Entrevista al Santo Padre
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Presentamos aquí la traducción al español de la entrevista brindada por el Papa Benedicto XVI durante el vuelo hacia Gran Bretaña. El texto que presentamos no es el oficial, pues la Santa Sede aún no lo ha publicado.
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Ha habido polémicas durante la preparación del viaje, Gran Bretaña ha sido presentada como un país anticatólico. ¿Usted está preocupado?
Debo decir que no estoy preocupado, ya que cuando estuve en Francia se había dicho que era el país más anticlerical, con fuertes corrientes anticlericales y con un mínimo número de fieles; cuando fui a la República Checa, se dijo que sería el país más antirreligioso de Europa y también anticlerical. De este modo, todos los países occidentales, cada uno según su modo específico, según la propia historia, tienen muchas corrientes anticlericales y anticatólicas pero tienen también siempre una fuerte presencia de fe. Así, en Francia y en la República Checa he visto y vivido una calurosa acogida por parte de la comunidad católica, una fuerte atención por parte de agnósticos que sin embargo están en búsqueda, quieren conocer y encontrar los valores que llevan adelante a la humanidad y han estado muy atentos por si podrían escuchar de mí algo en este sentido, y la tolerancia y el respeto de cuantos son anticatólicos. Actualmente, Gran Bretaña tiene su propia historia de anticatolicismo, esto es evidente, pero es también un país con su historia de tolerancia. Estoy seguro de que, por una parte, habrá una acogida positiva de los católicos y de los creyentes, atención de cuantos buscar cómo ir adelante en este tiempo nuestro, y respeto y tolerancia recíproca donde hay un anticatolicismo. Voy adelante con gran valentía y con alegría.
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El Reino Unido, como muchos otros países occidentales, es considerado un país secular, con un fuerte movimiento de ateísmo también con motivaciones culturales. Sin embargo, hay también signos de que la fe religiosa, en particular en Jesucristo, está todavía viva a nivel personal. ¿Qué puede significar esto para católicos y anglicanos? ¿Se puede hacer algo para mostrar a la Iglesia como institución más creíble y atractiva para todos?
Diría que una Iglesia que busca sobre todo ser atractiva, estaría ya en un camino equivocado. Porque la Iglesia no trabaja para sí, no trabaja para aumentar los propios números, el propio poder. La Iglesia está al servicio de Otro, sirve no para sí misma, para ser un cuerpo fuerte, sino para hacer accesible el anuncio de Jesucristo, las grandes verdades, las grandes fuerzas de amor y de reconciliación que han aparecido en esta figura y que vienen siempre de la presencia de Jesucristo. En este sentido, la Iglesia no busca el propio atractivo sino que debe ser transparente para Jesucristo. Y en la medida en que no está para sí misma, como cuerpo fuerte y poderoso en el mundo, sino que se hace sencillamente voz de Otro, se convierte realmente en transparencia para la gran figura de Cristo y las grandes verdades que ha traído a la humanidad, la fuerza del amor. En este momento, se escucha y se acepta que la Iglesia no debería considerarse a sí misma sino ayudar a considerar a Otro, y ella misma ha de ver y hablar de Otro y por Otro. En este sentido, me parece también que anglicanos y católicos tienen el mismo deber, la misma dirección que tomar. Si anglicanos y católicos ven ambos que no sirven para sí mismos sino que instrumentos para Cristo, amigos del Esposo como dice san Juan, si ambos siguen la prioridad de Cristo y no de sí mismos, entonces van juntos. Porque entonces la prioridad de Cristo los une y no son ya competidores, cada uno buscando el mayor número, sino que están juntos en el compromiso por la verdad de Cristo que entra en este mundo, y de este modo se encuentran también recíprocamente en un verdadero y fecundo ecumenismo.
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Como es conocido y como ha sido puesto de relieve también por recientes encuestas, el escándalo de los abusos sexuales ha sacudido la confianza de los fieles en la Iglesia. ¿Cómo piensa que puede contribuir a restablecer esta confianza?
En primer lugar, debo decir que estas revelaciones han sido para mí un shock, son una gran tristeza. Es difícil entender cómo fue posible esta perversión del ministerio sacerdotal. El sacerdote, en el momento de la ordenación, preparado por años para este momento, dice sí a Cristo para hacerse su voz, su boca, su mano, y servir con toda la existencia para que el buen Pastor que ama, que ayuda y que guía a la verdad esté presente en el mundo. Es difícil comprender cómo un hombre que ha hecho y dicho esto puede luego caer en esta perversión, es una gran tristeza, una tristeza también que la autoridad de la Iglesia no fuera suficientemente vigilante y suficientemente veloz y decidida para tomar las medidas necesarias. Por todo esto, estamos en un momento de penitencia, de humildad, de renovada sinceridad, como escribí a los obispos irlandeses. Me parece que ahora debemos realizar precisamente un tiempo de penitencia, un tiempo de humildad, y renovar y aprender nuevamente la sinceridad absoluta. En cuanto a las víctimas, diría que tres cosas son importantes. El primer interés son las víctimas, cómo podemos reparar, qué podemos hacer para ayudar a estas personas a superar este trauma, a reencontrar la vida, a reencontrar también la confianza en el mensaje de Cristo. El compromiso por las víctimas es la primera prioridad con ayudas materiales, psicológicas y espirituales. Lo segundo es el problema de las personas culpables: la justa pena, excluirlos de toda posibilidad de acceso a los jóvenes, porque sabemos que ésta es una enfermedad, que la libre voluntad no funciona donde está esta enfermedad y, por lo tanto, debemos proteger a estas personas contra sí mismas y encontrar la manera de ayudarlas y protegerlas de sí mismas y excluirlas de todo acceso a los jóvenes. Y el tercer punto es la prevención y la educación en la elección de los candidatos al sacerdocio. Estar atentos de tal modo que, según las posibilidades humanas, se excluyan futuros casos. Quisiera en este momento también agradecer al episcopado británico por su atención y por su colaboración tanto con la Sede de Pedro como con las instancias públicas y la atención por las víctimas y por el derecho. Creo que el episcopado británico ha hecho y hace un gran trabajo. Por eso, estoy muy agradecido.
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Santidad, la figura del cardenal Newman es muy significativa para usted. Y para el cardenal Newman usted hace la excepción de presidir su beatificación. ¿Piensa que su recuerdo puede ayudar a superar las divisiones entre anglicanos y católicos? ¿Y cuáles son los aspectos de su personalidad sobre los que desea poner el acento más fuerte?
El Cardenal Newman es sobre todo, por una parte, un hombre moderno que ha vivido todo el problema de la modernidad, que ha vivido también el problema del agnosticismo, de la imposibilidad de conocer a Dios, de creer. Un hombre que ha estado durante toda su vida en camino, en camino de dejarse transformar por la verdad en una búsqueda de gran sinceridad y de gran disponibilidad de conocer y de encontrar y aceptar el camino para la verdadera vida. Esta modernidad interior de su vida implica la modernidad de su fe. No es una fe en fórmulas de un tiempo pasado sino una fe personalísima, vivida, sufrida, encontrada en un largo camino de renovación y de conversiones. Es un hombre de gran cultura que, por una parte, participa en nuestra cultura escéptica de hoy, en la cuestión de si podemos entender algo cierto sobre la verdad del hombre y de cómo podemos llegar a la convergencia de las verosimilitudes. Un hombre que, con una gran cultura de conocimiento de los padres de la Iglesia, ha estudiado y renovado la génesis y el don de la fe, reconocida así la figura esencialmente interior. Es un hombre de una gran espiritualidad, de un gran humanismo, un hombre de oración, de una relación profunda con Dios y, por eso, de una relación profunda también con los hombres de su tiempo y del nuestro tiempo. Señalaría, por lo tanto, tres elementos: modernidad de su existencia con todas las dudas y los problemas de nuestro ser de hoy; cultura grande, conocimiento de los grandes tesoros de la cultura de la humanidad, disponibilidad de búsqueda permanente, de renovación permanente; y espiritualidad, vida espiritual con Dios, dan a este hombre una grandeza excepcional para nuestro tiempo y por eso es una figura de doctor de la Iglesia para nosotros y para todos, y también un puente entre anglicanos y católicos.
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Esta visita es considerada con el rango de una visita de Estado. ¿Hay sintonía con las autoridades inglesas, en particular respecto a los grandes desafíos del mundo actual?
Estoy muy agradecido a Su Majestad la Reina Isabel II, que ha querido dar a esta visita el rango de visita de Estado, que sabe expresar el carácter público de esta visita y también la responsabilidad común de la política y de la religión para el futuro del continente y también para el futuro de la humanidad, la gran responsabilidad común para que los valores que crean justicia y política y que vienen de la religión estén juntos en camino de nuestro tiempo. Naturalmente, este hecho de que jurídicamente es una visita de Estado no hace que mi visita sea un hecho político porque si el Papa es jefe de Estado esto es sólo un instrumento para garantizar la independencia de su anuncio y el carácter público de su labor de pastor. En este sentido, también la visita de Estado permanece como sustancial y esencialmente una visita pastoral, es decir, una visita en la responsabilidad de la fe por la cual el Sumo Pontífice, el Papa, existe y este carácter de visita de Estado pone en el centro de la atención precisamente las coincidencias entre los intereses de la política y de la religión. La política sustancialmente es creada para garantizar justicia, y con la justicia la libertad. Pero la justicia es un valor moral, un valor religioso, y así la fe, el anuncio del Evangelio, se vincula en el punto justicia con la política y aquí nacen los intereses comunes. Gran Bretaña tiene un gran experiencia y una gran actividad en la lucha contra los males de este tiempo, la miseria, la pobreza, las enfermedades, la droga, y todos estas luchas contra la miseria, la pobreza, las esclavitudes del hombre, son también fines de la fe porque son fines de la humanización del hombre para que sea restituida la imagen de Dios contra las destrucciones y las devastaciones. El segundo deber común es el compromiso por la paz en el mundo y la capacidad de vivir la paz, la educación para la paz, crear las virtudes que hacen al hombre capaz de paz. Y finalmente, el elemento esencial de la paz es el diálogo de las religiones, la tolerancia, la apertura del hombre al otro. Y esto es un profundo objetivo tanto de Gran Bretaña como sociedad como de la fe católica, de abrir el corazón, de abrir al diálogo, de abrir a la verdad, al camino común de la humanidad y a reencontrare los valores que son fundamento de nuestro humanismo
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Fuente: Il Giornale
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo