No tengo pruebas de la concertación, pero la campaña para intentar «involucrar» al Santo Padre en el caso de los abusos sexuales en Alemania da que pensar. No se trata de escurrir el bulto, un solo caso de pederastia ya es mucho. Pero precisamente por eso, no es lo mismo una que dos que dos mil. Dejo para otro post mi opinión sobre el asunto, sólo quiero centrarme en el tratamiento «mediático» y político.
La prensa progre, a escala planetaria, está intentando desviar la atención. Les da miedo el análisis de causa y las decisiones. Consigna: que aparezca el papa vinculado a la pedofilia en los titulares, como sea, aunque se haga el ridículo. Se teme que, como ocurrió en Estados Unidos, los datos revelen que la mayoría de los abusadores tienen tendencias homosexuales, o que el porcentaje de abusadores católicos —clérigos célibes— sea menos de la mitad que la de abusadores de otras confesiones protestantes —clérigos no célibes—, o miles de veces menor que la de profesores de instituto — no religiosos y también no célibes—. Hay miedo a que parte del remedio sea «vigilar las inclinaciones sexuales de los candidatos al sacerdocio» en el seminario, o reafirmar el aspecto amoroso y de donación de la sexualidad, y, por lo tanto, del celibato.
Y no se trata del tú más, lo dicho, un solo caso ya es demasiado, con abusadores y encubridores «tolerancia cero» (extraño palabrejo, pero descriptivo).
Pero no hay un gran interés por las víctimas, ni verdadero escándalo por las conductas inmorales de los abusadores. Ahí está el portavoz del Partido Verde en el Parlamento Europeo, Daniel Cohn-Bendit, Dany, el Rojo del mayo francés, reconocido pedófilo, protegido por «los intelectuales de siempre». O la Ministra de Justicia alemana, Sabine Leutheusser-Schnarrenberger, perteneciente a una asociación «de tipo masónico, que presenta a la pederastia como una realidad normal, que hay que despenalizar, por lo que no puede criticar», tal como le espetó Mons. Gerhard Ludwig Müller, obispo de Ratisbona.
Se trata de una estrategia bien pensada que en los años setenta se denominó «pánico moral». El sociologo Massimo Introvigne lo cuenta en un extraordinario artículo: Preti pedofili: un panico morale (traducción y negritas mías):
El debate actual sobre los sacerdotes pedófilos —desde el punto de vista sociológico— es un ejemplo típico de «pánico moral». Un concepto introducido en la década de los setenta para explicar algunos problemas de «constructivismo social». Más concretamente, el pánico moral se ha definido como un método de contrucción social caracterizado por la ampliación sistemática de los datos reales, tanto en su presentación en los medios de comunicación como en el debate político […] Se elige en primer lugar un problema social latente, que ha existido durante décadas y se reconstruye en los medios de comunicación y en la narración política como «nuevo» o como objeto de un reciente y espectacular supuesto crecimiento. En segundo lugar, se exagera su impacto con estadísticas caseras que, aunque no estén confirmadas por estudios académicos, se repiten de un medio a otro inspirando persistentes campañas. Philip Jenkins ha enfatizado el papel en la creación y gestión del pánico de "emprendedores morales", cuyos programas no son siempre declarados. El pánico moral no es bueno para nadie. Distorsionar la percepción de los problemas socava la eficacia de las medidas. A un mal análisis le sigue una mala solución.
El artículo es impresionante, un buen análisis de la estrategia que se está siguiendo y de los por qués: lobbies bien organizados y con una agenda definida que saben que el enemigo a batir es la Iglesia Católica como último valladar de defensa de la familia y la vida. Les llama «patrones ocultos», muy masónico, muy mafioso. Me llamó poderosamente la atención que coincida con el obispo de Ratisbona.
El viernes el mismo Müller contestaba en una nota pública a la campaña difamatoria anticatólica en Alemania. Siento que sea un poco largo (traducido por mi del francés, no domino el alemán, limitadillo que es uno)
7.- La portada de la revista alemana Spiegel, titulada «Hipócritas, la Iglesia Católica y el sexo» ha desencadenado una nueva oleada anticatólica en los medios. Estamos ante un uso indebido del delito de abuso sexual, cometido por individuos aislados, con propósitos de explotación política e ideológica del caso. Su único objetivo es presentar a la Iglesia Católica, en su conjunto, y en particular a su moral sobre la sexualidad como un «hábitat» en el que el abuso sexual a niños «no tiene otro remedio» que florecer. Spiegel encuentra culpable de violar la dignidad humana (cf. Art. 1 de la Constitución Alemana) a todos los religiosos y sacerdotes católicos. La extensión de la culpa de los abusos sexuales cometidos por algunos individuos a la moral sexual de la Iglesia y a la libre aceptación del celibato consagrado al servicio del Reino de Dios (cf. Mt 19 ; 1 Co 7) —adjudicación que carece de toda lógica y de todo realismo estadístico y empírico— es un insulto para cualquier persona inteligente y honesta.
8.- El uso interminable de estereotipos anticatólicos y la reactivación de viejos resentimientos constituyen un intento de ocultar la contradicción entre la realidad virtual de los medios de comunicación y la propia realidad, que es siempre una mezcla de luces y sombras (Leyenda Negra). Existe hoy el riesgo de que los fieles «crean» en los medios de comunicación y no se planteen si es cierto «lo que dice el periódico». El abuso de la libertad de prensa desvía su propósito original y degenera en una licencia para difamar a individuos y comunidades religiosas, privándoles de su honor y dignidad personal por no suscribir los postulados totalitarios del neo-ateismo y la dictadura relativista.
9.- En el contexto de las campañas periódicas contra el celibato y la moral sexual católica, el «Süddeutsche Zeitung» repite el célebre discurso de incitación al odio de 1937, la «Deutschlandhalle» de Berlín. Miles de sacerdotes católico y miembros de órdenes religiosas fueron sistemáticamente humillados y tratados de pervertidos sexuales delante de 20.000 fanáticos miembros del Partido Nazi, con la intención manifiesta de exponer el clero católico al desprecio público. Era la «Sippenhaft» (literalmente: responsabilidad del clan o de la familia) El culpable, verdadero o no, no era el Sr. X, responsable de sus actos, era culpable todo el clero, al que pertenecía, y también la Iglesia Católica como un «sistema».
Otro buen artículo que merecería la pena traducir entero. Se ve que al menos en Alemania no necesitarán la «protección vaticana», ellos mismos pilotarán la nave de la iglesia local. La semana pasada felicitábamos a los obispos yankees por su salida al ruedo, hoy mis parabienes a los alemanes.
Fuente: InfoCatólica
La prensa progre, a escala planetaria, está intentando desviar la atención. Les da miedo el análisis de causa y las decisiones. Consigna: que aparezca el papa vinculado a la pedofilia en los titulares, como sea, aunque se haga el ridículo. Se teme que, como ocurrió en Estados Unidos, los datos revelen que la mayoría de los abusadores tienen tendencias homosexuales, o que el porcentaje de abusadores católicos —clérigos célibes— sea menos de la mitad que la de abusadores de otras confesiones protestantes —clérigos no célibes—, o miles de veces menor que la de profesores de instituto — no religiosos y también no célibes—. Hay miedo a que parte del remedio sea «vigilar las inclinaciones sexuales de los candidatos al sacerdocio» en el seminario, o reafirmar el aspecto amoroso y de donación de la sexualidad, y, por lo tanto, del celibato.
Y no se trata del tú más, lo dicho, un solo caso ya es demasiado, con abusadores y encubridores «tolerancia cero» (extraño palabrejo, pero descriptivo).
Pero no hay un gran interés por las víctimas, ni verdadero escándalo por las conductas inmorales de los abusadores. Ahí está el portavoz del Partido Verde en el Parlamento Europeo, Daniel Cohn-Bendit, Dany, el Rojo del mayo francés, reconocido pedófilo, protegido por «los intelectuales de siempre». O la Ministra de Justicia alemana, Sabine Leutheusser-Schnarrenberger, perteneciente a una asociación «de tipo masónico, que presenta a la pederastia como una realidad normal, que hay que despenalizar, por lo que no puede criticar», tal como le espetó Mons. Gerhard Ludwig Müller, obispo de Ratisbona.
Se trata de una estrategia bien pensada que en los años setenta se denominó «pánico moral». El sociologo Massimo Introvigne lo cuenta en un extraordinario artículo: Preti pedofili: un panico morale (traducción y negritas mías):
El debate actual sobre los sacerdotes pedófilos —desde el punto de vista sociológico— es un ejemplo típico de «pánico moral». Un concepto introducido en la década de los setenta para explicar algunos problemas de «constructivismo social». Más concretamente, el pánico moral se ha definido como un método de contrucción social caracterizado por la ampliación sistemática de los datos reales, tanto en su presentación en los medios de comunicación como en el debate político […] Se elige en primer lugar un problema social latente, que ha existido durante décadas y se reconstruye en los medios de comunicación y en la narración política como «nuevo» o como objeto de un reciente y espectacular supuesto crecimiento. En segundo lugar, se exagera su impacto con estadísticas caseras que, aunque no estén confirmadas por estudios académicos, se repiten de un medio a otro inspirando persistentes campañas. Philip Jenkins ha enfatizado el papel en la creación y gestión del pánico de "emprendedores morales", cuyos programas no son siempre declarados. El pánico moral no es bueno para nadie. Distorsionar la percepción de los problemas socava la eficacia de las medidas. A un mal análisis le sigue una mala solución.
El artículo es impresionante, un buen análisis de la estrategia que se está siguiendo y de los por qués: lobbies bien organizados y con una agenda definida que saben que el enemigo a batir es la Iglesia Católica como último valladar de defensa de la familia y la vida. Les llama «patrones ocultos», muy masónico, muy mafioso. Me llamó poderosamente la atención que coincida con el obispo de Ratisbona.
El viernes el mismo Müller contestaba en una nota pública a la campaña difamatoria anticatólica en Alemania. Siento que sea un poco largo (traducido por mi del francés, no domino el alemán, limitadillo que es uno)
7.- La portada de la revista alemana Spiegel, titulada «Hipócritas, la Iglesia Católica y el sexo» ha desencadenado una nueva oleada anticatólica en los medios. Estamos ante un uso indebido del delito de abuso sexual, cometido por individuos aislados, con propósitos de explotación política e ideológica del caso. Su único objetivo es presentar a la Iglesia Católica, en su conjunto, y en particular a su moral sobre la sexualidad como un «hábitat» en el que el abuso sexual a niños «no tiene otro remedio» que florecer. Spiegel encuentra culpable de violar la dignidad humana (cf. Art. 1 de la Constitución Alemana) a todos los religiosos y sacerdotes católicos. La extensión de la culpa de los abusos sexuales cometidos por algunos individuos a la moral sexual de la Iglesia y a la libre aceptación del celibato consagrado al servicio del Reino de Dios (cf. Mt 19 ; 1 Co 7) —adjudicación que carece de toda lógica y de todo realismo estadístico y empírico— es un insulto para cualquier persona inteligente y honesta.
8.- El uso interminable de estereotipos anticatólicos y la reactivación de viejos resentimientos constituyen un intento de ocultar la contradicción entre la realidad virtual de los medios de comunicación y la propia realidad, que es siempre una mezcla de luces y sombras (Leyenda Negra). Existe hoy el riesgo de que los fieles «crean» en los medios de comunicación y no se planteen si es cierto «lo que dice el periódico». El abuso de la libertad de prensa desvía su propósito original y degenera en una licencia para difamar a individuos y comunidades religiosas, privándoles de su honor y dignidad personal por no suscribir los postulados totalitarios del neo-ateismo y la dictadura relativista.
9.- En el contexto de las campañas periódicas contra el celibato y la moral sexual católica, el «Süddeutsche Zeitung» repite el célebre discurso de incitación al odio de 1937, la «Deutschlandhalle» de Berlín. Miles de sacerdotes católico y miembros de órdenes religiosas fueron sistemáticamente humillados y tratados de pervertidos sexuales delante de 20.000 fanáticos miembros del Partido Nazi, con la intención manifiesta de exponer el clero católico al desprecio público. Era la «Sippenhaft» (literalmente: responsabilidad del clan o de la familia) El culpable, verdadero o no, no era el Sr. X, responsable de sus actos, era culpable todo el clero, al que pertenecía, y también la Iglesia Católica como un «sistema».
Otro buen artículo que merecería la pena traducir entero. Se ve que al menos en Alemania no necesitarán la «protección vaticana», ellos mismos pilotarán la nave de la iglesia local. La semana pasada felicitábamos a los obispos yankees por su salida al ruedo, hoy mis parabienes a los alemanes.
Fuente: InfoCatólica