El impulso que tomó en el siglo pasado la entronización del Sagrado Corazón en el mundo entero se debe sobre todo a un extraordinario sacerdote peruano, el P. Mateo Crawley-Boevey SS CC. Hoy, cuando los anti-modelos -incluso eclesiásticos- parecen ser la regla, es más que oportuno resaltar la figura de este ejemplar sacerdote, honra de la Iglesia y del Perú.
Nació el P. Mateo -cuyo nombre de bautismo era Manuel Eduardo- en Sachaca, Arequipa, en 1875, del matrimonio del caballero inglés don Carlos Octavio Crawley-Boevey, de hidalga estirpe emparentada a los Barones de Highgrove, con doña María Murga, "arequipeña de sangre española con gotas irlandesas". Cuando contaba nueve años la familia se trasladó a Chile, donde en 1891 el joven ingresó al noviciado de los Padres de los Sagrados Corazones, en Valparaíso.
Providencial hallazgo lo encamina hacia el Corazón de Jesús
- Grabado que reproduce la famosa pintura del Sagrado Corazón como Rey del mundo encomendada por Don Gabriel García Moreno, que marcó al joven Mateo para toda la vida.
Un singular episodio ocurrido al comienzo de su vida religiosa le marcó para siempre. Por casualidad descubrió en un cuarto vacío, en el cajón de un viejo mueble, un lienzo enrollado. A desenrollarlo vio con sorpresa que se trataba de un admirable cuadro del Corazón de Jesús que representa a Nuestro Señor como rey, teniendo en su mano izquierda el globo terrestre y en la derecha un cetro real. La tela, obra de un artista francés, procedía del Ecuador. Había sido encomendada por el gran presidente y fervoroso católico don Gabriel García Moreno, con motivo de la consagración religiosa y civil de su país al Sagrado Corazón, efectuada en 1873 (con lo cual Ecuador tiene el honor de haber sido el primer país del mundo en consagrarse oficialmente al Corazón de Jesús). Pero tal acto le costaría a García Moreno la vida: en 1875 fue asesinado por sectarios revolucionarios, y el país entró en grave convulsión político-religiosa. Entonces la pintura fue sacada secretamente del Ecuador y llevada a Chile, para protegerla de profanaciones. Al descubrirla, Mateo Crawley recibió una misteriosa comunicación sobrenatural, que lo vinculó para siempre con el objeto de su apostolado, el Sagrado Corazón de Jesús.
Rápidamente el joven arequipeño se destacó como novicio ejemplar. En una carta al Superior General de los Sagrados Corazones, el Provincial en Chile lo describe como "un simpático joven, modelo de piedad, de penitencia y de excelente carácter" y lo califica como "el mejor de todos" los alumnos que hasta entoces habían pasado por ese centro de formación.
Una gracia extraordinaria define su grandiosa misión
Tras ordenarse en 1898, el P. Mateo Crawley inicia un intenso apostolado, en el Colegio de su congregación y otras instituciones. Por ejemplo creó la Escuela de Leyes de los SS.CC., que más tarde se convertiría en la Facultad de Derecho de la actual Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Pero en 1907, aquejado de una enfermedad que mina sus fuerzas, sus superiores lo envían a Francia. Allí, en una peregrinación al convento de las Visitandinas en Paray-Le-Monial, donde en el siglo XVI ocurrieron las apariciones del Sagrado Corazón de Jesús a Santa Margarita María Alacoque, obtiene su curación instantánea, y en ese momento se le vuelve clara su vocación: conquistar el mundo entero para el Corazón de Jesús. Una placa en el lugar recuerda el hecho: "En esta capilla, donde Jesús prometió que iba a reinar por su Corazón, el P. Mateo Crawley-Boevey, de la Congregación de los Sagrados Corazones, el 24 de Agosto de 1907, recibió la misión de organizar una Cruzada Mundial para el Reinado Social del Sagrado Corazón, por medio de la Entronización de los hogares".
Hace entonces una consagración personal al Corazón divino, y enseguida traza el plan de su obra: dado que el laicismo imperante intenta expulsar a Jesucristo de la vida pública -gobiernos, Parlamentos, tribunales, escuelas, etc.-, es imperioso afirmar su divina soberanía en el ámbito crucial de la sociedad, la familia. Y el medio más eficaz de hacerlo es la entronización en los hogares. Entronizar equivale a reconocer la realeza del Corazón de Jesús sobre las familias cristianas, para desde allí influenciar a la sociedad entera. Lo cual toma forma sensible y permanente colocando una imagen del Sagrado Corazón en un lugar de honor de la casa, seguida de un acto formal de consagración del hogar.
Apoyo papal y gran fecundidad apostólica
El P. Crawley sometió su plan al Cardenal Vives –también propagador de la devoción al Sagrado Corazón y fiel colaborador de San Pío X–, quien lo alentó diciéndole: "Esta es una obra magnífica; a ella debes consagrar tu vida". Expuso después el proyecto al propio Pontífice, quien no fue menos enfático: "No solamente lo permito, sino que os ordeno de dedicar vuestra vida a esta obra de salvación social".
Así animado, regresa a América e inicia el apostolado de la entronización del Sagrado Corazón: primero en Chile, después en su Perú natal y en otros países, hasta llegar al Uruguay, donde predicó por tres meses, obteniendo tantas conversiones que produjo una completa renovación de la vida católica del país, calificada de "resurrección" por el obispo de Montevideo.
En 1914 embarca nuevamente a Europa, donde llega justo al comienzo de la Gran Guerra. Inicia su apostolado en España, no sin sufrir una seria contradicción: después de tres meses de predicar en Madrid, recibe una seca comunicación del Arzobispo, desaprobando la entronización por considerarla "una novedad sin fundamento teológico que cae bajo la condena de la Santa Sede" . Finalmente, oportunas explicaciones desvanecen los recelos.
En esos años el P. Mateo recorre también Francia, Portugal, Italia, Suiza, Holanda, Inglaterra, Irlanda y Escocia, predicando la cruzada de la Entronización. Muchos sacerdotes cooperan en el esfuerzo, y ya en 1919 se cuenta con 104 aprobaciones de Obispos, 150 secretariados organizados, y más de un millón de familias que han entronizado el Sagrado Corazón en sus hogares. En varios países sus propios gobernantes hacen la entronización: el rey de Bélgica, el gran duque de Luxemburgo, el gobernador del Canadá francés.
Lo que España debe a dos grandes peruanos
- El célebre monumento al Sagrado Corazón en el Cerro de los Ángeles, honra de la España católica, se debe a su iniciativa y empeño personal.
Pero el país que más se benefició en ese período del apostolado del P. Mateo Crawley-Boevey fue España. Un solo hecho bastaría para inmortalizar al ejemplar sacerdote. Pocos peruanos saben hoy que es a él a quien se debe la erección del famoso monumento nacional al Sagrado Corazón emplazado en el Cerro de los Ángeles, en el centro geográfico de la Península Ibérica. La propuesta existía desde hacía varios años, pero estaba paralizada.
- Don Juan Mariano de Goyeneche y Gamio, conde de Guaqui y Grande de España, en uniforme de caballero de la Orden de Santiago.
En 1915 el P. Mateo decide llevarla a cabo de una vez, y su plan es acogido con entusiasmo por varias autoridades eclesiásticas y por el propio Rey Alfonso XIII. Recibe también el apoyo decisivo de otro gran peruano, el distinguido arequipeño y Embajador del Perú en Madrid, don Juan Mariano de Goyeneche y Gamio, Conde de Guaqui, Grande de España y Marqués de Villafuerte, quien entrega al P. Mateo el mayor aporte para el proyecto, y dona personalmente la imagen de 9 metros de altura. La intención del generoso embajador, expuesta en carta al sacerdote, era doble: "honrar por cierto al Sagrado Corazón, pero manifestar también muy solemnemente la gratitud del Perú a aquella España católica que nos civilizó con la fe de Cristo y con la moral del Evangelio". ¡Qué lección para tantos ingratos teólogos de la liberación, que hoy incluso reniegan de la evangelización de América y hasta predican el retorno indígena a la barbarie prehispánica!...
El mismo P. Mateo recorrió personalmente parroquias por toda España, organizando los comités de suscripción popular para la construcción del monumento. Fue un éxito completo, y una vez concluida la magnífica obra, el religioso predicó el triduo preparatorio para la gran bendición inaugural que tuvo lugar el 30 de mayo de 1919, con la presencia del rey Alfonso XIII y todo su gabinete.
Doctrina y ejemplo de un incansable apostolado
El P. Crawley sustentó su apostolado en la doctrina del "Reinado social de Jesucristo", planteada como medio de contrarrestar la descristianización progresiva de la sociedad y hacer frente al laicismo. Sus ideas, expuestas en numerosos escritos, fueron incluso aprovechadas por el Papa Pío XI en la redacción de la encíclica Quas Primas , por la cual instituyó en1925 la fiesta de Cristo Rey. Precisamente en aquel día el sacerdote arequipeño predicó en la Catedral de San Isidro en Madrid, abarrotada de público, una Hora Santa compuesta especialmente para la ocasión.
En 1934 comienza otra fecunda etapa de su apostolado. Por orden del mismo Pío XI, ese año el P. Mateo deja Europa y parte hacia el Lejano Oriente. Durante años de incansable itinerancia predicará la devoción al Sagrado Corazón en China, Japón, la Incochina francesa, la India, Ceilán, Manchuria, Corea, Hong Kong, Malasia, las Filipinas... En 1940 pasa a Hawaii, de allí a los Estados Unidos, y finalmente llega a Canadá, donde permanece en los años de la II Guerra Mundial. En este país, y a pesar de su precaria salud, predicaba continuos retiros, en los cuales llegaba a dar ocho sermones de una hora por día; y cuando las señales de fatiga se hacían evidentes, su amor ardiente al Sagrado Corazón parecía infundir una vitalidad sobrenatural a su cuerpo exhausto, y una extraordinaria energía a su voz.
Sus palabras conmovían a los auditorios, no por revelar especiales dotes de orador, sino por su comunicativa piedad y ardor. Gran devoto de la Santísima Virgen, solía repetir que "si Jesús entero pertenece a María, hay algo en Jesús que es más especialmente de su Madre: su Corazón". Fue también director espiritual de muchas almas que están en camino a los altares, como la célebre actriz francesa Eva Lavalliére, que recibió la gracia de una radical conversión y murió en olor de santidad en 1929.
Hacia la eterna recompensa
Su salud nunca había sido buena. Joven aún, había escrito: "Cuando no pueda predicar, escribiré, cuando ya no pueda escribir, oraré; cuando no pueda orar, podré siempre amar sufriendo y sufrir amando". Estas palabras se revelaron proféticas: en 1946 enfermó gravemente y fue internado en una clínica canadiense, donde debió permanecer postrado durante diez años, desarrollando lo que denominaba "apostolado del sufrimiento", y con permiso del Papa Pío XII celebraba la Santa Misa en su lecho de enfermo.
Sorprendiendo a todos, en 1956 experimentó una repentina mejoría; pudo entonces dejar la clínica y regresar ese mismo año a Chile. Pero algún tiempo después, tras afrontar otra dolorosa enfermedad que le produjo una gangrena y la amputación de una pierna, fallecía de manera edificante el 4 de mayo de 1960, a los 85 años de edad. Durante más de 50 años, de 1907 a 1960, había predicado la devoción al Sagrado Corazón a millones de personas en 28 países. Ahora su alma volaba recibir la digna recompensa del Corazón de Jesús, al que tanto contribuyó a hacer conocer y amar. La siembra apostólica de este apóstol peruano, noble de estirpe y de alma, sin duda ha concurrido decisivamente a preparar el gran día en que su máxima aspiración, el Reino de Cristo en los corazones y las naciones, se hará realidad en el cumplimiento de las promesas de Fátima.