Santa
Comunión-la majestad oculta del Amor Divino
15 diciembre 2013, Hong
Kong
Seminario de Formación Litúrgica
2013-2014
Conferencia de Mons. Athanasius
Schneider, Obispo auxiliar de Astana, Kazajistán, y Obispo titular de
Celerina
Traducido por Adelante la
Fe
La auténtica renovación y reforma de la vida de la Iglesia tiene que
empezar por la renovación de la liturgia, es decir mediante la profundización de
la devoción y el temor de Dios en los ritos litúrgicos. Tal renovación de la
sagrada liturgia es la expresión más importante del “aggiornamento“,
que el Beato Papa Juan XXIII tanto deseaba. San Josemaría Escrivá explicó la
palabra “Aggiornamento” muy correctamente de esta manera:
“[A]ggiornamento significa sobre todo la fidelidad. . . . la fidelidad delicada,
operativa y constante [ ... ] es la mejor defensa contra la vejez del espíritu,
la aridez del corazón y la inflexibilidad mental. . . . Sería por lo menos
superficial pensar que el aggiornamento consiste principalmente en el
cambio” (Conversaciones con Mons.Escrivá de Balaguer, ed. José
Luis Illanes, Madrid 2012, pp 152-153). Por tanto, el Concilio Vaticano II
dedicó su primer documento a la sagrada liturgia. Entre los principios de la
reforma de la liturgia se pueden señalar los tres siguientes:
-
Que los ritos puedan expresar más claramente su orientación a Dios, al Cielo y a la contemplación (Sacrosanctum Concilium, 2 y 8).
-
Que la santidad de los textos y los ritos pueda expresarse con mayor claridad (Sacrosanctum Concilium, 21).
-
Que no debería haber innovaciones, a menos que se conecten orgánicamente con la formas existentes y a menos que traigan auténtica utilidad espiritual (Sacrosanctum Concilium, 23).
La manera en que los fieles reciban la Sagrada Comunión muestra si la
Sagrada Comunión es para ellos no sólo la realidad más sagrada, sino la más
amada y ven en ella a la Persona más sagrada. La recepción del Cuerpo de Cristo
exige, por tanto, fe profunda y pureza de corazón, y al mismo tiempo gestos
inequívocos de adoración. Esta fue la característica constante de los Católicos
de todas las edades, comenzando por los primeros Cristianos, desde los
Cristianos en la época de la Padres de la Iglesia hasta los tiempos de nuestros
abuelos y padres. Incluso en los primeros siglos, cuando en algunos lugares la
Sagrada Hostia era depositada por el sacerdote en la palma de la mano derecha, o
en un tela blanca que cubría la mano derecha de las mujeres, no se permitía a
los fieles durante la Santa Misa tocar el pan consagrado con sus dedos. El
Espíritu Santo guió a la Iglesia instruyéndola más profundamente sobre la manera
de tratar la santa humanidad de Cristo en la Santa Comunión. La Iglesia Romana
en el siglo 6 º distribuye la sagrada Hostia directamente en la boca, tal como
se testifica en una obra del Papa Gregorio Magno (cf. Dial., 3). En la
Edad Media los fieles comenzaron a recibir el Cuerpo de Cristo de rodillas, en
una expresión más clara exteriormente de adoración (cf. San Columbano,
Regula coenobialis, 9).
En nuestros tiempos, y ya pasaron 40 años, hay una profunda herida en
el Cuerpo Místico de Cristo. Esta profunda herida es la práctica moderna de la
comunión en la mano, una práctica que difiere esencialmente del rito análogo de
los primeros siglos, como se ha descrito anteriormente. Este práctica moderna es
la herida más profunda del Cuerpo místico de Cristo, porque se dan en ella las
siguientes cuatro deplorables manifestaciones:
-
Un minimalismo sorprendente en los gestos de adoración y reverencia. En general, en la práctica moderna de la Comunión en la mano hay casi una ausencia de todo signo de adoración.
-
Un gesto igual a como uno trata a los alimentos comunes, es decir: recoger con los propios dedos la Sagrada Hostia en la palma de la mano izquierda y llevarla uno mismo a la boca. La práctica habitual de tal gesto provoca en un no pequeño número de fieles, y sobre todo en niños y adolescentes, la percepción de que en la Sagrada Hostia no está presente la Divina Persona de Cristo, sino más bien un símbolo religioso, puesto que tratan la Sagrada Hostia exteriormente de igual manera como tratan un alimento común: tocándolo con sus propios dedos y poniendo la comida con los dedos en la propia boca.
-
La pérdida de numerosos fragmentos de la Santísima Hostia: a menudo caen pequeños fragmentos en el espacio entre el ministro y el comulgante por falta de uso de la bandeja de la Comunión. A menudo, quedan fragmentos de la Sagrada Hostia en la palma y en los dedos de la persona que recibe la comunión y luego se caen. A menudo estos numerosos fragmentos caen al suelo donde son pisoteados por la gente sin darse cuenta siquiera de los fragmentos.
-
El robo cada vez mayor de las Sagradas Hostias, puesto que la forma de recibirla directamente con la propia mano facilita enormemente el robo.
No hay nada en la Iglesia y en esta tierra, que sea tan sagrado, tan
divino, tan vivo y tan personal como la Santa Comunión, ya que es el mismo Señor
Eucarístico. Y tales cuatros cosas deplorables suceden con Él. La práctica
moderna de la Comunión en la mano nunca ha existido en esta forma concreta. No
es comprensible que muchas personas en la Iglesia no reconozcan esta herida,
consideren este asunto como algo secundario, y que incluso se pregunten por qué
uno habla de este tema. Y lo que es aún más incomprensible: muchos en la Iglesia
incluso defienden y difunden esta práctica de la Comunión.
Ha sido constante la creencia y práctica de la Iglesia de que Cristo,
realmente presente bajo las especies del pan, tiene que recibir Divina
adoración, tanto interna como externamente. Tal acto de adoración es
referenciado en la Sagrada Escritura con la palabra griega
“proskynesis” (προσκύνησις). Nuestro Señor Jesucristo rechazó las
tentaciones del demonio y proclamó el primer deber de todas las criaturas :
“Al Señor tu Dios adorarás” (Mt 4:10). El evangelista utiliza
aquí la palabra “proskynesis“. En la Biblia, el acto de adoración a
Dios era realizado exteriormente de la siguiente manera: de rodillas e
inclinando la cabeza hacia la tierra o con postración. Tal acto de adoración lo
llevó a cabo el mismo Jesús, su Santísima e Inmaculada Madre, la Virgen María, y
San José, cuando como cada año visitaron el Templo de Jerusalén. En este forma
de “proskynesis” fue venerado el Cuerpo de Cristo, el Dios encarnado:
en primer lugar por los tres reyes magos (Mt 2:11); las numerosas
personas que fueron sanadas por Jesús realizaron también este acto exterior de
adoración (cf. Mt 8:02, 9:18, 15:25), las mujeres que vieron al Señor
resucitado en la mañana de Pascua cayeron en presencia de su cuerpo glorioso y
lo adoraron (Mt 28:9), la Apóstoles lo adoraron postrándose cuando
vieron el cuerpo de Cristo ascendiendo al Cielo (Mt 28:17; Lc 24:52),
los ángeles y todos los santos redimidos y glorificados en la Jerusalén
celestial se postran delante adorando la humanidad glorificada de Cristo,
simbolizado en el “Cordero” (Ap 4:10).
Este gesto simboliza que es Cristo en la persona del sacerdote quien
está alimentando a los fieles. Además, este gesto simboliza la actitud de
humildad y el espíritu de infancia espiritual, que el mismo Jesús exige de todos
los que quieran recibir el reino de Dios (Mt. 18:03). Durante la Santa
Comunión la Hostia Santa es el reino celestial real, porque está Cristo mismo,
en cuyo Cuerpo mora la Divinidad (cf. Col 2:9). Por lo tanto el gesto
exterior más apropiado para recibir el reino de Dios como un niño, es hacerse
pequeño, arrodillarse y permitir ser alimentado como un niño pequeño, abriendo
la boca. Sin duda el rito de recibir el Cuerpo Divino de Cristo en la Santa
Comunión de rodillas y en la lengua fue elaborado durante varios siglos en la
Iglesia con la guía del Espíritu Santo, el Espíritu de santidad y piedad. La
abolición de los gestos explícitos de adoración durante la Santa Comunión, que
es la abolición de arrodillarse y la abolición del gesto inspirado bíblicamente
de la recepción del Cuerpo de Cristo como un niño en la lengua, estoy seguro que
no traerá un un florecimiento más fuerte de la fe ni de la devoción eucarística.
Las siguientes palabras del Concilio Ecuménico de Trento permanecen siempre
válidas y siguen siendo muy actuales en nuestros días:
“No queda, pues, motivo alguno de duda en que todos los fieles cristianos hayan de venerar a este santísimo Sacramento, y prestarle, según la costumbre siempre recibida en la Iglesia católica, el culto de latría que se debe al mismo Dios. Ni se le debe tributar menos adoración con el pretexto de que fue instituido por Cristo nuestro Señor para recibirlo; pues creemos que está presente en él aquel mismo Dios de quien el Padre Eterno, introduciéndole en el mundo, dice: Adórenle todos los Angeles de Dios (Heb 1:6)”. Concilio de Trento. Decreto sobre el Santísimo Sacramento de la Eucaristía. Cap. 5
Razones teológicas y litúrgicas
para recibir la comunión de rodillas y en la boca
1
La sagrada Hostia es lo más sagrado y grande en esta tierra, porque
se trata del Señor Mismo. En consecuencia, debe administrarse de forma que al
recibir la Sagrada Comunión se garantice con la mayor seguridad posible contra
la pérdida incluso de los más pequeños fragmentos de la hostia consagrada, así
como contra el robo de la misma. Además el rito de la Comunión debe expresar de
la manera más evidente posible su aspecto sagrado y sublime, debiendo
distinguirse claramente del gesto de tomar un alimento profano. Estas exigencias
se expresan sin lugar a dudas con el rito de recibir la comunión de rodillas y
dejar ser “alimentados” por el sacerdote, que significa permitir que la hostia
consagrada puede ponerse en la lengua. Por el contrario, la forma moderna de
recibir la hostia consagrada en la palma de la mano, y después ponerla uno mismo
en la boca, es más similar a la manera de tomar los alimentos profano (esto
difiere esencialmente de un rito similar en la Iglesia Antigua). Tales escenas
pueden observarse a menudo en recepciones con “buffet” o en la distribución de
dulces en las guarderías.
2
El aspecto interior por sí solo no es suficiente en el culto a Dios,
porque Dios se hizo hombre, se convirtió en visible. Una adoración exclusiva o
predominantemente interior de la hostia consagrada durante la Comunión con la
exclusión del aspecto exterior no es encarnacional. Tal adoración eucarística es
“platónica”, es protestante y en última instancia gnóstica. El hombre es
esencialmente también visible y corporal. En consecuencia, la adoración del
Cuerpo eucarístico de Cristo debe ser necesariamente también exterior y
corporal. Tal adoración es adecuada a la dignidad del hombre, aunque el más
importante de tales cultos sigue siendo el aspecto interior. Ambos aspectos son
inseparables uno del otro.
3
El cuerpo humano entero y cada una de sus partes es un templo del
Espíritu Santo. Por lo tanto no es correcto contrastar la mano con la lengua.
Uno no debe decir: “La mano es más digna que la lengua”, o al contrario.
4
Quién comete los pecados no es la lengua o la mano, sino la persona.
El pecado comienza en los pensamientos y es imputado a la voluntad. Por lo
tanto, es incorrecto decir: “Uno peca más con la lengua que con la mano”. La
lengua sigue siendo inocente, porque la persona es la que peca con sus
facultades del intelecto y de la voluntad.
5
El simbolismo de la boca expresa de una manera más convincente el
contenido espiritual y religioso: el beso como una imagen del acto interior y
espiritualizado del amor (cf. Cantar de los Cantares; Sal
84:11: “La justicia y la paz se besarán”), pero sobre todo el beso litúrgico o
el “santo beso fraterno” (cf. 1 Cor 16:20, etc.) La palabra “adoración”
se deriva del latín “os ad os” (de boca en boca). La palabra procede de
la boca: se trata de una imagen para la procesión de la PALABRA ETERNA DE DIOS.
Jesús sopló de su boca el Espíritu Santo (cf. Jn 20,27).
6
Las palabras “Tomad y comed” (en griego “labete” [
λάβετε ]), Mt 26:26, deben ser traducidas correctamente “Recibid
(aceptar) y comed”. Estas palabras fueron dirigidas inmediatamente a los
Apóstoles, los sacerdotes de la Nueva Alianza, y no a la totalidad de los
fieles. De lo contrario, las palabras “Haced esto en memoria mía”
(Lc 22,19), se estarían dirigiendo a la totalidad de los fieles, lo que
implicaría que participarían en el sacerdocio ministerial. Por otra parte, la
palabra del griego “Lambanein” (λαμβάνειν) no significa el tocar con la
mano, sino el acto de la recepción. Esta palabra “lambanein” se
encuentra, por ejemplo, en las siguientes expresiones: “recibid el Espíritu
de la verdad” (Jn 14:17), “Recibid el Espíritu Santo”
(Jn 20, 22), etc. En la recepción de la Sagrada Comunión, la cuestión
no es si “tomar o tocar con la mano”, la cuestión es acerca de un profundo
acontecimiento espiritual: “que se permita recibir” el sacramento de la
Eucaristía con el corazón, con el alma, y también, evidentemente, con el cuerpo
y esto convenientemente por la lengua y de rodillas.
7
El Señor resucitado no permitió que su cuerpo glorioso fuera tocado
por todo el mundo de forma indiscriminada (“No te acerques a mí”, “No me
toques”, Jn 20:17). Sin embargo Él permitió que el Apóstol Tomás,
por lo tanto, un sacerdote de la Nueva Alianza, tocara su cuerpo glorioso, y se
podría decir su Cuerpo eucarístico (cf. Jn 20,27).
8
En el caso de la práctica de la Comunión en la lengua, una práctica
que dura más de un milenio (ya ocurría desde los tiempos del Papa Gregorio el
Grande), y en el caso de la Iglesias orientales católicas y de todas las
Iglesias ortodoxas y las antiguas Iglesias orientales, donde la Sagrada Comunión
se pone en la boca y a menudo incluso con una cuchara, no hay se conocen casos
de decesos a causa de infección. Desde el punto de vista higiénico la mano tiene
más bacterias que la lengua.
9
Cuando hoy en día uno recibe a una persona importante o venerable, se
le atiende con toda una serie de detalles de manera escrupulosa, a nadie se le
ocurriría decir: “Uno puede saludar a esta persona con las manos sucias sin
lavar o sin signos claros de respeto” (por ejemplo, un rey o un presidente). ¿No
es Nuestro Señor, presente bajo las especies de la pequeña hostia, más
importante que un presidente o un rey? ¿No se debería en el caso de la recepción
del Señor bajo las especies de la hostia tomarse medidas aún más detalladas y
escrupulosas que en el caso de recibir a un rey o un Presidente y tratar a sus
personas?
10
En el caso de la Comunión en la mano el mismo fiel pone la hostia
sagrada en su lengua, en última instancia, también en este caso tenemos la
Comunión en la lengua. La diferencia está en lo siguiente: en el caso de la
comunión con la lengua es el sacerdote, representando a Cristo en este sagrado
momento, quien pone la hostia sagrada en la lengua de los fieles. En el caso de
la Comunión en la mano, sin embargo, es el mismo fiel, que pone la sagrada
Hostia en su propia lengua.
11
El gesto de “poner la hostia uno mismo en la lengua” expresa sin duda
menos el aspecto de la recepción en comparación con el gesto de “permitir que la
hostia sea puesta por otra persona”. Este último gesto expresa de una manera muy
impresionante la actitud de hacerse niño ante la grandeza de Dios, que está
presente en la hostia consagrada. Este gesto expresa también la verdad: “a
menos que os hagáis como niños … “ (Mt 18:03 ), y se podría decir
: “a menos que sean como lactantes”, pues la Sagrada Escritura dice:
“desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para
que por ella crezcáis para salvación” (1 Pedro 2:2-3). En última
instancia, la “leche espiritual ” es Cristo mismo, y especialmente Cristo en la
comida eucarística. Los bebés reciben alimentos sólo por la boca, el adulto, sin
embargo, usa sus manos para llevar su alimento a la boca. Las siguientes
palabras podrían ser aplicada a la Santa Comunión: “como un niño destetado
de su madre; como un niño destetado está mi alma.”. (Salmo 131:2).
En efecto, Jesús no ha dicho: “a menos que os hagáis como adultos …”, sino todo
lo contrario.
12
Cuando es el caso de lo más Sagrado, del Señor mismo, entonces tiene
que ser válido este principio: “atrévete cuanto puedas a alabarle como
merece” (“Quantum potes, aude tantum”, secuencia Lauda Sion de
Santo Tomás de Aquino). Por lo tanto, aquí tiene que ser válido al máximo, y no
el mínimo, tanto del interior como en la reverencia exterior. La pequeñez de la
sagrada Hostia no justifica el tratamiento en el momento de la Santa Comunión
con gestos minimalistas de adoración y sacralidad.
Razones pastorales para el retorno
general de la comunión en la lengua y de rodillas
1
El rito actual de la Comunión en la mano nunca se ha practicado en la
Iglesia Católica, ya que la llamada Comunión en la mano en la Iglesia Antigua
difería sustancialmente del uso actual, que fue inventado por los calvinistas y
que ni siquiera los luteranos aceptaron, los cuales incluso hasta en nuestros
días mantienen el rito tradicional de la lengua y de rodillas.
2
El rito de los primeros siglos era de la siguiente manera: el pan
consagrado se ponía en el palma de la mano derecha, luego los fieles se
inclinaban profundamente (similar a lo que hoy es el gesto “Metanoia”
[μετἀνοια] en el rito bizantino) y tomaban la comunión directamente con la boca
sin tocar el pan consagrado con los dedos. Era de alguna manera una Comunión por
boca, porque los fieles no ponían ellos mismos la comunión en la boca con sus
dedos. Por otra parte, los fieles podían recoger con la lengua desde la palma de
su mano los fragmentos sueltos del pan consagrado para que ninguno de los
fragmentos pudiera perderse. Las mujeres recibían el pan consagrado sobre una
tela blanca, llamada “dominicale”.
3
En el rito actual, declarado erróneamente como un rito de la Iglesia
antigua, los fieles reciben la hostia no en la derecha sino en la mano izquierda
y luego se toma la hostia con los dedos y se pone la Comunión en la boca. Esta
manera fue inventada por los calvinistas ya en el siglo 17. Desde el punto de
vista del gesto tal rito más bien es como una forma de auto-Comunión e igual que
la forma de tomar alimentos comunes.
4
El Papa Pablo VI, dando la posibilidad de un indulto para la Comunión
en la mano (cf. Instrucción “Memoriale Domini” de 29 de mayo de 1969),
pidió sin embargo que el rito tradicional se conservase en toda la Iglesia:
“Este modo de distribuir a la santa comunión [el tradicional], considerando en
su conjunto el estado actual de la Iglesia, debe ser conservado”. Además:
en el mismo documento la Santa Sede exhorta con vehemencia a los obispos,
sacerdotes y fieles a observar diligentemente la ley vigente y confirma una vez
más el derecho a recibir la Sagrada Comunión de la manera tradicional (véase
ibid.) . Ya durante el Concilio Vaticano II el Siervo de Dios Papa
Pablo VI declaró en su encíclica “Mysterium fidei” de 1965 , que no
debe ser cambiado el rito de la Santa Comunión con referencia a una costumbre de
la Iglesia antigua : “Ni se debe olvidar que antiguamente los fieles, ya se
encontrasen bajo la violencia de la persecución, ya por amor de la vida
monástica viviesen en la soledad, solían alimentarse diariamente con la
Eucaristía, tomando la sagrada Comunión aun con sus propias manos, cuando estaba
ausente el sacerdote o el diácono. No decimos esto, sin embargo, para que se
cambie el modo de custodiar la Eucaristía o de recibir la santa comunión,
establecido después por las leyes eclesiásticas y todavía hoy vigente, sino sólo
para congratularnos de la única fe de la Iglesia, que permanece siempre la
misma.” (nn. 62-63). Algunos años antes el Siervo de Dios Papa Pío XII, en
el mismo sentido, advirtió en contra de cambiar los actuales ritos eucarísticos
y costumbres reverentes: “Así como ningún católico sensato puede rechazar
las fórmulas de la doctrina cristiana compuestas y decretadas con grande
utilidad por la Iglesia, inspirada y asistida por el Espíritu Santo, en épocas
recientes, para volver a las fórmulas de los antiguos concilios, ni puede
repudiar las leyes vigentes para retornar a las prescripciones de las antiguas
fuentes del Derecho canónico; así, cuando se trata de la sagrada liturgia, no
resultaría animado de un celo recto e inteligente quien deseara volver a los
antiguos ritos y usos, repudiando las nuevas normas introducidas por disposición
de la divina Providencia y por la modificación de las circunstancias. Tal manera
de pensar y de obrar hace revivir, efectivamente, el excesivo e insano
arqueologismo despertado por el ilegítimo concilio de Pistoya, y se esfuerza por
resucitar los múltiples errores que un día provocaron aquel conciliábulo y los
que de él se siguieron, con gran daño de las almas, y que la Iglesia, guarda
vigilante del «depósito de la fe» que le ha sido confiado por su divino
Fundador, justamente condenó[53]. En efecto, deplorables propósitos e
iniciativas tienden a paralizar la acción santificadora con la cual la sagrada
liturgia dirige al Padre saludablemente a sus hijos de adopción.”
(Encíclica “Mediator Dei”, nn .81-83).
5
Las razones de Pablo VI a favor del rito tradicional de la Comunión
hoy más válidas que nunca:
-
La creencia sobre la Presencia Real de Cristo en el misterio eucarístico era mucho más profunda en toda la iglesia (cf. ibid.).
-
La urgencia de una mayor reverencia exterior (cf. ibíd.).
-
El sentimiento de humildad hacia este sacramento en quien lo recibe (cf.ibid.).
-
Se trata de una tradición de muchos siglos (cf. ib.).
-
Se garantiza de una manera más eficaz la solemnidad y la dignidad del momento de la distribución de la comunión (cf. ibíd.).
-
Se evita de una manera más eficaz el peligro de profanación de las sagradas especies (cf. ib.).
-
Por la manera tradicional se conserva de una manera más diligente al cuidado de la Iglesia de que ningún fragmento del pan consagrado pueda perderse (cf. ibíd.).
6
Los recelos del Papa Pablo VI se han cumplido de manera indiscutible
en base a la experiencia de la comunión en la mano en los últimos 40 años:
-
La disminución de la reverencia hacia el Santísimo Sacramento del Altar (cf. ibíd.).
-
Las profanaciones del mismo sacramento (cf. ibíd.).
-
La alteración de la recta doctrina y la fe eucarística (cf. ibíd.).
7
Las condiciones en las que el Papa Pablo VI concedió la posibilidad
de un indulto no han sido observadas o cumplidas, y en general la situación
general que inspiraron dichas condiciones generales son hoy bastante peores.
Pablo VI requería evitar cualquier peligro (cf. ib.):
-
El peligro de la caída de la reverencia.
-
La insinuación de opiniones erróneas sobre la Sagrada Eucaristía
-
Otras cosas impropias.
8
Por otra parte, el Papa Pablo VI esperaba que la nueva forma del rito
de la Comunión traería un aumento de la fe y de la piedad de los fieles (cf.
ibíd.). Esta expectativa, sin embargo, se ve contradicha hoy en día por
los hechos a causa de la Comunión en la mano.
9
En vista de los peligros reales y teniendo en cuenta la opinión
negativa de la mayoría del episcopado católico, que fue consultado sobre este
tema en 1968, la Instrucción “Memoriale Domini” indicaba que Pablo VI
pensaba que el rito tradicional de administrar la Comunión no debía cambiarse
(cf. ibíd.).
10
El rito actual de la Comunión en la mano, que nunca perteneció al
patrimonio litúrgico de la Iglesia Católica (porque fue inventado por los
calvinistas y difiere sustancialmente del rito en los primeros siglos de la
Iglesia), ha causado y sigue causando un daño de dimensiones verdaderamente
preocupantes, es decir: dañando la verdadera fe eucarística, la reverencia y el
cuidado con el Fragmentos eucarísticos en el límite de lo soportable.
11
La Eucaristía es el culmen y la fuente de toda la vida de la Iglesia
(Vaticano II), la Iglesia vive de la Eucaristía (Encíclica y testamento del
Beato Juan Pablo II) y la Eucaristía es por consiguiente el corazón mismo de la
Iglesia. La verdadera crisis de la Iglesia de hoy se revela en la manera en que
esta fuente y este corazón se tratan concretamente. Sin embargo, a causa de la
Comunión en la mano y de pie, el Santísimo se trata con un verdadero minimalismo
de reverencia exterior y sacralidad, y por otra parte, el pan consagrado, el más
precioso tesoro de la Iglesia, se expone con una asombrosa falta de cuidado a
una enorme pérdida de fragmentos eucarísticos y al cada vez mayor robo con fines
sacrílegos. estos son hechos que nadie de buena fe puede negar.
12
La propia crisis de la Iglesia de hoy es en realidad una crisis de la
Eucaristía y más concretamente una crisis causada de manera decisiva por la
comunión en la mano, una crisis pronosticada por Pablo VI y demostrada hoy en
día por los hechos. Una auténtica reforma de la Iglesia y una nueva
evangelización real seguirán siendo menos eficaces si no curamos la enfermedad
principal, que es la crisis general Eucarística y más concretamente la crisis
provocada por el rito de la Comunión en la mano. La enfermedad se cura más
eficazmente no con la cura de los síntomas, sino con la cura de la causa
concreta. Se habla sin duda de una manera general y teórica sobre la necesidad
de un mayor respeto y cuidado del pan consagrado. Sin embargo, mientras
permanezca la causa concreta de la irreverencia y de la dejadez generalizada, es
decir, la comunión en mano, los discursos y los programas necesarios de una
reforma y de una nueva evangelización no tendrán un gran efecto en el ámbito de
la fe y de la piedad eucarística, que es el corazón de la la vida de la
Iglesia.
13
El más pequeño, el más frágil, el más indefenso hoy en día en la
Iglesia es el Señor eucarístico bajo las especies eucarísticas en el momento de
la distribución de la Sagrada Comunión. ¿No sería una demanda más lógica de la
fe y del amor hacia el Señor eucarístico y una medida pastoral más necesaria
prever que podría haber una manera más sagrada y más segura de distribuir la
comunión con el fin de defender al Señor en la Eucaristía, que es el más frágil
y al mismo tiempo el más sagrado? Esa manera más sagrado y más segura es el rito
de la Comunión en la lengua y de rodillas, que ha dado abundantes frutos durante
más de mil años, como recordó el Papa Pablo VI y también su sucesores, sobre
todo el Papa Benedicto XVI.
14
Se pueden aducir razones pastorales a favor de continuar con la
práctica de la Comunión en la mano, como por ejemplo el derecho de los fieles a
elegir. Este derecho, sin embargo, viola -teniendo en cuenta las proporciones
generales de la práctica- el derecho que tiene Jesús Eucarístico, es decir, el
derecho a la mayor sacralidad y reverencia posibles. En este sentido se trata
del derecho del más frágil en la Iglesia. Todas las razones en favor de la
continuación de la práctica de la Comunión en la mano pierden su peso al
enfrentar la gravedad de la situación del minimalismo de reverencia y
sacralidad, el peligro evidente de la falta de cuidado y la pérdida de
fragmentos y del creciente robo de las hostias consagradas. La continuación de
la utilización del indulto de la Comunión en la mano no puede decirse que sea
una necesidad pastoral, ya que daña la fe y la piedad de los fieles y daña los
derechos del Señor Eucarístico mismo
15
Grandes santos que reformaron la Iglesia y verdaderas almas
apostólicas en la historia de la Iglesia dijeron: el progreso espiritual de una
época de la Iglesia se mide por la forma de reverencia y la devoción hacia el
Sacramento del Altar. Santo Tomás de Aquino ha expresado esta verdad muy
sucintamente: “Sic nos Tu visita, sicut Te colimus” (Santo Tomás de
Aquino, himno “Sacris solemniis”): ¡Señor, visítenos en la medida en
que te veneramos! Esto es válido también para nuestros días: el Señor visitará a
Su Iglesia hoy en día con gracias especiales de una auténtica renovación, tan
deseada por el Beato Juan XXIII y los Padres del Concilio Vaticano II, en la
medida en que es amado y también venerado de manera visible sobre todo en el
momento de la distribución de la Sagrada Comunión.