“… Los errores modernos envenenan de tal modo la atmósfera que respiramos, que los mejores fieles de la Iglesia se contaminan. Las costumbres de laicización de la Sociedad, de indiferentismo religioso, de liberalismo en todos los campos, son tales, que nos cuesta mucho acoger la verdad en toda su integridad, verdad que nos viene de la sana filosofía y de la fe católica…”
“… El libro del Padre Roussel: Liberalismo y Catolicismo, da una perfecta idea del Liberalismo y del peligro que supone el Catolicismo liberal, que proliferó con motivo del ralliement, se desarrolló con el Sillonismo, el modernismo, el progresismo, para triunfar con ocasión del Concilio Vaticano II, y destruir finalmente todo lo que quedaba de específicamente católico en la fe, la moral, la Liturgia, las instituciones de la Iglesia, por la aplicación del espíritu ecuménico y democrático.
“De ahí la importancia de conocer bien lo que los Papas pensaron sobre el Liberalismo y sus sucedáneos. Su resistencia tenaz y valiente frente a este ataque apocalíptico es también nuestra resistencia. Sus argumentos son nuestros argumentos. Puesto que este ataque tiene como fin la destrucción del orden natural y sobrenatural, la defensa contra él se ha de basar en los principios fundamentales de estos órdenes natural y sobrenatural, y, por consiguiente, en principios inmutables y eternos como Dios mismo, autor de estos dos órdenes…” (Extractos del curso consagrado al “Magisterio de la Iglesia”,
del año 1979-1980, por Monseñor Marcel Lefebvre)
“… El libro del Padre Roussel: Liberalismo y Catolicismo, da una perfecta idea del Liberalismo y del peligro que supone el Catolicismo liberal, que proliferó con motivo del ralliement, se desarrolló con el Sillonismo, el modernismo, el progresismo, para triunfar con ocasión del Concilio Vaticano II, y destruir finalmente todo lo que quedaba de específicamente católico en la fe, la moral, la Liturgia, las instituciones de la Iglesia, por la aplicación del espíritu ecuménico y democrático.
“De ahí la importancia de conocer bien lo que los Papas pensaron sobre el Liberalismo y sus sucedáneos. Su resistencia tenaz y valiente frente a este ataque apocalíptico es también nuestra resistencia. Sus argumentos son nuestros argumentos. Puesto que este ataque tiene como fin la destrucción del orden natural y sobrenatural, la defensa contra él se ha de basar en los principios fundamentales de estos órdenes natural y sobrenatural, y, por consiguiente, en principios inmutables y eternos como Dios mismo, autor de estos dos órdenes…” (Extractos del curso consagrado al “Magisterio de la Iglesia”,
del año 1979-1980, por Monseñor Marcel Lefebvre)
- Informe sobre el Liberalismo en general -
INTRODUCCIÓN
Deseamos que Jesucristo, Hijo de Dios y Redentor de los hombres, reine no sólo sobre los individuos, sino también sobre las familias, pequeñas y grandes, sobre las naciones, y sobre todo el orden social. Esta es la idea rectora que nos une especialmente esta semana.
De este reinado social de Cristo Rey, reinado legítimo en sí, necesario para nosotros, no hay adversario más temible por su astucia, su tenacidad, su influencia, que el liberalismo moderno.
¿Qué es pues el liberalismo?, ¿cuáles son sus orígenes, sus principales manifestaciones, su desarrollo lógico?, ¿cómo calificarlo y refutarlo?... tales son algunas de las preguntas de las que esta relación quiere exponer rápidamente el enunciado con su respuesta.
1º) EL TÉRMINO Y LA COSA
El término “liberal”, como aquel del cual procede, “libertad”, gusta a la masa inconsciente; en efecto, a causa de su misma imprecisión sonora, es fácilmente entendido y permite así a cada uno elegir y aplaudir, entre los múltiples sentidos que abarca, aquel que responde mejor a sus convicciones, a sus sentimientos, a sus intereses. De allí los numerosos y, en definitiva, funestos equívocos a los que se presta.
Sirve para designar ya sea aquello que conviene a un hombre de condición libre, o la cualidad de un corazón abierto a la piedad y generoso; en este sentido Dios es, según Santo Tomás, “máxime liberalis” (1); o, finalmente, el amor a una cierta libertad. Es en este último sentido que lo tomamos aquí: el liberal es aquel que es y se declara partidario de la libertad.
Pero se encontrarán, nuevamente, muchos modos de ser “liberal”, según las muy diversas interpretaciones que podrán darse a esta palabra “libertad”.
Bajo la Restauración, el partido «liberal» incluía a los discípulos de Voltaire y de Rousseau, imbuidos de los principios de 1789, enemigos de la monarquía católica y de la Iglesia romana, devotos de las “libertades modernas”, concebidas como una conquista definitiva, como un ideal intangible, del cual ellos se hacían los más ardientes prosélitos.
Este es el sentido que ha mantenido hasta hoy entre nuestros vecinos, los belgas. Pero en Francia, desde el día en que, bajo la influencia de F. de Lamennais, algunos católicos preconizaron la adhesión a las «libertades modernas», los entusiastas de la Declaración de los Derechos del Hombre, los herederos de la Revolución pretendieron, no sin razón, poseer el monopolio del “liberalismo integral”, “radical”: fue así que los “liberales” de 1820 se convirtieron en los «radicales» de la Tercera República; abandonaron a los partidarios del orden el calificativo mismo del desorden, al punto que hoy, en Francia, el término “liberal” es a menudo aplicado, a modo de elogio, a todo estado de espíritu, a todo sistema favorable a las libertades legítimas.
Aquí lo entendemos, por el contrario, en el sentido netamente peyorativo de una afección morbosa por una libertad desordenada, o del sistema en el cual trata de traducirse esta afección, como para justificarse respecto a la razón. Se trata entonces de mostrar al desnudo esta afección, de precisar este sistema y definirlo.
La tarea es de las más difíciles: en efecto, el liberalismo, tomado en su conjunto, es algo vago, incierto, indeterminado, que extendiéndose a todos los campos, filosofía, teología, moral, derecho, economía, aparece en todos como esencialmente variable, al gusto de las personas y de las circunstancias. De allí la extrema dificultad de aprehender este proteo que asume a voluntad todas las formas, todos los rostros, incluida la máscara de la verdad y de la virtud.
Intentemos entonces hallar, bajo sus múltiples manifestaciones, su característica más formal y su sentido más profundo, para dar una definición, al menos aproximada.
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