sábado, 23 de janeiro de 2016

DOM FERNANDO ARÊAS RIFAN APÓSTOLO DA MISSA GREGORIANA


sábado, 23 de janeiro de 2016

D. Fernando Arêas Rifan: ORIENTAÇÃO PASTORAL - O MAGISTÉRIO VIVO DA IGREJA




PRIMEIRA CONSEQUÊNCIA

APLICAÇÃO DESSES PRINCÍPIOS TEOLÓGICOS: A QUESTÃO DA MISSA

§1. A UNIDADE DE CULTO, A VARIEDADE DOS RITOS E O PODER DA IGREJA:

A unidade da Igreja Católica é uma das suas notas características essenciais, junto com a santidade, a catolicidade e a apostolicidade. A Igreja, portanto, nunca pode perder sua unidade[1], sob pena de deixar de existir. E a unidade da Igreja é tríplice: unidade de governo – um só governo, o do Romano Pontífice e dos Bispos em comunhão com ele -, unidade de fé – uma só doutrina – e unidade de culto prestado a Deus, sobretudo através dos Sacramentos, especialmente a Santíssima Eucaristia.

O Código de Direito Canônico atual assim define a santíssima Eucaristia, como sacramento e como sacrificio: “Augustíssimo sacramento é a santíssima Eucaristia, na qual se contém, se oferece e se recebe o próprio Cristo Senhor e pela qual continuamente vive e cresce a Igreja. O Sacrifício Eucarístico, memorial da morte e ressurreição do Senhor, em que se perpetua pelos séculos o Sacrifício da cruz, é o ápice e a fonte de todo o culto e da vida cristã, por ele é significada e se realiza a unidade do povo de Deus, e se completa a construção do Corpo de Cristo. Os outros sacramentos e todas as obras de apostolado da Igreja se relacionam intimamente com a Santíssima Eucaristia e a ela se ordenam” (cf. C.D.C. cânon 897). A Eucaristia é, por assim dizer, o centro, a característica e a identidade da Igreja católica. Mas a sua celebração tem diversas formas ou ritos.


“As diversas tradições litúrgicas (ou ritos), legitimamente reconhecidas por significarem e comunicarem o mesmo mistério de Cristo, manifestam a catolicidade da Igreja”[2]. A diversidade litúrgica, quando legítima, é fonte de enriquecimento e não prejudica a unidade da Igreja[3]. E a Igreja Católica conta com dezenas de diversos ritos, orientais e latinos, todos eles sendo expressões diferentes do mesmo culto católico prestado a Deus.LER...

Dom Fernando Arêas Rifan : San Juan Pablo II, fiel a la Tradición doctrinal de la Iglesia, añadía: «La Iglesia, no obstante, fundándose en la Sagrada Escritura reafirma su praxis de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados que se casan otra vez.

Los divorciados vueltos a casar

Se podría preguntar por qué tanta severidad. El Catecismo de la Iglesia Católica nos responde que la Iglesia no posee ningún poder de dispensa cuando se trata de disposiciones de derecho divino
06/11/14 5:59 PM | Imprimir | Enviar
Mons. Fernando Arêas Rifan
Mons. Fernando Arêas Rifan
Obispo de la Administración Apostólica Personal de San Juan María Vianney
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Las noticias y repercusiones del último Sínodo Extraordinario han inquietado al mundo católico, especialmente el asunto de la comunión de los divorciados vueltos a casar. Muchos consideraron que afirmar que esas parejas debían ser tratadas y acogidas con amabilidad constituía una apertura de la Iglesia y en especial del Papa Francisco, como si fuese una gran novedad.
En realidad, San Juan Pablo II ya escribió, en 1981, en su Exhortación Apostólica Familiaris Consortio (Nº 84): «La Iglesia, en efecto, instituida para conducir a la salvación a todos los hombres, sobre todo a los bautizados, no puede abandonar a sí mismos a quienes –unidos ya con el vínculo matrimonial sacramental– han intentado pasar a nuevas nupcias. Por lo tanto procurará infatigablemente poner a su disposición los medios de salvación [...] Exhorto vivamente a los pastores y a toda la comunidad de los fieles para que ayuden a los divorciados, procurando con solícita caridad que no se consideren separados de la Iglesia, pudiendo y aun debiendo, en cuanto bautizados, participar en su vida. Se les exhorte a escuchar la Palabra de Dios, a frecuentar el sacrificio de la Misa, a perseverar en la oración, a incrementar las obras de caridad y las iniciativas de la comunidad en favor de la justicia, a educar a los hijos en la fe cristiana, a cultivar el espíritu y las obras de penitencia para implorar de este modo, día a día, la gracia de Dios. La Iglesia rece por ellos, los anime, se presente como madre misericordiosa y así los sostenga en la fe y en la esperanza».
San Juan Pablo II, fiel a la Tradición doctrinal de la Iglesia, añadía: «La Iglesia, no obstante, fundándose en la Sagrada Escritura reafirma su praxis de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados que se casan otra vez. Son ellos los que no pueden ser admitidos, dado que su estado y situación de vida contradicen objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía. Hay además otro motivo pastoral: si se admitieran estas personas a la Eucaristía, los fieles serían inducidos a error y confusión acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio».
Es conocido que hubo varias propuestas más liberales en ese sentido. Ya en 1994, sin embargo, en la «Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre la recepción de la comunión eucarística por parte de los fieles divorciados que se han vuelto a casar» (Nº 6), el Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, posteriormente Benedicto XVI, explicaba: «frente a las nuevas propuestas pastorales arriba mencionadas, esta Congregación siente la obligación de volver a recordar la doctrina y la disciplina de la Iglesia al respecto. Fiel a la palabra de Jesucristo, la Iglesia afirma que no puede reconocer como válida esta nueva unión, si era válido el anterior matrimonio. Si los divorciados se han vuelto a casar civilmente, se encuentran en una situación que contradice objetivamente a la ley de Dios y por consiguiente no pueden acceder a la Comunión eucarística mientras persista esa situación».
Se podría preguntar por qué tanta severidad. El Catecismo de la Iglesia Católica nos responde que la Iglesia no posee ningún poder de dispensa cuando se trata de disposiciones de derecho divino (Nº 1640).

Dom Fernando Arêas Rifan, obispo de la Administración Apostólica Personal San Juan María Vianney