quarta-feira, 27 de janeiro de 2010

ROMA 1962-1963: El Clima litúrgico conciliar Por Dom Gregori Maria

Capítulo 5º: Un sofisma: buscar lo moderado entre dos extremos (12/12/2009)

Una de las falacias que empezaron a difundirse en el clima litúrgico conciliar de aquel otoño de 1962 fue la existencia clara de dos tendencias extremas, que además pretendidamente se identificaban con las ya advertidas por Pío XII en la Mediator Dei (apego ciego-ruptura total) y que obligaría al Concilio a buscar una postura moderada y conciliadora. Afirmaba Martín Descalzo:

“En el Concilio han comenzado a diseñarse dos tendencias: una que apoya el esquema y que aun desearía que se ampliasen las reformas que en él se dibujan, y otra, que estima que el esquema no es necesario, ya que lo verdaderamente importante que habla que reformar en liturgia ya está hecho por la labor reformista de los últimos años. En la Primera sesión dieciséis intervenciones defendieron el esquema porque abría puertas a la reforma y las abría con moderación. Cuatro Padres, en cambio, se mostraron opuestos al esquema como demasiado innovador. Representante de esta tendencia fue sin duda el más vigoroso monseñor Dante, secretario de la Congregación de Ritos, que movió doce ataques contra el esquema en general.”

En la línea defensora destaquemos al cardenal Feltin, Arzobispo de París, que expuso la necesidad de la reforma litúrgica como Pastor de una gran ciudad en la que, por su composición sociológica extraordinariamente diversa, podía comprobarse que la liturgia en su estado actual resulta incomprensible para las mayorías.

Como podemos pues ver, la presentación de las posturas subraya la toma de posición de un polo con una exigencia absoluta de reformas e incluso la necesidad de su ampliación aún más allá del esquema presentado, y por otro lado un polo inmovilista opuesto al esquema.

La línea media y centrista, defensora del esquema la representaría el cardenal de Paris, Mons. Feltin (y con el todos los liturgistas francófonos que estaban detrás) que prácticamente lo único que exigiría sería mayor comprensibilidad de la liturgia.

Pero para que todo ello pudiera surgir efecto había que presentar las opiniones extremas de aquellos que representaban lo estrafalario y novedoso. Y aquí llegó la conferencia de Prensa en la sede de “L´Osservatore Romano” del obispo holandés de Ruteng en Indonesia y al parecer “prestigioso liturgista” Mons. Willem Van Bekkum, la tarde del 24 de octubre, en la que declaraba haber adoptado ritos y danzas paganas en las celebraciones cristianas celebradas por él. Era la tesis de la inculturación:

“Nosotros, en Indonesia -comenzó diciéndonos- nos encontramos con un hecho indiscutible: los indígenas de nuestras islas tienen una bellísima liturgia pagana. Ellos rinden a Dios y a los espíritus sacrificios de expiación, acciones de gracias, alabanzas, súplicas. Y todos estos cultos son muy ricos, solemnes, comprensibles para toda la población, que los celebra en masa con viva participación, Naturalmente, esta su religiosidad pagana está mezclada con muchas oscuridades, incertidumbres, supersticiones, terrores; pero esto no quita nada a que su religiosidad sea profunda y bien nutrida, ya que sus celebraciones sagradas son siempre populares, mezcladas con danzas, cantos, plegarias en lengua local y con acciones colectivas de simbolismos muy accesibles, procesiones y aclamaciones comunes. Para los paganos de nuestras islas el espíritu religioso se manifiesta, pues, en acciones de carácter social que mantienen unida a la comunidad y representan la más alta expresión de la cultura local.

-¿Y esto plantea evidentemente problemas muy graves para la liturgia católica?

-Naturalmente. Porque ¿qué sucede cuando un pagano se hace cristiano? Ante todo él pierde el patrimonio religioso-cultural-social que había heredado y que representaba para él todo el fundamento de su vida, de todas sus convicciones y acciones. Desgraciadamente ni siquiera nosotros, los misioneros, nos habíamos dado cuenta suficiente del valor de lo que un pagano deja al hacerse cristiano. Nosotros le damos a cambio la Fe, es cierto, pero no nos hemos preocupado de sustituir toda la riqueza cultural y artística del paganismo. Y así el convertido y la comunidad de convertidos tienen que empobrecerse humanamente si no pueden rezar y cantar juntos, si no encuentran en nuestra liturgia elementos semejantes a los que han dejado, elementos que satisfagan también su sentido estético y cultural.

-El problema es grave, ciertamente.

-Y verán que lo es mayor aun si piensan que la mayoría son analfabetos. Y nunca podremos comprender los occidentales lo que para una comunidad de analfabetos significan la danza, la oración en común, las procesiones, las solemnidades externas, los simbolismos. El hombre culto puede prescindir de estas cosas externas, pero estas comunidades primitivas, no.

-¿Qué posturas tomaron ustedes ante estos problemas?

-Comenzar a hacer experiencias. Sustituir las fiestas paganas por otras cristianas tan solemnes como las que ellos tenían. Así hemos comenzado a tener fiestas para el bautismo, la bendición de los campos, el año nuevo, los nacimientos, los matrimonios, las muertes...

-¿Cómo son estas fiestas?

-Son fiestas que a veces duran dos o tres días, fiestas de pueblo, con cantos, danzas, representaciones teatrales, juegos. Pero todo con sentido religioso, con oraciones públicas, sermones, ofrecimientos de dones a Dios, etc. Prácticamente son las mismas fiestas, que siempre han celebrado, pero quitándoles los elementos inmorales que tenían, añadiéndoles oraciones cristianas y dando a ciertos gestos simbolismos cristianos.

-¿Y Su Excelencia presidía estas fiestas?

-Naturalmente, y muchas de ellas con báculo y mitra.

-¿Incluso cuando se trataba de danzas?

-¿Por qué no? La danza expresa los sentimientos del corazón humano. Pero no deben pensar ustedes en las danzas occidentales. Para el oriental la danza es una cosa muy seria, profundamente religiosa, ¿Por qué no habíamos de usarla también los católicos?

Mons. Van Bekkum que rigió desde 1961 a 1972 la susodicha diócesis indonesia, dimitió como tal a la edad de 61 años, pasando a ser su emérito hasta el año 1998 en el que falleció a los 80 años de edad, dejándola hecha un desastre como fácilmente se puede intuir.

Después de ese asombroso testimonio a favor de una “liturgia inculturada” se pasó a un ataque al latín, lengua litúrgica de la Iglesia y nadie mejor y con testimonio más incontestable que un oriental: el Patriarca de Antioquia Máximos IV. En su intervención en el Aula empleó el francés, a pesar de estar mandado que se hablase en latín. En esa intervención no sólo hizo una defensa de su derecho, como orientales, a no usar el latín (que sin duda nadie les había impuesto jamás) sino que presentó una historia de la lengua litúrgica empleada por la Iglesia llena de inexactitudes y falacias:

Me parece -ha dicho- que el valor casi absoluto que se quiere dar al latín en la liturgia, en la enseñanza y en la administración de la Iglesia latina, representa para la Iglesia Oriental algo muy anormal Porque, en resumidas cuentas, Cristo habló el lenguaje de sus contemporáneos. Fue en la lengua comprendida por todos sus oyentes, el arameo, como ofreció el primer sacrificio eucarístico. Los apóstoles y los discípulos hicieron lo mismo. Jamás se les hubiera ocurrido la idea de que, en una asamblea cristiana, el celebrante pudiera hacer las perícopas de la Escritura, o cantar los salmos, o predicar, o partir el pan utilizando otra lengua que la de la asamblea. San Pablo nos llega a decir explícitamente: "Si tú no bendices más que con el espíritu (es decir, hablando una lengua incomprendida) ¿cómo aquel que está en las filas de los no iniciados responderá "amén" a tu acción de gracias, si no sabe lo que dices? Tu acción de gracias, es cierto, es excelente, pero el otro no queda edificado con ella... En la asamblea, prefiero decir cinco palabras con mi inteligencia, para instruir también a los otros, que diez mil en lengua (incomprendida)". (I Corintios, XIV, 16-19.) Todas los razones invocadas en favor de un latín ininteligible -lengua litúrgica, pero lengua muerta- parece que tienen que ceder ante este razonamiento claro, neto y preciso del apóstol.

Además, la Iglesia romana empleó también, por lo menos hasta la mitad del siglo III, en su liturgia, el griego, porque ésta era la lengua hablada por sus fieles de entonces. Y si en esta fecha empezó a abandonar el griego para utilizar el latín, es precisamente porque el latín había venido a ser, entre tanto, la lengua hablada por sus fieles. ¿Por qué tiene que cesar hoy de aplicar el mismo principio?

La lengua latina -prosiguió- está muerta; pero la Iglesia sigue viva. Y la lengua, vehículo de la gracia y del Espíritu Santo, debe ser también viva, porque es para los hombres y no para los ángeles: ninguna lengua debe ser intocable.

Admitimos, sin embargo, que, en rito latino, la adopción de lenguas vulgares debe hacerse progresivamente y con las precauciones que pide la prudencia.

La osada defensa y difusión de esos postulados, que sin duda alguna resultaban chocantes para la gran mayoría de Padres conciliares, serviría sin embargo para que la tendencia considerada como ponderada y conciliadora, la dibujada por el esquema general que Larraona como ponente debía presentar, se hiciera camino sin dificultad. “In medio stat virtus” debieron pensar los Padres, abramos la puerta pero con moderación. Sin embargo, todos los progresistas que estaban detrás debieron pensar: “abridla que después ya haremos transitar todo lo demás”.

Acabado el discurso de Máximos IV, los obispos africanos se apuntaron al carro. El congolés Mbuka-Nzundu dijo que los obispos negros “llevaban varios días reunidos para adoptar posturas comunes”. En este sentido se pronunció el cardenal Ruganwa hablando en nombre de todo el continente africano. ¡Que pretensiones, santo Dios!

Siendo así como no iba a aclarar Van Bekkum:

“Yo vine aquí creyendo ser un peligroso innovador. Pero ahora estoy optimista al ver que lo que nosotros estamos haciendo en Indonesia no es una cosa rara, sino que es una experiencia que se ha hecho ya cientos de veces en Asia y en Africa. Y es también consolador ver cómo somos comprendidos por los expertos liturgistas occidentales, aún estando como están tan lejos de nuestros problemas".

Además a partir de esas intervenciones se empezó a introducir una cuestión importantísima: la reforma que la hagan las Comisiones Episcopales Nacionales. Así lo narraba Don José Luis:

“Un segundo punto ha empezado a entrar ya en juego en las discusiones: ¿La reforma litúrgica ha de hacerse desde las congregaciones romanas o han de llevar la iniciativa las comisiones episcopales nacionales? No creemos lanzar un globo deshinchado afirmando que éste será uno de los grandes temas de este Concilio: ¿centralización o una relativa independencia a las comisiones episcopales? Como es lógico se dibujan también dos posturas ante este problema, posturas que van a coincidir casi literalmente con las dos que hace poco diseñamos. ¿Con cuál coincidirá la mayoría?

“Alea jacta erat”. La suerte estaba echada y ¡ay de los vencidos! Vae de victis.

Capítulo 6º: La conferencia de Dom Philibert Schmitz (19/12/2009)

Sigamos con el relato de Martín Descalzo acerca de los hechos acaecidos en aquel final de octubre de 1962. Es la mañana del día 25 de octubre. Y nuestro cronista da testimonio de una bien organizada conferencia de Dom Philibert Schmitz, benedictino de la Abadía belga de Maredsous y docente de Historia de la Iglesia en la Gregoriana. Schmitz no es liturgista sino experto en la historia de la orden de San Benito, a pesar de ello es perito en la comisión litúrgica conciliar. Tampoco es holandés sino belga, aunque el hecho de que sea de origen flamenco justifica el comprensible error de don José Luis, un tanto deslumbrado por la “naturalidad y el aperturismo” del políglota benedictino. Él mismo glosa a modo de decálogo las principales ideas transmitidas. Las comento brevemente una por una.

“La mañana de este jueves -vacación en el Aula conciliar, como en todas las aulas- la ha llenado la estupenda conferencia del P. Schmitz. Holandés, perito en la comisión conciliar, profesor en la Universidad Gregoriana, ha impresionado a todos los periodistas por su naturalidad, por la apertura de su espíritu y por su fabuloso dominio de lenguas: ha respondido en, al menos, cinco lenguas, sin que se le notase el menor esfuerzo. He aquí algunas de sus respuestas:

1º-Es necesario que vosotros, periodistas difundáis, para evitar desilusiones momentáneas de los fieles, la idea de que, casi con toda seguridad, el Concilio no decidirá reformas concretas, sino que solo trazará normas generales, que luego comisiones de expertos aplicarán a lo largo de cuatro o cinco años.

Importante peso de la opinión pública en la marcha del Concilio. No hay que ser ansiosos: ahora se abrirán puertas, las reformas se concretarán en 4 o 5 años.

2º-Hoy nadie duda de que hace falta una profunda reforma litúrgica. En las reformas hechas en los últimos años se han tocado detalles, pero no se ha hecho la reforma profunda y completa que es necesaria, sobre todo teniendo en cuenta que el ideal de la liturgia en estos cuatro últimos siglos, en lugar de haber sido la "vida" litúrgica, ha sido la "estaticidad" litúrgica.

Esta reforma no es como las anteriores (detalles) de una liturgia estática, es una revolución (reforma profunda y completa): se auspicia una liturgia dinámica.

3º-El problema litúrgico es simplemente un ángulo más del problema de la Iglesia frente al mundo moderno. Nuestra liturgia es bellísima, pero es extranjera al mundo moderno y a la realidad social contemporánea y, por tanto, no puede ejercer influjo en las masas.

La revolución litúrgica es la antesala de una revolución en la Iglesia: un cambio de planteamientos ante el mundo moderno y la realidad social contemporánea bajo pretexto de un mayor influjo “en las masas” (¿?)

4º-Los principales problemas que esta reforma tiene que plantearse son -a mi modo de ver- éstos: ¿Ha sido un acierto introducir en los países de misión la liturgia romana? ¿No hubiera sido más apropiada la liturgia oriental para los pueblos de cultura oriental? ¿Es conveniente mantener en la liturgia romana el criterio de uniformidad o debe tenderse hacia una multiformidad de ritos como en Oriente? ¿En la liturgia ha de prevalecer el espíritu "rubricista", detallista, que ha imperado hasta hay, o más bien un espíritu de contacto vital entre los sacerdotes y los fieles? La liturgia romana es hoy una liturgia hierática, clerical, ¿no habrá que buscar unas formas típicamente populares? Frente a una espiritualidad típicamente individualista, que en el fondo sólo nace del egoísmo, ¿no habrá que respirar en nuestro siglo una piedad más colectiva, más social, más eclesiástica, más católica?

Insistencia en la inculturación de la liturgia, en su pluriformidad y en la necesidad de secularización comunitarista de la liturgia.

5º-Es un error confundir "la lengua de la Iglesia" con "la lengua de la liturgia de la Iglesia". La Iglesia puede tener una lengua oficial, pero esto no implica que sea la única lengua oficial de la liturgia. Aparte de que decir que el latín es la lengua oficial de la liturgia es un error histórico, no solo por lo que se refiere a los ritos católicos orientales, sino también con referencia al rito latino. En muchos documentos "oficiales" se aceptan otras lenguas para la liturgia en grandes partes de la misa y sacramentos.

Eliminación del latín como lengua litúrgica única.

6º-La reforma del breviario hecha hasta ahora no ha sido una verdadera reforma litúrgica. Se han modificado algunas rúbricas, pero el breviario sigue necesitando una revisión completa de su estructura, que sigue siendo monástica cuando la mayoría de los que lo rezan no son monjes.

Eliminación del paradigma monástico en la estructura del breviario romano, evidente paso previo para desechar y abolir toda influencia monástica medieval en la estructura litúrgica de la Iglesia.

7º-No puede decirse que haya hoy dos corrientes entre los liturgistas, unos que miren hacia el futuro y otros hacia el pasado. Hoy todos los que piensan en liturgia toman la postura que señaló el Papa en su discurso de apertura del Concilio: "desde las raíces del pasado construir el presente". Así, pues, sólo hay un "movimiento" litúrgico. Aunque, naturalmente, fuera de este "movimiento" están los que no se mueven.

Negación de pretendidas desviaciones en el Movimiento Litúrgico actual, un día iniciado por Dom Guéranger. Los que así acusan a los aperturistas son inmovilistas: son ellos los que se han apeado del “movimiento”.

8º-Sí, habrá que dar un mayor puesto a la mujer en la liturgia. Observen que en este problema hay cosas que no son realistas en la liturgia de hoy: está prohibido que las mujeres canten en el coro. Y todos sabemos que cantan en todas las iglesias. Está prohibido que ayuden a misa, pero, en cambio, pueden contestar desde su banco. Y todo esto no es de la tradición antigua cristiana, sino de los siglos en los que la mujer era menospreciada. Recuerden que en la Iglesia primitiva existían las diaconisas, que tenían también funciones directamente litúrgicas.

Hay que “desclericalizar” y “desjerarquizar” la liturgia y ponerla en manos de los seglares (secularizarla) y poniéndola a la altura de la nueva mentalidad igualitarista. El “feminismo” enarbolado como bandera será un instrumento.

9º-Debemos estudiar a fondo las liturgias de los cristianos separados. No hay ninguna dificultad en admitir que es posible que determinadas tradiciones se hayan conservado mejor entre ellos que entre nosotros y que en ciertos puntos se hayan adaptado mejor ellos a la realidad que nosotros, Así los protestantes; nos han dado una lección en su culto litúrgico a la Biblia y en su adaptación de salmos y cantos. Y los ortodoxos han conservado la pura tradición evangélica de la comunión bajo las dos especies, que entre nosotros sólo conservan los orientales.

Toda los cambios de la pretendida reforma litúrgica conciliar tienen que ser hechos bajo una óptica ecuménica. Aprender de ellos y al mismo tiempo agradarles.

10º-No hace falta señalar que todas éstas son opiniones personales. Pero no les quepa duda de que todos estos son problemas que se planteará el Concilio y que en todos ellos se dará un gran paso adelante. Porque los tiempos están maduros.

Opiniones personales pero lanzadas a la Prensa, y dispuestas ya a ser presentadas en el Aula Conciliar como una maduración y un progreso de los tiempos.

¿Alguien quiere las cosas más claras? ¿Alguien piensa que todo esto era improvisado?

Veamos el “corpus ideologicum” al que obedecía y del que sigue siendo estructura ideológica fundamental.

1º Secularización comunitarista de la Liturgia:

Según el miembro del “Consilium para la reforma litúrgica”, Mons. Emil Joseph Lengeling, la Constitución sobre la liturgia del Vaticano II es un «giro copernicano» y significa «el final de la Edad Media» y no sólo concluye el período postridentino, sino que tiene como objetivo el eliminar el entumecimiento postridentino: la reforma tiene que acometer valientemente lo que ya muy anteriormente se había omitido en el ámbito de la Iglesia occidental por varios condicionamientos históricos (culturales y también políticos): su secularización.Para el prof. Klemens Richter, docente de Liturgia en Erfürt y Munster el «paso definitivo más allá de Trento» es el hecho de que el Vaticano II, por primera vez oficialmente, constató «que ya no sólo el sacerdote, sino la comunidad en su totalidad es el sujeto y la portadora de la acción litúrgica, porque todos los creyentes participan del sacerdocio de Cristo» entendido como el sacerdocio real «que, en virtud del bautismo, está autorizado y obligado a la liturgia»

2º La liturgia reformada tendrá un carácter dinámico:

Como consecuencia la secularización de la liturgia, el benedictino Angelus Albert Häußling, profesor de liturgia en la Universidad suiza de Friburgo eleva la “participatio actuosa” de todos los circunstantes a criterio formal de la adecuación esencial de la liturgia en general y considera que la reforma litúrgica del concilio Vaticano II se distingue, fundamentalmente, de todas las demás reformas del servicio divino a lo largo de la historia y está, por principio y definición, inconclusa: «El Concilio le ha encomendado a la Iglesia la "reforma litúrgica" como una misión perdurable, jamás concluida, tal como la entendió a pesar de las dificultades no previsibles. Parece -suponiendo que la Iglesia permanezca fiel al Concilio- que las reformas litúrgicas precedentes sólo fueron un preámbulo»

3º Siguiendo el análisis marxista, en la reforma litúrgica, como en todo proceso histórico se ha formulado a) una tesis, a la que ha seguido b) una praxis concreta, c) una antítesis que finalmente precederá a la d) síntesis final

  1. la tesis: es la Constitución Sacrosanctum Conccilium con las 49 normas jurídicas emanadas.
  2. la praxis: ha sido la práctica de la comunidad donde se han detectado algunas “enfermedades propias de la infancia” cuya causa, ciertamente, se debe buscar más en el espíritu de aquellos años que en los mismos esfuerzos reformistas. Fischer cuenta entre ellas una «alergia a la solemnidad», unida a una «alergia al latín», un «malentendido ecumenismo» que, a veces, se avergonzaba abiertamente de lo católico, un «libertinaje», unido a la «mentalidad de la factibilidad», frente a todo lo preexistente, así como la “sermonitis”, el vicio de comentarlo todo y cada cosa, y de poner el acento sobre la no siempre iluminada palabra del hombre.
  3. La antítesis: la renovación de la liturgia no se quedó sin oposición. Ya durante el mismo trabajo de renovación mostraron su oposición algunos círculos de la curia. Después del Concilio se convirtió en la causa de diversos grupos tradicionalistas . La oposición a la liturgia renovada llegó a ser de hecho la más llamativa, pero no la única discordancia del grupo cismático fundado por Mons. Lefebvre contra el Vaticano 1I. A fin de hacer concesiones a los tradicionalistas, el 3 de octubre de 1984, mediante la Congregación para el Culto Divino -basándose en un indulto del Papa- se les concedió a los obispos la posibilidad de consentir a los partidarios del erróneamente llamado «rito tridentino» la celebración de la misa según el Missale Romanum del año 1962. “No obstante - piensan- no se puede desacreditar por ello la misma renovación litúrgica; con este indulto se trata de la expresión de la preocupación por la unidad de la Iglesia”. El Motu Proprio “Summorum Pontificum” de Benedicto XVI, tanto en sus principios como en los contenidos en la carta explicativa dirigida por el Santo Padre a los obispos ya no lo pueden digerir.
  1. Síntesis: Entre los dos polos de la rigidez tradicionalista en la erróneamente calificada como «liturgia tridentina» y la pervivencia, la continuidad incluso, del efecto de las que el profesor B. Fischer llamó «enfermedades infantiles», se mueven tanto la práctica y la ciencia litúrgica de nuestros días cuyos principios son los siguientes:
    1. La reforma litúrgica debe tener carácter permanente.

      En opinión de Häußling, el concilio Vaticano II no ha elevado a máxima la reformación (re-formatio) de la liturgia “secundum normam sanctorum patrum”, sino la completa y fructífera participación de todos, es decir, la de aquellos hombres que hoy en día viven en un entorno ateo de hecho. De ello resultan los campos de actuación de la ciencia litúrgica: en el cambio de una «dimensión cósmica numinosa a una realidad social desacralizada» la reforma litúrgica tiene que asumir un profundo «cambio paradigmático de la modernidad» y juzgarlo adecuadamente. El criterio de la actuosa participatio conducirá a una reforma litúrgica permanente y «cambiará la liturgia de la Iglesia de una forma todavía no previsible» . La dirección hacia ese punto es indicada como «reducción», como «concentración en 1as acciones religiosas y litúrgicas primigenias, en los gestos y fórmulas originales, en las palabras y estructuras fundamentales» También Rennings relaciona el principio de la Ecclesia semper reformanda con la liturgia de la Iglesia: las reformas del Concilio no querían, en realidad, relevar la rigidez de la liturgia «antigua» mediante una liturgia nueva, nuevamente instaurada por muchos años/siglos, «sino ir a parar a una "liturgia abierta" básicamente , con lo que «la búsqueda de la autorrealización, óptima en cada caso, de la Iglesia en la actividad de la misa sigue siendo misión perpetua de la liturgia».

    1. La liturgia debe ser una liturgia abierta: continuamente sometida a un análisis de los paradigmas sociológico-antropológicos:

      Para ello, son necesarios amplios trabajos de investigación no sólo de todos los campos de la teología, sino también de las humanidades, es un hecho que subraya el Dr. Heinrich Rennings, actualmente docente del “Deutschen Liturgischen Institut” y perito litúrgico del Concilio mediante una cita de Rahner: «Pues sólo si se sabe cómo son los cristianos en tanto que hombres de hoy en día,... se puede responder a la pregunta sobre cómo tiene que ser la liturgia actual de la Iglesia».

      Además de esa aportación de las humanidades, son necesarios también de ahora en adelante, trabajos de historia de la Iglesia y de sistemática teológica.

    1. Eclecticismo sincretista solapado de ecumenismo.

      Confiesan: La ciencia litúrgica de hoy en día —y sobre todo la de mañana— no se puede entender de otro modo que no sea ecuménico. Tiene que traspasar las fronteras de lo católico, ver más allá de los entornos pre y postconciliares a fin de no ser presa de las insidias de sus propias angosturas y principios erróneos. A través del juicio equilibrado de las disciplinas humanísticas, y también a través del espacio intermedio que envuelve al hombre entendido como espíritu corporeizado (del cuerpo y de sus acciones, incluida la forma litúrgica de espacio y tiempo, en la cual debe tener su sitio la “anábasis”, la comunicación con el Dios vivo) se demostrará que ese elemento humano no es, en absoluto, tan distinto en su relación con Dios en la actualidad de la liturgia más allá de los límites de las confesiones y las distintas épocas y culturas.




Capítulo 8º: "Ottobratta" Romana: ¿El deshielo de la liturgia? (16/01/2010)

El cuaderno de bitácora de nuestro ya habitual “compañero de camino” en estas crónicas comienza esta vez de este modo:

“Roma volvió a vivir hoy 28 de octubre otro de sus típicos domingos otoñales, con la característica típica de este 1962: tormenta nocturna, amanecer lluvioso, blanda neblina hasta las diez de la mañana; cielo que clarea hasta la curva del mediodía, y tarde inolvidable, con un cielo multicolor, presidido por los clásicos dorados romanos”

Se trata de una hermosa descripción de aquello que los romanos llaman una típica “ottobrata” (una jornada de octubre) y que sin duda, para cualquier espíritu sensible a la belleza, puede dejar huellas indelebles en el ánimo. Si a ello añadimos que en aquel 28 de octubre, cuarto aniversario de la elección al pontificado de Juan XXIII, el Papa dirigió tras el Ángelus de mediodía, unas cálidas palabras desde la ventana de su estudio, aún se comprende mejor la positiva impresión que todo ello dejó en el joven sacerdote leonés.

El mediodía fue santificado por la charla amistosa del Papa desde la ventana de su cuarto: “ Queridos hijitos: a la voz del Papa le gusta difundir suavidad y confianza. Y su palabra tiene más altas y penetrantes vibraciones cuando, como ahora, los ojos contemplan la variedad y la alegría de los hijos rodeándonos. Hoy hace cuatro años del día en que la bondad del Señor quiso confiarme la sucesión del apóstol Pedro y encender más vivo en mi alma el amor a toda la familia humana. Han sido cuatro años de oraciones, de servicio, de diálogos, de alegría, y también de algún sufrimiento, pero todos y cada una de los días han transcurrido en la pronta disposición de cumplir la voluntad del Señor y en la seguridad de que todo coopera a la edificación del mundo.

Y al lado de lo inolvidable, lo anecdótico, pero sin duda revelador de un comentario oído de la boca de un prelado:

“Pero de todas las frases que he oído hoy quizá la que más define el momento que estamos viviendo en Roma es la de un viejo arzobispo, que decía: “¡Es que en este Concilio da vergüenza no ser avanzado!”. Y uno recordaba -sin ir más lejos- el Vaticano I, en el que avanzado era casi sinónimo de hereje o de modernista. Ahora da vergüenza no ser avanzado. Habrá que anotarlo.

Si señor, lo hemos anotado, notado y visto en perspectiva con el transcurso de las décadas. La mayoría de los Padres fueron abducidos por un profundo complejo de anquilosados y pasados de moda. Y eso influyo muchísimo en las discusiones en el Aula, en las declaraciones fuera del Aula y en las votaciones de muchos documentos conciliares.

EL DESHIELO DE LA LITURGIA SEGÚN MONS. JENNY

El 26 de octubre de 1960 habían sido nombrados y añadidos a la Comisión de Liturgia preparatoria del Concilio las siguientes personas: el obispo auxiliar de Cambrai, Monseñor Henri Jenny como miembro de la misma y en un mismo nombramiento y como consultores de la mencionada Comisión, el alemán Mons. Wagner, el franciscano holandés P. Brinkhoff y el famoso liturgista francés, padre Aimé Martimort.

Fue en aquel día de octubre del 62, y de ello da fe Martín Descalzo, que Mons. Jenny afirmó:

"Este Concilio va a hacer el deshielo de la liturgia. Pero habrá que hacerlo con prudencia, no se vaya a provocar una inundación".

Después con mirada inquieta y palabra concisa de don José Luis los concreta. Yo los comentó a renglón seguido, dando mi opinión, por su notable interés para nuestro estudio.

“Ahora es el problema de la reforma de la misa lo que ocupa a los Padres Conciliares. Y dentro de él muchos ángulos interesantísimos. Nada menos que éstos:

PRIMERO:¿Cómo conseguir que los fieles dejen de asistir a la misa como simples miembros pasivos?

Es cierto, especialmente en los países con menos desarrollo cultural donde el analfabetismo solía abundar entre las clases más modestas, los misales bilingües para seguir, hacer inteligibles y participar del tesoro de los textos litúrgicos no eran norma común. No así en zonas urbanas con población escolarizada y en países casi sin índice de analfabetismo. Aunque también es cierto que muchos simplificaban su participación con las prácticas devocionales durante la celebración litúrgica.

SEGUNDO.¿En qué fragmentos de la misa pueden permitirse adaptaciones o introducciones de ritos de diferentes culturas?

Estupidez suprema a que no debemos dedicar ni un segundo.

TERCERO Y CUARTO: ¿No ha llegado ya la hora de devolver su importancia a la primera parte del Santo Sacrificio, declarándola necesaria para el cumplimiento del precepto dominical?

-¿Ha de hacerse el sermón parte integrante y necesaria de la misa, siendo también de obligación para los fieles el asistir a él, y prohibiendo simultáneamente todo otro tipo de sermón u oraciones que no tengan que ver con la misa durante la celebración de ésta?

Por mi parte, completamente de acuerdo. Siempre he abominado de todos aquellos fieles de “cumplimiento”: cumplo y miento. Gente que llegaba “a mitad misa”, hombres que salían a fumar al “sermón”, fieles que calculaban a que hora empezaba el ofertorio o que marchaban después de la comunión del sacerdote, habiendo cumplido el precepto . Pero también decepcionado en la aspiración de comprender la epístola o el evangelio del domingo y escuchar en el “sermón” una explicación de un punto de catecismo sin la más mínima referencia a las lecturas o la liturgia del día.

QUINTO: ¿Conviene un reestudio de los textos bíblicos que se leen durante la primera parte de la misa, buscando un sistema giratorio, de modo que los fieles pudieran llegar a conocer toda la Biblia durante el curso de dos a tres años?

No tanto creo por el hecho de conocer la Biblia, cosa demasiado pretenciosa de conseguir a partir de la participación en misa, sino porque los días feriales (después de Epifanía o después de Pentecostés, por ejemplo o incluso las ferias de Adviento) donde no se celebraba ningún santo o se intercalaba alguna misa votiva que rompiera la monotonía, los textos escriturísticos eran (y siguen siéndolo en la forma extraordinaria) repetitivos hasta llegar a aburrir .

SEXTO: ¿No está más en la tradición de la Escritura la comunión bajo las dos especies? ¿No convendría permitirla, al menos en algunas ocasiones excepcionales?

Lo comentaré en el próximo capítulo íntegramente dedicado a este tema.

SÉPTIMO: ¿Convendría revisar nuevamente el ayuno eucarístico y ampliar las facilidades para las misas vespertinas?

Creo que lo determinado por Pablo VI en el inmediato posconcilio en este tema fue acertado y ayudó a sacerdotes y fieles a una más serena celebración y a una mayor participación en las misas tanto dominicales como feriales. En la intención estaba la incomodidad ordinaria de muchos sacerdotes (especialmente jóvenes) para el ayuno eucarístico en las celebraciones del domingo. La mayoría de estos hombres jóvenes de los años cincuenta y primeros sesenta, entre los que se encontraba mi párroco, bebían y bebían agua para no desmayarse por la falta de algo sólido en el estómago durante toda la mañana del domingo cuando estaban solos y tenían una misa detrás de otra.

La proliferación de misas vespertinas, lo reconozco, tanto sábados como domingo por la tarde, ayudó mucho a la asistencia dominical. Personalmente y por razón de la tradición histórica y litúrgica de la Iglesia, entiendo mucho más las misas vespertinas de los sábados que no las de los domingos, pues estas últimas desdibujan el “domingo cristiano” que empieza con las primeras vísperas y el atardecer del sábado. Además, y esto es un argumento tan tonto como fútil, la tarde-noche del domingo siempre me ha producido depresión y tristeza, y conmigo a muchas otras personas entre las que se incluyen no pocos sacerdotes. Pero esto es nada tiene que ver con argumentos sólidos para defender una posición o la opuesta.

He aquí una serie de problemas que están ahora en pleno estudio en el Aula Conciliar. En los próximos días habrá luz sobre ellos.

¡Ojalá todo el “deshielo de la liturgia” hubiera sido este! ¡Cuantas inundaciones se hubieran evitado!

Como por ejemplo, la inundación cromática y étnico-indígena (en la fotografía)


Capítulo 7º: Ejercicio de santa indiferencia entorno al latín (9/01/2010)

En los apuntes correspondientes al 26 de octubre de 1962, el P. Martín Descalzo anota:

“En todas las conversaciones conciliares de estos días -dentro y fuera del Aula- gira incesante el tema del latín, punto para muchos fundamental en toda reforma litúrgica. Valdrá la pena que nos detengamos en él para revisar cuánto en estos días se dice en su favor y en contra suya”.

Tras realizar una ponderada síntesis histórica sobre el uso del latín como lengua litúrgica en la Iglesia, nuestro cronista concluye acertadamente afirmando:

“… la Iglesia, que mantiene el latín en Europa cuando ve las lenguas vulgares aliadas a ideas heréticas, tiene la mano abierta para quienes lo piden por el verdadero bien de los fieles. Y así tenemos, en 1713 y 1736, dos concesiones de celebración en lengua vulgar para armenios y maronitas”.

En el siglo XIX cambian los tiempos. El movimiento litúrgico empieza a nacer en Occidente, limpio ahora ya de contornos protestantes, y en 1897 León XIII saca del índice la traducción del misal de Voisin, y prosigue la concesión de permisos especiales para las lenguas paleoeslava y checoslovaca. Pío X va a dar en 1903 un impulso decisivo al movimiento litúrgico, pero manteniendo viva y rígida la ley del latín para la liturgia romana.

Y así se llega a 1947, y, en este año, la Mediator Dei delimita y marca los caminos al movimiento litúrgico. Su postura ante el latín es clara y neta: El empleo de la lengua latina, en uso en una gran parte de la Iglesia, es un signo claro y manifiesto de unidad y una protección eficaz contra toda corrupción de la doctrina original. Pero de todos modos en muchos ritos puede ser muy útil para el pueblo el uso de la lengua vulgar. Mas es la Santa Sede quien únicamente puede conceder esto.
Y esta es la regla que ha venido practicándose durante los últimos años: defensa en principio y teoría del latín litúrgico, pero gran mano abierta para las excepciones.”

Empieza en este momento a enumerar todos los permisos y concesiones atorgadas en esta línea durante el pontificado del venerable Papa Pío XII, especialmente en lo referido a los rituales bilingües para los sacramentos y la lectura en lengua vernácula de epístola y evangelio, para finalmente concluir con una importante afirmación:

“Todas estas excepciones han ido creando una mentalidad nueva. Y son muchos los que comienzan a preguntarse si no habrá llegado la hora de convertir en ley las excepciones, y abrir para todo el mundo las puertas, ya abiertas para algunos pueblos, permaneciendo algunos fragmentos esenciales de la liturgia en latín como signo de unión universal. ¿Y quién mejor que un concilio para plantearse y resolver este problema? Henos aquí, pues, ya en pleno debate.

Llegados a este punto, nuestro cronista comienza a explanarse en los “considerandos” entorno a esta cuestión, a mi juicio con una gran objetividad, siguiendo el estilo de aquel ejercicio de “santa indiferencia para la elección de estado” que San Ignacio nos propone en su gran obra maestra.
Los presenta siguiendo un esquema clásico de argumentación a partir de la defensa y rebatimiento de tres tesis entorno a las ventajas del latín y tres tesis entorno a las ventajas de la lengua vernácula. No puedo si no plasmarlas tal cual nos las ofrece:

VENTAJAS DEL LATIN

Tesis

1) -El latín -dicen los defensores- es importantísimo en la defensa de la unidad de la Iglesia. Pío XII lo dijo clarísimamente: "El empleo de la lengua latina, en uso en una gran parte de la Iglesia, es un signo manifiesto y evidente de unidad". Sin él, la liturgia se atomizaría y cada país del mundo tendría una diferente. Con él todos los pueblos del mundo alaban a Dios en el mismo idioma, con las mismas palabras, con los mismos gestos, y todas las otras religiones pueden ver cómo se cambia de pueblos y de continentes, pero la Iglesia es la misma.

Sed contra:

1) -No han de exagerarse -dicen los adversarios- las palabras de Pío XII. El Papa dice que el latín es "un" signo de unidad, no el único, ni el más importante. Dice, por otro lado, que es un "signo" de la unidad, no la fuente de la unidad, ni su causa, fuente y causa que están en la fe y en el primado del Papa. Por otro lado, el propio Papa recuerda que el latín sólo está en uso "en gran parte de la Iglesia". Exagerar el valor de este argumento sería tanto como decir que las Iglesias católicas orientales no están unidas a Roma, ni unidas entre sí. Por otro lado, para mantener ese signo de unidad bastaría conservar en latín algunas fórmulas esenciales; de otro modo se confundiría unidad y uniformidad. Y al hombre moderno, si le impresiona apologéticamente la unidad, le molesta la uniformidad. que ve como hermana gemela del totalitarismo. Por otro lado, son ya tantas las excepciones concedidas por la Santa Sede, que esa unidad es ya más teórica que real."

Tesis:

2) El mundo moderno -se sigue diciendo- tiende hacia la unidad en todos los terrenos. Sería un error perderla y disgregar lo que nos une, precisamente cuando todo se unifica. Los movimientos migratorios y el turismo están unificando cada día más el mundo, y conviene que viajeros y emigrantes puedan encontrarse en todos los países del mundo con una liturgia igual: que, al menos, en las iglesias de cualquier país del mundo se sientan en casa, con algo conocido, con algo amado.

Sed contra:

2) "Es cierto -responden los otros- que el mundo tiende a la unidad; pero no en lo lingüístico; el mundo está dispuesto a asociarse y unirse, pero no a renunciar a las lenguas maternas. Todos los intentos de lengua universal moderna han fracasado. No puede pensarse que los emigrados se sientan en casa por oír la misa en latín, en un latín que en su nueva tierra les resulta tan extranjero como les resultaba en su tierra de origen. Por otro lado, los emigrantes, al cabo de poco tiempo, han asimilado la lengua de su nuevo país, y nunca asimilarán el latín en ninguna."

Tesis:

3) El latín no sólo ayudará a mantener la unidad, sino también la pureza de la fe, Pío XII lo dijo también claramente al afirmar que "es una protección eficaz contra toda corrupción de la doctrina original". ¿Cómo se mantendría ésta con el multiplicarse de las traducciones? ¿Cómo podrían traducirse los términos técnicos acuñados en latín por siglos y siglos?

Sed contra:

3) Tampoco se debe exagerar este argumento, porque sería acusar a los católicos orientales de no haber conservado la pureza de la fe. Por otro lado, no debe confundirse "lengua de la liturgia" con "lengua de la teología". En todo caso siempre podrían mantenerse en latín aquellas frases centrales en las que entran en juego complicados problemas teológicos. ¿Pero qué entra en juego en las frases en que los sacerdotes dialogan con sus fieles? Por otro lado, ¿no se tradujo la Biblia del hebreo y del griego al latín sin que la fe se perdiera? ¿No se han multiplicado las traducciones de la Biblia y de los catecismos sin ese riesgo? ¿No leen los fieles habitualmente en lengua vulgar las frases que simultáneamente lee el sacerdote en latín? ¿Se tambalea su fe por ello? Otra cosa sería decir que la Iglesia tendrá que vigilar atentamente las traducciones.

VENTAJAS DE LAS LENGUAS VERNACULAS

Tesis:

1) Su uso mostraría mejor al mundo la catolicidad de la Iglesia; sería un signo visible de que, como dijo Pío XII, "el Evangelio no destruye ni apaga nada de lo que tiene de bueno, bello y honesto el genio de los pueblos que le abrazan"-. Y se demostraría con esta apertura que -en palabras de Juan XXIII-"la Iglesia no se identifica con ninguna cultura, ni siquiera con la occidental, a la que está estrechamente mezclada por la Historia". El uso del latín en la liturgia es tomado por los no occidentales especialmente como una señal de falta de universalismo, y suceden cosas como la que señaló el cardenal Constantini: "Hemos querido hacer pasar al Oriente a través del latín, pero el Oriente no ha pasado. Nosotros hemos tenido a los chinos alejados de nosotros no por la muralla de China, sino por la muralla del latín”.

Sed contra;

1) "La adaptación a todos los pueblos -responden los adversarios- es buena, pero, siendo los hombres instintivamente individualistas, siempre hay el peligro de que la adaptación terminara creando nacionalismos y quién sabe si cismas. Por otro lado, vemos que los nuevos pueblos, por muy anti-occidentales que sean, en sus costumbres van adoptando las posturas occidentales, en sus vestidos, modos de vivir, alimentación, cultura. No podemos juzgar este problema a la luz del momento actual en que hay en todo el mundo un anti-occidentalismo explosivo. La ola actual de individualismos culturales normalmente irá moderándose con el paso de los años, y todas esas culturas que hoy nos parecen tan opuestas no lo serán al cabo de unos siglos. El actual movimiento parece pronosticar que el África y Asia de hoy serán en el siglo XXV tan occidentales culturalmente como hoy lo es Hispanoamérica, que hace cinco siglos parecía infinitamente distante".

Tesis;

2) La liturgia es, ante todo, el culto del pueblo a Dios. Por ello, la medida de todas las decisiones en esta materia, salva la fe, no ha de ponerse ni en la estética, ni en la tradición, ni en la Historia, ni en el arqueologismo, ni en el rubricismo, sino en la utilidad pastoral de los fieles. Y el pueblo, que lleva en sus venas la lengua natal tanto como la sangre, no ha de ver la religión como algo mágico y alejado; es necesario que se sienta activo y participante en ella. La Historia ha demostrado cómo los esfuerzos por adoctrinar al pueblo y hacerle participar en la liturgia han tropezado siempre con la barrera insalvable de la lengua no comprendida.

Sed contra:

2) No debe creerse que la lengua vulgar hará milagros. Recuérdese aquello que escribió Bruce Marshall: "Los anglicanos recitan los más hermosos himnos en los bancos más vacíos". La verdadera solución está en la formación de los fieles. Porque el lenguaje litúrgico traducido a sus lenguas, si no poseen una cultura bíblica y litúrgica, seguirá pareciéndoles extranjero, entenderán las palabras, pero no entenderán el sentido, ya que el lenguaje litúrgico siempre deberá tener un "tono" distinto del lenguaje normal de la calle. Por otro lado, ¿no harán las traducciones nacer conflictos en los países y zonas donde se da el bilingüismo? ¿Y qué pensar de África, donde los dialectos y lenguas tribales son cientos?

Tesis:

3) Vivimos en una época ecuménica y hay que abrirse a los separados en todo cuanto no ponga en juego la fe y las costumbres católicas. El cardenal Bea dijo que la Iglesia no podría aceptar compromisos con las Iglesias separadas en materia de fe, pero sí en materia de liturgia. Ahora bien: el latín molesta a los separados, que lo ven no como símbolo de catolicidad, sino de romanismo; no de unidad, sino de centralización. Aceptar, como ellos, la lengua vernácula sería marcar diferencias entre lo esencial y lo accidental; quitando las barreras de lo accidental dejaríamos más claro el estudio de lo esencial que nos separa.

Sed contra:

3) Bien está derribar barreras, pero para el pueblo ignorante y sencillo, ¿no sería este compromiso en lo accidental una especie de signo de concesión en lo esencial? Al ver dos ritos idénticos entre católicos y separados, ¿no nacería en muchos la confusa sensación de que realmente estábamos unidos? Desgraciadamente, estamos separados: ¿por qué dar sensación de unión mientras esta unión verdadera no se haya realizado? Y el día que la unión de fe se haya realizado, no será la lengua latina quien cree problemas, ya que la fe comportará la obediencia a este signo de unidad, que, aun siendo molesto, no crea verdaderos problemas a quien tiene fe.

Ciertamente escasas son las veces en las que las cuestiones se vean presentadas de manera tan clara y con tanta honestidad intelectual y cabal sentido común como aquí muestra Don José Luis.
Concluye finalmente con lucidez:

¿A qué conclusión llega uno después de sopesado todo esto? A la de que el asunto no es tan fácil como algunos creen; a que habrán de pesarse bien las circunstancias, los detalles. ¿Qué concluirá el Concilio? Nadie puede saberlo hoy. Los vientos huelen a un predominio de la tendencia renovadora, pero hacia una renovación sin prisas, a que se darán "pasos", y pasos importantes, pero no "saltos" y mucho menos saltos en el vacío. De todos modos, también aquí habrá que decir aquello de "la solución, mañana". Las votaciones nos lo dirán.

Y las votaciones llegaron. Y tristemente debemos decir, a casi 50 años vista, que aquello tan acertadamente auspiciado por los Padres conciliares y puesto negro sobre blanco en el texto de la constitución Sacrosanctum Concilium, en referencia a la preservación del latín como lengua litúrgica de la Iglesia Latina, no ha sido respetado.

Como tampoco fue valorada ni respetada la enseñanza y la voluntad de Juan XXIII expresada en la encíclica “Veterum Sapientia” del mismo 1962 el menosprecio de la cual nos ha reportado tantos perjuicios.

FONTE:GERMINANS GERMINABIT