La experiencia de Dios que no se trata de reflexiones y conceptos sobre Dios, sino vivir su presencia real, viva y verdadera, directa e inmediata.
Es esa paz profunda que nos llena de la misma paz de Dios.
Es esa experiencia de amor y unión total con Dios.
Puedo percibir esa presencia cuando estoy rezando o cuando estoy trabajando.
Siempre puedo estar en actitud orante, en actitud de atención amorosa. En actitud.
La experiencia de Dios conmueve todo nuestro ser.
Se siente en el fondo del alma como presencia viva de Dios, como plenitud de amor y unión con El, como gozo íntimo y desbordante.
San Pablo dice que la presencia de Dios en nuestro corazón si está despojado de todo apego nos comunica sus dones y nos da a gustar su sabiduría.
ESTAS EXPERIENCIAS SON UN REGALO DE DIOS
Pero las horas de oración deben disponerme a recibir este regalo.
Cuando se viven estas experiencias va aumentando nuestra consciencia de Dios, nuestro percibir que Dios está con nosotros siempre y en todo momento.
Asi nuestra vida será oración, y amor y servicio a Dios en todos.
La oración auténtica y profunda transforma mi vida cuando la vivo desde dentro, desde lo más profundo de mi ser.
Transforma mi vida cuando vivo una unión de amor con Dios.
Así el Espiritu de Dios, la experiencia en mi corazón actúa y se manifiesta en todas las circunstancias de mi vida.
La vida transformada no está centrada sobre mi yo, sino sobre Dios.
Es Dios el centro de mi vida.
Y es Dios el que transforma mi vida desde lo profundo de mi ser.
Esta transformación auténtica no consiste en un cambio externo y superficial conseguido con mis propósitos y esfuerzos.
Sino que va surgiendo desde una oración profunda, progresivamente, que se experimenta, que brota desde dentro, sin propósitos ni programaciones.
Mi transformación será vivir desde Dios.
Dios en mi y yo en El, que es mi consistencia, mi fuerza, mi luz, mi verdad, mi vida.
El y solo El es el que me puede llenar por dentro y por fuera.
El es el reino de Dios dentro de nosotros y el reino que hemos de irradiar en toda nuestra existencia.
Esta transformación interior se manifiesta en una vivencia de amor profundo, de entrega y de disponibilidad para con todos.
Un amor que comparte lo que somos y lo que tenemos.
Esta transformación nos va descubriendo una verdadera escala de valores.
Percibimos serenidad,paz interior que nada ni nadie nos puede quitar.
Tenemos el gozo interior del que siente que está en manos de Dios y su cariño y ternura.
En cambio la oración superficial no transforma la vida de nadie.
De ella solo surgen cambios externos, ya que los propósitos, los buenos deseos y los proyectos no afectan a las raíces profundas de la persona y por tanto no la transforman desde dentro.
http://oicvva.wordpress.com/2007/02/21/oracion-y-vida/