Entrevista al Cardenal Burke: la reforma litúrgica fue muy radical, incluso violenta
Publicado por: Adelante la Fe 19 diciembre, 2014
Hace unos días Gloria TV entrevistó al cardenal Burke, ofrecemos a nuestros lectores de Adelante la Fe nuestra traducción de la misma. Agradecemos a Zela Fabbri su pronta traducción. Los destacados de la entrevista son nuestros.
Sobre el Concilio Vaticano II
P. Su Eminencia, usted creció antes del Concilio Vaticano II. ¿Cómo recuerda aquellos tiempos?
R. Yo crecí en un tiempo muy hermoso en la Iglesia, en la que se nos instruía cuidadosamente en la fe, tanto en casa como en la escuela católica, en especial con el Catecismo de Baltimore. Recuerdo la gran belleza de la Sagrada Liturgia, con hermosas Misas incluso en nuestro pequeño pueblo agrícola. Y luego, por supuesto que estoy muy agradecido a mis padres que me dieron una formación muy sólida sobre la forma de vivir como católico. Así es que fueron años muy hermosos
P. Un amigo mío que nació después del Concilio solía decir: “No todo era bueno en los viejos tiempos, pero todo era mejor.” ¿Qué opina de esto?
R: Bueno, tenemos que vivir en cualquier momento que el Señor nos da. Ciertamente, tengo muy buenos recuerdos de crecer en la década de 1950 y principios de 1960. Creo que lo más importante es que apreciamos la naturaleza orgánica de nuestra fe católica y valoramos la tradición a la que pertenecemos y por la cual la fe ha llegado a nosotros.
P. ¿Abrazó con entusiasmo los grandes cambios después del Concilio?
A. Lo que sucedió inmediatamente después del Concilio – en aquel momento yo estaba en el seminario menor , y observábamos lo que estaba ocurriendo en el Concilio – pero lo ocurrido después del Concilio fue muy fuerte, incluso en algunos casos violento, que tengo que decir que, aun cuando era joven, empecé a cuestionar algunas cosas – si esto era realmente lo que se pretendía con el Concilio- porque advertí que muchas cosas hermosas que la Iglesia tenía de repente desaparecían e incluso ya no eran consideradas hermosas. Pienso, por ejemplo, en la gran tradición del canto gregoriano o el uso del latín en la celebración de la Sagrada Liturgia. Y Luego también, estaba, el llamado “espíritu del Concilio Vaticano II” que influyó otras áreas – por ejemplo, la vida moral, la enseñanza de la fe – y seguidamente vimos tantos sacerdote abandonar su ministerio sacerdotal, y a muchas hermanas religiosas renunciar a la vida religiosa. Así es que, sin duda alguna habían aspectos del período post-conciliar que planteaban preguntas.
P. Usted fue ordenado sacerdote en 1975. ¿Cree usted que algo se ha hecho mal en la Iglesia?
R. Sí, yo creo que sí. De alguna manera, hemos perdido el fuerte sentido de la centralidad de la Sagrada Liturgia y, por tanto, de la función sacerdotal y el ministerio en la Iglesia. Tengo que decir, que yo estaba tan fuertemente criado en la fe, y tenía un sólido entendimiento de la vocación, que nunca podría rechazar hacer lo que Nuestro Señor estaba pidiendo. Pero vi que había algo que sin duda había salido mal. Fui testigo, por ejemplo, cuando era un joven sacerdote, del vacío de la catequesis. Los textos de catequesis eran muy pobres. Entonces fui testigo de las experimentaciones litúrgicas – algunas de las cuales no quiero ni recordar – la pérdida de la vida devocional, la asistencia a la misa del domingo comenzó a disminuir de manera constante: todo ello me indicaba que algo había salido mal.
Sobre las dos formas de la Santa Misa
P: ¿Podría haber imaginado en 1975 que, un día ofrecería Misa en el rito que fue abandonado por el bien de la renovación?
R. No, no me lo hubiera imaginado. Aunque, debo decir también que lo encuentro lógico, ya que es un rito muy hermoso y el que la Iglesia lo haya recuperado me parece un signo muy saludable. Pero, en aquel momento, hay que decir que la reforma litúrgica en particular fue muy radical y, como he mencionado antes, incluso violenta, por lo que el pensamiento de una restauración no parecía algo posible. Pero, gracias a Dios, sucedió. Sigue leyendo
Sobre el Concilio Vaticano II
P. Su Eminencia, usted creció antes del Concilio Vaticano II. ¿Cómo recuerda aquellos tiempos?
R. Yo crecí en un tiempo muy hermoso en la Iglesia, en la que se nos instruía cuidadosamente en la fe, tanto en casa como en la escuela católica, en especial con el Catecismo de Baltimore. Recuerdo la gran belleza de la Sagrada Liturgia, con hermosas Misas incluso en nuestro pequeño pueblo agrícola. Y luego, por supuesto que estoy muy agradecido a mis padres que me dieron una formación muy sólida sobre la forma de vivir como católico. Así es que fueron años muy hermosos
P. Un amigo mío que nació después del Concilio solía decir: “No todo era bueno en los viejos tiempos, pero todo era mejor.” ¿Qué opina de esto?
R: Bueno, tenemos que vivir en cualquier momento que el Señor nos da. Ciertamente, tengo muy buenos recuerdos de crecer en la década de 1950 y principios de 1960. Creo que lo más importante es que apreciamos la naturaleza orgánica de nuestra fe católica y valoramos la tradición a la que pertenecemos y por la cual la fe ha llegado a nosotros.
P. ¿Abrazó con entusiasmo los grandes cambios después del Concilio?
A. Lo que sucedió inmediatamente después del Concilio – en aquel momento yo estaba en el seminario menor , y observábamos lo que estaba ocurriendo en el Concilio – pero lo ocurrido después del Concilio fue muy fuerte, incluso en algunos casos violento, que tengo que decir que, aun cuando era joven, empecé a cuestionar algunas cosas – si esto era realmente lo que se pretendía con el Concilio- porque advertí que muchas cosas hermosas que la Iglesia tenía de repente desaparecían e incluso ya no eran consideradas hermosas. Pienso, por ejemplo, en la gran tradición del canto gregoriano o el uso del latín en la celebración de la Sagrada Liturgia. Y Luego también, estaba, el llamado “espíritu del Concilio Vaticano II” que influyó otras áreas – por ejemplo, la vida moral, la enseñanza de la fe – y seguidamente vimos tantos sacerdote abandonar su ministerio sacerdotal, y a muchas hermanas religiosas renunciar a la vida religiosa. Así es que, sin duda alguna habían aspectos del período post-conciliar que planteaban preguntas.
P. Usted fue ordenado sacerdote en 1975. ¿Cree usted que algo se ha hecho mal en la Iglesia?
R. Sí, yo creo que sí. De alguna manera, hemos perdido el fuerte sentido de la centralidad de la Sagrada Liturgia y, por tanto, de la función sacerdotal y el ministerio en la Iglesia. Tengo que decir, que yo estaba tan fuertemente criado en la fe, y tenía un sólido entendimiento de la vocación, que nunca podría rechazar hacer lo que Nuestro Señor estaba pidiendo. Pero vi que había algo que sin duda había salido mal. Fui testigo, por ejemplo, cuando era un joven sacerdote, del vacío de la catequesis. Los textos de catequesis eran muy pobres. Entonces fui testigo de las experimentaciones litúrgicas – algunas de las cuales no quiero ni recordar – la pérdida de la vida devocional, la asistencia a la misa del domingo comenzó a disminuir de manera constante: todo ello me indicaba que algo había salido mal.
Sobre las dos formas de la Santa Misa
P: ¿Podría haber imaginado en 1975 que, un día ofrecería Misa en el rito que fue abandonado por el bien de la renovación?
R. No, no me lo hubiera imaginado. Aunque, debo decir también que lo encuentro lógico, ya que es un rito muy hermoso y el que la Iglesia lo haya recuperado me parece un signo muy saludable. Pero, en aquel momento, hay que decir que la reforma litúrgica en particular fue muy radical y, como he mencionado antes, incluso violenta, por lo que el pensamiento de una restauración no parecía algo posible. Pero, gracias a Dios, sucedió. Sigue leyendo