"Mediator Dei"
Sobre la Sagrada Liturgia
20 de noviembre de 1947
2. Práctica de esta doctrina
30. La acción litúrgica se inicia con la misma fundación de la Iglesia. Los primeros cristianos, en efecto, «perseveran en oír la enseñanza de los Apóstoles, y en la unión en la fracción del pan y en la oración» (Act. 2, 42). En todas partes donde los pastores pueden reunir un grupo de fieles, erigen un altar, sobre el que ofrecen el sacrificio, y en torno de éste son establecidos otros ritos adecuados a la salvación de los hombres y a la glorificación de Dios. Entre estos ritos, están en primer lugar los Sacramentos, es decir, las siete fuentes principales de salvación; después las celebraciones de las alabanzas divinas, con las que los fieles, también reunidos, obedecen a 1a exhortación del Apóstol: «Enseñándoos y exhortándoos unos a otros con toda sabiduría, con salmos, himnos y cánticos espirituales, cantando y dando gracias a Dios en vuestros corazones» (Colos. 3, 16); después la lectura de la -Ley, de los profetas; del Evangelio y dde las Epístolas apostólicas, y por fin, la homilía, con la cual el presidente de la asamblea recuerda y comenta útilmente los preceptos del Divino Maestro y los acontecimientos principales de su vida. y amonesta a todos los presentes con oportunas exhortaciones y ejemplos.
31. El culto se organiza y se desarrolla según las circunstancias y las necesidades de los cristianos, se enriquece con nuevos ritos, ceremonias y fórmulas, siempre con la misma intención, esto es, «a fin de que nos sintamos estimulados por estos signos..., nos sea conocido el progresó realizado y nos sintamos solicitados a aumentarlo con mayor vigor, ya que el efecto es tanto más digno cuánto más ardiente es él afectó que lo precede» (3).
32. Así el alma se eleva más y mejor hacia Dios; así el Sacerdocio de Jesucristo se mantiene activo en la sucesión de los tiempos, no siendo otra cosa la Liturgia qué el ejercicio de este Sacerdocio. Lo mismo que su Cabeza divina; también la Iglesia asiste continuamente a sus hijos, los ayuda, los exhorta a la santidad, para qué adornados con está dignidad sobrenatural, puedan un día retornar al Padre, que está en los cielos. Devuelve la vida- celestial a los nacidos a la vida terrenal, los llena del Espíritu Santo para la lucha contra el enemigo implacable; congrega a los cristianos alrededor de los altares y con insistentes invitaciones los exhorta a celebrar y tomar parte en el Sacrificio Eucarístico, y los alimenta con el pan de los Ángeles para que estén cada vez más fuertes; purifica y consuela á aquellos a quienes el pecado hirió y manchó; consagra con legítimo rito a aquellos que por vocación se sienten llamados al ministerio sacerdotal; revigoriza con gracias y dones divinos el casto connubio de aquellos que están destinados a fundar y constituir la familia cristiana; después de haberlos, confortado y restaurado con el viático eucarístico y la santa, Unción, en sus últimas horas de vida terrena, acompaña al sepulcro con suma piedad los despojos de sus hijos, los compone religiosamente y los protege al amparo de la cruz, para que, puedan resucitar un día triunfantes sobre la muerte; bendice con particular solemnidad a cuantos dedican su vida al servicio divino, en el logro de la perfección religiosa, y extiende su mano auxiliadora a las almas que en las llamas de la purificación imploran oraciones y sacrificios para conducirlas finalmente a la eterna beatitud.