terça-feira, 1 de dezembro de 2015

La realeza de Cristo. P. Fr. Alberto García Vieyra O.P.

 

El tema que tratamos es esencialmente político. Podría también enunciarse: bases para la honestidad en la vida política, honestidad en la tarea política.

No basta un enunciado de leyes o de propósitos. El bien de la polis, de la ciudad, del Estado, el bien común, va ligado ciertamente a la ley, a las leyes que rigen el bienestar de la comunidad, pero sobre todo va ligado a la práctica de las virtudes, informadas por la caridad y ordenadas al último fin sobrenatural.

Quiere decir que, en última instancia, el bienestar público depende del quehacer no delictivo o culposo de los estamentos dirigentes de la comunidad, capaces de influir sobre el resto.

Atender a los elementos materiales de los cuales depende el bien de la comunidad es una exigencia impuesta por la sicología humana y la misma economía de la libertad. El conocimiento de la ley, obliga moralmente, pero exige físicamente. De modo que el gobernante quebrante fácilmente la ley, y la tarea política se vuelve fácilmente deshonesta. En última instancia la honestidad de la tarea política, como de todos los actos humanos, depende de las virtudes, o sea de los hábitos operativos en orden al bien moral.

Podemos pues concluir: la práctica de los hábitos operativos ordenados al bien moral o vida virtuosa, como dice Santo Tomás, es la base material de una honesta convivencia. Esto es verdad, en contraposición a los vicios que son la base de una convivencia anárquica, competitiva, deshonesta.

El bien en general, y el bien común en particular, dependen de dos cosas: de las leyes que le dan estructura, o diseñan su estructura, y de las actividades que le dan posibilidad de realización. Añadamos que un orden cristiano, y más con la complejidad del mundo moderno, requiere la gracia de Dios, la conexión de las virtudes en la prudencia y en la caridad.

Decimos: y más con la complejidad del mundo moderno, porque el mal tiene más elementos a qué echar mano.

No nos engañamos: en el mundo actual las relaciones políticas no son de moral sino de fuerza. Donde debieran prevalecer la justicia, la liberalidad, la prudencia, es el terreno de la astucia y del poder. En una cristiandad la fuerza está al servicio del patriotismo y del honor nacional.

Hablar de cristiandad no significa prejuicio alguno acerca de la autonomía del orden temporal. También es falso que el Estado (o la voluntad popular) sean la fuente de todos los derechos (Dz 1739).



Cristiandad

El concepto se fue elaborando poco a poco. En sí mismo significa los hombres e instituciones humanas bajo la ley del cristianismo. Históricamente fue la unión y armonía entre el poder espiritual, representado por el Papa Adriano I (772-795) y el poder temporal en manos del Emperador Carlomagno. Carlos figuraba como protector de la Iglesia.ler...