terça-feira, 23 de setembro de 2014

San Pío De Pietrelcina - Primer Sacerdote Estigmatizado - Fiesta Septiembre 23

Foto del Padre Pío en 1919

Fechas en la vida del Padre Pío

  • Mayo 25 de 1887. Nace en Pietrelcina, sur de Italia.
  • Mayo 26 de 1887. Bautizado con el nombre de Francisco (Forgione).
  • 1897. Primera comunión.
  • Enero de 1903. Entra en el convento de los capuchinos en Morcone.
  • Enero 22 de 1904. Primera profesión religiosa.
  • 1904 - 1907. Hace sus estudios de filosofía.
  • Enero 27 de 1907. Su profesión perpetua y solemne.
  • 1907 - 1909. Hace sus estudios de teología.
  • Julio 18 de 1909. Recibe el diaconado.
  • Agosto 10 de 1910. Es ordenado sacerdote en Benevento.
  • 1910 - 1915. Tiene que irse a vivir en Pietrelcina en casa de sus padres, a causa de sus continuas enfermedades.
  • Septiembre 20 de 1910. Recibe las cinco heridas pero invisibles.
  • Agosto 26 de 1912. Se siente herido por un dardo de fuego de amor hacia Dios y hacia el prójimo.
  • Viernes Santo de 1913. Se le aparece Jesús llorando a causa de los sacerdotes infieles e indignos.
  • 1915 - 1918. Prestando el servicio militar en el ejército.
  • 1918. Enviado a trabajar en San Giovanni Rotondo.
  • Septiembre 20 de 1919. Recibe del Crucifijo los estigmas o cinco heridas visibles, sangrantes.
  • Enero 3 de 1929. Muere la madre del Padre Pío.
  • 1931 - 1933. Por un decreto queda recluído en el convento sin poder tratar con la gente de fuera.
  • 1933. El Papa Pío XI declara que el Padre Pío queda libre del anterior decreto.
  • Mayo 16 de 1947. Primera piedra de la Casa Alivio al Sufrimiento.
  • Mayo 5 de 1956. Inaugura la Casa Alivio al Sufrimiento.
  • 1957. El Papa Pío XII concede al Padre Pío plenos poderes para disponer de los bienes de la clínica sin necesitar permiso de sus superiores.
  • Octubre 9 de 1958. Muere Pío XII el gran amigo del Padre Pío.
  • 1959. Consagración del nuevo Santuario de Nuestra Señora de las Gracias, en San Giovanni.
  • Agosto 6 de 1959. La Virgen de Fátima le obtiene milagrosamente la curación de una gravísima enfermedad.
  • 1960. Visita de Maccari.  El Padre Pío queda supervigilado hasta 1964.
  • 1961. Hace testamento declarando que todo lo que administra le queda a la Santa Sede.
  • Septiembre 23 de 1968. Muerte del Santo.
  • Mayo 2 de 1999. El Papa Pablo VI lo BEATIFICÓ en una solemnísima celebración en Roma.
  • Año 2002. CANONIZADO, o declarado SANTO por el Sumo Pontífice Juan Pablo II.
Historia

El Padre Pío nació en el seno de una humilde y religiosa familia de agricultores, el 25 de mayo de 1887, en una pequeña aldea del sur de Italia, llamada Pietrelcina. Recibió su primera instrucción de un maestro privado y a la edad de 15 años hizo su ingreso en el Noviciado de los Padres Capuchinos en la ciudad de Morcone. De débil salud, pero de excepcional fuerza de voluntad, pudo completar sus estudios y gracias a una continua asistencia divina tuvo la ansiada ordenación sacerdotal.

El 10 de agosto de 1910 celebró su primera Misa, en la Catedral de Benevento. Ocho años más tarde, el 20 de septiembre de 1918, aparecieron visiblemente las llagas de Nuestro Señor en sus manos, pies y costado izquierdo del pecho, haciendo del Padre Pío, el primer sacerdote estigmatizado en la historia de la Iglesia (recuerden que San Francisco no era sacerdote).




Fue heroico en su apostolado sacerdotal, que duró 58 años. Grandes multitudes, de todas las nacionalidades pasaron por su confesionario. Las conversiones fueron innumerables. Diariamente recibía centenares de cartas de fieles, que pedían su consejo iluminado y su dirección espiritual, la cual ha significado siempre un retorno a la serenidad, a la paz espiritual y al coloquio con Dios. Toda su vida no ha sido otra cosa que una continua oración y penitencia, lo cual no impedía que sembrase a su alrededor felicidad y gran alegría entre aquellos que escuchaban sus palabras, que eran llenas de sabiduría o de un extraordinario sentido del humor.

A través de sus cartas al Confesor, se descubren tremendos e insospechables sufrimientos espirituales y físicos, seguidos de dicha inefable, derivada de su íntima y continua unión con Dios, que fomentaba su ardiente amor por la Eucaristía y por la Santísima Virgen.


El Papa Juan Pablo II lo conoció personalmente en 1947, poco después de su ordenación sacerdotal. Según rumores, el Padre Pío profetizó que aquel joven sacerdote sería un día Papa. El Señor lo llamó a recibir el premio celestial el 23 de septiembre de 1968. Tenía 81 años. Durante cuatro días su cuerpo fue expuesto ante millares de personas que formaban una enorme columna que no conoció interrupción hasta el momento del funeral, al cual asistieron más de cien mil personas.

Millones visitan su tumba en el pueblo de San Giovanni Rotondo, Italia. Entre ellos el Papa Juan Pablo II. El Padre Pío está sepultado en la cripta del Santuario de Nuestra Señora de las Gracias. San Giovanni Rotondo es visitado por un número siempre creciente de peregrinos de todo el mundo.

Los preliminares de su Causa de Beatificación y Canonización se iniciaron en noviembre de 1969. Declarado Venerable el 18 de diciembre de 1997 y Beato, el 2 de mayo de 1999. Será declarado Santo el 16 de junio de 2002, en la Plaza de San Pedro en Roma, por S.S. Juan Pablo II.



El 24 de abril de 2008, se veneró en San Giovanni Rotondo (Italia) el cuerpo incorrupto del Padre Pío.


Narraciones de sus tentaciones, escritas por el Padre Pío
en cartas a su director espiritual

"La última noche la pasé malísimamente. Desde las diez, hora en que me acosté, hasta las cinco de la mañana, cuando me levanté, el malhechor no hizo otra cosa que molestarme continuamente con pensamientos de desesperación y de falta de confianza en Dios. A ratos me parecía que iba a perder la cabeza y que esta noche iba a ser la última de mi vida. Pero bendito sea Jesús que ninguna de esas cosas ha sucedido. A las cinco de la mañana cuando el malhechor se alejó empecé a sentir un terrible frío por todo el cuerpo y esto me duró unas dos horas. Terminé echando sangre por la boca".
El 18 de enero de 1913 escribía:
"Anoche los impuros enemigos de Dios me atacaron con ruidos endiablados y presentándose en figuras horribles. Cuando vieron que a sus tentaciones les respondía con oraciones y que sus ataques resultaban vanos, se me lanzaron encima, me golpearon, lanzaron al suelo los libros y voltearon los muebles, lanzando gritos desesperados".
El 13 de febrero escribe:
"Llevo ya 22 días en los que Jesús permite a estas bestias feroces desahogar su ira contra mí. Tengo el cuerpo totalmente golpeado a causa de los golpes que ellos me han propinado. En este tiempo tan frío, con varios grados bajo cero, me quitan las cobijas y me tengo que quedar así por varias horas porque pierdo las fuerzas y no soy capaz de moverme... El demonio hace cuanto puede por alejarme de Jesús pero no lo logra conseguir. Hay momentos en los que me siento desfallecer por tantos ataques. Oh, Padre mío, cuántas lágrimas, cuántos suspiros dirijo al cielo para verme libre y vencedor de tan terribles ataques. Pero en todo esto brilla una luz de esperanza: después de tan horrendas horas de apariciones y tentaciones, siento las dulzuras maravillosas que Jesucristo hace gozar a quienes se mantienen fieles a su santa amistad".
Su arma preferida:
El Santo Rosario

¿Quién podría contar los rosarios que el Padre Pío rezó en tantos años? Siempre llevaba la camándula en su mano. Y tenía rosarios en todas partes: debajo de la almohada, en los bolsillos, en la mesa. Se podía llamar "El religioso del rosario"Decía que el arma predilecta con la cual derrotaba a los enemigos del alma era el Santo Rosario.

Un día que estaba en cama enfermo, notó que se le había extraviado su rosario y le dijo al padre enfermero:
"Por favor, busque dónde se me ha quedado mi arma de combate"
El otro entendió y se fue a buscarle su camándula. Todo rato libre lo dedicaba a rezar el rosario, meditando los misterios. En su cuaderno de apuntes escribió:
"Cada día rezaré cinco rosarios de quince misterios cada uno"
Últimos consejos del Padre Pío

Unos días antes de su muerte, se le acercaron algunos devotos y le pidieron:
"Padre, ¿qué consejos nos deja de recuerdos?"
Y él respondió:
"Amen mucho a la Virgen Santísima y háganla amar. Recen el rosario. Récenlo siempre. Récenlo cuántas más veces puedan. Recuerden que quien más reza tiene más posibilidades de salvarse, y quien menos reza, tiene más peligro de condenarse. El rosario es la oración que triunfa de todo y de todos"
La boleta de entrada

Un día lo visitaba el obispo Monseñor Pablo Corta, acompañado de un militar, y el prelado le pidió al Padre Pío que le consiguiera al oficial del ejército una boleta para entrar al cielo.

El Padre Pío sacó una camándula y entregándosela al militar le dijo:
"Ésta es la mejor boleta y recomendación para que al morir lo dejen entrar a la Patria Celestial. Recuerde que María Santísima es la Puerta del cielo. Si usted reza cada día con devoción el Santo Rosario, la Madre de Dios le conseguirá de su Hijo Jesucristo, la entrada a la Gloria Celestial"
¿Sufrió el Padre Pío
ataques del demonio?


Todos los biógrafos del Padre Pío están de acuerdo en que las intervenciones diabólicas en la vida de este santo sacerdote son algo desconcertante. El demonio lo atacaba con terribles tentaciones contra la fe, y contra la confianza y la misericordia de Dios. Le presentaba horrendas imaginaciones impuras y pensamientos de desesperación. Y cuando el "malhechor", como lo llamaba el Padre Pío, no lograba derrotarlo en nada, lo atacaba con gritos, ruidos horribles y tremendos golpes contra ese pobre cuerpo ya tan enfermo del buen religioso.

Repetidas veces, al entrar en su celda, el Padre Pío encontraba sus cosas en desorden, las mantas de su lecho y sus libros desparramados, y la pared llena de manchas de tintas. Espíritus extraños se le aparecían bajo distintos aspectos, a menudo vestidos de frailes. Una noche se dio cuenta de que su cama estaba rodeada de monstruos horribles que lo recibieron con estas palabras:
"Mirad, el santo va a acostarse"
"Sí, con vuestro desprecio", fue la respuesta del Padre Pío
Entonces los monstruos lo empujaron, lo zarandearon, lo arrojaron al suelo y contra las paredes, como tantas veces lo hicieron al Cura de Ars, San Juan Bautista Vianney.

Cierta noche vio entrar en su celda a un monje que le recordó por su aspecto a Fray Agustín, su antiguo Confesor. El falso monje le dio consejos y lo exhortó a dejar esa vida de ascetismo y de privaciones, afirmando que Dios no podía aprobar tal sistema de vida. El Padre Pio, estupefacto de que el Padre Agustín le dijera tales cosas, le ordenó que gritase junto con él:
"¡Viva Jesús!"
El extraño personaje desapareció de inmediato, dejando tras de sí un olor pestilente, sulfuroso.

Don Salvador Panullo cuenta un incidente ocurrido en los primeros años de sacerdocio del Padre Pío, cuando aún no estaba estigmatizado. Don Salvador relata lo siguiente:

"Un día, le entregué al Padre Pío una carta del Padre Agustín, su superior. Sólo encontré una hoja en blanco dentro del sobre. Pensando que se trataba de una distracción del Padre Agustín, pedí al Padre Pío que escribiese a su superior para preguntarle qué había querido decirle. El joven Pío me contestó:
"Oh, esta es una de las bromas favoritas del diablo. No hay por qué preguntarle al Padre Agustín lo que escribió. Yo lo sé, porque me lo dijo mi ángel de la guarda"
Y a renglón seguido, reveló a Don Salvador el contenido de la carta. Éste, previas averiguaciones hechas al Padre Agustín, tuvo que reconocer la exactitud de las palabras del Padre Pío.


Don Salvador, abriendo otro día una carta del Padre Agustín, sólo encontró en ella una enorme mancha de tinta. Creyendo estar alucinando, llamó a su sobrina y ésta comprobó la misma cosa. Entonces roció el papel con agua bendita. Lentamente fue desvaneciéndose la mancha y de a poco apareció la escritura en rasgos muy firmes. 

En septiembre de 1947, una pobre italiana poseída por el demonio, fue llevada a la fuerza por sus hijos a la misa del Padre Pío. Apenas llegada a la iglesia, la desdichada se puso a dar alaridos como cada vez que veía un templo o una Cruz. Sus gritos y blasfemias rompieron el silencio en el preciso momento en que el Padre Pío daba la comunión a los fieles.
"Hacedla salir", ordenó el sacerdote
"¡Antes me matarían!", vociferó la posesa
Entonces, elevando la Hostia consagrada por sobre el copón, el Padre dijo solemnemente:
"Ya es tiempo de que ésto se termine"
La mujer cayó con violencia en tierra. ¿Muerta? No. El vencido era el demonio. Pocos segundos después la mujer se levantó perfectamente serena y fue a sentarse en un banco, liberada de las cadenas del maligno.

                                                                                    Bella Frase

Un día, ante la noticia de grandes sufrimientos que estaba padeciendo la gente, exclamó:

"Ah, si yo pudiera acabar con todos los sufrimientos del mundo...", pero luego se retractó y dijo esta bella frase:

"¿Y quién soy yo para pretender corregir lo que Nuestro Señor permite? Todo sucede para bien de los que aman a Dios. Hágase siempre su santa voluntad"





Amar a todos


Una de sus recomendaciones más frecuente era ésta:

"Amen, amen a todos, amen mucho. Basta apartar el corazón de todo aquello que sea desorden y que sea pecado. Amemos siempre, pero sobre todo amemos a Dios, que es el supremo y mayor bien que existe. Junto con Dios hay que amar también a las creaturas que Él ha creado. El amor lo colocó Nuestro Señor en el corazón para que amemos. Con tal de no amar a las creaturas más que a Dios o lo mismo que a Dios, amemos a todos, que el verdadero amor viene de Dios. Amemos todo lo bueno que hay en el mundo. Todo esto es creación del buen Dios, y los inventos los ha inspirado Él para nuestro bien. Toda la creación es obra del amor de Dios y nosotros debemos amar a esta creación que Él ama tanto también"



Los éxtasis y las visiones

Los éxtasis son un carisma muy especial que consisten en perder por unos minutos la noción del tiempo y del sitio donde uno está, y trasladarse mentalmente hacia el reino sobrenatural y a la vida divina del cielo. En estos éxtasis se presentan frecuentemente visiones de seres celestiales, como Jesucristo, la Virgen y los santos. El Padre Pío le contaba a su director espiritual que a él le permitió Dios tener éxtasis desde los cinco años. Pero también desde esa edad el diablo se le aparecía en forma de bestias horribles.


Las apariciones

En el noviciado y en el convento de Venafro y también en Pietrelcina, tuvo varias apariciones. En sus éxtasis se le aparecían Jesucristo, la Santísima Virgen, su Ángel Custodio y San Francisco. Esos éxtasis duraban media hora y a veces más. A su director espiritual le contaba por carta lo que había visto y oído en esas apariciones y añadía:

"Después de ver y oír todo ésto ha quedado mi alma en una paz y una alegría tales, que todos los goces de este mundo parecen nada comparados con lo que allí se goza"

Los resultados: Después de estas visiones quedaba el Padre Pío más y más convencido de su propia nada y de su indignidad y con un desprendimiento total de las cosas terrenas. Sentía un hondo pesar al constatar que sean tan poquitas las personas que buscan a Dios, y un consuelo inmenso al darse cuenta de la infinita bondad de Nuestro Señor, y en su alma brotaba un anhelo incontenible de dar gracias al Creador por sus grandes bondades para con nosotros.


Su trato con el Ángel de la Guarda

La gente llegó a convencerse de que el Padre Pío lo sabía todo y que su Ángel Custodio lo mantenía informado de lo que necesitaba saber. Esta creencia era exagerada, pero lo que sí es cierto es que en la vida del santo sacerdote hubo intervenciones muy especiales de su Ángel de la Guarda. Veamos algunos ejemplos:

Mensajes por los aires. Cuando le prohibieron comunicarse por carta con sus penitentes, varias personas le preguntaban:
"¿Y ahora qué hacemos para hacerle llegar nuestros mensajes?"
Y él respondía:
"Mándenlos por medio del Ángel de la Guarda"
Una devota tomó a la letra esta recomendación y un día al ver que no podría llegar a tiempo a la Santa Misa del Padre (que era muy temprano), le dijo al Ángel:
"Por favor, dígale al Padre Pío que me espere unos minutos, y en señal de que sí me hizo este favor, escóndale el solideo o gorro que se pone en la cabeza para el frío"
Aquella madrugada el padrecito demoró más que de costumbre para salir a celebrar y no salió mientras no hubo llegado la señora del mensaje. Después de la misa buscaba algo que se le había perdido.
"¿Qué busca Padre?", le dijo la señora aquella.
"Busco mi solideo y no lo encuentro"
Al fin halló que estaba metido dentro de su hábito.

Mensajes puntuales. Varias personas le preguntaban:
"Padre, ¿ha recibido el mensaje que le enviamos por medio de su Ángel?"
Y él respondió:
"¡Claro que sí!  ¿O es que se imaginan que el Ángel es tan perezoso y olvidadizo como ustedes?"

Mensajes de disgusto. Raquelina Russo fue al convento a hacerle una consulta al Padre Pío y él le mandó decir que ni podía ni quería recibirla ese día. Ella se volvió furiosa a su casa y le dijo al Ángel de la Guarda:
"Por favor, dígale al Padre Pío que estoy muy disgustada por esa manera tan maleducada con la que me ha recibido. Que por el disgusto no comulgaré mañana"
Al poco rato llegó una persona a casa de Raquelina, con un mensaje del Padre Pío:
"Que mañana no comulgue"
Ella quedó como petrificada. Al día siguiente fue al convento, y al encontrarse con el Padre, éste le dijo:
"¿Con que se vale del Ángel de la Guarda como si él fuera un mandadero suyo, para mandarme regaños y desahogar sus rabietas?"
Ella, toda confundida, le dijo:
"Padre, ¿pero es que ha venido el Ángel a traerle mis mensajes?"
"Claro que sí. Pero afortunadamente él no es tan malgeniado como usted"
Buen traductor. Le llegaban cartas en francés, en griego y en alemán, y él sin saber estos idiomas los entendía. Alguien le preguntó cómo hacía, y el santo fraile le respondió con la mayor naturalidad:

"El Ángel de la Guarda me las traduce"

Se le aparecían las almas del purgatorio. En 1926, estando el Padre Pío en su celda, a medianoche vio que llegaba su gran amigo el Padre José Antonio, del cual había oído que estaba muy grave. Le preguntó:

"Pero Padre José, ¿no me habían dicho que estaba muy enfermo?"

El otro le respondió:
"Vengo a decirle que mis males y mis penas ya se acabaron"
Y desapareció. Poco después le llegó la noticia de que el Padre José Antonio había muerto esa noche.

Pidiendo socorro. Una noche de invierno de 1917 estaba el Padre Pío junto al fuego calentándose un poco, cuando de pronto vio que llegaba un anciano y se sentaba a su lado. Le preguntó qué se le ofrecía y el otro respondió:
"Yo soy fulano de tal (y le dijo su nombre). Morí una noche en un incendio en este convento. Estoy en el purgatorio por mis pecados"
El padrecito le prometió que ofrecería por su alma la santa misa y el otro desapareció. Por varios días quedó el Padre Pío sumamente nervioso, y al verlo tan afanado le preguntó el superior las causas de este nerviosismo y él le contó la aparición que había tenido. El superior se fue a la alcaldía y allá encontró un dato: que unos años antes había llegado una noche un pordiosero a pedir hospedaje en el convento, y que se quedó a dormir en un corredor donde había fuego encendido y aquella noche hubo un incendio en el convento y el pordiosero murió asfixiado por el humo.



Un novicio penando. Una noche de 1922 se fue el Padre Pío al coro a rezar, y de pronto oyó un estruendo en el altar. Observó bien que los candeleros habían caído por el suelo. Se acercó y entonces se le presentó un joven religioso y le dijo:
"Yo fui un novicio que era sumamente descuidado en todo lo que era el arreglo del altar, y estoy penando por ello"
El Padre prometió celebrar misas por su alma, y el otro desapareció. Salió el santo religioso temblando de emoción al corredor donde estaban los demás religiosos, y le dijo al Sr. Brumato, que allí estaba:
"Amigo, por favor, vaya al altar y mire qué ha sucedido allí"
El otro fue y encontró los candeleros derribados por el suelo y las velas partidas. El caso impresionó fuertemente a los demás religiosos.


Súplicas del Santo Padre
Juan Pablo II


Enséñanos también a nosotros,
te pedimos, la humildad del corazón
para formar parte de los pequeños del Evangelio,
a quienes el Padre les ha prometido
revelar los misterios de su Reino.

Ayúdanos a rezar sin cansarnos nunca,
seguros de que Dios conoce
lo que necesitamos,
antes de que se lo pidamos.

Danos una mirada de fe
capaz de reconocer con prontitud
en los pobres y en los que sufren
el rostro mismo de Jesús.

Apóyanos en la hora del combate
y de la prueba y, si caemos,
haz que experimentemos
la alegría del sacramento del perdón.

Transmítenos tu tierna
devoción a María,
Madre de Jesús y nuestra.

Acompáñanos en la peregrinación terrena
hacia la patria bienaventurada,
donde esperamos llegar también nosotros
para contemplar para siempre
la Gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Oración pronunciada por San Juan Pablo II en la Misa de canonización del Padre Pío celebrada el 16 de Junio de 2002