Herejía, apostasía y cisma. Dice el Código de Derecho Canónico que «se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma; apostasía es el rechazo total de la fe cristiana; cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos» (c. 751). Según esto, pudiera pensarse que en no pocas Iglesias descristianizadas la mayoría de los bautizados son herejes o apóstatas o cismáticos o las tres cosas a la vez. Pero vayamos por partes y precisando más.
La definición de la apostasía viene ya sugerida por la etimología del término: ap-oikhomai, apartarse, alejarse. Recordemos que el sacramento del Bautismo lleva consigo una apotaxis, una ruptura del cristiano con Satanás y su mundo, y una syntaxis, una adhesión personal a Cristo y a su Iglesia. Pues bien, por la apostasía el bautizado se separa de Dios y de la Iglesia.
En este sentido, Santo Tomás entiende la apostasía como «algo que entraña una cierta separación de Dios (retrocessionem quandam a Deo)». Por la apostasia a fide se renuncia a la fe cristiana, por la apostasia a religione se abandona la familia religiosa en la que se profesó con votos perpetuos, por la apostasia ab ordine se abandona la vida sacerdotal sellada por el Orden sagrado. Y «también puede uno apostatar de Dios oponiéndose con la mente a los divinos mandatos [pero a pesar de ello] todavía puede el hombre permanecer unido a Dios por la fe. Ahora bien, si abandona la fe, ya se retira o aleja de Él totalmente. Por eso la apostasía en sentido absoluto y principal es la de quien abandonó la fe, y se llama apostasía de perfidia» (STh II-II,12,1).
Herejía y apostasía. Es, pues, apóstata aquel que abandona totalmente la fe cristiana después de haberla recibido en el bautismo. Según esto, ¿el que abandona la fe parcialmente, es decir, solo en algunos dogmas concretos, es hereje, pero no apóstata? No hay en esta cuestión, que yo sepa, enseñanza del Magisterio apostólico. Pero creo que acierta Suárez cuando afirma que la herejía es una especie de la apostasía, y que consiguientemente, en el fondo, todos los herejes son apóstatas (De fide, disp. XVI, sec.V,3-6). Como veremos en seguida, ése parece ser el pensamiento de Santo Tomás.
Veamos la cuestión en alguien concreto. ¿Lutero fue solamente hereje o también apóstata? Sabemos bien que Lutero destroza todas las convicciones fundamentales de la Iglesia: los dogmas, negando su posibilidad; la fe, devaluándola a mera opinión personal; las obras buenas, negando su necesidad; la Escritura, desvinculándola de Tradición y Magisterio; la vida religiosa profesada con votos, la ley moral objetiva, el culto a los santos y a la Virgen, el Episcopado apostólico, el sacerdocio y el sacrificio eucarístico, y todos los sacramentos, menos el bautismo…
Pero Lutero, ante todo y sobre todo, destroza la roca que sostiene todo el edificio de la Iglesia, ya que estando los cristianos «edificados sobre el fundamento de los apóstoles y de los profetas, siendo la piedra angular el mismo Cristo Jesús» (Ef 2,20), niega la fe en la divina autoridad apostólica del Papa y de los Obispos, sucesores de los apóstoles. Por eso todo el mundo de la fe se le viene abajo. No estamos, pues, solamente ante la herejía, o ante un conjunto innumerable de herejías; más propiamente parece que estamos ante la apostasía. Lo explico más.
Fe católica y opinión personal. La fe teologal cristiana es algo esencialmente diferente de la opinión personal que un hombre pueda formarse considerando en libre examen la Escritura revelada. Como enseña el Catecismo, «por la fe, el hombre somete completamente su inteligencia y su voluntad a Dios… La Sagrada Escritura llama “obediencia de la fe” a esta respuesta del hombre a Dios que revela (cf. Rm 1,5; 16,26)».
La fe cristiana es, por tanto, una «obediencia», por la que el hombre, aceptando ser enseñado por la Iglesia apostólica, Mater et Magistra, se hace discípulo de Dios, y así recibe Sus «pensamientos y caminos», que son muy distintos de los pensamientos y caminos de los hombres (Is 55,8). Así lo enseña Santo Tomás:
«El objeto formal de la fe es la verdad primera revelada en la Sagrada Escritura y en la doctrina de la Iglesia. Por eso, quien no se conforma ni se adhiere, como a regla infalible y divina, a la doctrina de la Iglesia, que procede de la verdad primera, manifestada en la Sagrada Escritura, no posee el hábito de la fe, sino que las cosas de fe las retiene por otro medio diferente», es decir, por la opinión subjetiva. No puede dar más de sí el libre examen protestante.
«Es evidente que quien presta su adhesión a la doctrina de la Iglesia, como regla infalible, asiente a todo lo que ella enseña. De lo contrario, si de las cosas que sostiene la Iglesia admite unas y en cambio otras las rechaza libremente, no da entonces su adhesión a la doctrina de la Iglesia como a regla infalible, sino a su propia voluntad. Por tanto, el hereje que pertinazmente rechaza un solo artículo no se halla dispuesto para seguir en su totalidad la doctrina de la Iglesia. Es, pues, manifiesto que el hereje que niega un solo artículo no tiene fe respecto a los otros, sino solamente opinión, según su propia voluntad» (STh II-II, 5,3).
Santo Tomás, por tanto, si no le entiendo mal, enseña que todos los herejes son apóstatas de la fe católica. Lo que enseñará más tarde Suárez de modo explícito. Y Lutero no era sólamente hereje, era también apóstata.
Apostasía explícita o apostasía implícita. Se da una apostasía explícita cuando un cristiano declara abiertamente que rechaza la fe católica, o cuando públicamente se adhiere a otra religión, o cuando por palabras o acciones se declara ateo. Pero también se da una apostasía implícita, pero cierta, real, cuando un cristiano, sin renunciar expresamente a su fe, incluso queriendo mantener socialmente su condición de cristiano, por sus palabras y obras está afirmando claramente que se ha desvinculado del mundo de la fe, es decir, de la Iglesia.
Un ejemplo. Si un cristiano durante muchos años no va a Misa, y no tanto por simple desidia, sino por su manifiesta convicción –bien conocida por sus familiares y amigos– de que la Eucaristía no es propiamente necesaria, al menos para todos los cristianos, está negando abiertamente la fe católica y rechazando el mandamiento de Dios y de la Iglesia. Parece que en este supuesto puede apreciarse una apostasía implícita. Ésta, en cambio, no se da propiamente en aquel cristiano que, manteniendo la fe en la Eucaristía y en su necesidad, vive sin embargo durante muchos años distante de ella por negligencia, por las presiones del mundo en que vive, por su condición de pecador público o por otros motivos.
Preguntas peligrosas. Vamos adelante, sin inhibiciones. ¿Hoy en la Iglesia católica, en nuestras parroquias, serán quizá apóstatas, explícitos o implícitos, una gran parte de los bautizados? ¿Y en nuestros Seminarios y Facultades no serán también apóstatas una parte no exigua de los docentes de teología? Quedan, con el favor de Dios, muchos post por delante en este blog, y no es cuestión de adelantarse en los comentarios a numerosas cuestiones que han de ser analizadas con orden, precisión y cuidado. Pero tampoco los comentarios, por ser prematuros, si se producen, van a causar perjuicios excesivos.
Hacerse preguntas como éstas, ya se comprende, resulta hoy sumamente peligroso. Por eso la inmensa mayoría de cristianos, incluidos muchos Pastores sagrados, lo evitan. Pero aquí, con el favor de Dios, no vamos a ponernos límites a la hora de buscar la verdad de la santa Iglesia católica, para afirmarla con toda la lucidez y fuerza que el Señor nos dé. La reforma más fundamental y urgente, la que nos puede librar de una apostasía siempre creciente, es la metanoia, es decir, «el cambio de mente». Y éste no puede producirse si, cerrándonos a ciertas cuestiones, no le dejamos al Espíritu Santo «conducirnos hacia la verdad completa» (Jn 16,13).