segunda-feira, 20 de julho de 2009

DE LA SANTA MISA, Y CÓMO SE HA DE OIR


1. No te he hablado aún del sol de los ejercicios espirituales, que es el santísimo y soberano sacrificio y sacramento de la Misa, centro de la religión cristiana, alma de la devoción, vida de la piedad, misterio inefable, que comprende el abismo de la caridad divina, por el cual Dios, uniéndose realmente a nosotros, nos comunica con magnificencia sus gracias y favores.
2. La oración, unida con este divino sacrificio, tiene una indecible fuerza; de modo que por este medio abunda el alma de celestiales favores como apoyada sobre su Amado, el cual la llena tanto de olores y suavidades espirituales, que parece una columna de humo producido de las maderas aromáticas de mirra y de incienso, y de todos los polvos que usan los perfumadores, como se dice en los Cantares.
3. Procura, pues, con toda diligencia, oir todos los días Misa, para ofrecer con el sacerdote el sacrificio de tu Redentor a Dios, su Padre, por ti y por toda la Iglesia. Allí están presentes muchos ángeles, como dice San Juan Crisóstomo, para venerar este santo misterio; y así, estando nosotros con ellos y con la misma intención, es preciso, que con tal compañía recibamos muchas influencias propicias. En esta acción divina se vienen a unir a nuestro Señor los corazones de la Iglesia triunfante y los de la Iglesia militante, para prendar con Él, en Él y por Él, el Corazón de Dios Padre y apoderarse de toda su misericordiay para hacer enteramente nuestra su misericordia. ¡Oh, qué felicidad es para un alma contribuir devotamente con sus afectos a un bien tan necesario y apetecible!
4. Si por algún estorbo inexcusable no puedes asistir corporalmente a la celebración de este soberano sacrificio, a lo menos envía allá tu corazón, asistiendo espiritualmente. Para esto, a cualquier hora de la mañana mira con el espíritu a la Iglesia, ya que no puedas de otro modo; une tu intención con la de todos los cristianos, y haz, desde el lugar en que te hallares, los mismos actos interiores que harías si te hallases realmente presente en la iglesia al santo sacrificio.
5. Filotea, para oir Misa como conviene, ya sea real, ya espiritualmente, has de seguir este método: 1) Desde el principio hasta que el sacerdote suba al altar, prepárate juntamente con él, lo cual harás poniéndote en la presencia de Dios, reconociendo tu indignidad y pidiéndole perdón por tus pecados. 2) Desde que el sacerdote suba al altar hasta el Evangelio, considera sencillamente y en general la venida de Nuestro Señor al mundo y su vida en él. 3) Desde el Evangelio hasta concluido el Credo, considera la predicación del Salvador, protesta que quieres vivir y morir en la fe y obediencia a su santa palabra y en la unión de la santa Iglesia católica. 4) Desde el Credo hasta el Pater noster, contempla con el espíritu los misterios de la pasión y muerte de nuestro Redentor, que actual y esencialmente se representan en este santo sacrificio, que has de ofrecer, juntamente con el sacerdote y con el resto del pueblo, a Dios Padre, para honra suya y salvación de tu alma. 5) Desde el Pater noster hasta la Comunión, esfuérzate a excitar en tu corazón muchos y ardientes deseos de estar siempre junta y unida a nuestro Señor con un amor eterno. 6) Desde la Comunión hasta el fin, da gracias a su divina Majestad por su encarnación, vida, pasión y muerte, y por el amor que nos muestra en este santo sacrificio, pidiéndole por él que te sea siempre propicio a ti, a tus parientes, a tus amigos y a toda la Iglesia; y humillándote de todo corazón, recibe devotamente la bendición divina que te da nuestro Señor por medio de su ministro.
Pero si quieres tener, durante la Misa, la meditación de los misterios que vas siguiendo por orden todos los días, no es necesario que te diviertas en hacer esos actos particulares; bastará que al principio hagas intención de que el ejercicio de meditación y oración que tienes sirva para adorar y ofrecer este santo sacrificio, puesto que en cualquier metitación se encuentran los actos arriba dichos, o ya expresos, o a lo menos implícita y virtualmente.
(Extracto del libro "Introducción a la Vida Devota" de San Francisco de Sales)
fonte:Benedicámus Dómino