29/03/10 Por su interés, reproducimos a continuación la última carta dirigida por el arzobispo secretario de la Congregación del Clero, monseñor Mauro Piacenza (a la izquierda en la foto), a los sacerdotes de todo el mundo con motivo del inicio de la Semana Santa en este Año Sacerdotal.
"Queridos hermanos en el Sacerdocio:
>>En estos días pascuales reviviremos el Misterio de nuestra Redención; haremos gestos y pronunciaremos palabras, que verdaderamente se colocan en el corazón de nuestra existencia sacerdotal. El Viernes Santo volveremos a vivir el gesto humilde y profético de la postración, idéntico a aquel que hicimos el día de nuestra Ordenación; se nos brindará la ocasión de acoger, en el Santo Triduo, los dones renovados de la gracia, mendigando a la Divina Providencia para poder ser portadores de frutos abundantes para nosotros y para la Salvación del mundo.
>>Como nos recuerda la fórmula de la unción crismal, estamos investidos de la misma potencia de Cristo, de aquella potestad con la que el Padre ha consagrado su único Hijo en el Espíritu Santo y que nos ha sido entregada, con el fin específico de santificar a su Pueblo y ofrecer el Sacrificio Eucarístico. Cualquiera que fuera otra utilización de la potestad sacramental, recibida mediante el Orden Sagrado, sería ilegítima y peligrosa, sea para nuestra personal salvación o para el mismo bien de la Iglesia.
>>En estos días pascuales reviviremos el Misterio de nuestra Redención; haremos gestos y pronunciaremos palabras, que verdaderamente se colocan en el corazón de nuestra existencia sacerdotal. El Viernes Santo volveremos a vivir el gesto humilde y profético de la postración, idéntico a aquel que hicimos el día de nuestra Ordenación; se nos brindará la ocasión de acoger, en el Santo Triduo, los dones renovados de la gracia, mendigando a la Divina Providencia para poder ser portadores de frutos abundantes para nosotros y para la Salvación del mundo.
>>Como nos recuerda la fórmula de la unción crismal, estamos investidos de la misma potencia de Cristo, de aquella potestad con la que el Padre ha consagrado su único Hijo en el Espíritu Santo y que nos ha sido entregada, con el fin específico de santificar a su Pueblo y ofrecer el Sacrificio Eucarístico. Cualquiera que fuera otra utilización de la potestad sacramental, recibida mediante el Orden Sagrado, sería ilegítima y peligrosa, sea para nuestra personal salvación o para el mismo bien de la Iglesia.
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fonte:sector católico
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