El inmenso genocidio de Paracuellos de Jarama en 1936
Al hablar de Paracuellos de Jarama Fr. Octavio Marcos, de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, se expresa de este modo: "He aquí un nombre que ha sido grabado a punta de cuchillo en el alma de España y cuyos caracteres están teñidos en la púrpura de su sangre. Lugar sagrado, campo de expiación, tierra sembrada de cuerpos santos y fertilizada con sangre de mártires. Aún perciben nuestros oídos el rasgado silbar de la metralla que troncha vidas beneméritas en la virtud y en las ciencias, en íntima fusión con las plegarias: “¡Viva Cristo Rey!, ¡Dios!, ¡España!, ¡Perdónalos Señor!”, que brotan de labios moribundos y se elevan al cielo como perfumado sahumerio de sangre palpitante que empapa la tierra y la cubre de regio manto de púrpura, glorioso atributo de la victoria y de la Realeza de Cristo."
Al hablar de Paracuellos de Jarama Fr. Octavio Marcos, de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, se expresa de este modo: "He aquí un nombre que ha sido grabado a punta de cuchillo en el alma de España y cuyos caracteres están teñidos en la púrpura de su sangre. Lugar sagrado, campo de expiación, tierra sembrada de cuerpos santos y fertilizada con sangre de mártires. Aún perciben nuestros oídos el rasgado silbar de la metralla que troncha vidas beneméritas en la virtud y en las ciencias, en íntima fusión con las plegarias: “¡Viva Cristo Rey!, ¡Dios!, ¡España!, ¡Perdónalos Señor!”, que brotan de labios moribundos y se elevan al cielo como perfumado sahumerio de sangre palpitante que empapa la tierra y la cubre de regio manto de púrpura, glorioso atributo de la victoria y de la Realeza de Cristo."
Al pie del Cerro de San Miguel en cuya cima se asienta el pueblo de Paracuellos, cercano al río Jarama, cerrado en el horizonte por una serie de cerros pelados, a 16-18 Kms. de distancia de Madrid, con caminos poco transitados y suelo arenoso y suelto, fácil de excavar. Existía allí el grupo de pinos que contemplamos dentro de su actual recinto, lugar sacratísimo, pues precisamente bajo esos pinos se detenían los camiones que transportaban a los presos, los hacían descender y allí aguardaban su turno, presenciando el fusilamiento de sus compañeros, rezando, llorando, confortándose recíprocamente, recibiendo bendiciones y absoluciones de los sacerdotes y religiosos que con ellos iban a morir.
¿Cuántas víctimas reposan en este lugar? En ningún tiempo será posible señalar cifras exactas, por las razones apuntadas al comienzo de este trabajo, mas no será difícil obtener número aproximado, con nombres, fechas y procedencias. Por ahora me atrevo a afirmar que el número de sepultados en Paracuellos, incluidos los llevados de Boadilla del Monte, Ribas-Vaciamadrid, los 414 de Torrejón de Ardoz y de otros lugares próximos (excluyendo los 800 del cementerio de Aravaca) superan con mucho las cifras señaladas por ciertas monografías recientes, si bien no tan elevadas como las que nosotros hemos utilizado a veces. El número de OCHO MIL TRESCIENTOS CINCUENTA Y CUATRO mártires que expresa el Archivero-Historiador de la Real Academia de la Historia, Arsenio de Izaga en su importantísima obra Los presos de Madrid (Madrid 1940), puede ser el más aproximado hasta ahora.
Las zanjas en que se sepultaron tantos miles de mártires eran descomunales, terroríficas, sin precedentes ni comparación con cualquier otro episodio de la Cruzada. Siete en total, la mayor la n.º 4 (mártires del 9 y 24 noviembre y otros desconocidos) con 160 X 4 m.; la n.º 6 (mártires del 3 y 4 diciembre y otros desconocidos), tiene 120 X 8 m.; la n.º 5 (mártires del 28, 29 y 30 noviembre) 80 X 8 m.
Tal es, en síntesis, la historia trágica y gloriosa de los Mártires de Paracuellos de Jarama, el más grandioso holocausto católico de todos los tiempos en España, uno de los mayores de la historia de la Iglesia Universal. Inicua y gigantesca carnicería de hombres inermes, indefensos, plenos de espíritu cristiano y patriótico, para la que los responsables no se preocuparon siquiera de buscar pretexto y en la que desde luego no hubo la más mínima participación popular, como tampoco la hubo en las matanzas generales que antes hemos referido. El pueblo de Madrid ignoró los hechos hasta que concluida la guerra se supo la verdad con todo su horror y toda su grandeza. Todo estaba perfecta, diabólicamente dispuesto por los órganos de poder, desde el Ministerio de la Gobernación a la Dirección General de Seguridad y desde la Junta de Defensa a su Delegado de Orden Público. Las órdenes y listas de salida de las prisiones, la conducción de los presos en autobuses de la Empresa Municipal o en camiones de servicio oficial, la apertura de zanjas, los piquetes preparados con abundancia de armas y de municiones, todo estaba previsto y ordenado de antemano, sin que nadie desde el poder se opusiera, cuando más tarde se demostró que un solo Delegado de Prisiones, por sí mismo, pudo poner fin en un instante al inmenso crimen contra el Derecho de Gentes.
Arsenio de Izaga, que convivió en prisión con los mártires, escribió a propósito de Paracuellos: “Cuadro espantoso aquel cuadro... espectáculo escalofriante el terrible piquete de forajidos que disparaba sus fusiles o sus ametralladoras sobre unos hombres de bien de toda profesión, de toda categoría y de toda edad. sacerdotes y seglares, militares y paisanos, ricos y pobres, patronos y obreros, desde los que habían pasado los dinteles de la ancianidad hasta los que apenas habían salido de la niñez, mientras sus compañeros de infortunio, hacinados sobre los vehículos o apelotonados a la vera del camino, esperaban el turno fatal y contemplaban indefensos el suplicio que poco después iban a sufrir”....“Yo que conocí el temple de sus pechos, lo adiviné cuando vi que salían de la prisión con el resplandor de los elegidos... Ninguno renegó de sus convicciones religiosas y patrióticas. Ninguno dio la más leve prueba de vacilación ni de flaqueza. Todos se negaron a prestar adhesión al régimen que los estaba envileciendo, a pesar de que se les ofrecía como único medio de salvarse. Todos se animaban entre sí, y oponían a las blasfemas imprecaciones de sus verdugos, su fe de creyentes y su altivez de españoles. Todos recibían la helada caricia de las balas como el galardón eterno que el Cielo les tenía prometido y el beso que la Patria imprimía en sus frentes de Cruzados. Y no se había extinguido el eco de la última descarga, cuando aún resonaba en el espacio su vibrante grito, ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva España!.”
* Para más información se puede visitar la página: http://www.martiresdeparacuellos.com/
Ayer, domingo 29 de noviembre, los Hermanos de la Fraternidad de Cristo Sacerdote y Santa María Reina tuvimos la dicha de asistir a la Santa Misa celebrada por Su Excelencia Monseñor Don Juan Antonio Reig Plá, Obispo de Alcalá de Henares, en el cementerio de los Mártires de Paracuellos de Jarama.
Las zanjas en que se sepultaron tantos miles de mártires eran descomunales, terroríficas, sin precedentes ni comparación con cualquier otro episodio de la Cruzada. Siete en total, la mayor la n.º 4 (mártires del 9 y 24 noviembre y otros desconocidos) con 160 X 4 m.; la n.º 6 (mártires del 3 y 4 diciembre y otros desconocidos), tiene 120 X 8 m.; la n.º 5 (mártires del 28, 29 y 30 noviembre) 80 X 8 m.
Tal es, en síntesis, la historia trágica y gloriosa de los Mártires de Paracuellos de Jarama, el más grandioso holocausto católico de todos los tiempos en España, uno de los mayores de la historia de la Iglesia Universal. Inicua y gigantesca carnicería de hombres inermes, indefensos, plenos de espíritu cristiano y patriótico, para la que los responsables no se preocuparon siquiera de buscar pretexto y en la que desde luego no hubo la más mínima participación popular, como tampoco la hubo en las matanzas generales que antes hemos referido. El pueblo de Madrid ignoró los hechos hasta que concluida la guerra se supo la verdad con todo su horror y toda su grandeza. Todo estaba perfecta, diabólicamente dispuesto por los órganos de poder, desde el Ministerio de la Gobernación a la Dirección General de Seguridad y desde la Junta de Defensa a su Delegado de Orden Público. Las órdenes y listas de salida de las prisiones, la conducción de los presos en autobuses de la Empresa Municipal o en camiones de servicio oficial, la apertura de zanjas, los piquetes preparados con abundancia de armas y de municiones, todo estaba previsto y ordenado de antemano, sin que nadie desde el poder se opusiera, cuando más tarde se demostró que un solo Delegado de Prisiones, por sí mismo, pudo poner fin en un instante al inmenso crimen contra el Derecho de Gentes.
Arsenio de Izaga, que convivió en prisión con los mártires, escribió a propósito de Paracuellos: “Cuadro espantoso aquel cuadro... espectáculo escalofriante el terrible piquete de forajidos que disparaba sus fusiles o sus ametralladoras sobre unos hombres de bien de toda profesión, de toda categoría y de toda edad. sacerdotes y seglares, militares y paisanos, ricos y pobres, patronos y obreros, desde los que habían pasado los dinteles de la ancianidad hasta los que apenas habían salido de la niñez, mientras sus compañeros de infortunio, hacinados sobre los vehículos o apelotonados a la vera del camino, esperaban el turno fatal y contemplaban indefensos el suplicio que poco después iban a sufrir”....“Yo que conocí el temple de sus pechos, lo adiviné cuando vi que salían de la prisión con el resplandor de los elegidos... Ninguno renegó de sus convicciones religiosas y patrióticas. Ninguno dio la más leve prueba de vacilación ni de flaqueza. Todos se negaron a prestar adhesión al régimen que los estaba envileciendo, a pesar de que se les ofrecía como único medio de salvarse. Todos se animaban entre sí, y oponían a las blasfemas imprecaciones de sus verdugos, su fe de creyentes y su altivez de españoles. Todos recibían la helada caricia de las balas como el galardón eterno que el Cielo les tenía prometido y el beso que la Patria imprimía en sus frentes de Cruzados. Y no se había extinguido el eco de la última descarga, cuando aún resonaba en el espacio su vibrante grito, ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva España!.”
Entre los mártires cientos de Sacerdotes, Religiosos, seminaristas y novicios, jóvenes de la Acción Católica y miles de seglares católicos. El más joven de los mártires, trece años de edad y ¡más de doscientos menores de edad!...
* Para más información se puede visitar la página: http://www.martiresdeparacuellos.com/
Ayer, domingo 29 de noviembre, los Hermanos de la Fraternidad de Cristo Sacerdote y Santa María Reina tuvimos la dicha de asistir a la Santa Misa celebrada por Su Excelencia Monseñor Don Juan Antonio Reig Plá, Obispo de Alcalá de Henares, en el cementerio de los Mártires de Paracuellos de Jarama.
Quisimos contribuir con nuestra presencia a honrar la memoria santa de los mártires de la persecución religiosa habida en España desde el año 1934 a 1939. En medio de tan terrible holocausto destaca el genocidio perpetrado contra los mártires en Paracuellos. Las siete grandes fosas comunes acogen los sagrados restos de entre ocho mil y diez mil mártires que allí fueron salvajemente asesinados entregando y ofreciendo su vida por Dios y por España.
Fue la del domingo una ceremonia emocionante en la que se respiraba profunda devoción y admiración a los mártires de Cristo nuestros hermanos.
Concluida la Santa Misa, Monseñor Reig Plá, sorprendió a todos los presentes dando muestras de un corazón de verdadero Pastor y Obispo, a semejanza de Cristo Buen Pastor. Con gesto paternal quiso encabezar una procesión que recorrió las siete fosas en las que reposan los miles de mártires. Al pie de cada una de ellas el Prelado recitó las oraciones de rigor, realizó la aspersión con el agua bendita e incensó.
Durante la procesión , al trasladarse de una fosa a otra, el Prelado y todos los asistentes cantábamos emocionados: "Perdona a tu pueblo, Señor...", solicitando así el perdón para los verdugos de nuestros hermanos.
Al cantar "Christus vincit, Christus regnat, Christus imperat..." las lágrimas se asomaban a muchos de los rostros de los presentes, seguramente recordando que en la debilidad de la Cruz está la fuerza y la victoria de los mártires y de nuestra fe. Y, seguramente, recordando también el último grito de profesión de fe que los mártires pronunciaban antes de ser acribillados: "¡Viva Cristo Rey!"
Emocionantes y vivas palabras de Monseñor Reig Plá en la homilía de la Santa Misa:
"Esta es la catedral más grande edificada jamás, pues ha sido levantada con la sangre de miles de mártires, de modo que es el santuario más grande del mundo, donde se concentran más mártires por metro cuadrado, muchos de ellos elevados ya a la gloria de los altares. En un tiempo en el que se quiso cerrar las puertas del cielo, estos hermanos nuestros dieron testimonio de su fe gritando Viva España y Viva Cristo Rey al morir. Miles de sacerdotes, religiosos y fieles ofrendaron sus vidas para que podamos construir una España mejor, una España que es fruto de muchos siglos de fe cristiana que conforman nuestra civilización, la civilización cristiana. Debemos engrandecer este lugar y darlo a conocer para ejemplo de muchos, precisamente ahora que se vuelve a intentar construir un mundo sin Dios, con un laicismo radical. Os felicito por haber mantenido este lugar santo, tan cuidado y tan hermoso, que sobrecoge a quien lo visita. Yo me siento débil e impotente, en una diócesis pequeña y con pocos medios, para proseguir la inmensa tarea de seguir estudiando los casos de martirio y elevar a los altares a tantos cuyos cuerpos reposan aquí. Pero os pido vuestra ayuda y colaboración para hacerlo".
"Esta es la catedral más grande edificada jamás, pues ha sido levantada con la sangre de miles de mártires, de modo que es el santuario más grande del mundo, donde se concentran más mártires por metro cuadrado, muchos de ellos elevados ya a la gloria de los altares. En un tiempo en el que se quiso cerrar las puertas del cielo, estos hermanos nuestros dieron testimonio de su fe gritando Viva España y Viva Cristo Rey al morir. Miles de sacerdotes, religiosos y fieles ofrendaron sus vidas para que podamos construir una España mejor, una España que es fruto de muchos siglos de fe cristiana que conforman nuestra civilización, la civilización cristiana. Debemos engrandecer este lugar y darlo a conocer para ejemplo de muchos, precisamente ahora que se vuelve a intentar construir un mundo sin Dios, con un laicismo radical. Os felicito por haber mantenido este lugar santo, tan cuidado y tan hermoso, que sobrecoge a quien lo visita. Yo me siento débil e impotente, en una diócesis pequeña y con pocos medios, para proseguir la inmensa tarea de seguir estudiando los casos de martirio y elevar a los altares a tantos cuyos cuerpos reposan aquí. Pero os pido vuestra ayuda y colaboración para hacerlo".
Al terminar la celebración en el cementerio, Monseñor Juan Antonio, se dirigió emocionadamente a todos los presentes invitándonos a cantar la Salve Regina, pidiendo auxilio a la Santísima Virgen y a los mártires por las nuevas persecuciones que hoy se dan contra la fe y contra la Iglesia. Pidiendo por aquellos que son martirizados en el seno materno mediante el crimen abominable del aborto. Pidiendo a la Virgen Santísima que ampare y cuide a todas las madres que llevan en su seno a sus hijos. Para que se ablande y se convierta el corazón de los gobernantes y busquen justas soluciones que ayuden a las madres gestantes y salvaguarden la vida de los inocentes.
Finalmente, el Prelado reconoció estar, sin duda, en el lugar más sagrado de España, y quizás del mundo, por el número tan grande e impresionante de mártires que reposan en las siete fosas comunes del cementerio de los Mártires de Paracuellos de Jarama.
Todos los presentes, con profunda emoción y sentido agradecimiento, expresamos vivamente a Moseñor Reig Plá nuestro recnocimiento y admiración por su gesto valiente y de profunda fe.
¡Sin duda, un gran Pastor!
¡Viva Cristo Rey! ¡Viva el Papa! ¡Viva el Sr Obispo! ¡Viva España!, fueron las últimas aclamaciones de los presentes al finalizar el canto de la Salve.