terça-feira, 17 de dezembro de 2013

Sobre la persecución al Padre Manelli

¿Perseguido el Padre Manelli, FI?

A las 2:55 PM, por Germán
  
La persecución es parte de la vocación de la Iglesia, se persigue a los fieles cristianos, se persigue a los misioneros, porque se persiguió a su Fundador Cristo, y en ellos se perpetúa el odio contra Jesús y su doctrina. Se les persigue, porque su predicación y su testimonio de vida puede descubrir lacras de muchas personas, que no toleran les señalen sus miserias. Se les mata por su celo de la propia religión, que no permite el derecho natural de pensar religiosamente distinto y vivir con un culto distinto.
Jesús lo adelantó con claridad:
A ustedes los arrastrarán ante las autoridades, y los azotarán en las sinagogas. Por mi causa, ustedes serán llevados ante los gobernantes y los reyes, teniendo así la oportunidad de dar testimonio de mí ante ellos y los paganos (Mt 10, 17-18).

Es una característica de la Iglesia: a través del sufrimiento y de la persecución voluntariamente aceptados y soportados, manifestar que aman el Reino de Dios, que viven como extraños en este mundo, que ambicionan los bienes eternos del cielo, y que Dios conforta a sus apóstoles hasta el punto de que acepten martirios sorprendentes por su crueldad.

Es el testimonio vivo, flagrante, edificante, de su espiritualidad, de su sobrenaturalidad: la Iglesia no es el Reino en este mundo, por lo que se sostiene con la dulce esperanza de la consecución del Paraíso eterno.
Pero lo sabemos por propia experiencia, las persecuciones no solamente vienen de fuera, las hay también ad intra:
¿Cómo está la Iglesia allí donde un grupo de laicos que crea en la doctrina católica sobre Jesucristo, la Virgen, los ángeles, la Providencia, la anticoncepción, el Diablo, etc., y se atreva incluso a “defender” estas verdades agredidas por otros, sea marginado, perseguido y tenido por integrista?
Describir aquí, por ejemplo, el calvario inacabable que pasan ciertos grupos de laicos que pretenden difundir en sus diócesis, según la Iglesia lo quiere, los medios lícitos para regular la natalidad, excede nuestro ánimo. Se ven duramente resistidos, marginados, calumniados. Mientras otras obras, quizá mediocres y a veces malas, son potenciadas, ellos están desasistidos y aparentemente ignorados por quienes más tendrían que apoyarles (José Mª Iraburu, Infidelidades en la Iglesia).
De esas persecuciones internas muchas podemos apuntar, partiendo desde las parroquias, pasando por obispados y niveles superiores eclesiales. Santos y fundadores de órdenes religiosas, y de asociaciones laicales, no estuvieron exentos de ellas.
El fundador de la Legión de María, el Siervo de Dios Frank Duff, tropezó con un sinfín de maniobras que tendían a neutralizar el apoyo clerical al naciente movimiento. Es impresionante conocer detalles de su lucha pacífica y cortés, que a pesar de haber sido civilizada y muy paciente, estuvo marcada con el sufrimiento y la cruz.
También por esos tiempos, el Padre Pío de Pietrelcina, era objeto de los ataques del «padre de la mentira», que envenenó «los corazones de determinadas personas, ya fuesen superiores religiosos, tanto canónigos como de su misma Orden, ya fuesen gente de menor relieve». Se le llegó a prohibir incluso responder correspondencia, salvo con permiso de sus superiores, a sus familiares más cercanos, felicitaciones o condolencias. En una campaña de veneno e infamia, ni siquiera se le dejó comunicarse con sus directores espirituales.
¿Por qué se dirige la denigración principalmente contra los hombres santos, cuando podría encontrar en el seno de la Iglesia, de origen divino, pero compuesta por hombres, todas las miserias humanas imaginables? Parecería más lógico que en la diana de las criticas estuviesen aquellos cristianos –corruptos, falsarios, crueles, inmorales, perversos…- que deshonran con sus actuaciones la fe recibida en el bautismo (Piedras de escándalo, P. José Miguel Cejas).
Los Fundadores –señala Cejas- han tenido que padecer con frecuencia una tribulación cuyo precedente en encuentra en las mismas páginas del Evangelio: la defección de alguno de sus hijos espirituales. Se podrían citar numerosos ejemplos sobre este particular, que constituye un antiguo fenómeno en la vida de la Iglesia y de las fundaciones eclesiásticas. Baste con recordar las famosas cartas de san Bernardo a los monjes que abandonaban el monasterio.
En cambio los falsos profetas son cómodos y por eso son tratados con toda consideración, son los idiotas útiles de un grupo determinado, porque así como hay idiotas útiles de los comunistas, también hay idiotas útiles de lo que el Beato Juan Pablo Magno denominó «anti-Iglesia».
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