terça-feira, 18 de maio de 2010

Prejuicios a la Misa Tradicional

Prejuicios a la Misa Tradicional (I)

8 05 2010

Inciamos con esta entrada una serie de artículos con el fin de aportar luz sobre prejuicios y críticas a la Misa Tradicional. 
 ”La Misa Tradicional no forma comunidad,  ni es  participativa”
Dietrich von Hildebrand, uno de los filósofos cristianos más eminentes del mundo, profesor en la Universidad Fordham, al que el Papa Pio XII llamó «el Doctor del siglo XX en la Iglesia», Juan Pablo II  definió como «Uno de los más grandes eticistas del Siglo XX» y sobre  él Benedicto XVI afirmó: “Cuando la historia intelectual de la Iglesia Católica en el siglo XX sea escrita, el nombre de Dietrich von Hildebrand será más prominente entre las figuras de nuestro tiempo”,  escribió sobre este respecto:
“Aquellos que se expresan con inmoderado entusiasmo sobre la nueva liturgia hacen mucho del punto que durante los años la misa había perdido su carácter comunal y se había hecho una ocasión para la adoración individualista. La nueva misa vernácula, insisten, restaura el sentido de comunidad sustituyendo las devociones privadas con la participación de la comunidad. Mas ellos olvidan que hay diferentes niveles y clases de comunión con otras personas. El nivel y la naturaleza de una experiencia de comunión está determinada por el tema de la comunión, el nombre o la causa en la cual los hombres están reunidos. Entre más alto el bien que el tema representa y que enlaza a los hombres, más sublime y más profunda es la comunión. Obviamente la escencia y la naturaleza de una experiencia de comunidad en el caso de una gran emergencia nacional son radicalmente diferentes de la experiencia de comunidad de un cóctel. Y por supuesto las diferencias más asombrosas en comunidades serán encontradas entre la comunidad cuyo tema es lo sobrenatural y aquella cuyo tema es simplemente natural. La realización de las almas de los hombres que son realmente tocados por Cristo, es la base de una comunidad única, una comunión sagrada, una cuya calidad es incomparablemente más sublime que aquella de cualquier comunidad natural. La auténtica comunión entre los fieles que la liturgia del Jueves Santo expresa tan bien en las palabras «congregavit nos in unum Christi amor», es sólo posible como fruto de la comunión Tu-yo con Cristo mismo. Sólo una relación directa al Dios-hombre puede realizar esta unión sagrada entre los fieles.
La despersonalizante «experiencia común» es una teoría perversa de la comunidad. La comunión en Cristo no tiene nada de la auto afirmación encontrada en las comunidades naturales. Esta respira de la Redención. Esta libera a los hombres de todo egocentrismo. Mas aún tal comunión enfáticamente no depersonaliza al individuo; lejos de disolver a la persona en lo cósmico, en el desmayo panteísta tan a menudo alabado entre nosotros estos días, realiza al verdadero ser de la persona en un modo único. En la comunidad de Cristo el conflicto entre persona y comunidad que está presente en todas las comunidades naturales no puede existir. Luego esta experiencia de comunidad sagrada está realmente en guerra con la despersonalizante «experiencia común» encontrada en asambleas masivas y reuniones populares que tienden a absorber y evaporar al individuo. Esta comunión en Cristo que estaba tan totalmente viva en los siglos cristianos tempranos, que todos los santos entraron y que encontró una expresión incomparable en la liturgia ahora bajo ataque – esta comunión nunca ha considerado a la persona individual como un mero segmento de la comunidad, o como un instrumento para servirlo. En esta unión vale la pena notar que la ideología totalitaria no solo sacrifica el individuo al colectivo; algunas ideas cósmicas de Teilhard de Chardin, por ejemplo, implican el mismo sacrificio de la colectividad. Teilhard subordina al individuo y su santificación al supuesto desarrollo de la humanidad. En un tiempo en el que esta perversa teoría de la comunidad es abrazada incluso por muchos Católicos, hay motivos claramente urgentes de insistir enérgicamente en el carácter sagrado de la verdadera comunión en Cristo. Yo sostengo que la nueva liturgia debe ser juzgada por esta prueba: ¿contribuye esta a la auténtica comunidad sagrada? Se da por hecho que se esfuerza por un carácter de comunidad; ¿pero es este el carácter deseado? ¿Es esta una comunión basada en recogimiento, contemplación y reverencia? ¿Cuál de los dos – la nueva misa, o la misa latina con el Canto gregoriano – evoca estas actitudes del alma con más eficacia, permitiendo así una comunión más profunda y verdadera? ¿No está claro que con frecuencia el carácter de comunidad de la nueva misa es puramente profano, que, como con otras reuniones sociales, su mezcla de relajación ocasional y ajetreada actividad impide un encuentro reverente, contemplativo con Cristo y con el misterio inefable de la Eucaristía?”
  

Prejuicios a la Misa Tradicional (II)

10 05 2010


“El latín es un obstáculo”
Ante esta afirmación hay que recordar que el latín es la lengua de la Iglesia y no es una peculiaridad de la Misa Tradicional (aunque en la práctica, desgraciadamente,  sea así).  El  Concilio Vaticano II  nos recuerda en la  Constitución Sacrosantum Concilium sobre la Sagrada liturgia :
36. § 1. Se conservará el uso de la lengua latina en los ritos latinos, salvo derecho particular.
Para ser concientes de la importancia del latín es muy interesante leer este fragmento de  “Las Instituciones Litúrgicas”, Vol.I, Cap.IV, de Mons. Próspero Gueranger O.S.B. ,  Abad del famoso monasterio de Solesmes, restaurador de la Sagrada Liturgia, y una de las personalidades más insignes del movimiento ultramontano francés del siglo XIX:
“Dado que la reforma litúrgica ( reforma protestante ) tuvo por uno de sus principales objetivos la abolición de los actos y fórmulas de significado místico, es una lógica consecuencia de ello que sus autores deban reivindicar el uso del vernáculo en el culto divino. A los ojos de los sectarios éste es un punto importantísimo. El culto no es cosa secreta. La gente, dicen, debe comprender lo que canta.
 
El odio al latín es innato en el corazón de todos los enemigos de Roma. Lo reconocen como el vínculo entre todos los católicos en todo el universo, como el arsenal de la ortodoxia contra todas las sutilezas del espíritu sectario. Lo consideran el arma más eficaz del papado. El espíritu de rebeldía que los lleva a confiar la oración universal al idioma de cada pueblo, de cada provincia, de cada siglo, ha dado por otra parte sus frutos y los reformados mismos perciben a cada momento que los católicos, a pesar de sus oraciones en latín, saborean mejor y cumplen con mayor celo que los protestantes los deberes del culto.
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En las iglesias católicas el culto divino se lleva a cabo a toda hora. El fiel católico que asiste a él deja su lengua materna en la puerta. Fuera del sermón no oye más que palabras misteriosas que, incluso, no son oídas en el momento más solemne del Canon de la Misa. Sin embargo, este misterio le encanta de tal modo que no siente celos de la suerte de los protestantes, aunque éstos no oigan una sola palabra sin percibir su significado…
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Debemos admitir que el haber declarado la guerra a la lengua sagrada ha sido un golpe maestro del protestantismo. Si alguna vez tuviera éxito en destruirla estaría ciertamente en el camino de la victoria. Expuesta a miradas profanas, como una virgen que ha sido violada, desde ese momento la Liturgia ha perdido mucho de su carácter sagrado, y muy pronto la gente pensará que ya no vale la pena dejar de lado una tarea o un entretenimiento para ir a oír lo que se dice de la misma manera que en el mercado…
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Al arrancar de la Liturgia el misterio que humilla a la razón, el protestantismo tuvo cuidado de no olvidar su consecuencia práctica, esto es, la liberación del esfuerzo y agobio del cuerpo impuestos por las reglas de la Liturgia “papista”. Ante todo, basta de ayuno, basta de abstinencia, basta de genuflexiones en la oración… “

Prejucios a la Misa Tradicional (III)

18 05 2010

“La Misa Tradicional esta llena de signos y gestos vacíos o supérfluos”
Habría que empezar por decir que sí es verdad que la Misa Tradicional es muy rica en  signos y gestos rituales,  ahora bien, estos signos y gestos tienen su razón de ser, no están vacíos, ni son supérfluos, existen  no por pura razón “estética”, que también,  sino porque exteriozan esa actitud tan necesaria en el trato con Dios:  la reverencia.  Para ahondar más sobre esta actitud volvemos a hacernos eco de las palabras del filósofo Dietrich von Hildebrand:
¿Cuál es el papel de la reverencia en una vida realmente cristiana, y sobre todo en una adoración realmente cristiana de Dios?
La reverencia da al Ser la oportunidad de hablarnos: la grandeza última del hombre es el ser capax Dei. La reverencia es de importancia capital para todas las esferas fundamentales de la vida del hombre. Puede ser correctamente llamada «la madre de todas las virtudes», pues es la actitud básica que todas las virtudes presuponen. El gesto más elemental de la reverencia es una respuesta a ser uno mismo. Esta distingue a la autónoma majestad del ser, de una mera ilusión o ficción; es un reconocimiento de la consistencia interior y positiva del ser – de su independencia de nuestros humores arbitrarios. La reverencia da al ser la oportunidad de desplegarse a sí mismo, para, así como era, hablarnos; fecundar nuestras mentes. Por lo tanto la reverencia es indispensable a cualquier conocimiento adecuado del Ser.
La profundidad y la plenitud del Ser, y sobre todo sus misterios, nunca serán revelados a nadie sino solo a la mente reverente. Recuerde que la reverencia es un elemento constitutivo de la capacidad para «sorprenderse», que Platón y Aristóteles afirmaron que es la condición indispensable para la filosofía.En efecto, la irreverencia es una fuente principal del error filosófico. Pero si la reverencia es la base necesaria para todo el conocimiento confiable del ser, es además, indispensable para comprender y ponderar los valores basados en el ser. Sólo el hombre reverente que está listo a admitir la existencia de algo mayor que él, quién quiere ser silencioso y dejar al objeto hablarle – quién se abre – es capaz de entrar en el mundo sublime de los valores. Además, una vez que una gradación de valores ha sido reconocida, una nueva clase de reverencia está en orden- una reverencia que no responde sólo a la majestad de ser como tal, sino al valor específico de un ser específico y a su fila en la jerarquía de valores. Y esta nueva reverencia permite el descubrimiento de todavía otros valores.

El hombre refleja su carácter esencialmente receptivo como una persona creada, únicamente en la actitud reverente; la grandeza última del hombre debe ser capax Dei. El hombre tiene la capacidad, en otras palabras, de comprender algo mayor que él, ser afectado y fecundado por ello, abandonársele para su propio bien – en una respuesta pura a su valor. Esta capacidad de superarse distingue al hombre de una planta o un animal; éstos últimos se esfuerzan sólo por desplegar su propio ser. Ahora: sólo el hombre reverente es quien puede superarse conscientemente y así conformarse a su condición humana fundamental y a su situación metafísica.
¿Encontramos mejor a Cristo elevándonos hasta Él, o arrastrándole a nuestro mundo rutinario?
El hombre irreverente por contraste, se acerca al ser en una actitud de superioridad arrogante o de familiaridad indiscreta, satisfecha. En cualquier caso él está discapacitado; es el hombre que va tan cerca de un árbol o edificio quien ya no puede verlo. En vez de permanecer a la distancia espiritual apropiada, y mantener un silencio reverente de modo que el ser pueda decir su palabra, él se impone y así, en efecto, silencia al ser. En ninguna esfera es la reverencia más importante que la religión. Tal como hemos visto, esta afecta profundamente la relación del hombre hacia Dios. Pero además penetra la religión entera, sobre todo la adoración a Dios. Hay un eslabón íntimo entre reverencia y santidad: la reverencia nos permite experimentar lo sagrado, elevarse sobre lo profano; la irreverencia nos ciega al mundo entero de lo sagrado. La reverencia, incluyendo el sobrecogimiento – incluso temor, miedo y temblor – es la respuesta específica a lo sagrado.
Rudolf Otto ha desarrollado claramente este punto en su famoso estudio «La Idea de lo Santo». Kierkegaard también llama la atención al papel esencial de la reverencia en el acto religioso, en el encuentro con Dios. ¿Y no temblaron los Judíos en el temor profundo cuándo el sacerdote trajo el sacrificio en el sancta sanctorum? ¿No fué golpeado Isaiah con el miedo piadoso cuándo vio a Yahweh en el templo y exclamó, «el infortunio es conmigo, estoy condenado! pues soy un hombre de labios sucios… pero aún mis ojos han visto al Rey»? ¿Acaso las palabras de San Pedro después de la pesca milagrosa, «apártate de mí, oh Señor, porque soy un pecador» no declaran que cuándo la realidad de Dios fuerza la entrada sobre nosotros nos golpea con miedo y reverencia? El cardenal Newman ha demostrado en un sermón aturdidor que el hombre que no teme y no reverencía no ha conocido la realidad de Dios.

Cuando San Buenaventura escribe en Itinerium Mentis ad Deum que sólo un hombre de deseo (como Daniel) puede entender a Dios, él quiere decir que una cierta actitud del alma debe ser alcanzada a fin de entender el mundo de Dios, en el cual Él quiere conducirnos.
Este consejo es sobre todo aplicable a la liturgia de la Iglesia. El sursum corda – levantemos nuestros corazones – es la primera exigencia para la verdadera participación en la misa. Nada podría obstruir más el encuentro del hombre con Dios que la noción de que «vamos al altar de Dios» del mismo modo en el que vamos a una reunión social agradable, relajante. Esto es el motivo por el cual la misa latina con el Canto gregoriano que nos levanta hasta una atmósfera sagrada, es inmensamente superior a una misa vernácula con canciones populares, que nos abandona en una atmósfera profana simplemente natural.”




Notas de Mons. Pildain (I)

16 05 2010
Convencidos de la verdad de las palabras de Dietrich von Hildebrand cuando afirma que «ni el desarrollo ni la reforma implican alteración de la esencia de la Iglesia durante el transcurso de la historia. Lejos de eso, este ritmo sobrenatural del crecimiento y renovación es lo más opuesto que hay al movimiento del espíritu hegeliano del mundo en la historia [esto es, un cambio constante de la verdad a lo largo del tiempo]. Es algo sumamente distinto de una adaptación de la Iglesia al espíritu de una época. Es un ritmo que lo hallamos tan sólo en la vida de la Iglesia. Y brota de su vitalidad sobrenatural.» Así pues, pensamos que los problemas de nuestra Diócesis de Canarias no se arreglan con ese afanoso “correr hacia adelante” buscando nuevas soluciones o nuevos medios para tratar de vencer la secularización interna y externa. Estamos convencidos de que la solución a nuestros problemas no se hayan en “nuevas técnicas” o cosas parecidas, sino en recuperar el ritmo de la vida sobrenatural, en restaurar la Iglesia según su arquetipo eterno, que es Jesucristo.
Por ello consideramos que una vía más sabia y prudente que la búsqueda afanosa de novedades es mirar con calma y paciencia lo que nos legaron nuestros antepasados, muchas veces más sabios que nosotros mismos, para conseguir la anhelada salud de nuestra Madre la Iglesia.
Es con este fin en mente que queremos publicar algunos extractos de las Constituciones Sinodales hechas bajo el pontificado de Monseñor Pildain, así como otros textos que puedan servir de luz en esta época colmada de confusión. Y empezaremos, como no, por un extracto sobre la enseñanza de la Santa Misa, tan necesaria hoy en día.
Predicación sobre la S. Misa
Const. 121.- Deseamos que mediten todos las siguientes palabras, dirigidas por N.S. Padre, el Papa Pío XII, a párrocos y predicadores: “Es deber vuestro la solicitud para que el domingo vuelva a ser de nuevo el día del Señor y la Santa Misa sea el centro de la vida cristiana.
“La obligación de oír misa, en los días festivos, es grave. Con todo, con qué frecuencia las iglesias están, casi desiertas de hombres, diseminadas acá y allá de piadosas mujeres. Y, sin embargo, no es cosa digna de un cristiano creerse excusado de la observancia de este precepto por ligero e insignificante motivo, y es de creer que los fieles no obrarían de este modo si tuvieran una idea clara, intima y ardiente del misterio eucarístico.
Explicadles, pues, este sacrificio redentor del Hombre-Dios, centro de todo el culto de la Iglesia Católica, a que están dedicadas basílicas, templos, oratorios, altares.
Explicad al pueblo el significado y la dignidad del sacerdocio católico y aleccionadlo para tomar parte en el santo sacrificio con piedad y fruto espiritual. ¿Qué valor tendría el culto divino social si no fomentara la participación de cada uno y la santificación personal?
“De todas las prácticas de piedad, la devoción más grande, eficaz y santa es la participación en el santo sacrificio, de los fieles, por los cuales, como presentes, ruega el sacerdote en el acto de ofrecer la víctima divina.
“Esto supuesto, Nos alabamos el que inciéis a los fieles en la inteligencia y belleza de las oraciones litúrgicas de la Misa y que los forméis para participar en ella activamente.
Const. 122- (…) ordenamos que los sres. Curas y demás sacerdotes de ambos cleros instruyan con insistencia a los fieles cristianos:
1) acerca de la naturaleza y excelencia del Sacrificio de la Misa, de sus fines y saludables efectos para la vida del mundo, y finalmente de sus ritos y ceremonias, para que los fieles no asistan a aquel tan sólo pasivamente, sino que se unan con los sacerdotes, sacrificadores, en alma y corazón, en fe y caridad;
2) sobre la grave obligación que tienen de oír la Misa todos cuantos, teniendo siete años, han llegado al uso de la razón, los domingos y demás días de precepto, puesto que se trata del acto principal del culto católico y público a Dios debido, por el que reconocemos el supremo imperio de Dios Creador sobre nosotros;
3)
acerca de la virtud impetratoria y propiciatoria del Sacrificio de la Misa, la cual bien considerada y conocida, se animen los fieles a asistir al mismo frecuentemente y, si es posible, cada día, para dar gracias a Dios, para obtener beneficios, para expíar los pecados propios o de los difuntos, (…);
4) sobre la salubérrima participación del banquete celestial cuantas veces asisten al sacrificio, uniéndose más estrechamente con Cristo (…);
5) sobre el dogma de la Comunión de los Santos, por cuya virtud el Sacrificio de la Misa se aplica ubérrimamente no sólo por los fieles difuntos que expían en el fuego del Purgatorio sus humanas fragilidades, sino también por los hombres que viven en la tierrra, ya que, oprimidos por todas partes con tantas y tan grandes angustias y calamidades, ahora principalmente, necesitan encontrar la misericordia de Dios y conseguir su auxilio.
Const. 123.- Para que más fácilmente lleven a la práctica estas prescripciones, los Sres. Curas de almas induzcan con frecuencia a los fieles a ordenar de verdad su vida según los preceptos de Cristo, evitando todo aquello que sea menos conforme con la fe y las costumbres cristianas.
fonte:santa Misa gregoriana