segunda-feira, 19 de abril de 2010

¿Cómo fueron nuestras Vigilias pascuales? Y mirada al pasado

Desde el Viernes de Dolores hasta la Octava de Pascua he leído -devorado- un libro minucioso en datos, fuentes, Sacramentarios y Pontificales, sobre la Vigilia pascual:

Robert Amiet,
La veillée pascale dans l´Église latine, I. Le rite romain,
Paris, Du Cerf, 1999; 472 pp.

El autor, venerable anciano ya fallecido, desde muy joven se hizo un fichero con todos los datos y fuentes de la Vigilia pascual en todos los ritos occidentales; en la ancianidad se puso a escribir y no pudo publicar el proyectado segundo volumen sobre los ritos occidentales no-romanos.

Incluye también muchos datos de su experiencia personal y de entrevistas con sacerdotes, capellanes y párrocos en los años 30 y 40 sobre la Vigilia pascual. Recordemos que entonces se celebraba a primeras horas de la mañana del sábado santo, habiendo perdido su carácter nocturno y sobre todo habiendo perdido todo sentido en la espiritualidad. 

¡Y que algunos añoren estos tiempos que ahora idealizan! Menos mal que Pío XII tuvo la valentía de reformar los ritos de la Semana Santa (ad experimentum en 1951, aprobado en 1955) y tocar lo que durante siglos parecía inmóvil y sacrosanto pero vacío. ¡Cuántas cosas, y entre ellas esta reforma acertadísima, hemos de agradecer a Pío XII!

Ofrece al autor las notas de algunas entrevistas a párrocos franceses sobre la asistencia y participación de los fieles en esa Vigilia pascual que de nocturna devino en matutina. Y resulta escalofriante. La transcribo para ilustrar:



"Permítase abrir aquí un paréntesis respeto a la cuestión práctica siguiente, concerniente al "oficio del sábado santo" celebrado en todas las iglesias a primeras horas de la mañana. ¿Cuál era en esta época la participación de los parroquianos (feligreses) en esta larguísima liturgia, celebrada obligatoriamente en latín? Me contentaré con traer aquí tres entrevistas que tuve, personalmente, con tres excelentes curas de pequeñas parroquias de la campiña [rurales], a los que había hecho partícipes de mis ideas y de mis preocupaciones sobre la restauración nocturna de esta sublime función. Los tres, flens dico, jamás habían oído, ninguno de ellos, hablar del Misterio pascual y bautismal...
La primera entrevista se sitúa en 1935 con el párroco de la parroquia del Grau-du-Roi, en la diócesis de Nîmes, en esta época pequeña estación balenearia del departamento del Gar. Transcribo aquí palabra por parlabra sus propias palabras: "El sábado santo el oficio es demasiado largo. Al principio, convocaba a los feligreses a la iglesia esta día a las 8 [de la mañana]. Algunas ancianas venían, y se iban después de una media hora de presencia, es decir, durante las últimas lecturas bíblicas. Solamente una o dos personas permanecían hasta el final. Viendo esto, después de varios años, comienzo el oficio yo solo en la iglesia a las 7, manteniendo el anuncio de la Misa para las 8. Así, las pocas personas que vienen están al menos en la misa".

Recojo el segundo testimonio en 1938, del párroco de la parroquia de Charly (Rhône), en la diócesis de Lyon, amplia localidad rural cercana a la metrópoli de Gaules. Este excelente hombre, aparentemnete sorprendido por mi intención, me declaró textualmente lo que sigue: "Cuando yo era vicario en una parroquia de la ciudad de Saint-Étienne, en los años que precedieron a la guerra de 1914-1918, mi párroco y sus tres vicarios -yo era el tercer vicario- cumplían a toda prisa [sic!] el oficio del sábado santo con el pretexto de que no interesaba a nadie: como prueba las sillas vacías ante las que se desarrollaba esta liturgia expeditiva. Por tanto, cada año, yo venía fielmente llegar el sábado santo a la iglesia dos jóvenes, con un enorme libro bajo el brazo. Estoy seguro que era el libro de Dom Guéranger sobre la liturgia. Se ponían en las primeras sillas, donde estaban prácticamente solos, y seguían las diversas partes de la ceremonia con la atención más minuciosa y más constante. Supe más tarde que uno de ellos se llamaba Jean Guitton. [Un instante de silencio, después:] ¡Me preguntaba qué venían a hacer...[sic!]!".

En cuanto a la tercera entrevista, tuvo lugar con el muy anciano y simpático párroco de la parroquia de Polignac (Haute-Loire), en la diócesis de Puy, en 1948, con ocasión de un campo scout. Ésta fue su respuesta: "El oficio del sábado santo es infinitamente largo y no dice absolutamente nada a los poquísimos raros fieles que van a él. Para abreviar, yo pegué juntas todas las páginas donde estaban impresas las doce interminables profecías [lecturas bíblicas]. Comencé a leer las primeras líneas de la primera y saltaba de golpe a las últimas líneas de la última [sic!]. Esto era más que suficiente para las pocas personas presetes, para las que esta sucesión de doce textos bíblicos en latín no tiene estrictamente ningún sentido". Sin comentario" (pp. 89-91).

Me parece suficientemente ilustrativo: así estaban las cosas. La liturgia había perdido su valor espiritual; eran ceremonias que se cumplían, a las que no iba nadie (sólo la Misa dominical para ver la elevación tras la consagración, rezando el rosario en silencio durante la Misa), donde los sacerdotes hacían lo que podían y se tomaban sus libertades... No, no se puede idealizar el pasado de la liturgia. No se puede condenar -y esa es la moda y el ritornello de algunos- la reforma litúrgica actual promovida por un Concilio.

Gracias a Pío XII, la liturgia empezó a reformarse.

Ahora bien, a fecha de hoy, ¿la Vigilia pascual es realmente el centro de todo? ¿Se educa en la participación en esta solemnidad? ¿Se predica sobre ella, se instruye en catequesis, se preparan los cantos, salmos y lecturas a lo largo de toda la cuaresma y no dos días antes...?
 
fonte:corazón Eucarístico de Jesús