sábado, 15 de maio de 2010

ROMA 1962-1963: El Clima litúrgico conciliar Por Dom Gregori Maria

Capítulo 22: Nueva luz y nuevo frenazo (15/05/2010) 

"El Papa no ha dejado la aplicación de la Reforma en manos de la Congregación de Ritos- cuya oposición al movimiento litúrgico renovador se había hecho visible hasta en el Aula Conciliar- sino que creaba para ello un   Consilium   formado por 10 cardenales y 28 obispos, ninguno de los cuales pertenece precisamente a la Iglesia adormecida. Y ante la común sorpresa, colocaba en su presidencia ni al cardenal secretario de la Congregación de Ritos y presidente de la Comisión Litúrgica (Larraona) sino al cardenal Lercaro. Y para ocupar la secretaría rehabilitaba al P. Bugnini, uno de los principales autores del esquema litúrgico en su fase preparatoria, pero que había caído en desgracia por sus ideas avanzadas al morir el cardenal Cicognani. Era un gesto más de la clásica táctica montiniana: no cambiar de golpe nada. Crear, en cambio, fuerzas que se equilibrasen. ¿Se equilibrarían en realidad Congregación y Consilium, o sería esto fuerte de roces y atascos?
Lo cierto es que el mundo respiró y que lentamente la reforma litúrgica   comenzó a dar sus primerospasos. (Misa en 1963- con un tímido “cara al pueblo” en la foto que encabeza el artículo). Se hicieron las traducciones de algunas partes de la misa en todos los países: en algunos se aplicaron con éxito. En el Congo, en Francia, en Sudamérica se experimentó una nueva música indígena. Se hicieron las primeras experiencias de la concelebración con un éxito muy superior al calculado.
El cardenal Silva Henríquez (foto de la izquierda) permitió a los seglares predicar en la iglesia. En algunas diócesis sudamericanas se hizo un rito litúrgico especial para los pueblecitos que no tenían sacerdote. Y en España –pudo comentar la revista Ecclesia- había comenzado a superarse la inercia. El cardenal de Sevilla (Bueno Monreal, foto de la derecha) anunció que para el mes de octubre podrían estar abiertos los caminos de la reforma litúrgica en nuestro pueblo.  
Pero pronto volvió una nueva forma de intranquilidad: en Roma había sensación de atasco. Los trabajos del Consilium litúrgico habían ultimado una Instructio en la que se promulgaba un nuevo avance de aplicación litúrgica sobre lo que  había permitido ya el Motu Proprio. Y en seguida el problema jurídico: esta ley debía promulgarla el Papa. Y lógicamente a través de su órgano oficial: la Congregación de Ritos. ¿Había que mandar la Instructio a la Congregación para que la firmase y promulgase sin más, o cuando menos la cortesía pediría que se les pidiera su opinión antes de dar la ley? El 2 de julio pasó el Papa la Instructio a la Congregación, pidiéndole su opinión sobre ella. Tras dieciséis días de sesiones (el 18 de julio) la Congregación devolvió al Papa la Instructio con 47 folios de advertencias. ¿Cuál es el contenido de estas advertencias? Opinará la Historia. Según miembros de la Congregación eran correcciones de detalles en los que la Instructio no era perfecta. Según miembros del Consilium se vaciaba el jugo de la Reforma decidida por el Concilio.
Y he aquí a Pablo VI en un nuevo problema. ¿Por quien decidir? Al fin las advertencias de la Congregación fueron entregadas al Consilium para su estudio. Respuesta del Consilium: 57 folios en los que se aceptaban algunas de las pequeñas modificaciones propuestas por la Congregación y se razonaba por qué no se aceptaban todas las demás. El problema seguía enmarañado.
Y el problema sigue enmarañado (dos meses después)   en este   12   septiembre de 1964, nueve meses después de la proclamación de la Reforma Litúrgica. Por eso este primer sumando de mi balance de la inter-sesión se tiene que cerrar con un interrogante. “Match” nulo.
Pero más allá de las cuestiones jurídicas, la nueva Misa estaba ya preparada, cocinada y a punto de ser servida en la Solemne apertura de la 3ª Sesión Conciliar el 14 de septiembre de 1964. Sólo faltaba el ensayo general que tuvo lugar la víspera. Los obispos ensayan.
“Monseñor   Casimiro   Morcillo (en la fotografía) me ha “colado” esta tarde en el ensayo de la Concelebración. Cerrada ya la basílica, los veinticuatro obispos que mañana concelebrarán con el Papa ensayan bajo la dirección de Monseñor Dante. Estás despistadillos, novatos, en la hermosa ceremonia que mañana, por primera vez en la historia contemporánea va a ponerse a la vista del mundo entero,
Oyendo sus preguntas, viendo sus gestos vacilantes, mi memoria da un paso atrás y vuelve a aquellas horas en que mis compañeros y yo aprendíamos a decir misa. Hay aquí y allá la misma emoción, el mismo temblor de la primicia. Y una gemela alegría. Es bonito este ver a los obispos ensayando, aprendiendo tartamudeantes los primeros pasos de la reforma litúrgica que pronto vivirán todos los fieles de la Iglesia. Se confunden a veces, monseñor Dante tiene que repetir y repetir algunas cosas. Los mismo, lo mismo que sucederá dentro de unos meses en cualquier pequeña parroquia de España o de Australia. Y me parece ver a la Iglesia como una colegiala o como una niña de primera comunión aprendiendo sus lecciones del nuevo catecismo, del nuevo modo de ser cristiano hoy”

Capítulo 21: La primera golondrina del Concilio (8/05/2010)

Ex Martin Descalzo relata refero:
“Juan XXIII dijo que el Concilio sería una nueva primavera de la Iglesia. Pues bien, aquí tenemos ya la primera golondrina: la reforma litúrgica. Tras ella vendrán los almendros florecidos del esquema ecuménico, los frutos de la colegialidad y tal vez de la unidad de los cristianos. Buen verano se le acerca a la Iglesia, cuando tan fuerte vuela esta primera golondrina conciliar.
¿O acaso…? Si, ya está aquí el primer miedo. Porque no ha sido fácil la vida de la reforma litúrgica en los nueve meses que tiene de historia. Votada la Constitución por 2.147 votos contra cuatro, proclamada solemnemente por el Papa en unión con los obispos, nada hacía sospechar hace ocho meses que aún pudiera sufrir atascos en su reciente vida.
Pero -¿a qué engañarnos?- los ha tenido. Y su historia es conocida y pública. Comenzó el problema cuando el 28 de enero se entregó a los periodistas vaticanos un extracto de las normas del Motu Proprio “Sacram Liturgiam”: un documento que ha sido definido de modo cruel y gráfico como documento-ducha .
Lo fue para los liturgistas. Se sabía que la primera redacción de este texto-elaborada por los padres Antonelli, Bugnini, Schmidt y Marsili- había sido notablemente modificada posteriormente en algunos ambientes de la Curia. Y los lectores percibieron en seguida, a través de un latín sibilino, notables diferencias y aún contradicciones con la Constitución promulgada por el Concilio.
Queda más que claro que los primeros en atacar la aplicación por Pablo VI de la reforma litúrgica tildándola de opuesta a la Sacrosanctum Concilium misma fueron ese clan de conspiradores que ya tenían todo más que amañado y que ante la prudencia del Papa no les quedó más salida que calificarlo de “desviacionista” ante la opinión publica y los medios.
“Una era especialmente grave. Es conocida la lucha de los obispos para conseguir que se dejara en manos de los respectivos Episcopados la dirección de la reforma litúrgica, aún reservando a la Santa Sede el refrendo y el visto bueno finales. Así lo decía la Constitución al hablar de las traducciones de los textos litúrgicos: elaborados por los episcopados nacionales, la Sede Apostólica debía simplemente aprobar y confirmar lo hecho. Pero en el texto del Motu Proprio se daba un paso atrás: la Santa Sede debía revisar y aprobar las traducciones. La diferencia parecía mínima pero era importante. Y alguien recordó que una votación masiva había pedido en el Concilio que se dejara en manos de los obispos no sólo el derecho de proponer estas traducciones sino el de decidir las traducciones. ¿Marcaba el “Motu Proprio” un retroceso al centralismo litúrgico? La decepción se dejó oir. Y la primera voz se levantó – ¡oh, maravilla! – en “L´Osservatore Romano”. Uno de los redactores del primitivo texto, el P. Marsili, escribía: “No, no es mucho lo que el Motu Proprio da a todos, y especialmente a los más impacientes. De todos modos, sin embargo, es cierto que la obra del Concilio, aunque lentamente y con paso incierto, sigue en movimiento; el viento del Espíritu Santo no se ha detenido aún cuando el Motu Proprio parezca a primera vista haberlo embridado un poco”
Las frases eran demasiado intencionadas para que pasaran inadvertidas. Y el 5 de febrero publicaba “IL TEMPO” – el periódico de derechas romano- un artículo con este título escandaloso: “Por qué el periódico vaticano ha polemizado con el Papa”
Pero era un segundo suceso el que iba a sacar el problema a toda luz: el 1 de febrero, “La Croix” publicaba la orden del episcopado francés para la aplicación de la reforma litúrgica. En ella todo estaba de acuerdo con la Constitución conciliar y con la primera redacción del Motu Proprio, pero en claro contraste con el texto del documento publicado en “L´Osservatore Romano” la víspera (31 de enero)
La Prensa italiana, especialmente la más conservadora, no iba a perderse este bocado de cardenal. Y el día 4 de febrero publicaba que autorizados ambientes vaticanos señalaban que lo decidido por el Episcopado francés estaba en contradicción con lo decidido por el Papa.
Cinco de febrero. La agencia France Presse difundía esta noticia: “La información publicada por ciertos periódicos que citando a competentes ambientes vaticanos han afirmado que el reciente documento del Episcopado francés que trata de la aplicación de la Constitución conciliar sobre la Liturgia está en contradicción con el Motu Proprio de Pablo VI sobre el mismo tema, no encuentra confirmación alguna en los ambientes conciliares”
Es más que evidente que se trata de una amenaza conciliarista del episcopado francés a Pablo VI advirtiéndole que se autocontrole y vigile a su Curia ya que no van a permitir ningún desviacionismo de la línea trazada y que utilizaran a la opinión publica para marcarle muy de cerca. Pablo VI que amaba profundamente, por formación y sensibilidad, al catolicismo francés liberal, esa advertencia debió ser tan dolorosa como trascendental. Proseguían….
“Se hace saber además que sólo los organismos conciliares son competentes en esta materia y que no se puede acudir a la opinión de los ambientes mal definidos para dar semejante juicio. Sea como sea, y en espera de clarificaciones que no podrán tardar, es importante salir al paso de las afirmaciones de los periódicos italianos que afirman que el Motu Proprio de Pablo VI está en contradicción con la Constitución Conciliar”
A eso se le llama “chantaje afectivo y efectivo” a Pablo VI. Y estudiada maniobra sagaz.
“Es fácil percibir al fondo de esta oscura prosa que un serio problema se planteaba en el mundo vaticano: el hábil juego de los latinistas había creado un grave disgusto a Pablo VI. Las cartas de obispos y de conferencias episcopales habían comenzado a llegar a Roma. Era claro que, en teoría, podía un Papa modificar una decisión de tipo práctico dada por el Concilio. Pero en la práctica los obispos veían comprometida su acción.”
La respuesta no se hizo esperar mucho. En “L´Osservatore Romano” del 2 de marzo, un artículo del P. Bugnini adelantaba la versión italiana de la redacción oficial y definitiva del Motu Proprio que dos semanas más tarde aparecería en el “Acta Apostolicae Sedis”. En ella se decía que las traducciones deben ser preparadas y aprobadas por los respectivos episcopados y que lo hecho debe ser aprobado; es decir confirmado por la Sede Apostólica. Se volvía pues, a la fórmula literalmente conciliar. Era el fin del affaire que había dado no poco que hablar.
He querido narrar los momentos más importantes de esta historia –al parecer de detalle- porqué creo que aquí sonó la primera campanada mundial de preocupación. Porque en el trasfondo se dibujaba el gran problema: ¿Quién iba a aplicar y llevar a la práctica las reformas conciliares? Porque todo sabemos que la ley más abierta puede canalizarse a través de detalles a la hora de la aplicación. Y muchos obispos comenzaron a temer que la Curia echara agua al vino de las decisiones conciliares. El viejo problema volvía a surgir. ¿Cómo creería el mundo en la primavera de la Iglesia si la primera golondrina llegaba malherida?
Si advertía pues al Papa que si quería acabar el Concilio en paz, sin la rebelión de los episcopados más progresistas, la aplicación de la reforma litúrgica debía estar en manos de quien la habían preparado desde muchísimo tiempo atrás. El Papa debía decidir entre ponerla en manos de la Congregación de Ritos o crear una comisión especial. ¿Cuál será la opción escogida por Pablo VI? Veremos la solución en el próximo capítulo.

Capítulo 20: Promulgación de la Sacrosantum Concilium (1/05/2010)

MIÉRCOLES 4 DICIEMBRE 1963: CLAUSURA 2ª ETAPA DEL CONCILIO
“La basílica esplendía de luces cuando, tras la misa celebrada por el cardenal Tisserant, monseñor Felici leyó un resumen de la Constitución Litúrgica y le preguntó a los Padres:
Eminentísimos, excelentísimos y reverendísimos Padres: ¿Merecen vuestra aprobación los decretos y cánones que contiene esta Constitución?
Se hizo un gran silencio. Los Padres se inclinaron sobre su sus pupitres, bolígrafo en mano. Rápidos recogieron las fichas los escrutadores. Luego el silencio se hizo aún más hondo, mientras las máuinas electrónicas cantaban su solo conciliar.
Volvió luego la voz sonora de monseñor Felici:
Los reverendísimos Padres han votado de la siguiente manera: “Placet” 2.147; non placet 4.
Un gran aplauso largo, largo. La alegría de saber que se había dado un paso histórico. La pequeña sonrisa pensando en los cuatro obispos que pertinazmente repetían su “no”. Y los aplausos que seguían sonando. Eran las once y diez de la mañana (…)
Se hizo el mayor silencio de la mañana. Y de en medio de él surgio la voz opaca, tensa, de Pablo VI:
En el nombre de la Santa, Indivisible Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Los decretos presentados ante este Concilio, legítimamente reunido, han recibido la aprobación de los Padres. También Nos, en virtud del poder apostólico recibido de Cristo, en unión con los venerables Padres (“una cum venerabilibus patribus”) aprobamos estos decretos. Nos los decretamos y los hacemos ley y ordenamos que se promulgue para la gloria de Dios lo que conciliarmente ha sido decidido.  
Pablo VI: el arte de medir. Por si alguién lo dudaba aún, ahí está el discurso de hoy, en el que cada palabra ha sido analizada, valorada, pesada y medida. Y todo ello unido al don de ser equilibrado sin convertirse en mediocre. Sus palabras de hoy no tenían ciertamente la temperatura de las del día de apertura. Si su discurso de entonces tuvo la pasión de una proclama, el de hoy poseía la habilidad de un balance; allí bastaba con embarcarse en el cauce de su fuego para entenderle; aquí hay que asomarse a las entrelíneas, medir lo que se escribió medidamente.
Y COMO FINAL: LA BOMBA
Pablo VI peregrino en Tierra Santa, 4-6 de enero de 1864 rezando en el Cenáculo
Los obispos iban siguiendo el discurso del Papa a través de sus traducciones. El hondo tono del Papa iba calando en todos ellos. Y de pronto el discurso terminaba, al fin de su cuarto folio como en pico. Pero al llegar allí Pablo VI no se detuvo, pasó su cuarta hoja y continuó leyendo. Hubo un segundo de sorpresa en el que todos los Padres revolvieron sus cuartillas buscando aquel quinto folio que les faltaba…a todos. Luego aguzaron el oído. Parece que el Papa hablaba de algo importante: iba a comunicarles un proyecto acariciado durante mucho tiempo…
Del Aula surgió un “¡Ah!” unánime. Luego una ola de aplausos. Una ola que crecía. “¡Viva el Oriente!” oí gritar al joven auxiliar del patriarca de Antioquia. El obispo que estaba a su lado no había logrado enterarse de lo que sucedía y preguntaba a derecha e izquierda: ¿Pero que es lo que ha sucedido? Y el antioqueno le respondía en latín: “Palestinam petit, Palestinam petit”…
El Papa viajaría como peregrino a Tierra Santa… 
fonte:germinans germinabit