[FC:] En un libro de conversaciones sobre la familia (La Esperanza de la Familia, Ignatius Press; La speranza della famiglia, Edizioni Ares), recientemente publicado en Italia y en los Estados Unidos, usted anima a los cristianos a “elegir la profética valentía del martirio”. ¿Por qué?
[Müller:] La Iglesia no es una organización filantrópica. Decir que respetamos las opiniones de todos, que les deseamos el bien a todos, no es suficiente. Presentar el Evangelio como un simple mensaje terapéutico no es muy difícil, pero eso no responde a las exigencias de Jesús. “Dichosos ustedes cuando los insultan, los persiguen y dicen contra ustedes falsamente toda clase de maldades por mi causa”, dice Jesús. Los primeros apóstoles, los Padres de la Iglesia, los grandes obispos en la historia de la Iglesia muy frecuentemente navegaron contra los vientos. ¿Cómo podría ser esto diferente para nosotros?
[FC:] ¿Podrían ser delegadas algunas decisiones doctrinales o disciplinarias respecto del matrimonio y la familia a las conferencias episcopales?
[Müller:] Esa es una idea absolutamente anti-católica que no respeta la Catolicidad de la Iglesia. Las Conferencias Episcopales tienen autoridad sobre ciertas materias, pero no son magisterio paralelo al Magisterio, sin el Papa y sin la comunión con todos los obispos.
[FC:] Recientemente, un Obispo alemán (el Cardenal Reinhard Marx, Arzobispo de Munich y presidente de la Conferencia de Obispos Alemana) dijo que la conferencia episcopal que él preside no es un “brazo de Roma”. ¿Qué piensa usted de esto?
[Müller:] Una conferencia episcopal no es un concilio particular, menos todavía un concilio ecuménico. El presidente de una conferencia episcopal es nada más que un moderador técnico, y no tienen ninguna autoridad magisterial particular debido a su título. Oyendo que una conferencia episcopal no es un “brazo de Roma” me da la ocasión de recordar que las diócesis no son tampoco los brazos de la secretaría de la conferencia episcopal, así como tampoco de la diócesis cuyo obispo preside la conferencia episcopal. Este tipo de actitud arriesga de hecho el renacimiento de una cierta polarización entre las Iglesias locales y la Iglesia universal, caduca luego de los Concilios Vaticano I y Vaticano II. La Iglesia no es la suma de las iglesias nacionales, cuyos presidentes votarían para elegir su jefe en el nivel universal.