- E senti o espírito inundado por um mistério de luz que é Deus e N´Ele vi e ouvi -A ponta da lança como chama que se desprende, toca o eixo da terra, – Ela estremece: montanhas, cidades, vilas e aldeias com os seus moradores são sepultados. - O mar, os rios e as nuvens saem dos seus limites, transbordam, inundam e arrastam consigo num redemoinho, moradias e gente em número que não se pode contar , é a purificação do mundo pelo pecado em que se mergulha. - O ódio, a ambição provocam a guerra destruidora! - Depois senti no palpitar acelerado do coração e no meu espírito o eco duma voz suave que dizia: – No tempo, uma só Fé, um só Batismo, uma só Igreja, Santa, Católica, Apostólica: - Na eternidade, o Céu! (escreve a irmã Lúcia a 3 de janeiro de 1944, em "O Meu Caminho," I, p. 158 – 160 – Carmelo de Coimbra)
terça-feira, 2 de junho de 2009
LA DEVOCIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS IMPORTANCIA CONSAGRACIÓN PERSONAL
Por Florentino Alcañiz, S. J.
Doctor y Maestro Agregado a la Facultad de Filosofía de la Universidad Gregoriana
5ª EDICIÓN AUMENTADA
Misioneras Hijas del Corazón de Jesús
Calle Arabial, n.º 59. 18004 Granada.
INTRODUCCIÓN
SUMARIO. - Objeto de esta devoción. - Nuestro intento. - Fuentes. - Una observación.
Objeto de esta devoción
Señalar el objeto de este culto es lo mismo que declarar lo que entendemos con el nombre de Corazón de Jesús. Esta cuestión ya ha sido desarrollada amplia y repetidamente por excelentes autores, y así tan sólo haremos aquí un brevísimo resumen, tomado del P. I. V. Bainvel, a quien puede consultar quien deseare ideas más amplificadas.
Cuando decimos Corazón de Jesús significamos por de pronto el corazón material y verdadero de Cristo, pero considerado como símbolo de su amor; significamos además este mismo amor del Hijo de Dios simbolizado en su Corazón divino; significamos todo lo íntimo de Jesús: sus sentimientos, sus afectos, sus virtudes, etc., «en cuanto tienen en el corazón viviente un centro de resonancia, un símbolo, o un signo de referencia», a lo cual llaman el objeto por extensión; significamos, en fin, la Persona amabilísima de Cristo Nuestro Señor.
«Margarita María, escribe el P. Bainvel, dice este Sagrado Corazón como diría Jesús. En ambos casos mira directamente a la Persona. Y este uso ha venido a ser corriente, designando a Jesús por el nombre de El Sagrado Corazón. No es que los dos vocablos sean sinónimos (adviértase bien). No se puede decir indiferentemente Jesús o el Sagrado Corazón; no se designa siempre la persona por su corazón. Para hacerlo es menester que se atienda a la vida afectiva y moral de la persona, a su intimidad, a su carácter y a sus principios de conducta... Esta consideración de la persona en su corazón da a la devoción un aire más libre y un alcance más amplio, Por ella el Sagrado Corazón me representa a Jesús en toda su vida afectiva y moral; lo interior de Jesús, a Jesús todo amante y todo amable...
Todo Jesús se resume y se representa en el Sagrado Corazón atrayendo bajo este símbolo expresivo nuestras miradas y nuestros corazones hacia su amor y sus amabilidades, Jesús ¿no es, acaso, en todo y por todo, todo amable y todo amante? Todo El, ¿no es corazón?... El corazón no desaparece en esta nueva acepción.
Pero la Persona misma de Jesús es quien nos lo abre, diciéndonos como a Santa Margarita María: «He aquí este Corazón». Y nosotros, mirando al Corazón que se nos muestra así aprendemos a conocer la Persona en su fondo. Por esta manera todo Jesús se recapitula en su Corazón, como todo lo demás se recapitula en Jesús»[1]
De este modo hermoso e íntegro consideramos nosotros al Corazón de Jesús en nuestro libro; modo como suele entenderlo de ordinario el pueblo fiel, y modo como parece desea que le consideremos la Iglesia, cuando excluye del culto público (no del privado) al Corazón separado de lo restante de Cristo.
Nuestro intento
Estudiando la historia de la devoción al Corazón de Jesús, se ve el proceso de evolución o desarrollo que ha ido siguiendo desde los primeros tiempos de la Iglesia. En esto imita al astro del día: primero es un alborear tenue; luego una luz sonrosada que matiza con sus colores las crestas de algunas altas montañas; y en fin un acrecentamiento paulatino de claridad y calor, hasta llegar al cenit desde donde el astro rey envía cascadas de luz y torrentes de fuego sobre el planeta.
No creemos que la devoción al Corazón de Jesús haya tocado todavía su cenit. Su conocimiento y su práctica no han adquirido aún en muchos fieles aquel grado de perfección que Nuestro Señor desea y que un día han de tener, y aun sospechamos que a las gentes venideras reserva el Divino Corazón nuevas sorpresas, que descubran más y más los tesoros que en su devoción se encierran, y den a conocer métodos más rápidos, sencillos y eficaces de explotarlos.
Respecto de nuestros tiempos, véase lo que el mismo Señor decía no ha muchos años a una de sus grandes almas:
«Una vez, hablando de este mismo asunto de las comuniones, dijo Él que su deseo había sido establecer el culto de su Divino Corazón, y que ahora que este culto exterior estaba introducido por sus apariciones a la bienaventurada Margarita María y extendido por todas partes, El quería también que el culto interno se estableciese más y más; es decir, que las almas se habituasen a unirse cada vez más con Él interiormente y a ofrecerle sus corazones como morada»[2].
Con esto tiene el lector indicado el fin que hemos tenido al escribir este libro: aportar nuestro granito de arena a la obra de la generalización entre los fieles cristianos
de un conocimiento más profundo y una práctica más llena de la devoción al Corazón de Jesús. Pero, como éste es un campo vastísimo, nos hemos ceñido únicamente a estos dos puntos: importancia de la devoción al Divino Corazón, y práctica fundamental individual completa. No tenemos pretensiones de descubrir el Dorado, sino de dar a conocer un poco mejor lo que ya está descubierto.
Fuentes
Varios caminos pueden seguirse para llegar al término que nos propusimos; nosotros hemos tomado el siguiente, porque creíamos que en conjunto era el más acomodado al fin absolutamente práctico que ante los ojos llevamos.
Como la devoción al Corazón de Jesús no es cosa inventada por los hombres, sino revelada al mundo por Cristo Nuestro Señor. sirviéndose para ello de personas destinadas expresamente a esa misión particular en la tierra, es evidente, que si alguien en el mundo ha podido conocer a fondo, en su teoría y en su práctica, la devoción del Sagrado Corazón, han sido estas almas escogidas, y, si ellas no han llegado a comprenderla, ya podemos los demás renunciar a tal intento. Ahora bien: si en cada ramo solemos acudir para ilustrarnos a los peritos en él, y de ahí el vulgar proverbio: «peritis in arte sua credendum est», no se ve por qué no habremos de hacer lo mismo cuando se trata de la devoción al Corazón de Jesús.
Claro está que también echamos mano, y con bastante frecuencia, de otros documentos eclesiásticos, como el lector irá viendo en el decurso del libro.
En el cielo de la devoción al Corazón de Jesús hay estrellas de luz propia, y hay planetas y satélites que la reciben de otros. De ordinario hemos procurado circunscribirnos a aquéllas, y aun entre ésas solamente a las de más importancia por razón de sus escritos acerca de los puntos de vista escogidos por nosotros; tales son: Santa Gertrudis, muerta hacia el 1303, y que contribuyó a una cierta difusión de la devoción al Corazón de Jesús en los siglos XIV y XV; San Juan Eudes, a quien San Pío X en el Breve de Beatificación le llama doctor de los Sagrados Corazones de Jesús y de María; Santa Margarita Mª. de Alacoque, que sin duda ocupa el primer lugar; el P. Bernardo de Hoyos, primer apóstol del Corazón Divino en España, y favorecido con muchas comunicaciones del cielo sobre el asunto; el P. Agustín de Cardaveraz, compañero del anterior y muy semejante a él tanto en sus comunicaciones con el Corazón de Jesús, como en todo lo demás; la M. María del Divino Corazón, Condesa Droste zu Vichering, que fue el instrumento con que el Corazón Sagrado, mediante diversas apariciones, movió al Papa León XIII a que le hiciese la consagración del mundo, y de quien se sirvió también para comunicarnos algunas ideas magníficas sobre el porvenir de su reino; y por último, en nuestros días, un alma privilegiada, cuyo proceso de beatificación está incoado y que puede ejercer bastante influjo con sus hermosos escritos: Sor Benigna Consolata Ferrero, muerta en Italia el 1916. Esto decíamos en la primera edición. En la segunda, antes del misterioso pasaje de la Herida
del Costado hemos añadido algunas páginas sobre el autor que nos transmitió datos tan interesantes de tan hondos misterios, el Discípulo amado del Señor, San Juan Evangelista.