LA MEDALLA DE LA VIRGEN MILAGOSA
En este momento se apareció una forma ovalada
en torno a la Virgen y en el borde interior apareció escrita la siguiente
invocación: "María sin pecado concebida, ruega por nosotros, que acudimos a
ti"
Estas palabras formaban un semicírculo que
comenzaba a la altura de la mano derecha, pasaba por encima de la cabeza de la
Santísima Virgen, terminando a la altura de la mano izquierda .
Oyó de nuevo la voz en su interior: "Haz que se
acuñe una medalla según este modelo. Todos cuantos la lleven puesta recibirán
grandes gracias. Las gracias serán mas abundantes para los que la lleven con
confianza".
La aparición, entonces, dio media vuelta y
quedo formado en el mismo lugar el reverso de la medalla.
En el aparecía una M, sobre la cual había una
cruz descansando sobre una barra, la cual atravesaba la letra hasta un tercio de
su altura, y debajo los corazones de Jesús y de María, de los cuales el primero
estaba circundado de una corona de espinas, y el segundo traspasado por una
espada. En torno había doce estrellas.
La misma aparición se repitió, con las mismas
circunstancias, hacia el fin de diciembre de 1830 y a principios de enero de
1831. La Virgen dijo a Catalina: "En adelante, ya no veras , hija mía; pero
oirás mi voz en la oración".
Un día que Sor Catalina estaba inquieta por no
saber que inscripción poner en el reverso de la medalla, durante la oración, la
Virgen le dijo: "La M y los dos corazones son bastante elocuentes".
LA SONRISA DE LA VIRGEN
El
salmista, vislumbrando de lejos este vínculo maternal que une a la Madre de
Cristo con el pueblo creyente, profetiza a propósito de la Virgen María que "los
más ricos del pueblo buscan tu sonrisa" (Sal 44,13). De este modo, movidos por
la Palabra inspirada de la Escritura, los cristianos han buscado siempre la
sonrisa de Nuestra Señora, esa sonrisa que los artistas en la Edad Media han
sabido representar y resaltar tan prodigiosamente. Este sonreír de María es para
todos; pero se dirige muy especialmente a quienes sufren, para que encuentren en
Ella consuelo y sosiego. Buscar la sonrisa de María no es sentimentalismo devoto
o desfasado, sino más bien la expresión justa de la relación viva y
profundamente humana que nos une con la que Cristo nos ha dado como
Madre.
Desear
contemplar la sonrisa de la Virgen no es dejarse llevar por una imaginación
descontrolada. La Escritura misma nos la desvela en los labios de María cuando
entona el Magnificat: "Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi
espíritu en Dios, mi Salvador" (Lc 1,46-47).
ORACIÓN DEL B. JUAN PABLO II EN LA CAPILLA DE LAS APARICIONES DE LA MEDALLA MILAGROSA Juan Pablo II (1980)
ORACIÓN DEL B.
JUAN PABLO II
EN LA CAPILLA DE
LAS APARICIONES DE LA MEDALLA MILAGROSA
Juan Pablo II (1980)
¡Oh María, sin pecado concebida! ruega por
nosotros que recurrimos a Ti ¡Oh María, sin pecado concebida! Ruega por nosotros
que recurrimos a Ti. Ésta es, oh María, la oración que inspiraste a Santa
Catalina Labouré en este mismo lugar, hace ciento cincuenta años. Y esta
Invocación, grabada ahora en la Medalla, la pronunciarán en adelante ¡tantos
fieles en el mundo entero! ¡Bendita tú eres entre todas las mujeres! Has sido
íntimamente asociada a toda la obra de nuestra Redención, asociada a la Cruz de
nuestro Salvador: tu corazón fue traspasado junto a su Corazón. Y ahora, en la
gloria de tu Hijo, no cesas de interceder por nosotros, pobres pecadores. Velas
por la Iglesia, de la que eres la Madre. Velas por cada uno de tus hijos, y
alcanzas de Dios, para cada uno de nosotros, todas las gracias que simbolizan
los rayos de luz que emergen de tus manos abiertas, con la sola condición de que
nos atrevamos a pedírtelas, de que nos acerquemos a Ti con la confianza, la
osadía, la sencillez de un niño. Y así, nos llevas sin cesar hacia tu divino
Hijo.