quarta-feira, 1 de dezembro de 2010

Benedicto XVI : JULIANA DE NORWICH En su libro “Revelaciones del Amor divino”, continuó, “hay un mensaje de optimismo fundado en la certeza de que somos amados por Dios y protegidos por su Providencia”. Juliana “compara el amor divino con el amor materno. La ternura, la solicitud y la dulzura de la bondad de Dios con nosotros es tan grande que, para nosotros, peregrinos en la tierra, evocan el amor de una madre por sus hijos”. “Juliana de Norwich entendió el mensaje central para la vida espiritual: Dios es amor y sólo cuando nos abrimos totalmente a este amor y dejamos que se convierta en la única guía de la vida, todo se transforma, se encuentran la verdadera paz y la verdadera alegría y se es capaz de difundirlas alrededor”.

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JULIANA DE NORWICH: PRIMACIA DEL AMOR DIVINO

CIUDAD DEL VATICANO, 1 DIC 2010 (VIS).-En la audiencia general de este miércoles, el Papa habló sobre Juliana de Norwich, mística inglesa que vivió aproximadamente entre 1342 y 1430, “años difíciles para la Iglesia, desgarrada por el cisma después del regreso del Papa de Aviñón a Roma, y para la vida de las personas que sufrieron las consecuencias de una larga guerra entre el reino Inglaterra y el de Francia”.

El Santo Padre recordó que en 1373, cuando Juliana enfermó gravemente, recibió dieciséis revelaciones, centradas en el amor de Dios. “Inspirada por el amor divino, optó por una decisión radical. Como una antigua anacoreta, eligió vivir dentro de una celda, situada cerca de la iglesia titulada a san Julián, en la ciudad de Norwich”.

“Los anacoretas –explicó- se dedicaban a la oración, a la meditación y al estudio. De este modo, tenían una gran sensibilidad humana y religiosa, que causaba admiración en la gente. Hombres y mujeres de todas las edades y condiciones, deseosas de consejos y de consuelo, las buscaban devotamente”.

Benedicto XVI subrayó que “las mujeres y los hombres que se retiran a vivir en compañía de Dios, gracias a esta elección, adquieren un gran sentido de compasión por las penas y la debilidad de los demás. Amigas y amigos de Dios, tienen una sabiduría que el mundo, del que se alejan, no posee, y con amabilidad, la comparten con quienes llaman a su puerta”. En este sentido, el Papa se refirió “con admiración y gratitud a los monasterios de clausura femeninos y masculinos, que hoy más que nunca, son oasis de paz y esperanza, un tesoro precioso para toda la Iglesia, sobre todo para hacer hincapié en la primacía de Dios y en la importancia de una oración intensa y constante para el camino de la fe”.

En su libro “Revelaciones del Amor divino”, continuó, “hay un mensaje de optimismo fundado en la certeza de que somos amados por Dios y protegidos por su Providencia”. Juliana “compara el amor divino con el amor materno. Este es uno de los mensajes más característicos de su teología mística. La ternura, la solicitud y la dulzura de la bondad de Dios con nosotros es tan grande que, para nosotros, peregrinos en la tierra, evocan el amor de una madre por sus hijos”.

“Juliana de Norwich entendió el mensaje central para la vida espiritual: Dios es amor y sólo cuando nos abrimos totalmente a este amor y dejamos que se convierta en la única guía de la vida, todo se transforma, se encuentran la verdadera paz y la verdadera alegría y se es capaz de difundirlas alrededor”.

El Santo Padre señaló que en el Catecismo de la Iglesia Católica se recogen unas palabras de Juliana de Norwich, cuando expone el punto de vista de la fe católica sobre la existencia del mal y del sufrimiento de los inocentes, teniendo en cuenta que Dios es sumamente bueno. “En los misteriosos designios de la Providencia, Dios es capaz de obtener incluso del mal un bien mayor, como escribió Juliana de Norwich: Aprendí por la gracia de Dios que debía permanecer firmemente en la fe, y por tanto, debía creer con firmeza y plena convicción en que todo habría terminado bien”.

“Las promesas de Dios son siempre más grandes que nuestras expectativas. Si entregamos a Dios, a su gran amor, los deseos más puros y más profundos de nuestros corazones, nunca quedaremos defraudados. “Y todo será para bien”: éste -terminó el Papa- es el mensaje final que Juliana de Norwich nos transmite, y que también yo os propongo hoy”.
AG/ VIS 20101201 (600)