El fin de la vida terrestre
Es precisamente por esto por lo que las personas de hoy sienten una angustia profunda. ¿Hay algo más allá de esta vida? ¿Cómo se puede alcanzar un fin si la muerte es el fin? En un mundo como el de hoy, en que no se reconoce otra realidad que la de las cosas visibles, no puede desde luego haber una vida más allá de la vida.
Así, pues, las personas contemporáneas viven la angustia de una existencia que no tiene mayor sentido ni lleva a ninguna parte. Se vive para la muerte y la vida se vuelve absurda. Pero, ¿habrá algún modo de soportar el peso de semejante condición? Para escapar del absurdo de una vida que no tiene ningún fin, las personas alargan el plazo de vencimiento de la deuda y buscan en la historia un sentido a la vida. Pero la historia, antes que dar un fin a la vida de la persona como individuo elimina a cada persona y favorece un “espíritu universal”.
Las personas han perdido la fe en su inmortalidad y no saben ni siquiera adonde les lleva su camino. Se ha perdido el objetivo, las personas se han perdido y solo viven su propia condenación. La única posibilidad para continuar viviendo es la droga: olvidar, no querer pensar, dejarse llevar por los acontecimientos sin preguntarse los porqués, vivir la inocencia animal liberándose un deber consciente, de una voluntad ordenada a un fin, para abandonarse al instinto animal.
Las personas viven, ciertamente, pero no como humanas. Si la persona quiere permanecer fiel a sí misma no puede renunciar al hecho de que la vida tiene un fin. Y el fin de la persona está más allá de la vida presente. Quizá no sepa que hay un Dios, pero una fuerza interior le estimula a ir más adelante, siempre más adelante.
Por eso la vida es un camino que no puede conocer reposo aquí abajo. Es precisamente esta fuerza, sin que se sepa a donde le conduce, lo que está al comienzo de la vida religiosa de la persona, que está siempre en búsqueda, aunque no lo sepa.
Es verdad, el fin determina la dirección del camino. Aunque la persona no sepa claramente que su fin es Dios, sin embargo, gracias a esta fuerza que le empuja, sabe que el fin está más allá de todo lo que pueda saber y poseer aquí abajo. A pesar de todo, este impulso interior no puede ser suprimido, impulso que no permite ningún reposo a la persona mientras viva sobre la tierra.
Dios ha creado a la persona y le ha impreso como fin fin último tener hacia Él y poder alcanzarlo. Así nuestra vida se transforma en una búsqueda de Dios, es voluntad inamovible de ir hacia Él. Hay muchos objetivos posibles en nuestras acciones, pero hay solo una finalidad en nuestra vida. Si Dios es el fin último, la persona puede posponer de forma culpable su búsqueda de Dios para mañana, contentándose con dar un fin a las acciones particulares de su existencia; pero nunca podrá suprimir completamente la angustia que le presiona hacia un fin que, sin embargo, no podrá alcanzar en el tiempo.
La búsqueda de Dios se transforma, pues, en el sentido más auténtico de la vida humana, una búsqueda que será vivida con mayor o menor fidelidad, con más o menos compromiso, pero siempre con un vivo deseo, jamás saciado.