A)            RENOVACIÓN LITÚRGICA
            7. Bien sabéis, Venerables Hermanos, que hacia finales del  siglo            pasado y comienzos del actual se despertó un singular  entusiasmo            por los estudios litúrgicos, bien por el esfuerzo de algunos            particulares, bien, sobre todo, por la celosa y asidua  diligencia de            varios monasterios de la ínclita Orden benedictina; y así,            no sólo en muchas regiones de Europa, sino también al            otro lado del mar, se desarrolló un apostolado útil, digno            de toda alabanza. Las saludables consecuencias de este intenso  apostolado            fueron visibles tanto en el terreno de las ciencias sagradas,  donde            los ritos litúrgicos de la Iglesia occidental y oriental  fueron            más amplia y profundamente estudiados y conocidos, como en la            vida espiritual y privada de muchos cristianos.
            8. Las augustas ceremonias del Sacrificio del Altar fueron  mejor conocidas,            comprendidas y estimadas; la participación en los Sacramentos,             mayor y más frecuente; las plegarias litúrgicas, más            suavemente gustadas; y el culto de la Sagrada Eucaristía  considerado            -como es en realidad- fuente y centro de la verdadera piedad  cristiana.            También ha llegado a entenderse más y más cómo            todos los fieles constituyen un único y compacto cuerpo, cuya            Cabeza es Cristo, así como el deber del pueblo cristiano de  participar            debidamente en los ritos litúrgicos.
B)            ACTITUD DE LA SANTA SEDE FRENTE A LOS PROBLEMAS LITÚRGICOS 
            9. Sin duda conocéis muy bien cómo esta Sede Apostólica            ha cuidado en todo tiempo diligentemente de que el pueblo a  ella confiado            se educase en un sentido litúrgico verdadero y práctico;            y que con no menos celo ha procurado que los sagrados ritos  resplandezcan            también al exterior con la debida dignidad. Nos mismo, por  esta            razón, al dirigirnos, según costumbre, a los predicadores            cuaresmales de esta Nuestra ciudad en el afeo 1943, les  habíamos            exhortado calurosamente a recomendar a sus oyentes que  participasen            -con creciente fervor en el Sacrificio eucarístico; y así            recientemente hemos hecho traducir de nuevo al latín, del  texto            original, el libro de los Salmos, que tanta parte ocupa en las  preces            litúrgicas de la Iglesia Católica, a fin de que estas            preces fueren más exactamente comprendidas, y su verdad y  suavidad            más fácilmente percibidas.
            10. No obstante, aunque el apostolado litúrgico Nos  proporciona            no poco consuelo por los saludables frutos que de él se  derivan,            Nuestro deber Nos obliga a seguir con atención esta  renovación,            a la manera en que algunos la conciben y de cuidar  diligentemente que            las iniciativas no sean ni excesivas ni defectuosas.
            11. Ahora bien, si por una parte comprobamos con dolor que en  algunas            regiones el sentido, el conocimiento y el estudio de la  Liturgia son            escasos o casi nulos, por otra notamos, con temerosa  preocupación,            que algunos están demasiado ávidos de novedad y se alejan            del camino de la sana doctrina y de la prudencia, mezclando a  la intención            y al deseo de una renovación litúrgica, algunos principios            que, en teoría o en práctica, comprometen esta santísima            causa y a veces también la contaminan con errores que afectan            a la Fe católica y a la doctrina ascética.
            12. La pureza de la Fe y de la Moral debe ser la norma  característica            de esta sagrada disciplina, que debe conformarse absolutamente  a las            sapientísimas enseñanzas de la Iglesia. Es, por tanto,            Nuestro deber alabar y aprobar todo aquello que está bien  hecho            y contener o reprobar todo lo que se desvía del camino justo            y verdadero.
            13. No crean, sin embargo, los pusilánimes que tienen nuestra            aprobación porque reprendamos a los que yerran y pongamos  freno            a los audaces; ni los imprudentes se crean alabados cuando  corregimos            a los negligentes y perezosos.
C)            LA ENCÍCLICA
            14. Aunque en esta Nuestra Carta Encíclica tratemos sobre todo             de la Liturgia latina, esto no es debido a menor estimación de             las venerandas Liturgias de la Iglesia Oriental, cuyos ritos,  transmitidos            por nobles y antiguos documentos, Nos son igualmente  queridísimos;            sino que depende más que nada de las condiciones de la Iglesia             occidental, que son tales que requieren la intervención de  Nuestra            autoridad.
            15. Escuchen, pues, todos los cristianos con docilidad la voz  del Padre            común, que desea ardientemente que todos, unidos íntimamente            a El, se acerquen al Altar de Dios, profesando la misma Fe,  obedeciendo            a la misma Ley, participando en el mismo Sacrificio, con un  solo entendimiento            y una sola voluntad.
            16. Lo requiere el honor debido a Dios, lo exigen las  necesidades de            los tiempos actuales. Ahora que una cruel y larga guerra acaba  de dividir            a los pueblos con sus rivalidades y estragos, los hombres de  buena de            la mejor manera posible en llevarlos de nuevo a la concordia.
            17. Creemos, sin embargo, que ningún proyecto ni ninguna  iniciativa            será en este caso más eficaz que un fervoroso espíritu            y celo religioso, de los que es necesario estén animados los            cristianos y se guíen por ellos, de forma que aceptando con  ánimo            sincero las mismas verdades y obedeciendo dócilmente a los  legítimos            pastores en el ejercicio del culto debido a Dios, constituyan  una fraternal            comunidad, ya que «aunque somos muchos, formamos un solo  cuerpo            todos los que participamos de un mismo pan»(I Cor. 10, 7).
PRIMERA PARTE
NATURALEZA,            ORIGEN Y PROGRESO DE LA LITURGIA
I.            La Liturgia, culto público
A)            DEBER DE RELIGIÓN EN LOS HOMBRES
            18. El deber fundamental del hombre es, indudablemente, el de  orientarse            hacia Dios a sí mismo y a su propia vida. «A El, en efecto,            debemos principalmente unirnos como indefectible principio al  que debe            orientarse constantemente nuestra elección como a último            fin, que por negligencia perdemos pecando y que debemos  reconquistar            por la fe y creyendo en El» (2). 
            19. Ahora bien, el hombre se vuelve ordenadamente a Dios  cuando reconoce            su suprema majestad y su supremo magisterio, cuando acepta con  sumisión            las verdades divinamente reveladas, cuando observa  religiosamente sus            leyes, cuando hace converger en El todas sus actividades,  cuando -para            decirlo brevemente- presta mediante la virtud de la religión            el debido culto al único y verdadero Dios.
            20. Este es un deber que obliga ante todo a cada uno de los  hombres            en singular, pero es también un deber colectivo de toda la  comunidad            humana, unida entre sí con vínculos sociales, porque también            ella depende de la suprema autoridad de Dios.

 inundado por um mistério de luz que é Deus   e N´Ele vi e ouvi -A ponta da lança como chama que se desprende, toca o eixo da terra, – Ela estremece: montanhas, cidades, vilas e aldeias com os seus moradores são sepultados. - O mar, os rios e as nuvens saem dos seus limites, transbordam, inundam e arrastam consigo num redemoinho, moradias e gente em número que não se pode contar , é a purificação do mundo pelo pecado em que se mergulha. - O ódio, a ambição provocam a guerra destruidora!  - Depois senti no palpitar acelerado do coração e no meu espírito o eco duma voz suave que dizia: – No tempo, uma só Fé, um só Batismo, uma só Igreja, Santa, Católica, Apostólica: - Na eternidade, o Céu!
inundado por um mistério de luz que é Deus   e N´Ele vi e ouvi -A ponta da lança como chama que se desprende, toca o eixo da terra, – Ela estremece: montanhas, cidades, vilas e aldeias com os seus moradores são sepultados. - O mar, os rios e as nuvens saem dos seus limites, transbordam, inundam e arrastam consigo num redemoinho, moradias e gente em número que não se pode contar , é a purificação do mundo pelo pecado em que se mergulha. - O ódio, a ambição provocam a guerra destruidora!  - Depois senti no palpitar acelerado do coração e no meu espírito o eco duma voz suave que dizia: – No tempo, uma só Fé, um só Batismo, uma só Igreja, Santa, Católica, Apostólica: - Na eternidade, o Céu! 