segunda-feira, 30 de novembro de 2020

CONHECER O CORAÇÃO DE JESUS

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UN MES EN LA ESCUELA DEL SAGRADO CORAZON DE JESUS

Venid a mí todos… y aprended de mí, porque soy 

manso y humilde de Corazón. (Jesús de Teresa)

Cuando el corazón le di / Puse en mí este letrero: / 

Que muero porque no muero. (Teresa de Jesús)

Prólogo

Pensar como Cristo Jesús, sentir como Cristo Jesús, amar como Cristo Jesús, obrar 

como Cristo Jesús, conversar como Cristo Jesús, hablar como Cristo Jesús, conformar, 

en una palabra, toda nuestra vida con la de Cristo, revestirnos de Cristo Jesús, he aquí 

el único negocio y ocupación esencial, primera de todo cristiano. Porque cristiano 

quiere decir alter Christus, otro Cristo, y nadie puede salvarse si no fuere hallado 

conforme con la imagen de Cristo. Mas para conformarnos con la vida de Cristo Jesús 

es ante todo menester estudiarla, saberla, meditarla y no solo en su corteza exterior, 

sino entrando en los sentimientos, afectos, deseos, intenciones de Cristo Jesús, para 

hacerlo todo en unión perfecta con Él.

Coadyuvar a este fin altísimo y perfectísimo es lo que nos proponemos al convidar a los 

fieles a pasar o asistir a lo menos un mes a la escuela del Sagrado Corazón de Jesús. No 

sabemos si será en nosotros temeridad pretensión tan divina; pero el amor y confianza 

que la bondad de Jesús nos inspira y el deseo de engolosinar a las almas con un bien el 

más necesario, nos hace atrevidos. El buen Jesús, pues, nos perdone el intentar 

descubrir a los fieles las investigables riquezas de su infinito amor según las luces que 

nos dé. ¡Oh! penetrar en el Sancta Sanctorum de su Corazón adorable recon8ocemos es 

una temeridad; pero, repetimos, el mismo Señor Jesús con su bondad y sus palabras 

nos convida a ello. Pues, ¿cómo, por ejemplo, aprenderemos su mansedumbre y 

humildad; cómo en cada acción nos pondremos delante a Cristo para imitarle si no 

conocemos los sentimientos de su corazón al practicarlos? Porque Cristo vivió, comió, 

durmió, habló, calló, anduvo, se cansó, descansó, sudó y tuvo hambre, sed, pobreza, 

etc., etc., trabajó, en una palabra, padeció y murió por nosotros, por nuestra salud.

¿Por qué, pues, no nos hemos de hacer o representar a Jesús práctico, real, digámoslo 

así, y no teórico o ideal, que es causa de que no le amemos e imitemos en todas las 

cosas como debemos?

Porque cuando yo digo Cristo Jesús me represento a un niño agraciado, o a un joven 

gallardo o de edad madura, con todas las gracias y encantos que la Divinidad podía 

derramar en un alma y cuerpo humanos; pero también al mismo tiempo me lo 

represento sujeto a todas nuestras miserias, excepto el pecado, por mi amor; porque 

es nuestro hermano, carne de nuestra carne, sangre de nuestra sangre y hueso de 

nuestros huesos. Este es, pues, mi Jesús, Dios y Hombre verdadero, vivo, personal, que 

se dejó ver en la tierra y vivió, conversó con nosotros, hombres, por treinta y tres años, 

ya que por nuestra salud siendo Verbo Eterno del Padre descendió del cielo, se 

encarnó, padeció, murió, resucitó, subió a los cielos y se quedó entre nosotros hasta la