sexta-feira, 2 de setembro de 2011

La mas grande devocion al Senor

DEVOCIÓN AL CORAZÓN DE JESÚS
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 Devoción, en su sentido primario, significa darse uno mismo a alguien o a algo. En el contexto de la verdadera religión, devoción significa una actitud de la voluntad, serena y constante; el fruto de una reflexiva decisión mediante la cual la persona se haya entregada en todo momento al servicio de Dios. Es la ofrenda de uno mismo a Dios, dedicándose a todas aquellas actividades que redunden en su honor. No otro es el compromiso de todo bautizado que, mediante el sacramento del Bautismo, pasa a formar parte del mundo cristiano.
Devoción es un hábito del espíritu, fruto de la virtud de la religión, que empapa la propia vida, que da sentido y forma a aquellos actos mediante los cuales alcanzamos la meta última: el servicio de Dios. Entre estos actos que nos guían hacia este fin último, encontramos las llamadas “devociones”,es decir, las actitudes religiosas, oraciones y prácticas, que acentúan aspectos particulares de la doctrina religiosa, o que pretenden rendir un servicio u honor, bien a determinados santos, o bien a los misterios divinos.
Estas “devociones,” poseen un valor extraordinario, en cuanto son medios para expresar aquella devoción última: el servicio de Dios. Actúan como terreno abonado para que el culto máximo, de glorificación de Dios, pueda brotar y florecer, porque, en resumidas cuentas, toda devoción busca y tiende a Dios único, a quien por ser quien es, se le debe el culto de adoración.
Si existe en la Iglesia una gran variedad de formas y prácticas devocionales, se debe a que el Espíritu, “que sopla donde quiere” (Jn. 3, 8), guía a las almas por diferentes caminos, preservando, sin embargo, un designio último de unidad, que obtiene, mediante esta variedad, toda su belleza.
Por esta causa, y ya que la Iglesia permite “nuevas devociones” y las hace suyas, es obligación nuestra interesarnos por ellas, sobre todo una vez  examinadas y verificadas sus fuentes, y encontradas dignas de crédito de origen divino y en perfecta armonía con las revelaciones públicas que han sido transmitidas en las Sagradas Escrituras y en la Tradición.
La constitución concerniente a la Liturgia Sagrada del Concilio Vaticano II, nos enseña que las devociones populares, tal como las practican las gentes cristianas, son acogidas con simpatía e interés, siempre que no violen las leyes y normas de la Iglesia. Lo único que se espera es que todas las devociones se ordenen de forma tal, que se hallen en armonía con las estaciones litúrgicas concuerden con la Sagrada Liturgia, y de alguna forma deriven de ella y se encaminen a ella.
La devoción al Corazón de Jesús, no solo se ajusta enteramente a los requisitos ya mencionados en el documento Conciliar concerniente a la liturgia, sino que, además, se encuentra enraizada en la entraña del mismo Evangelio, de donde proceden todos aquellos ideales, actitudes, conductas y prácticas fundamentales, definitorias del auténtico cristianismo y peculiares del culto cristiano.
Y ¿qué es la devoción al Corazón de Jesús? La devoción al Corazón de Jesús, está totalmente de acuerdo con la esencia del Cristianismo, que es religión de amor. Ya que tiene por fin el aumento de nuestro amor a Dios y a los hombres. No apareció de repente en la Iglesia, ni se puede afirmar que deba su origen a revelaciones privadas. Pues es evidente que las revelaciones de Santa Margarita María de Alacoque no añadieron nada nuevo a la Doctrina Católica. La importancia de estas revelaciones está unicamente en que sirvieron para que, de una forma extraordinaria, Cristo nos llamase la atención para que nos fijásemos en los misterios de su amor. “En su corazón debemos poner todas las esperanzas”. Ya que “la Eucaristía, el Sacerdocio y María son dones del Corazón de Jesús” (Pío XII, Encíclica Haurietis Aquas).
 
..En la Sagrada Escritura
Del Corazón del Mesías hablan los Profetas, poniendo en su boca estas expresiones: “Porque Yavé está a mi diestra, se alegra mi corazón” (Sal. 16,9). “Todos mis huesos están dislocados, mi Corazón es como cera que se derrite dentro de mis entrañas” (Sal. 22,15). “Dentro de mi corazón está tu ley” (Sal. 40,9). “El oprobio me destroza el Corazón” (Sal. 69,21).
También el Nuevo Testamento hace referencias al Corazón de Cristo: “Aprende de mí, que soy de Corazón manso y humilde” (Mt. 11,29). “Un leproso se le acercó, suplicándole de rodillas:  Si quieres puedes curarme. A Él se le conmovió el Corazón” (Mc. 1,41). “Se le conmovió el Corazón porque estaban como ovejas sin pastor” (Mc. 6,34). “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba, si cree en mí. Pues como dice la Escritura: brotarán de su Corazón ríos de agua viva” (Jn. 7,37-39). “Dios es testigo de cómo os quiero en el Corazón de Cristo Jesús” (Fil. 1,8).
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