- E senti o espírito inundado por um mistério de luz que é Deus e N´Ele vi e ouvi -A ponta da lança como chama que se desprende, toca o eixo da terra, – Ela estremece: montanhas, cidades, vilas e aldeias com os seus moradores são sepultados. - O mar, os rios e as nuvens saem dos seus limites, transbordam, inundam e arrastam consigo num redemoinho, moradias e gente em número que não se pode contar , é a purificação do mundo pelo pecado em que se mergulha. - O ódio, a ambição provocam a guerra destruidora! - Depois senti no palpitar acelerado do coração e no meu espírito o eco duma voz suave que dizia: – No tempo, uma só Fé, um só Batismo, uma só Igreja, Santa, Católica, Apostólica: - Na eternidade, o Céu! (escreve a irmã Lúcia a 3 de janeiro de 1944, em "O Meu Caminho," I, p. 158 – 160 – Carmelo de Coimbra)
sábado, 1 de janeiro de 2011
Benedicto XVI : “La humanidad no puede manifestarse resignada a la negativa del egoísmo y a la violencia: no debe habituarse a conflictos que provocan víctimas y ponen en riesgo el futuro de los pueblos. Y ante las amenazantes tensiones del momento, especialmente ante las discriminaciones, atropellos y a las intolerancias religiosas, que hoy golpean de manera particular a los cristianos".
Sábado, 01 ene (RV).- Benedicto XVI presidió esta mañana en la Basílica de San Pedro la concelebración eucarística de la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios que concede además con la 44 Jornada Mundial de la Paz. Con el Papa concelebraron los Cardenales Tarcisio Bertone, Peter Kodwo A. Turkson, los Arzobispos Fernando Filoni, Dominique Mamberti y el Obispo Mario Toso.
El Santo Padre centró su homilía en las lecturas que hoy la Iglesia nos propone reflexionando, al mismo tiempo sobre su Mensaje sobre la Jornada Mundial de la Paz que se hizo público el pasado 16 de diciembre. Reflexionando sobre las lecturas de la liturgia de hoy Benedicto XVI manifestó que estas lecturas bíblicas ponen el acento principalmente en el Hijo e Dios hecho hombre y sobre el “nombre” del Señor. Sobre la primera lectura del libro de los Números evoca la riqueza de gracia y de paz que Dios da al hombre:
La Iglesia vuelve a escuchar hoy estas palabras, mientras pide al Señor que bendiga el nuevo año apenas comenzado, conscientes de que, ante los trágicos acontecimientos que marcan la historia, ante la lógica de guerra que por desgracia no han sido superadas, sólo Dios puede tocar el alma humana en lo más profundo y asegurar esperanza y paz a la humanidad
A este punto el Papa ha recordado que ya se ha consolidado la tradición que el primer día del año la Iglesia, la Iglesia, esparcida en todo el mundo, eleve una coral oración para invocar la paz:
“Hoy, queremos levantar el grito de tantos hombres, mujeres, niños y ancianos víctimas de la guerra, que es el rostro más horrendo y violento de la historia. Nosotros hoy rezamos para que la paz, que los ángeles han anunciado a los pastores la noche de Navidad, llegue a todas partes”
Pasando a la segunda lectura de hoy en la que San Pablo se dirige a los Gálatas Benedicto XVI manifestó que el Apóstol resume en la adopción filial la obra de la salvación llevada a cabo por Cristo, en la que está como engarzada la figura de María:
“En el umbral de un nuevo año resuena la invitación a caminar con alegría hacia la luz del “sol que nace de lo alto (Luc 1,78), ya que en la perspectiva cristiana, todo el tiempo está habitado por Dios, no hay futuro que no vaya en dirección a Cristo y no existe plenitud fuera de aquella de Cristo”
Y pasando al Evangelio del evangelista Lucas, el pontífice manifestó que el pasaje del Evangelio termina con la imposición del nombre de Jesús, mientras María participa en silencio, meditando en el corazón, en el misterio de éste su Hijo, que de manera del todo singular, es don de Dios.
“Esta atención prevalente que las lecturas hodiernas dedican al “Hijo”, a Jesús, no reduce el papel de la Madre, es más, lo coloca en la justa perspectiva: María, en efecto, es verdadera Madre de Dios precisamente propio en virtud de su total relación con Cristo”
Y en el nombre de María, madre de Dios y de los hombres, desde el 1 de enero de 1968 se celebra en todo el mundo la Jornada Mundial de la Paz. La paz es un don de Dios. Es el don mesiánico por excelencia, el primer fruto de la caridad que Jesús nos ha dado, es nuestra reconciliación y pacificación con Dios.
Benedicto XVI tuvo palabras de reconocimiento para sus más íntimos colaboradores en las cuestiones concernientes a la justicia y a la paz y en esta perspectiva, la comunidad eclesial -dijo el Papa- está cada vez más comprometida en actuar, según las indicaciones del Magisterio, para ofrecer un seguro patrimonio espiritual de valores y de principios en la continua búsqueda de la paz.
Llegados a este punto de la homilía el Santo Padre aludió explícitamente a su Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz que hoy celebramos con el título,”Libertad religiosa, camino para la paz”: “el mundo tiene necesidad de Dios. Tiene necesidad de valores éticos y espirituales, universales y compartidos, y la religión puede contribuir de manera preciosa a su búsqueda, para la construcción de un orden social justo y pacífico, a nivel nacional e internacional. En este contexto, el Papa subrayó que “la libertad religiosa es un elemento imprescindible de un Estado de derecho; no se puede negar sin dañar al mismo tiempo los demás derechos y libertades fundamentales, pues es su síntesis y su cumbre”.
“La humanidad no puede manifestarse resignada a la negativa del egoísmo y a la violencia: no debe habituarse a conflictos que provocan víctimas y ponen en riesgo el futuro de los pueblos. Y ante las amenazantes tensiones del momento, especialmente ante las discriminaciones, atropellos y a las intolerancias religiosas, que hoy golpean de manera particular a los cristianos, (cfr ibid.,1), Benedicto XVI, una vez más hizo una apremiante invitación a no ceder al desánimo y a la resignación”.
“Exhorto a todos a rezar para que lleguen a buen fin los esfuerzos emprendidos de las diversas partes para promover y construir la paz en el mundo. Para este difícil deber no bastan las palabras, es menester el compromiso concreto y constante de los responsables de las Naciones, pero es necesario sobre todo que cada persona esté animada por el auténtico espíritu de paz, de implorarla siempre nuevamente en la oración y de vivirla en las relaciones cotidianas, en todos los ambientes”
Benedicto XVI finalizó su homilía aludiendo a la Virgen María que nos da a su Hijo, nos enseña el rostro de Su Hijo, Príncipe de la Paz. Que la Madre de Dios nos acompañe en este nuevo año; nos obtenga para nosotros y para el mundo entero el deseado don de la paz.