En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo como víctima por nuestros pecados.
Queridos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros (1 Juan 4, 10-11).
DIOS ME DICE
Conozco tu miseria, las luchas y
tribulaciones de tu alma, la debilidad y las dolencias de tu cuerpo; conozco tu
cobardía, tus pecados y tus flaquezas; y a pesar de todo te digo: “Dame tu
corazón. Ámame tal como eres”...
Si
para darme tu corazón esperas a ser un ángel, nunca llegarás a amarme. Aun
cuando caigas de nuevo muchas veces en esas faltas que quisieras no cometer
jamás, y seas un cobarde para practicar la virtud, no te consiento que me dejes
de amar.
Ámame
tal como eres. Ámame en todo momento, cualquiera que sea la situación en que te
encuentres: de fervor o sequedad, de fidelidad o traición.
Ámame
tal como eres. Quiero el amor de tu corazón indigente. Si esperas a ser perfecto
para amarme, nunca me llegarás a amar...
Déjame amarte. Quiero tu corazón.
En mis planes está moldearte. Pero mientras eso llega, te amo tal como eres. Y
quiero que tú hagas lo mismo: deseo ver tu corazón que se levanta desde lo
profundo de tu miseria. Amo en ti incluso tu debilidad.
Me
gusta el amor de los pobres. Quiero que desde la indigencia se levante
incesantemente este grito: ¡Te amo, Señor! Lo que me importa es el canto de tu
corazón. ¿Para qué necesito yo tu ciencia o tus talentos? No te pido virtudes; y
aun cuando yo te las diera, eres tan débil, que siempre se mezclaría en ellas el
amor propio; pero no te preocupes por eso... Preocúpate sólo de llenar con amor
el momento presente.
Hoy
me tienes a la puerta de tu corazón, como un mendigo, a mí, que soy el Señor de
los señores. Llamo a tu puerta y espero; apresúrate a abrirme; no alegues tu
miseria.
Si
conocieras plenamente la dimensión de tu indigencia morirías de dolor. Una sola
cosa podría herirme el corazón: ver que dudas y que te falta confianza.
Quiero que pienses en mí todas las
horas del día y de la noche. No quiero que realices ni siquiera la acción más
insignificante por un motivo que no sea el amor.
Cuando te toque sufrir, yo te daré
fuerzas; tú me diste amor a mí; yo te haré amar más de lo que hayas podido
soñar. Pero recuerda esto: “ÁMAME TAL COMO ERES”
(Carlos
de Foucauld)