por Sandro Magister
No en concierto sino en una Misa. La dirigirá Domenico Bartolucci, el más genial intérprete vivo de la música de Palestrina. Expulsado hace doce años por la dirección del coro de la Capilla Sixtina, pero hoy, con el Papa Benedicto, finalmente rehabilitado.
ROMA, 16 de noviembre de 2009 – Entre las artes representadas el próximo sábado 21 en la Capilla Sixtina, en el muy esperado encuentro con el Papa Benedicto XVI, la música es quizá la que ha sufrido más, por el divorcio entre los artistas y la Iglesia.
La Iglesia es la primera en padecer el sufrimiento musical. Porque mientras las obras de arte de la pintura, de la escultura y de la arquitectura cristiana permanecen siempre a disposición de todos, si bien ignoradas e incomprendidas, la gran música literalmente desaparece de las iglesias, si nadie las ejecuta más.
Y se puede hablar de una casi general desaparición a propósito de estos tesoros de la música litúrgica latina que son el canto gregoriano, la polifonía, el órgano.
Pero afortunadamente en los mismos días en los que el Papa Joseph Ratzinger intentará reanudar una relación fructosa con el arte, el órgano y la gran música polifónica volverán a dar lo mejor de sí en las basílicas de Roma.
Volverán a resonar no sólo en forma de concierto, sino también en la acción litúrgica en vivo.
El punto culminante será el jueves 19 de noviembre en la hora vespertina en la que el sol inflama el ábside de San Pedro. Ese día hará su retorno solemne en la basílica, para dirigir una santa misa cantada, el más grande intérprete vivo de la escuela polifónica romana, la que desde Giovanni Pierluigi de Palestrina – definido por Giuseppe Verdi como “el padre eterno” de la música de Occidente – ha llegado hasta nuestros días.
Este intérprete de absoluta grandeza es Domenico Bartolucci, por décadas “maestro perpetuo” del coro de la Capilla Sixtina, el coro del Papa, y hoy, a los 93 años, todavía director palestriniano de milagrosa fuerza.
Bartolucci es testigo vivo de la prohibición de la música litúrgica de Occidente, pero también de su posible renacimiento. La última misa completa de Palestrina dirigida por él en San Pedro se remonta al lejano 1963. Su última dirección del coro de la Capilla Sixtina se remonta a 1997. Ese año fue brutalmente retirado, y sin él la Capilla decayó a niveles pobres.
Pero ahora estamos ante su retorno – poderosamente simbólico – en la basílica construida sobre la tumba de los primeros apóstoles.
En la misa del 19 de noviembre en San Pedro, Bartolucci no dirigirá Palestrina sino composiciones polifónicas suyas, alternadas con el canto gregoriano de la misa “de angelis”. Y con ello mostrará cómo se puede atesorar las mejores tradiciones musicales latinas también dentro de los cánones de la moderna liturgia postconciliar: precisamente como quiere el Papa Benedicto, profundo teólogo de la liturgia y a la vez fino conocedor de la música. Naturalmente, el sueño secreto de Bartolucci es el de regresar finalmente a dirigir la emblemática “misa del Papa Marcelo” de Palestrina, en una misa celebrada por Benedicto XVI, en San Pedro.
La espera de un cambio de director del coro de la Capilla Sixtina que corresponda pronto a estos deseos, se hace de ahora en adelante más impaciente.
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El contexto dentro del cual Bartolucci volverá a dirigir una misa en San Pedro es el del Festival Internacional de Música y Arte Sacra, que se tiene en otoño, todos los años, en las basílicas de Roma y que este año ha llegado a su VIII edición.
El programa de este año tiene dos centros focales: la polifonía romana y la música de órgano.
La inauguración será el miércoles 18 de noviembre en la basílica de San Juan de Letrán, con un concierto al estilo de Palestrina, dirigido por el mismo Bartolucci.
Otro momento al estilo de la escuela polifónica romana, modernamente reinterpretada, será el oratorio “Pablo y Fructuoso” compuesto y dirigido por Valentino Miserachs Grau, director del coro de la basílica de Santa María Mayor y presidente del Pontificio Instituto de Música Sacra, el “conservatorio” del Vaticano.
El segundo centro focal, el órgano. La Fundación Pro Música y Arte Sacre ha ultimado la restauración del gran órgano Tamburini de la basílica romana de San Ignacio de Loyola. Su inauguración verá implicados en cuatro conciertos sucesivos a los organistas que han supervisado la restauración, Goettsche, Paradell y Piermarini, y además otros virtuosos del órgano de fama mundial como Leo Krämer y Johannes Skudlik.
El órgano es instrumento príncipe de la música litúrgica, imperdonablemente demasiado descuidado aunque está presente en innumerables iglesias. Pero también la música no litúrgica tendrá espacio en el programa, con obras de Mendelssohn, de Mozart, de Schubert. El octeto de arcos y vientos de los Wiener Philarmoniker ejecutará el 20 de noviembre en la basílica de Santa María Mayor el sublime Octeto en fa mayor de Schubert.
Los Wiener Philarmoniker son una presencia constante en los Festivales de Música y Arte Sacra. Entre las mayores orquestas del mundo, es aquella en la cual la música sacra se entreteje más con la música profana.
Para la próxima edición del Festival, los Wiener Philarmoniker ya se han comprometido a ejecutar en la basílica romana de San Pablo Extramuros, el 26 de octubre de 2010, la Novena Sinfonía de Bruckner y un pasaje del “Tristano e Isotta” de Wagner.
Fuente: una voce córdoba