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También el último escollo ha sido superado: los cardenales y obispos de la Congregación para las Causas de los Santos se han encontrado ayer por la mañana en la sede del dicasterio y han examinado y aprobado el milagro atribuido a la intercesión de Juan Pablo II. La curación de la religiosa francesa del Parkinson que abrirá al Papa Wojtyla el camino a los altares. Ahora sólo falta la firma final de Benedicto XVI, que próximamente promulgará el decreto. La beatificación podría tener lugar ya en primavera o en el próximo mes de octubre.
Algunos días atrás, Il Giornale había revelado que entre noviembre y diciembre de 2010, con la máxima reserva, los especialistas de la consulta médica de la Congregación de los Santos presidida por el médico personal de Ratzinger, el profesor Patricio Polisca, habían estudiado profundamente y aprobado el presunto milagro, definiéndolo una curación científicamente inexplicable. Y antes de Navidad el dossier sobre el milagro había sido examinado y aprobado también por los teólogos del dicasterio. Faltaba el tercer y último vía libre, el de la plenaria de los cardenales y obispos (es decir, todos los miembros de la Congregación), que han dado a su vez el ok sin dificultad y – según algunas indiscreciones – sin votos contrarios.
También a la reunión de ayer no se le dio ninguna publicidad porque la noticia del hecho que Juan Pablo II será proclamado pronto beato será oficial sólo en el momento en que el cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, presente el dossier sobre el milagro a Benedicto XVI, pidiendo su aprobación y la promulgación del último, definitivo decreto. No es difícil prever, salvo improbables pero de todos modos posibles sorpresas de última hora, que también Ratzinger apruebe.
Como se recordará, el año pasado el proceso sobre el milagro – el de las virtudes heroicas se concluyó ya en diciembre de 2009 – había sufrido un cierto retraso. La Congregación quiso examinar bien toda posible objeción y confiarse a diversos peritos. Ahora, sin embargo, el sucederse de las reuniones da la idea de una aceleración.
Ya el día de los funerales, al final de los cuales algunos grupos de fieles organizados y preparados desplegaron las ya famosas banderas con las palabras “santo subito”, el entonces cardenal Ratzinger hizo una homilía conmovedora, pidiendo a Juan Pablo II que bendiga a todos desde la ventana del cielo. Y como Papa, el 2 de abril de 2008, recordando el tercer aniversario de la muerte del predecesor, dijo: “Él albergaba una fe extraordinaria” en Cristo Resucitado, y “y con él mantenía una conversación íntima, singular e ininterrumpida. En efecto, entre sus numerosas cualidades humanas y sobrenaturales tenía también la de una excepcional sensibilidad espiritual y mística. Bastaba observarlo cuando oraba: se sumergía literalmente en Dios y parecía que en aquellos momentos todo lo demás le resultaba ajeno”. Muchos consideraron estas palabras como un preanuncio de beatificación.
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Fuente: Sacri Palazzi
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo