Ultimo domingo después de Pentecostés
(II clase, verde)
Gloria, Credo y Prefacio de la Trinidad.
El formulario de la misa es el del último
domingo después de Pentecostés
Se cierra el Ciclo litúrgico con la semana
última del año eclesiástico y, con él, la historia del mundo, que se nos ha ido
recordando desde sus comienzos (en el Adviento), hasta su fin postrero (en el
Domingo 24º después de Pentecostés).
Por eso ha querido la Iglesia que este día se
lea en su Breviario (el libro del profeta MIQUEAS (contemporáneo de Oseas) con
el comentario de S. Basilio en que se nos habla del Juicio final, sirviendo de
comentario al Evangelio.
El Señor, dice Miqueas, saldrá de su lugar; las
montañas quedarán consumidas debajo de Él, y los valles se agrietarán y se
fundirán como cera junto a la llama, como las aguas que se precipitan por la
pendiente. Todo eso por causa del crimen de Jacob y de los pecados de la casa de
Israel (Noct., 50 domo de nov.).
Pero junto a estas amenazas vienen las promesas
de salvación: "Yo te juntaré a todo Jacob, y reuniré lo que aún queda de Israel
y los pondré juntos como a rebaño en el aprisco" Los asirios han destruido a
Samaría y los caldeos a Jerusalén; pero el Mesías restaurará esas ruinas, y ese
mesías nos dice Miqueas que ha de nacer en Belén, y que su reino, el de la
Jerusalén ce lestial, no tendrá fin.
Los profetas NAHUM, HABACUC, SOFONÍAS, AGGEO,
ZACARÍAS y MALAQUÍAS, cuyos escritos se leen también por ahora, confirman lo que
dice Miqueas. Jesús mismo empieza por evocar en el Evangelio la profecía de
DANIEL, que anuncia la ruina total y definitiva del Templo de Jerusalén y de la
nación judía por las armas romanas. Esa "abominable desolación que en el Templo
santo reinó" por entonces, fué justo castigo de la infidelidad y obstinación de
Israel en no querer admitir a Cristo (Ev.).El vaticinio de Daniel y de Jesús se
cumplió al pie de la letra unos años después de la Ascensión de Cristo, y la
desolación fue tal que de haber durado algo más ni un solo judío hubiera quedado
vivo. Mas Dios quiso abreviar aquellos aciagos días del asedio para salvar a los
que, al ver tamaño escarmiento, habían de convertirse.
Algo de esto sucederá también al fin del mundo,
del que la ruina de Jerusalén era figura. "Tunc, entonces" o sea, cuando Cristo
vuelva, serán todavía mayores los satánicos prodigios, entre ellos el
Antecristo, para hacerse pasar por Cristo. Ese hombre maldito de pecado llegará
hasta a sentarse en el Templo santo para que se le adore como a Dios.
Al fin de todo vendrá Jesús. Pero no humilde y
manso como la vez primera y en un rinconcillo del mundo; antes vendrá con
"poderío y majestad" y el Hijo del Hombre aparecerá con la rapidez de un
relámpago. Entonces le saldrán a esperar los elegidos con las ansias que el
águila manifiesta cuando cae sobre su presa. Su advenimiento se anunciará con
cataclismos de cielos, de mar y tierra. Todas las gentes estarán despavoridas y
con los ojos desencajados, y se lamentarán antes de morir muertos y antes del
juicio sentenciados, cuando vean en el cielo a Cristo a quien no quisieron
reconocer ni servir como a su Dios y Señor, y que ahora viene a juzgar a los
vivos y a los muertos y al mundo por el fuego (V. Libera me).
No hay pensamiento tan poderoso como éste para
apartarnos del pecado. Claro lo dice S. Basilio en la homilía de hoy: "Cuando el
deseo de pecar te ande salteando, quisiera te acordases del tremendo y terrible
tribunal de Cristo... ante el cual uno por uno iremos dando cuenta de nuestra
vida. Inmediatamente, los que hubieron perpetrado muchos males durante su vida
veránse rodeados de ángeles terribles y feísimos que los precipitarán en el
abismo sin fondo, en donde arde envuelto de espesas tinieblas un fuego sin
llama, y gusanos venenosos devoran sin cesar sus carnes, causándoles con sus
mordeduras inaguantables dolores; y por fin, el oprobio y eterna confusión, que
es el peor de todos los suplicios. Temed estas cosas y traspasados de este
temor, servíos de su memoria como de freno contra la concupiscencia y el pecado.
(3" Noct.).
Por eso mismo nos exhorta la Epístola a
portarnos de una manera digna de nuestro Dios y a dar frutos de toda clase de
buenas obras... dando gracias a nuestro Padre celestial por habernos hecho
capaces de tener parte en la herencia de los Santos desde ahora en espíritu,
pero desde el día del Juicio Final en cuerpo y alma, merced a la Sangre
redentora de su Hijo queridísimo. En medio de las angustias de nuestros
postreros momentos precursores de nuestra muerte, desde el fondo del abismo de
nuestra poquedad y miseria clamaremos al Señor (Of.) para que, en su
misericordia, nos procure los remedios poderosos de los últimos sacramentos
(Or.); y nuestro buen Dios, que abriga para con sus fieles sentimientos de paz y
no de ira (Int.), y que tiene prometido despachar las plegarias hechas con fe
(Com.), nos oirá, librándonos de las terrenales concupiscencias (Sec.), poniendo
fin a nuestro cautiverio (Int. V.) e introduciéndonos en el cielo juntos con
Jesús triunfante, el cual obrará entonces la consumación de las cosas y
entregará a su Padre el reino con tantos trabajos por Él conquistado, como
homenaje perfecto de Él y de sus místicos miembros. Aquel día será el de la
verdadera Pascua, el verdadero paso del destierro a la Tierra de promisión, a la
Patria de la Jerusalén celestial, en aquel inmenso "Templo en que todos
cantaremos: ¡Gloria!". Y Dios será todo en todos.
En ese día venturoso, por medio de nuestro
Pontífice Jesús, rendiremos un culto eterno a la Santísima Trinidad, diciendo:
¡Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo! Como en el principio, y ahora
y siempre, y en los siglos de los siglos. Amén.
TEXTOS DE LA
MISA
Introito. Jer. 29, 11, 12
y 14. -Dice el Señor: Yo tengo sobre vosotros designios de paz y no de
aflicción; me invocaréis y os escucharé, os haré volver de todos los lugares a
donde os había desterrado. Salmo. 84, 2.- Habéis bendecido, Señor, vuestra
tierra; habéis acabado con el cautiverio de Jacob. Gloria al Padre...
Oración. Dios tiene otro fin que el de llevarnos a él. Nuestro celo en
corresponder a este obra divina no horá sino moverle a reforzar más en nosotros
la acción de su gracia. -Moved, Señor, los corazones de vuestros fieles,
para que, ejecutando con más fervor el fruto de vuestra divina obra, alcancen
mayores auxilios de vuestra piedad. Por nuestro Señor Jesucristo.
Epístola. Col. 1, 9-14.
"Capacitados para tomar parte en la herencia gloriosa de los santos", debemos
llevar en la tierra una vida digna de la vocación a la que se nos ha
llamado. -Hermanos: Estamos constantemente orando por vosotros. Pedimos a
Dios que lleguéis a la plenitud en el conocimiento de su voluntad, con toda
sabiduría e inteligencia espiritual. Así caminaréis según el Señor se merece y
le agradaréis enteramente, dando fruto en toda clase de obras buenas y creciendo
en el conocimiento de Dios fortalecidos en toda fortaleza, según el poder de su
gloria, podréis resistir y perseverar en todo; con alegría daréis gracias al
Padre que nos ha hecho capaces de compartir la herencia de los santos en la luz.
Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su
Hijo querido, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los
pecados.
Gradual. Sal. 43, 8-9.-
Nos salvaste, Señor, de nuestros enemigos, humillaste a los que nos
aborrecen. Todos los días nos gloriamos en el Señor, siempre damos gracias a tu
nombre.
Aleluya. Sal. 129, 1.-
Aleluya, aleluya. Desde lo hondo a ti grito Señor. Señor, escucha mi voz.
Aleluya.
Evangelio. Mat. 24,
15-35.- De ningún modo debe turbarnos el evangelio del fin del mundo; es el paso
necesario del tiempo a la eternidad. A los que hayan recibido a Cristo en la
tierra, Él les introducirá en el cielo; a los que le hayan despreciado, los
repudiará. La ruina de Jerusalén, anunciada por Jesús e imagen de las
calamidades que señalarán el fin del mundo, se cumplió fielmente cuarenta años
después del vaticinio. Nosotros no sabemos cuándo vendrá el fin del mundo; pero
el mejor medio de prepararnos a él, es poner toda nuestra confianza en Cristo y
cumplir fielmente sobre la tierra nuestro cometido de bautizados.
En aquel
tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Cuando veáis puesto en el lugar sagrado el
ídolo execrable, que anunció el profeta Daniel; entonces los que estén en Judea,
que huyan a los montes; el que esté en la terraza, que no baje a coger sus
cosas; el que esté en el campo, que no vuelva a coger la capa. Ay de las que
estén encinta o criando en aquellos días! Orad para que vuestra huida no caiga
en invierno o en sábado. Porque habrá entonces una angustia tan grande, como no
la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si no se
acortasen aquellos días, no quedará nadie vivo. Pero por los elegidos se
acortarán aquellos días. Si alguno os dice entonces: "Mira, el Mesías esta aquí,
está ahí", no lo creáis. Porque surgirán falsos mesías y falsos profetas, que
harán grandes signos y prodigios, capaces de engañar (si fuera posible) a los
mismos elegidos. Mirad que os he prevenido. Si os dicen: "Mira, está en el
desierto", no vayáis; "Mira, está en la despensa", no lo creáis. Porque, como un
relámpago que sale de levante y brilla hasta el poniente, así será la Parusía del Hijo del Hombre.
Donde está el cadáver se reunirán los buitres. Y en seguida, después de la
angustia de aquellos días, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su
resplandor, las estrellas caerán del cielo, los ejércitos celestes temblarán. Y
en aquel momento aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre. Y entonces
todas las tribus de la tierra se golpearán el pecho y verán al Hijo del Hombre
que viene sobre las nubes del cielo, con gran poder y majestad. Él enviará a sus
ángeles con una trompeta atronadora, para que reúnan a sus elegidos de los
cuatro vientos, de un extremo a otro del cielo. Aprended el ejemplo de la
higuera: cuando sus ramas se ponen tiernas y brotan las hojas, sabéis que la
primavera está cerca. Lo mismo vosotros: cuando veáis todo esto, sabed que ya
está cerca, a la puerta. Os aseguro que no pasará esta generación antes de que
todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán.
Ofertorio. Ps. 129, 1-2.-
Desde lo más íntimo de mi corazón clamé a Vos, oh Señor; oíd mi oración,
Dios mío; porque me he dirigido a Vos desde lo más íntimo, oh Señor.
Secreta.-
Mostraos propicio, Señor, a nuestras plegarias; y después de recibir
las ofrendas y oraciones de vuestro pueblo, conducid a Vos los corazones de
todos, para que, libre de deseos terrenos, amemos lo celestial. Por N. S. J.
C...
Prefacio de
la Santísima
Trinidad.- En verdad es digno y justo, equitativo
y saludable, darte gracias en todo tiempo y lugar, Señor, santo Padre,
omnipotente y eterno Dios, que con tu unigénito Hijo y con el Espíritu Santo
eres un solo Dios, un solo Señor, no en la individualidad de una sola persona,
sino en la trinidad de una sola sustancia. Por lo cual, cuanto nos has revelado
de tu gloria, lo creemos también de tu Hijo y del Espíritu Santo, sin
diferencia ni distinción. De suerte, que confesando una verdadera y eterna
Divinidad, adoramos la propiedad en las personas, la unidad en la esencia, y la
igualdad en la majestad, la cual alaban los Ángeles y los Arcángeles, los
Querubines, que no cesan de cantar a diario, diciendo a una voz. Santo…
Comunión. Marc. 11,24.-
En verdad os aseguro que cuantas cosas pidiereis en la oración, tened fe
y las alcanzaréis.
Poscomunión.-
Conceded, Señor, os suplicamos, que con lo que acabamos de tomar por
estos Sacramentos, quede curado en su medicinal virtud todo mal. Por nuestro
Señor Jesucristo.
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