sexta-feira, 8 de novembro de 2013

Marino Restrepo vive una experiencia mística de iluminación de su conciencia, reviviendo todos sus pecados y dándole un conocimiento profundo de su responsabilidad ante Dios y ante su vida terrenal.

Yo me encuentro en presencia del Señor, en pecado mortal, consciente plenamente de toda mi vida, en ese momento, el Señor me habla, la voz del Señor, una voz tan inmensamente grande en misericordia, amor, pureza, perdón, todo lo que pueden se pueden imaginar más hermoso. Una voz que pareciera que saliera de dentro de mí, como si viniera de todas partes al mismo tiempo, como si saliera de dentro de la tierra. Cuando comenzó a hablar, yo entre en una vergüenza tan inmensa que solo quería desaparecerme. En ese momento por primera vez, descubro la existencia del infierno.
Fíjense que yo, lo primero que hice fue negar al infierno, toda persona que vive en pecado mortal niega el infierno, porque no le conviene creer en el. Toda persona que cree en el infierno, le toca cambiar. Por eso es muy conveniente no creer en el infierno, eso nos da a nosotros la posibilidad de acomodar nuestra vida de acuerdo a nuestras conveniencias y así era yo. Como estaba de equivocado, lo primero que yo evidencie fue la existencia del infierno y les voy a explicar porque:

Hay dos clases de vergüenza, una vergüenza santa, que nos lleva a arrepentirnos, a pedir perdón y buscar cómo solucionar todo lo que hemos hecho mal y otra que es la del amor propio, de la vanidad y el orgullo, esa no busca reconciliación, busca escaparse de las responsabilidades y entra en una pena, una vergüenza pero consigo mismo, se culpa por lo que se hizo pero no le importa lo que le hizo a los demás, ese era mi estado y es el estado de un alma, que se presenta ante Dios con el pecado mortal. Su propio amor propio, lo destierra de la presencia de Dios; le da ira consigo mismo, el Demonio que fue socio del pecado e ira con Dios. ¿Qué sucede? Se mete e n la oscuridad para siempre y ese es el infierno mismo, el alma misma camina a su perdición. El peor enemigo olvídese de que es Satanás, el peor enemigo somos nosotros mismos, que invitamos a Satanás a que nos acompañe a caminar por entre su mundo y con Él nos vamos a su casa, que son las tinieblas eternas. Ahí estaba yo parado, en ese territorio.

El Señor me empieza a hablar, si yo los pudiera tener por semanas enteras con sólo lo que escuché de la voz del Señor, por que más adelante les cuento todo lo que yo veo. El Señor, entre las cosas que puedo alcanzar por compartirles esta noche, me habla de la humanidad y me dice “Nosotros estamos viviendo el momento más oscuro que haya vivido la humanidad en toda su historia, el hombre nunca había estado más lejos de Dios y nunca había sido tan materialista que hoy”, Él dice que “todo el desarrollo material y tecnológico que hemos visto, ha sido por pura vanidad, el hombre ha buscado como embellecerse más físicamente y como encontrar la salud del cuerpo, sabiendo que ni 1 segundo de la vida se puede aumentar con manos humanos. Cada uno de nosotros tenemos hasta el último cabello contado, por lo tanto tenemos nuestros días contados y solamente dios sabe cuántos son”, esto está encima de todo probado en las mismas escrituras.

Yo no sé si recuerdan ustedes un pasaje, en el que el profeta le dice a un rey que el Señor le manda a decir que se va a morir y el rey se arrepiente y se angustia y luego cuando el profeta se va, lo vuelve a mandar Dios para decirle al rey que le va a dar 10 años más de vida. Hay muchas revelaciones como estas en las que nos demuestran que todo está contado, entonces, sucede que el Señor dice que en este mundo de oscuridad en que estamos, el hombre se dedicó a buscar esa belleza física, nunca había habido tanta gente bonita en la tierra como hoy, por la vanidad que se dedicaron a embellecerse y no se están embelleciendo para la gloria de Dios, porque esas personas cuando se asoman al espejo, no están viendo el templo del espíritu santo, están viendo el templo de su humanidad, a ver si tienen una arruga más, si el pelo se les torció, si les queda bien el saco; y no es que el hombre no debemos de preocuparnos por estar bien, porque si somos el templo de Dios, debemos de vestirnos con dignidad, alimentarnos y cuidarnos. Ese es parte de nuestro deber, lo que sucede, es que gran parte de la humanidad lo hace por pura vanidad nada más, entonces, el Señor dice, si el hombre estuviese tan desarrollado, tecnificado para la gloria de Dios, no habría hambre en la tierra y todo el mundo tendría un techo en donde dormir, pero es tanta la avaricia del hombre que es una pequeña parte de la humanidad los que tienen los beneficios del desarrollo, por lo que el desarrollo que nosotros vemos es pura vanidad del hombre, no es para la gloria de Dios.LER...