CÓMO SE NOS HA CONTADO LA SUPUESTA HISTORIA DE LA COMUNIÓN EN LA MANO
En general, así se nos cuenta la historia de la Comunión en la mano: a partir de la Última Cena y durante el tiempo de los apóstoles, la Santa Comunión se daba, por supuesto, en la mano. Así era también durante la era de los mártires. Y así siguió siendo durante la edad de oro de los Padres y de la liturgia, después de la paz de Constantino.
La Comunión en la mano era dada a los fieles como nosotros hacemos ahora (en los sectores más abiertos y más al día de la Iglesia). Y continuó siendo la práctica común por lo menos hasta el siglo décimo. Por lo tanto, casi la mitad de la vida de la Iglesia esa fue la norma.
Una magnífica prueba de ello se encuentra en el texto de San Cirilo de Jerusalén (313-386) donde aconseja a los fieles “haced un trono con vuestras manos donde recibir al Rey (en la Santa Comunión)“. Más adelante, este Padre de la Iglesia aconseja un gran cuidado con cada fragmento que pueda quedar en las manos, así como uno no dejaría caer el oro al piso, así también se debe tomar un gran cuidado cuando se trata del Cuerpo del Señor.
Cómo y cuando se habría pasado de la comunión en la mano a la comunión en la boca. De acuerdo a la historia comúnmente divulgada, el cambio en la manera de recibir el pan consagrado se dio de la siguiente manera: en la Edad Media hubo ciertas distorsiones de la fe y/o en la aproximación a la fe, que se fueron desarrollando gradualmente.
Se desarrolló un excesivo temor de Dios y una correlativa preocupación por el pecado, el juicio y el castigo; un énfasis sobredimensionado en la divinidad de Cristo, que constituía una virtual negación o por lo menos disminución de Su sagrada humanidad; un exagerado énfasis en el papel del sacerdote en la sagrada liturgia; y una pérdida del sentido de comunidad, que de hecho es la Iglesia.
En particular, debido al énfasis excesivo en la adoración a Cristo en la Santa Eucaristía y a una concepción demasiado estricta en lo relativo a las cuestiones morales, la Sagrada Comunión se hizo cada vez menos frecuente. Se consideraba suficiente fijar los ojos en la Sagrada Hostia durante la elevación (de hecho, esta práctica decadente de la “elevación” –porque el desprecio por este período continúa– y la también poco saludable Exposición y Bendición del Santísimo Sacramento, encuentran sus orígenes en esos desafortunados tiempos medievales, un período cuyas prácticas litúrgicas haríamos bien en sacarnos de encima).Fue en esa atmósfera y bajo esas circunstancias que se comenzó a restringir la práctica de la Comunión en la mano. La práctica de que el celebrante colocara directamente la hostia en la boca del comulgante se desarrolló y, triste es decirlo, se impuso.
La conclusión es muy clara: deberíamos dejar de lado esta costumbre cuyas raíces se encuentran en esa edad oscura. Deberíamos prohibir o al menos desaconsejar esta práctica que no permite a los fieles “tomar y comer”, y volver a los usos prístinos de los Padres y los Apóstoles: la Comunión en la mano.
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¡Qué historia tan conmovedora! Lástima que NO sea verdad.LA VERDADERA HISTORIA. LOS PAPAS, SANTOS PADRES
El Sagrado Concilio de Trento declara que es una Tradición Apostólica la costumbre de que sólo el sacerdote que celebra la Misa se dé la Comunión a sí mismo (con sus propias manos) y que los fieles la reciban de él.
Un estudio más riguroso de las EVIDENCIAS disponibles en la historia de la Iglesia y de los escritos de los Padres, no apoya la aserción de que la Comunión en la mano era una práctica universal que fue gradualmente suplantada y efectivamente reemplazada por la práctica de la comunión en la mano. Más bien, los hechos parecen apuntar a una conclusión diferente.
El Papa San León Magno (440-461), ya en el siglo V, es un testigo temprano de la práctica tradicional. En sus comentarios al sexto capítulo de San Juan, habla de la Comunión en la boca como del uso corriente:
“Se recibe en la boca lo que se cree por la Fe”.
El Papa no habla como si estuviera introduciendo una novedad, sino como si fuera un hecho ya bien establecido.Un siglo y medio más tarde, pero todavía tres siglos antes de que la práctica fuera supuestamente introducida (según el relato comúnmente difundido al que antes hicimos referencia) el Papa San Gregorio Magno (590-604) es otro testigo. En sus Diálogos (Roman 3, c. 3) relata cómo el Papa San Agapito obró un milagro durante la Misa, después de haber colocado la Hostia en la lengua de una persona.
También Juan el Diácono nos habla acerca de esta manera de distribuir la Santa Comunión por ese Pontífice.
Estos testigos son del siglo V y VI. ¿Cómo se puede razonablemente decir que la Comunión en la mano fue la práctica oficial hasta el siglo X? ¿Cómo alguien puede sostener que la Comunión en la boca es una invención medieval? No estamos afirmando que bajo ninguna circunstancia los fieles la hayan recibido en sus propias manos. Pero, ¿en qué circunstancias? Parece que desde muy temprano era usual que el sacerdote colocara la Sagrada Hostia en la boca del comulgante.
EXCEPCIONES
Sin embargo, en tiempos de persecución, cuando no había sacerdotes disponibles, y los fieles llevaban el Santísimo a sus casas, se daban la Comunión a sí mismos, con sus propias manos. En otras palabras, antes que quedar totalmente privados del Pan de Vida, podían recibirlo por sus propias manos, cuando no hacerlo hubiera significado quedar privados de este imprescindible alimento espiritual. Lo mismo se aplicaba a los monjes que se habían retirado al desierto, donde no disponían del ministerio de un sacerdote y no quisieran dejar la práctica de la Comunión diaria.
RESUMIENDO
Para resumir, la práctica era que se podía tocar la Hostia cuando no hacerlo equivalía a quedar privado del Sacramento. Pero cuando había un sacerdote, no se la recibía en la mano. Así, San Basilio (330-379) afirma claramente que sólo está permitido recibir la Comunión en la mano en tiempos de persecución o, como era el caso de los monjes en el desierto, cuando no hubiera un diácono o un sacerdote que pudiera distribuirla:
“No hace falta demostrar que no constituye una falta grave para una persona comulgar con su propia mano en épocas de persecución cuando no hay sacerdote o diácono” (Carta 93).
Lo que implica que recibirla en la mano en otras circunstancias, fuera de persecución, será una grave falta. El Santo basa su opinión en la costumbre de los monjes solitarios, que reservaban el Santísimo en sus celdas, y en ausencia de sacerdote o diácono, se daban a sí mismos la Comunión.En su artículo “Comunión” en el Dictionnaire d’Archéologie Chrétienne, Leclercq afirma que la paz de Constantino llevó la práctica de la Comunión en la mano a su fin. Esto reafirma el razonamiento de San Basilio, que la persecución era la que creaba la alternativa de recibir la Comunión en la mano o verse privado de Ella. Cuando la persecución cesó, evidentemente la práctica de la Comunión en la mano persistía aquí y allí. Era considerada como un abuso por la autoridad de la Iglesia, puesto que era juzgada contraria a la costumbre de los Apóstoles. Así, el Concilio de Rouen que se reunió en el año 650, dice:
“No se coloque la Eucaristía en las manos de ningún laico o laica, sino únicamente en su boca“.
El Concilio de Constantinopla, conocido como in trullo (por no ser uno de los concilios ecuménicos realizados allí) prohibía a los fieles darse la Comunión a sí mismos (que es lo que sucede cuando la Sagrada Partícula es colocada en la mano del comulgante). Decretó una excomunión de una semana de duración para aquellos que lo hicieran en la presencia de un obispo, un sacerdote o un diácono.San Cirilo (siglo IV): un texto dudoso
¿Y San Cirilo? Por cierto, los promotores de la “comunión en la mano” generalmente no mencionan las evidencias que acabamos de exponer. En cambio, utilizan constantemente el texto atribuido a San Cirilo de Jerusalén, quien vivió en el siglo IV, al mismo tiempo que San Basilio.
El Dr. Henri Leclercq resume las cosas como sigue:
“San Cirilo de Jerusalén recomendaba a los fieles que cuando se presentaran a recibir la Comunión, debían tener la mano derecha extendida, con los dedos unidos, sostenida por la mano izquierda, con la palma en forma cóncava; y que en el momento en que el Cuerpo de Cristo era depositado en su mano, el comulgante debía decir: “Amén”.
Pero el texto continúa. También propone lo siguiente:
“Santifica tus ojos con el contacto del Cuerpo Sagrado … Cuando tus labios estén todavía húmedos, lleva tu mano a tus labios, y pasa tu mano sobre tus ojos, tu frente y tus otros sentidos, para santificarlos”.
Esta recomendación bastante original (¿o más bien supersticiosa? ¿irreverente?) llevó a los eruditos a cuestionar la autenticidad de dicho texto. Algunos piensan que tal vez hubo una interpolación, o que fue el sucesor del santo quien escribió tal cosa. No es imposible que este texto fuera realmente el Patriarca Juan, quien sucedió a Cirilo en Jerusalén. Pero este Juan era de dudosa ortodoxia. Sabemos todo esto por la correspondencia de San Epifanio, San Jerónimo y San Agustín.
Por lo tanto, a favor de la Comunión en la mano tenemos un texto de dudosa originalidad y de contenido cuestionable.
Y por el otro lado, tenemos testigos confiables, incluyendo a dos grandes papas, de que colocar la Sagrada Hostia en la boca del comulgante ya era común y ordinario en el siglo V.
¿CLERICALISMO?
¿No es una forma de clericalismo permitir al sacerdote tocar la Hostia y prohibírselo a los fieles? De ningún modo, pues a los sacerdotes sólo les estaba permitido tocar el Santísimo Sacramento en casos de necesidad. En efecto, aparte del celebrante de la Misa, nadie que recibiera la Comunión, aunque fuera sacerdote, podía hacerlo en la mano.
De tal modo que, en la práctica tradicional del Rito Romano, si un sacerdote estaba oyendo Misa (y no celebrando) y deseaba recibir la Sagrada Comunión, no lo hacía en sus propias manos: la recibía de otro sacerdote, en la lengua. Lo mismo sucedía con un Obispo. Lo mismo si se tratara de un Papa. Cuando San Pío X, por ejemplo, estaba en su lecho de muerte, en Agosto de 1914, y se le administró la Sagrada Comunión como Viático, no la recibió, y no le estaba permitido, en la mano: la recibió en la lengua de acuerdo a la ley y a la práctica de la Iglesia Católica. Esto confirma un punto fundamental: por principio de reverencia, la Hostia no debe tocarse innecesariamente.
Obviamente alguien debe distribuir el Pan
de Vida. Pero no es necesario hacer de cada hombre, de cada mujer y cada chico su propio “ministro de la Eucaristía” y multiplicar la manipulación torpe y chapucera y el peligro de que se caigan y se pierdan Fragmentos eucarísticos.
Aún aquellos cuyas manos fueron especialmente consagradas para tocar la Sagrada Eucaristía, particularmente los sacerdotes, no deben hacerlo sin necesidad.
EL SACRILEGIO DE LA COMUNIÓN EN LA MANO
En el año 1888, Estanislao Guaita, más conocido como “el Mago Negro” o “Poeta de Satanás” afirmó:
«Hemos de trabajar activamente para lograr que en los templos romanos SE COMULGUE DE PIE. El día que lo consigamos, nuestro triunfo está asegurado. »
Y Pablo Roca, masón grado 33 que por un tiempo estuvo infiltrado como canónigo en Perpignan, le contestó:
«Sería conveniente pasar rápidamente a una segunda fase, DANDO EL PAN EN LA MANO a esos antropófagos fanáticos. »
«Con estos dos logros, el resto caerá como fruta madura: la Eucaristía será ya un simple banquete-símbolo de la filantropía universal. »
Cuando un sacerdote da la Santa Hostia en la mano, o permite que la toquen manos no consagradas, sólo caben tres opciones:
a) O bien no cree en el dogma católico de la Transubstanciación, sino sólo en el dogma luterano de la “Consubstanciación”, que, a diferencia del dogma católico, cree que, tras la consagración, aunque Cristo esté presente en la Hostia con su Cuerpo, Alma, Sangre y Divinidad, aún quedaría parte de pan: las partículas sería sólo pan (¡!). Por eso no les importa que caigan al suelo.
b) O bien no cree en el dogma católico de la Transubstanciación, sino en alguno de los erróneos dogmas de otras sectas protestantes, como la transignificación: Según errores tan graves como éste, Cristo estaría presente sólo simbólicamente o, a lo sumo, espiritualmente, igual que en otras partes del mundo. Por tanto, no pasa nada porque se pierdan partículas de la hostia, ya que ahí NO ESTÁ CRISTO PRESENTE con su Cuerpo, Alma, Sangre y Divinidad.
c) O bien, en el peor de los casos, se trata de un anticatólico infiltrado (hoy sabemos que hay muchos que coparon la Iglesia para destruirla infiltrándose y haciéndose pasar por católicos) y sabe que Cristo está presente en todas y cada una de las partículas después de la consagración, pero pretende simplemente la destrucción del Santo Sacrificio de la Misa y el derribo de la Santa Iglesia Católica, Apostólica, Romana.
Todo ello explica el revuelo que se forma cada vez que el Papa pretende abrir la mano a los defensores de la Santa Misa Tradicional, la Misa que fue codificada para siempre por San Pío V y que constituye la Misa que SIEMPRE estuvo en vigor desde tiempos de los Apóstoles. Y no la falsa misa que se nos ha impuesto por la fuerza desde hace más de 30 años.Ello explica también que los defensores de ese INSANO ARQUEOLOGISMO de dar la comunión en la mano MIENTAN DESCARADAMENTE intentando hacer creer a las gentes sencillas la mentira de que los primeros cristianos comulgaban en la mano.
¡Decir que los primeros cristianos cometían el SACRILEGIO de comulgar en la mano constituye una calumnia grave contra los primeros cristianos!
Además, pretender dar la comunión en la mano, no es más que una clara demostración de SOBERBIA por parte de quienes la impusieron.
Quien permite o acepta la comunión en la mano, no está en comunión con los santos de la Iglesia Católica, que jamás aceptaron la comunión en la mano: sólo está en comunión con el pueblo deicida y con su padre: Satanás.
Mendo Crisóstomo