PRIMERA HORA SANTA PARA EL AÑO NUEVO
Compuesta por el
Padre Mateo Crawley-Boevey
(1875-1960)
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(Esta Hora Santa podría servir especialmente para comenzar el Año Nuevo, según el verdadero espíritu del Sagrado Corazón de Jesús, y para consagrárselo a su gloria. Este mismo método podría también ser muy útil en determinadas ocasiones, en ciertas horas decisivas y solemnes “del año o de la vida”, como, por ejemplo, en vísperas de contraer matrimonio o como preparación inmediata para ingresar al convento, al abrazar la vida religiosa. Podría, asimismo, ser de gran provecho “durante los ejercicios de un retiro”, para iniciar en ellos una etapa de vida espiritual nueva y más intensa).
He aquí que se levanta con la aurora del Año Nuevo el verdadero Sol de paz, de esperanza y de amor: el Corazón Divino de Jesús, sol de una nueva vida para su gloria y nuestra dicha… ¡Gloria a Él en las alturas, gloria a Él y sólo a Él aquí en la tierra!…
“Adveniat, adveniat, adveniat regnum tuum!… ¡Venga a nos tu reino de paz, de amor y de justicia!”…
Es preciso que el año que comienza marque una nueva etapa de triunfo en el avance victorioso, social e íntimo del Corazón de Jesús…
Y ahora pongámonos en su presencia soberana mediante un acto de fe y de profunda adoración… A dos pasos de nosotros está el Maestro muy amado… Su Corazón nos llama, nos aguarda… quiere hablarnos con santa intimidad… Escuchemos aquella voz cuyas armonías deliciosas inundan de júbilo la eternidad del cielo…
(Que haya gran recogimiento, pues el Señor no habla a corazones disipados, distraídos).
Jesús. “Pax vobis!”. ¡Que mi paz sea con vosotros todos, hijitos míos! Os la traigo grande y hermosa para vuestras almas que sufren, que luchan…, para todos los de buena voluntad…
“Pax vobis!”. Sí, os la traigo Yo mismo para vuestros hogares enlutados por el dolor, heridos por las desgracias, patrimonio obligado de este valle de lágrimas…
“Pax vobis!…”. Os la traigo para la sociedad doliente en cuyo seno vivís, pues bien sé Yo cuánta necesidad tiene de renovarse en el espíritu de mi Evangelio, de ser en espíritu y en obras la heredad de mi Corazón sacrosanto… Os la traigo para vuestra patria. ¡Oh!, pedidme que ésta llegue a ser para Mí, la Jerusalén de mis amores, la Jerusalén del Domingo de Ramos…
“Pax vobis!…”. Os traigo mi paz profunda, celestial y victoriosa, para la Iglesia siempre combatida… Rogad por Ella, pedid, hijitos míos, que llene los graneros de mi Padre celestial con una cosecha rica y escogida de almas, de familias…
Venid, amigos del alma, acercaos; no temáis como los apóstoles: acercaos más, mucho más…: buscad la dichosa intimidad del Corazón de vuestro Rey, de vuestro Hermano, de vuestro Amigo…: no temáis… Yo soy vuestro Jesús. Sí, acercaos con tal intimidad que toquéis las llagas de mis pies y de mis manos…; acercaos y penetrad en la llaga del Costado… ¡Oh!, poned en ella con confianza la mano querida, y más: entrad profundamente en ella con el alma y quedad ahí; abismaos para siempre en esta herida, morada vuestra en el tiempo y en la eternidad… Yo no he cambiado, hijitos míos no: soy el mismo dulce Jesús, bueno, misericordioso, nacido de la Virgen María, vuestra Madre… Soy realmente hijo suyo…; somos, pues, hermanos muy queridos: no me temáis.
Y ahora, sin recelos y con un corazón abierto, dócil, agradecido, aceptad en la alborada de este Año Nuevo, como obsequio y prenda de mi amor, como lección de mi sabiduría, un pensamiento grave, una reflexión austera y dulce a la vez y que os pido coloquéis como fundamento sobrenatural del camino que se inicia hoy…
Para recoger con fruto, consoladores míos, esta enseñanza que condensa todo mi Evangelio, para que sea realmente provechosa para este año y para la vida, vaciad ante todo el corazón, aligerad el alma de todo lo terreno y saboread en seguida la lección que quiero daros, en un gran recogimiento de espíritu… Oídme: Sigue leyendo
EL APOSTOL MUNDIAL DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS: PADRE MATEO CRAWLEY-BOEVEY
PADRE MATEO CRAWLEY-BOEVEY
(1875-1961)
“El apóstol mundial del Sagrado Corazón de Jesús”
Pío XI
Nació en Sachaca un 18 de noviembre de 1875. Fue su padre el caballero inglés Carlos Octavio Crawley-Boevey y su madre la arequipeña María Murga. A los 9 años emigraron a Valparaíso (Chile) y allí estudió con los religiosos de los Sagrados Corazones, en cuyo instituto ingresó posteriormente en 1891 y se ordenó de sacerdote en 1898. Ejerció como profesor en el colegio de la Orden.
De igual modo, atendió la Asociación de los Sagrados Corazones y animó espiritualmente varias obras sociales. Con el nombre de Curso de Leyes fundó una Facultad de Derecho que sería el embrión de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. A punto del stress por su entrega desmedida para socorrer a los damnificados por el terremoto de 1906 en Valparaíso, sus superiores le enviaron a Europa en viaje de descanso.
IGLESIA DE LOS SAGRADOS CORAZONES, VALPARAÍSO, CHILE
El 24 de agosto de 1907 llega al santuario de Paray.le-Monial, lugar donde se apareció el Sagrado Corazón a Santa Margarita María de Alacoque. Allí se recuperó de su quebrantada salud y vio claramente cuál sería la vocación para el resto de su vida: Conquistar todo el mundo para el amor del Corazón de Jesús, casa por casa, familia por familia, entronizándolo en todos los hogares. Cuando expuso el plan al Papa San Pío X, le complació tanto que le dijo: “No sólo te permito, sino que te mando, hijo mío, dar tu vida por esta obra de salvación social”.
Vuelve a América e inicia su cruzada en Valparaíso y la continúa por Chile y Perú. Fundó la revista El Primer Viernes y escribía artículos en otras revistas y periódicos. Posteriormente, su congregación lo destina a Europa para difundir el mensaje misericordioso del Corazón de Jesús; Inglaterra, Bélgica, Holanda, Suiza, Portugal y España se benefician de su encendida prédica. En 1914, llegando a París en el momento en el que las tropas alemanas se disponían a invadir la capital. Un dominico de Saint-Maximin resumió su impresión de esta manera: Al principio, uno queda desconcertado por esa oratoria que no es oratoria, por esas frases elípticas, esas imágenes inesperadas, esos gestos apasionados… y luego, uno está cogido, se pone al unísono, y cuando al final el predicador hace aclamar a Cristo Rey: “Te amo, Jesús, porque eres Jesús”, brotan lágrimas de muchos ojos. Sigue leyendo