«(…) Bien sabemos todos nosotros, por una fatal y cotidiana experiencia, que los sacerdotes que no visten el hábito talar, lejos de infundir veneración, se merecen la burla y el desprecio, mayormente si tienen la desgracia de caer en los vicios a que regularmente vienen a parar tales eclesiásticos.
Hemos dicho que los sacerdotes que andan sin hábito talar no se merecen veneración; y esto se entenderá mejor con una comparación o semejanza: Así como una imagen de María Santísima, si está bien vestida y alumbrada, la gente acude a postrarse delante de ella y la venera; y, por el contrario, no la mostraría tal veneración si viera a tal imagen sin luz alguna y tal cual salió de las manos del escultor; esto mismo pasa a un sacerdote a quien, por razón de su grande dignidad, según San Bernardo, se llama Madre de Cristo; porque, en virtud de las palabras de la consagración, en sus manos toma Dios el ser eucarístico. Pues, si a este sacerdote le ven vestido con hábito talar modesto, limpio y grave, sin lujo, pero tampoco sucio ni estropeado, como dicen los sagrados cánones, adornado de virtudes, que son otras tantas velas, según dice el Evangelio: Sic luceat lux vestra, toda la gente le venera, y a él acudirá como a su medianero y abogado para con Dios. Pero muy lejos estarán de venerarle, si le ven ropa que usa otro hombre cualquiera; en cuyo caso le mirarán como un seglar, sus faltas e imperfecciones serán más notadas y criticadas; y más y más subirá de punto esta crítica, si le ven caer en alguna falta vergonzosa o de impureza, en que indispensablemente ha de incurrir; porque Dios, por los sagrados cánones, le ha dado al sacerdote la sotana para conservarse casto, como a las frutas la corteza. ¿Qué sería del melón, de la sandía, de la naranja, etc., si se les quitara la corteza? Al momento se pudrirían, sin poderse conservar. Pues tampoco se conservarán los sacerdotes que andan sin la corteza de la sotana o hábitos talares. Después de una larga experiencia que tenemos en dirigir eclesiásticos pública y privadamente, en diferentes partes del mundo católico en que hemos vivido, os podemos asegurar que los sacerdotes que dejan los hábitos talares, dejan tras ellos el espíritu eclesiástico, la castidad y demás virtudes. Se excusan diciendo que tienen calor; mas Nos les respondemos que más calor tendrán que sufrir en el infierno, a que indispensablemente irán, ya porque caerán en mil pecados, ya por el desprecio que hacen de las disposiciones y mandatos de los sagrados Concilios y Santos Padres, ya también porque son el deshonor de la Iglesia y la desedificación de los fieles.»
Carta pastoral que D. Antonio María Claret y Clara, Arzobispo de Cuba, dirige al venerable clero de su Diócesis (1852)
fonte:santa misa gregoriana