05/03/10 La cuestión es antigua y arranca ya en el siglo XIX cuando numerosos teólogos, sobre todo del ámbito protestante, comenzaron a poner en duda la veracidad misma de las Sagradas Escrituras y, especialmente, la de los Evangelios. Se produce así la fractura entre el "Jesús histórico" y el llamado "Cristo de la Fe". Un asunto que, poco a poco, fue colándose en las mentes de algunos pseudo-teólogos católicos que muy pronto pasaron a poner en duda la divinidad de Cristo retrocediendo a un arrianismo que desoló a la Iglesia ya en los primeros siglos.
Y es que la identidad y la naturaleza del mismo Cristo, a quien los cristianos tratamos de imitar, sigue produciendo admiración tanto en creyentes como en personas que, tal vez, se han alejado de la Fe católica. Para nosotros, Jesús es la segunda persona de la Santísima Trinidad, el Hijo Unigénito del Padre, que se encarnó de María la Virgen, y que sin perder su divinidad asumió la condición humana en todo menos en el pecado. ¡Jesús es el mismo ayer, hoy y siempre! Su persona, que es divina, y que posee dos naturalezas (la humana también) sigue suscitando importantes debates en la actualidad. En último, a raíz d ela publicación del último libro de José Antonio Pagola (en la foto), Jesús, una aproximación histórica.
Dicho libro llega tarde. Es decir, el Magisterio ya se pronunció hace siglos sobre la cuestión. Y cualquier persona, que se diga teólogo, debe respetar las enseñanzas del Magisterio y tratar de profundizar en el contenido mismo de la Revelación para hacerlo inteligible al hombre de hoy. Eso no puede hacerse si no en continuidad con lo que la Iglesia ha creído y trasnmitido siempre. No caben, pues, las fracturas. Y el respeto a los dogmas debe ser el punto de partida.
Muchos ven, en todo esto, un excesivo encorsetamiento de la actividad teológica. Sin embargo, de lo que se trata siempre es en seguir construyendo, profundizando. De ahí, que más que una serie de restricciones, el Magisterio tutela y encauza ese esfuerzo. Corresponde a la Santa Sede y a los obispos en comunión con ella, la interpretación auténtica del depósito de la Revelación, es decir, de todo aquello que el mismo Jesús enseñó a sus apóstoles y discípulos, con el fin de que, las generaciones futuras tuvieran acceso a él y pudieran así conocer el camino de la salvación operada por Dios, en Cristo Jesús.
La grandeza de nuestra Fe no consiste en grandes disertaciones teológicas sobre la misma, sino que proviene de Dios. ¡Ésta es su grandeza! ¡Es divina! Nuestra bendita Fe católica la tenemos por la gracia de Dios, por el mismo Cristo Nuestro Señor. De ahí, que nuestra responsabilidad consista en conocerla y acrecentarla a lo largo de nuestra vida. ¡Nunca en cambiarla!
Por desgracia, el señor Pagola y sus secuaces parecen empeñados en esto último. El pueblo de Dios tiene, pues, derecho a resistir estas enseñanzas y, la jerarquía, a dictaminar si son o no conformes a nuestra Fe. Y no parece que eso sea posible. Ya lo dijo el actual obispo de Córdoba, monseñor Demetro Fernández, quien fue el único valiente en desautorizar esta obra, con el nihil obstat de monseñor Juan María Uriarte. ¡Qué grave desatino el de éste último!
Nadie, por más teólogo que se diga, por más obispo que sea podrá cambiar nunca la maravilla de nuestra Fe. Su profundidad y su mensaje. "Nadie podrá jamás apartarnos del amor de Dios que se funda en Cristo Jesús", reza la Escritura. Así pues, mostrémonos confiados en que todo esto se solucione. Y en que el pseudo-teólogo rectifique.
fonte:sector católico
- E senti o espírito inundado por um mistério de luz que é Deus e N´Ele vi e ouvi -A ponta da lança como chama que se desprende, toca o eixo da terra, – Ela estremece: montanhas, cidades, vilas e aldeias com os seus moradores são sepultados. - O mar, os rios e as nuvens saem dos seus limites, transbordam, inundam e arrastam consigo num redemoinho, moradias e gente em número que não se pode contar , é a purificação do mundo pelo pecado em que se mergulha. - O ódio, a ambição provocam a guerra destruidora! - Depois senti no palpitar acelerado do coração e no meu espírito o eco duma voz suave que dizia: – No tempo, uma só Fé, um só Batismo, uma só Igreja, Santa, Católica, Apostólica: - Na eternidade, o Céu! (escreve a irmã Lúcia a 3 de janeiro de 1944, em "O Meu Caminho," I, p. 158 – 160 – Carmelo de Coimbra)