrificio propiciatorio 7.
También este fin se ve comprometido: mientras que la Misa realiza la remisión de los pecados, tanto por los
vivos como por los difuntos, el nuevo Ordo hace hincapié sobre el alimento y la santificación de los
miembros de los asistentes.
Cristo instituyó el Sacramento durante la última Cena y entonces se puso en estado de Víctima para
unirnos a su estado de Víctima; este es el motivo por el que la inmolación precede a la manducación 8 y
encierra plenamente el valor redentor que proviene del Sacrificio cruento. Prueba de ello es que se pueda
asistir a la Misa sin comulgar sacramentalmente 9.
3. Fin inmanente.
El fin inmanente de la Misa consiste en que es primordialmente un Sacrificio.
Ahora bien, es esencial al sacrificio ser de tal naturaleza que sea agradable a Dios, es decir, aceptado como
sacrificio.
En el estado de pecado original, ningún sacrificio podía ser aceptable a Dios. El único sacrificio que
puede y debe ser aceptable es el de Cristo, de modo que era eminentemente conveniente que el Ofertorio
refiriera enseguida el Sacrificio de la Misa al Sacrificio de Cristo.
Pero el nuevo Ordo Missae altera la ofrenda degradándola. La hace consistir en una especie de
intercambio entre Dios y el hombre: el hombre pone el pan y Dios lo cambia en pan de vida; y pone el vino y
Dios lo convierte en una bebida espiritual: «Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este pan (o vino),
fruto de la tierra y del trabajo del hombre, que ahora te presentamos; él será para nosotros pan de vida (o
bebida de salvación)».
No hace falta subrayar que las expresiones «pan de vida» (panis vitae) y «bebida espiritual» (potus
spiritualis) son absolutamente indeterminadas, ya que pueden significar cualquier cosa. Volvemos aquí al
mismo equívoco capital que hemos encontrado en la definición de la Misa, en donde se hace una referencia
a la presencia espiritual de Cristo entre los suyos, y aquí el pan y vino se cambian espiritualmente, sin
precisar que cambian sustancialmente 10.
En la preparación de las oblatas 11, se realiza un juego parecido de equívocos con la supresión de las
dos admirables oraciones:
- Deus qui humanae substantiae...;
- Offerimus tibi, Domine...
La primera de estas dos oraciones declara: «Oh Dios, que maravillosamente formaste la naturaleza
humana y mas maravillosamente la reformaste», lo cual recuerda la antigua condición de la inocencia del
hombre y su condición actual de redimido por medio de la sangre de Cristo, y es una recapitulación discreta
y rápida de toda la economía 12 del sacrificio desde Adán hasta el tiempo actual.
La segunda de estas dos oraciones, que es la última del Ofertorio, se expresa sobre el modo
propiciatorio: pide que el cáliz se eleve cum odore suavitatis en presencia de la divina Majestad, cuya
clemencia implora, y subraya maravillosamente esta misma economía del sacrificio.
Estas dos oraciones han sido suprimidas en el nuevo Ordo Missae.
Suprimir de este modo la referencia permanente a Dios, que expresaba explícitamente la oración
eucarística, es suprimir toda distinción entre el sacrificio que procede de Dios y el que procede del hombre.
7 Propiciatorio: que tiene la virtud de volver propicio a Dios, por una expiación que obtiene el perdón de los pecados.
8 Manducación: acción de comer. Esta palabra apenas se emplea si no es para designar una acción religiosa: la manducación del
Cordero pascual entre los judíos, y la comunión eucarística.
9 Aparece el mismo desplazamiento sea de fórmulas nuevas o de expresiones que se encuentran materialmente en los textos de los Padres de la
Iglesia o del Magisterio, pero empleadas en un sentido absoluto y sin referencia al cuerpo doctrinal en que encuentran su lugar y
significado (p. ej.: «spiritualis alimonia», «cibus spiritualis», «potus spiritualis»), ya ha sido denunciada en la encíclica Mysterium
fidei.
11 Oblatas: el pan y vino traídos al altar para ser consagrados. (Por otra parte, el término oblato designaba primitivamente al niño
ofrecido por sus padres a un monasterio para convertirse en monje; después del siglo XIX, designa también al fiel que viviendo en el
mundo se afilia a un monasterio por medio de una oblación, que no es propiamente voto).
12 Economía: en sentido religioso, conjunto ordenado y armónico de las disposiciones adoptadas por la Providencia (para realizar
la redención y la salvación de los hombres).
7
Destruyendo de este modo la clave de bóveda, forzosamente hay que fabricar andamios para
reemplazarla: al suprimir los verdaderos fines de la Misa, forzosamente hay que inventar otros ficticios. De
aquí procecen los nuevos gestos para subrayar la unión entre el sacerdote y los fieles, y la de los fieles entre
sí; la superposición –destinada a caer en lo grotesco– de las ofrendas hechas para los pobres y la Iglesia,
con la ofrenda de la Hostia destinada al Sacrificio.
Con esta confusión, se borra la singularidad primordial de la Hostia destinada al Sacrificio, de modo
que la participación a la inmolación de la Víctima se convierte en una reunión de filántropos o en un
banquete de beneficencia.